Por Ignacio Montes de Oca
Putin finalmente tuvo que llamar al presidente de Azerbaiyán para disculparse por el derribo del vuelo 8432. Pero Ilham Aliyeb pide más que eso y de este modo se abre un abanico de posibilidades y consecuencias que es importante analizar para entender el escenario completo.
El punto más importante es que, a pesar de ser Rusia una potencia nuclear y tener los misiles Oreshnik y todas esas cosas que se usan para presionar a Ucrania, tiene que ceder ante Azerbaiyán que no es precisamente una potencia militar. Todo tiene una explicación. Los azeríes se negaron a aceptar varias "sugerencias" en las horas posteriores al derribo del avión por parte de una batería antiaérea rusa. La principal fue que el incidente fuera investigado por una comisión rusa y no por una de carácter independiente como reclamó Azerbaiyán. Ahora el presidente azerí no solo pide que Rusia admita su culpabilidad, sino que además reclama que las víctimas sean indemnizadas por el estado ruso y además reclama que los responsables sean juzgados. Este pedido tiene un antecedente en extremo importante.
Cuando Rusia derribó el vuelo 17 de Malaysia Airlines, que volaba de Ámsterdam a Kuala Lumpur, la justicia holandesa también le pidió que Moscú entregue a los culpables. Putin se negó. Ahora Ilham Alíyev le pide a al Kremlin que cumpla un pedido que lo expone públicamente. Y la indemnización incluye al estado azerí, dado que la línea aérea le pertenece. ¿Por qué Azerbaiyán se le anima a Rusia? ¿Es inmune a las armas atómicas? ¿Tiene un ejército capaz de poner en jaque al ruso como el de Ucrania? La explicación no está en las armas sino en los mapas. Azerbaiyán es el país clave para que Rusia mantenga abierto el paso por la ruta del Caspio que conecta el sur de Rusia con Asia y la vía por donde se conecta con su aliado en Medio Oriente, Irán. Por esa ruta se evaden la mayor parte de las sanciones de Occidente. Además de las rutas usadas para introducir parte del comercio de bienes sujetos a sanciones -Armenia y Georgia son las otras dos - que llegan a Rusia. Si los azeríes cierran sus pasos, todo el sistema de contrabando podría entrar en crisis.
Además, por el territorio azerí pasa una de las vías más eficientes que es la ruta ferroviaria Resht-Astara que llega a la ciudad rusa de Astracán. Por su capacidad de mover grandes volúmenes, Rusia debe mantener abierta esta fuente de abastecimiento. Y no es la única. La otra ruta es la del Mar Caspio. Rusia la usa para conectarse con Irán y por la fuerza debe pasar por las costas azeríes o por las de Turkmenistán, que a su vez está asociada a Azerbaiyán por el plan para que ambos exporten su gas a Europa. Rusia no tiene nada para seducirlas.
Rusia no solo canaliza el comercio por medio de Azerbaiyán, también es la ruta que usa para abastecerse de drones, misiles y munición de artillería desde Irán. La alternativa es pasar por Turquía, que es aliado estrecho de Bakú y, por lo tanto, llega al mismo jaque con los azeríes. Esta ruta alternativa se vuelve aún más importante para Rusia porque es la más corta para llegar a Medio Oriente una vez perdidas las posiciones en Siria y todo conduce a que Putin debe bajarse las prensas íntimas si quiere evitar un encierro estratégico mayor que el actual.
Rusia podría tener una opción por el territorio armenio, pero esto ya no es posible porque los traicionó este año al no cumplir con su compromiso de defenderlos cuando los azeríes fueron por Artsaj en el enclave de Nagorno Karabaj. Como ajedrecista, Putin es un gran repostero.
Además, Azerbaiyán está protegido por Turquía que, como miembro de la OTAN, es inmune a cualquier amenaza de Putin. Pero, además, los azeríes tienen otro padrino en la Unión Europea que les da mayor respaldo político para increpar a Putin por el derribo y pedir respuestas. Azerbaiyán planea exportar 20 millones de m3 de gas Europa por medio del Corredor Sur, reemplazando gran parte de la oferta rusa que se cortó por la invasión a Ucrania. En 2023 le envió 11.500 millones de m3. El gas pasa por Turquía, que de nuevo aparece como parte de la trama. Detrás del gas azerí está la posibilidad de ampliar los envíos con el gas de Turkmenistán y así Rusia perdería la herramienta de negociar un regreso a los viejos tiempos en los que compraba voluntades europeas mediante los hidrocarburos. Azerbaiyán actúa dentro de este escenario.
Hay dos posibilidades que deberían inquietar a futuro. Irán y Rusia frenaron por mucho tiempo a Azerbaiyán para que no avanzara sobre el territorio armenio de Zangesur, que mantiene separadas a las dos partes del territorio azerí. Alíyev parece estar midiendo la debilidad rusa. En agosto, Putin viajó a Bakú para reunirse con Aliyev. Buscaba acercarse a Bakú luego de que el acercamiento entre turcos y azeríes los alejara de Moscú. Fue un mes antes de la traición a Armenia en Artsaj. Rusia sabe que depende de Azerbaiyán mucho más de lo que admite. A Rusia le queda aumentar su presión sobre Georgia para instalar un gobierno propio porque por allí va a pasar el gas que se dirige a Turquía y Europa. La alternativa es que pase por Armenia y esto hace que o georgianos o armenios corran el riesgo de pagar las consecuencias.
Estas son las consecuencias derivadas del derribo. Todo el acercamiento de Putin con los azeríes quedó en la nada y ahora Aliyev quedó en una posición de fuerza. Y si pide extradiciones e indemnizaciones es porque sabe que tiene con qué y los padrinos adecuados. Queda un factor que es recurrente. En cualquier sistema de defensa aérea se toman medidas para no derribar vuelos civiles. Es tan sencillo como marcar las rutas comerciales y decirles a los operadores y al software que "lo que pasa por ahí no tiene que ser atacado". Es 2 + 2. Rusia tiene que admitir que ha perdido suficiente personal especializado en su invasión a Ucrania y que el nivel de sus militares está cercano a la contratación de un grupo de babuinos para que operen los equipos pasados de vodka. Este es un nuevo subsuelo para su reputación. No poder diferenciar un Embraer 190 de 36 metros de largo de un dron que a lo sumo mide 8 m y viaja a una altura y velocidad al menos cuatro veces menor es propio de una preparación y tecnología inadecuada. Y el costo a pagar es un retroceso estratégico fenomenal para Rusia.
Pero, más allá de sus consecuencias trágicas en Aktau, muestra que Rusia no maneja un nivel tecnológico ni de preparación de sus militares para convertirse en una amenaza tan determinante. Eso va más allá de lo que haga Azerbaiyán. El ocaso tecnológico es el fondo del asunto. Ordenados los factores es más sencillo entender por qué ahora Rusia debe hacer frente a un desafío más complicado de lo que parece y Putin moverse con cautela. Ya suma demasiados errores y enemigos. Está encajonada geográficamente y hasta los azeríes se le animan. Si no entrega a los autores del asesinato de los 38 pasajeros y tripulantes del vuelo de Azerbaiyán Airlines y elude entregar indemnizaciones, puede perder mucho más que lo que intentará para proteger su orgullo y evitar admitir su debilidad e ineficiencia crecientes.
PS: Rusia tiene mil millones de cabezas nucleares, 92 divisiones de guerreros albinos preparados en las faldas de los Urales y muchas armas geniales. Pero tuvo que mostrar la nuca ante el presidente de un país de la talla de Azerbaiyán. No es lo mismo músculo que tejido adiposo.