Mientras la Argentina entra una vez más en la vorágine populista de cada año electoral (todos los años impares) acentuada no solo porque se trata de una elección presidencial, sino por la falta de candidatos que den tranquilidad, falta de propuestas coherentes (o de propuestas en sí), en medio de una (otra más) crisis económica que corona el (inevitable) fracaso del gobierno actual, la Fuerza Aérea Argentina intenta que, antes de que los políticos cierren las puertas a todo lo que no sea juntar votos, se logre firmar la compra de los aviones de combate que, finalmente, reemplacen a los Mirage, ocho años después de su tan postergada baja (originalmente se esperaba que sean reemplazados en el siglo XX).
¿Tiene chances, la Fuerza Aérea Argentina, de lograr su cometido? La verdad es que tiene muy pocas, poquísimas, y ellos lo saben, pero saben que la única batalla que se pierde es la que se abandona. Saben que, de no lograrse la firma de un contrato antes de las elecciones presidenciales, todo el proceso deberá volver a iniciarse en 2024 y llevará, nuevamente, varios años.
Saben también que, aunque se intente lo contrario, la flota de A-4AR Fightingawk ya está muy cerca del final de su carrera operativa, ante las dificultades por mantenerlos en servicio y por su obsolescencia. Modernizarlos para hacerlos acordes con la guerra aérea moderna tampoco se justifica, dada la antigüedad de los aviones. Y, de cualquier manera, por su diseño, es imposible llevarlos a un estándar que pueda equipararlos con lo mejor que opera hoy en América Latina.
Así, el tiempo ha empezado a correr para intentar una definición y hoy quedan solo dos candidatos, habiéndose descartado todos los demás, como ya se había ido informando en artículos anteriores.
Por un lado, sigue vigente la oferta china por el JF-17 Block III Thunder. Es importante destacar que la oferta fue realizada por China (sin participación de Pakistán) y que los aparatos no contienen componentes que no sean de origen chino, ya que esta variante incluiría motor y asiento eyectable chino en lugar de los de origen externo de las demás versiones. La oferta es atractiva desde el punto de vista comercial, financiero y técnico, ya que se ofrecen aviones nuevos con una amplia variedad de armamento, pods de designación de blancos y reconocimiento, equipos de guerra electrónica y otros sensores, que permitirían sumar una capacidad y no solo un avión. Además, China ha planteado la posibilidad de avanzar en la compra de aeronaves más avanzadas en un futuro, si el proceso de venta del JF-17 es exitoso, como podrían ser aviones de combate J-10.
Sin embargo, preocupan las consecuencias que una compra de armamento a China pueda acarrear en la relación con Estados Unidos, país del que se depende para refinanciar la deuda externa y que ya ha alertado sobre su preocupación ante la posible compra de los JF-17.
La otra oferta es la de Dinamarca y Estados Unidos por un lote de 18 F-16A/B MLU Fighting Falcon. A pesar de lo que se informó recientemente en algunos medios, la oferta por los aviones, realizada por Dinamarca, ya fue entregada por escrito. Sin embargo, esta oferta solo cubre los aviones y el equipamiento básico para operarlos, lo cual no conforma a la FAA, que necesita no solo que vuelen, sino poder operarlos como sistema de armas.
Así, ante la presión de Estados Unidos para que no se compren aviones de combate a China, se pidió que junto a los F-16, Estados Unidos venda un lote de armamento, sensores, pods, aviones de reabastecimiento en vuelo KC-135R y equipamiento para poner en condiciones la VI Brigada Aérea para una operación segura de los aviones y sus sistemas.
Inicialmente, Estados Unidos se mostró poco proclive a entregar la mayoría de los ítems que pedía la Argentina, pero ante el avance de las negociaciones con China, han indicado que estaban dispuestos a entregarlo, pero no han dejado por escrito ninguna oferta. Es preciso agregar que el programa Foreign Military Sales por el cual se haría la operación, permite a Estados Unidos cambiar unilateralmente los contenidos del material negociado, en cualquier momento del proceso de entrega del material, así como alterar los plazos. Esto significa que, aunque haya una oferta por escrito, no significa que finalmente la Argentina termine recibiendo lo que negoció.
Por ahora, solo quedarían fuera de este acuerdo los KC-135R, que, en caso de irse por los F-16, quedarían para una negociación futura. Sin ellos, la capacidad real de los F-16 se limita bastante, ya que, si operan con toda su carga de armamento, su alcance es bastante reducido.
Ahora, el mayor escollo que debe superar la Fuerza Aérea Argentina, sea cual sea la opción que elija, es la autorización del Ministerio de Economía para poder disponer de los fondos. A pesar de que el presupuesto 2023 prevé la compra de aviones de combate, en necesario que se libere el dinero para el primer pago.
China ya desde el inicio hizo una oferta muy atractiva desde lo financiero, con un pago inicial reducido, al momento de la firma del contrato, y el resto a pagar en varios años, contándose con años de gracia para hacerlo. Esto permitiría al gobierno actual en Argentina hacer un pequeño desembolso durante 2023 y que los pagos más importantes se vayan haciendo en cuotas en el futuro.
Ante esto, el gobierno de Estados Unidos aceptó financiar, a través del programa Foreign Military Financing (FMF), la mayor parte del contrato con Dinamarca, para que en 2023 solo se tenga que hacer un pago bastante reducido y luego se vaya cubriendo el resto del dinero en los años siguientes.
Esto haría posible firmar la compra de los aviones sin que afecte de manera desmedida a las reducidas arcas del estado en un año de profunda crisis económica, algo que los dos oferentes han comprendido y por eso han planteado soluciones.
A pesar de esto, aún es poco el interés del Ministerio de Economía para liberar los fondos que permitan cerrar un contrato, lo cual se suma a la puja de intereses dentro del propio gobierno entre los que quieren cerrar con China y los que quieren hacerlo con Estados Unidos.
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