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Foto del escritorSantiago Rivas

Cuando se necesitan unas Fuerzas Armadas que se dejaron de lado

La crisis que se desató en el mundo a raíz de la pandemia de Coronavirus (COVID-19) puso de manifiesto la falta de planificación de los gobiernos para hacer frente a este tipo de catástrofes, demostrándose la ineficiencia de la política, pero, sobre todo, la realidad de que en muchos de nuestros países se le prestó más atención a medidas populistas que a cuestiones reales, como trabajar en mejorar los sistemas de salud, de seguridad y todo el aparato estatal que, trabajando junto con organismos privados, podría hacer frente de la manera más eficaz posible al problema.

Todavía no sabemos cuál será el alcance real del virus, aunque algunas noticias alentadoras llegan desde China, Corea del Sur y otros países en donde la cantidad de infectados se detuvo o crece a ritmos muy bajos. Pero aún menos se puede estimar cuál será el golpe a la economía global, empezando por el colapso del transporte aerocomercial y gran parte de la industria del turismo, al que seguirán otros sectores paulatinamente. Y ese problema es tan importante como el sanitario que causa el virus, con una estimación de la Organización Mundial del Trabajo de que unas 25 millones de personas se quedarán sin empleo.

Hasta ahora, una de las primeras medidas drásticas que alcanza ciertos resultados es el aislamiento social. Otra, como en el caso de Corea del Sur, es el rápido diagnóstico de todas las personas que podrían haber tenido contacto con la enfermedad, para actuar antes de que se presenten los síntomas (lo cual no fue implementado casi por ningún otro país, por falta de capacidad para hacer diagnósticos en masa).

El aislamiento impuesto por casi todos los países generó el enorme problema de la vuelta a sus países de todas las personas que, por turismo, trabajo u otras cuestiones, estaban viajando, especialmente en las zonas de riesgo. El cierre de la mayoría de los aeropuertos y la cancelación de casi todos los vuelos internacionales, dejó varadas a miles de personas en todo el mundo. En el caso de la Argentina, se estima en unas 23.000 personas que aún siguen sin poder regresar al país. Si bien el gobierno decidió organizar algunos vuelos de repatriación por parte de Aerolíneas Argentinas, estos por ahora solo podrán alcanzar a una pequeña parte de ese total. Al 19 de marzo, solo estaban previstos cinco vuelos, que alcanzarían a 1350 personas, poco más del 10 %.

Aquí es donde salta a la vista una necesidad cuya cobertura el estado abandonó hace años, por sostener que la defensa era algo postergable, sin entender que las Fuerzas Armadas no están solo para la guerra, sino que son el instrumento más poderoso que tiene el estado para afrontar crisis humanitarias, como la que hoy vivimos.

Como ejemplos de lo que hemos retrocedido, cuando el 9 de abril de 1948 estalló el Bogotazo en Colombia, el gobierno argentino decidió evacuar a sus ciudadanos, creándose la Agrupación Transporte Bogotá, compuesta por cinco Vickers Viking, un Douglas DC-4, un C-47, un Avro Lancastrian, un Curtiss C-46 civil y otras tres aeronaves. Algo similar ocurrió en junio de 1954, cuando un DC-4 y tres Viking fueron enviados a Guatemala para rescatar asilados y ciudadanos argentinos luego de la caída del presidente Jacobo Arbenz, realizándose la “Operación Guatemala”.

La Fuerza Aérea Argentina, desde entonces, llegó a tener una capacidad de transporte estratégico que en lo años 90 alcanzaba cinco Boeing 707, cuatro Fokker F.28 y pudo volar a la vez hasta diez C-130 Hercules (sobre una dotación de 14), a los que se podían sumar los diez Fokker F.27 en dotación. Además, la Armada poseía tres Fokker F.28, el Ejército tres Fiat G-222 y Presidencia otros tres F.28 y el Boeing 757 T-01, lo que significaba una capacidad para transportar a casi 2500 personas a la vez. Además, los Boeing 707 podían volar sin escalas a la mayor parte de las ciudades en donde hoy se encuentran los argentinos varados.

Sin embargo, hoy casi toda esa flota ha desaparecido sin haber sido reemplazada, quedando solo un puñado de Hercules y un solo F.28, más una flota presidencial con un Boeing 737 al que se suma el T-01 fuera de servicio, por decisión política, desde hace años. Así, se suma una capacidad de transporte que no pasa las 500 personas en el mejor de los casos, y con un alcance mucho más reducido.





En 2015 la FAA propuso ampliar el leasing que ya tenía Aerolíneas Argentinas por dos aviones Boeing 737-900ER o dos Boeing 767ER, pero con cargo al Ministerio de Defensa, que podrían haber estado disponibles en tres meses y significaban un reemplazo a los viejos Boeing 707. Si bien en ese entonces el ministro de defensa Agustín Rossi aprobó la idea, desde Aerolíneas Argentinas se negaron. Esta idea y otras, para conseguir Boeing 737, tanto comprados como en leasing, no fueron tenidas en cuenta por los gobiernos, llegándose a la situación actual en la que la capacidad de respuesta para repatriar a la gente es muy escasa.

¿Y por qué es mejor hacer este trabajo con las Fuerzas Armadas? Porque su personal se prepara durante toda su carrera para hacer frente a este tipo de situaciones y afrontar los riesgos, trabajando, de ser necesario, las 24 horas y los siete días de la semana. La aviación comercial, que en el caso de Aerolíneas Argentinas ha demostrado su predisposición para asistir a la población, no está preparada para una labor de este tipo a gran escala y por largos períodos de tiempo, aunque hoy, por la falta de política de defensa, es casi la única herramienta que le queda al país.

Además, los aviones de Estado, que emplean matrículas militares utilizan instalaciones exclusivas en los aeropuertos, como pueden ser instalaciones militares, donde las posibilidades de contagio son mucho menores que en las terminales civiles. Además, tienen permisos de sobrevuelo preferenciales y prioridades que no tiene la aviación comercial. Estas son ventajas muy grandes en este escenario, contra aquellos que operan con matrículas civiles.

Hoy, el Ministerio de Defensa analiza poder enviar un C-130 a Perú a sumarse a la repatriación, ya que la flota de Aerolíneas Argentinas dispuesta para traer a los 800 argentinos que se encuentran allí, no alcanza. Pero tampoco alcanza con un solo vuelo de Hercules. De contarse con una flota de transporte estratégico como hace 25 años, en poco más de una semana se podría repatriar a la totalidad de los argentinos varados, solamente con aviones de las Fuerzas Armadas.

Al problema de los vuelos se suma la lentitud para movilizar a las Fuerzas Armadas tanto para apoyar a las de seguridad en el control de fronteras como puede ser en el control de quienes estén en cuarentena y del cumplimiento de las restricciones a la circulación, el apoyo sanitario a la población con hospitales de campaña y, eventualmente, ante una prolongación de la crisis, en otras medidas de apoyo, como puede ser ayudando a alimentar a los más necesitados. De haberse invertido en defensa lo que corresponde, la capacidad de respuesta del estado para paliar la crisis sería mucho mayor y el impacto del virus mucho menor.

Esta pandemia ojalá que sirva para que la sociedad, los políticos y la prensa reflexionen sobre su responsabilidad por desatender por años una de las cuestiones más importantes que tiene el estado, como es el mandato de darle seguridad a sus habitantes, entendiendo a la seguridad en todos sus aspectos, desde la ciudadana, la defensa y la atención ante desastres o crisis humanitarias como la que hoy vivimos.



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