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Cada movimiento de Putin fue predicho por su Rasputín en 1997

Por Ignacio Montes de Oca

 

¿Todo lo que hizo Putin fuera de Rusia desde que asumir el poder en 2000 ya estaba previsto? El que avisó fue Alexander Dugin, uno de los hombres más influyentes en las ideas del presidente ruso. Su obra fue una advertencia y también es un oráculo de lo que puede venir.


En 1997 Dugin escribió su obra más importante: “Fundamentos de la Geopolítica”, un libro que es lectura obligada en las academias militares y carreras universitarias rusas vinculadas a la política. Fue un vaticinio de lo que sucedería desde el año 2000 cuando Putin llegó al poder. Para entender a Dugin, es importante establecer que se enrola en los Eurasianistas, una doctrina nacida a inicios del siglo pasado y que propone que Rusia debe liderar una lucha contra el “atlantismo” de Occidente identificado con Europa, EEUU y sus aliados. Dugin establece a Rusia como “La Nueva Roma”, un recurso que le permite presentarla como una evolución de la Europa occidental, como nexo entre Occidente y Oriente sin pertenecer a ninguno de los dos y como heredera de un mandato restaurador del imperio ruso católico ortodoxo. Aclaremos que en el momento en que Dugin escribió su obra más importante, atravesaba su fase más sincera de admiración con el fascismo y el nazismo y de sus delirios esotérico-raciales.

En sus devaneos copió más taras peligrosas del hitlerismo, como la necesidad de un “espacio vital” para Rusia, superioridades raciales, una supuesta amenaza a su supervivencia que justifica las atrocidades cometidas en su avance imperial y una ventaja cultural frente a Occidente. En ese antagonismo con el sistema democrático y liberal de los “atlantistas”, propone un enfoque tradicionalista, ultraconservador y el regreso a un pasado ideal en el que el progreso es presentado como parte de la decadencia occidental. La misma que leemos a diario en las redes. Aquel libro fue el fundamento de la política exterior rusa en adelante. No es una afirmación sujeta a debate porque lo primero que vamos a confirmar es cómo sus propuestas fueron luego traducidas por Putin en acciones concretas. Arranca la verificación con casos corroborables.



Un objetivo que fijó es “resolver el problema de Osetia” y “conectar Abjasia directamente con Rusia”. Las dos regiones de Georgia fueron invadidas y anexadas de hecho por Rusia en 2008. A partir de entonces debiera haberse prestado atención a las propuestas de Dugin. También advirtió sobre las invasiones a Ucrania. En un capítulo llamado “El problema de la Ucrania soberana” dice que la existencia misma de ese país conducirá a un conflicto armado. No vio el futuro con dos décadas de adelanto, era el manual de instrucciones para Putin.

En 1997 Dugin dijo lo que luego Putin y sus seguidores iban a repetir desde febrero de 2022 hasta hoy: que Ucrania nunca existió y que, por lo tanto, no hay ni invasión ni apropiación territorial, sino una “operación militar especial” y un acto de recuperación de su soberanía. Dugin advirtió que Ucrania “debería ser estrictamente una proyección de Moscú” anulando su independencia de 1990. Así, presagió la reacción de Putin ante la caída de su gobierno títere encabezado por Yanukovich tras el Euromaidán de 2013 y las invasiones de 2014 y la de 2022.

Las intrusiones en Georgia y Ucrania se unen en esta frase: “El imperativo absoluto de la geopolítica rusa en la costa del Mar Negro es el control total e ilimitado de Moscú en toda su longitud, desde los territorios ucranianos hasta los abjasios”. Todo es Rusia, todo es de Rusia.



Dugin también anticipó la alianza estrecha entre Rusia e Irán con una precisión asombrosa. Decía en 1997 que “El islam iraní es una fuerza dinámica y poderosa que tiene una clara orientación anti mundialista y afirma ser la Revolución Islámica Mundial global”. En el esquema de Dugin, el área musulmana pasaba a ser una región aliada, no una parte del imperio ruso por sus diferencias religiosas. Veía en la extensión de la presencia musulmana una plataforma para expandir el poderío de Rusia y para frenar a sus adversarios. Ese espacio va desde el oeste de África hasta las poblaciones musulmanas de China, pasando por el Sahel africano, las regiones islámicas del Cáucaso y Asia Central y los grupos pakistaníes y afganos. Dugin metía todo en una misma bolsa de herramientas estratégicas.

Quizás en busca de recrear el pacto entre el muftí de Jerusalén y Hitler, Dugin no quería aliarse con cualquier entidad musulmana, sino con el grupo que expresara un deseo más antioccidental y un ánimo de confrontación directo. Irán es el único que reúne los requisitos. Para Dugin, “la creación del eje de Moscú por parte de Teherán resuelve una enorme cantidad de problemas para el Nuevo Imperio. Al incluir a Irán como el polo sur del Imperio, Rusia lograría instantáneamente el objetivo al que había estado yendo (…) durante varios siglos: el acceso a los mares cálidos”. Dugin anticipó la presencia rusa en Siria y el establecimiento en 2017 de una base en Tartus, sobre el Mediterráneo. No menciona a Israel, lo cual es curioso porque le dedica una parte importante de su obra a sus adversarios. Tampoco Putin la menciona tanto como al lado opuesto. Sí hay una referencia a los palestinos al decir que “el proyecto panárabe debería esforzarse por crear un bloque antiatlántico independiente, donde Irak y Libia se convertirían en polos prioritarios y una Palestina liberada (bajo ciertas condiciones también Siria)”. 1997, hace 27 años.

Dugin no ve nada malo en la cultura o la presencia islámica en Rusia. Por el contrario, les sirve a los efectos de darle continuidad geográfica al sueño imperial ruso. También predijo su utilidad para sembrar discordia en Occidente y la existencia de idiotas útiles para ese fin. En donde no se terminó de cumplir la profecía de Dugin es respecto a Alemania, probablemente porque su propuesta funcionaba con gas. Dugin proponía que Rusia se aliara con ese país y con Japón para derrotar al atlantismo y que los alemanes recibieran Ekaterimburgo como premio. En sus elucubraciones, veía a Alemania liderando el espacio cristiano europeo y arrastrando a los países escandinavos para neutralizar con su peso a la Europa Latina y aislar a Gran Bretaña, el enemigo predilecto en su juego anti “atlantista”. Es así, Schroeder no me deja mentir.

No es casualidad que el mismo discurso fuera adoptado por los ultraconservadores como el AFD, que proponen reconstruir el liderazgo alemán aliados con Rusia, desde donde quieren importar mucho gas e ideas tradicionalistas. Igual sucede en Austria, Hungría y Eslovaquia. Para Japón, también ideó una recompensa territorial y ofreciéndoles las islas Kuriles para sacarlos de la esfera atlantista. En 2004, Putin ofreció devolverles dos de las cuatro islas del archipiélago, pero luego la relación volvió a ser igual de tensa y el acuerdo fue archivado.

Quizás el error en la predicción se origine en la raíz nazi que siempre actuó sobre el pensamiento de Dugin y lo llevó a fantasear con la recreación del Eje pero con Moscú como un nuevo integrante. En cualquier caso, el molotov político que lanzó, nunca funcionó. La influencia nazi no es una especulación. Dugin toma los delirios étnicos para hablar de una “raza aria” provenientes de “Ariana”, una construcción que no existe en la paleontología, pero que le sirvió para unir con trazos imaginarios a una serie de pueblos esparcidos en el mapa. Afirma que los armenios, iraníes y kurdos pertenecen a una misma identidad aria a la que considera aliada de los indoeuropeos, en donde Dugin coloca a la etnia Eslava predominante en Rusia. Es la raza que habita el centro del universo eurasianista que se aloja en su imaginación. El envío de tropas a Ereván durante la guerra con Azerbaiyán en 2020 obedeció a esa misma invención étnica. Otra vez, Dugin acertó, pero no en el retiro del contingente ruso en septiembre de 2023. En realidad, no estuvo tan errado. La entrega de Nagorno también estaba prevista.

El acuerdo entre Rusia y Azerbaiyán para que ésta última dominara Nagorno Karabaj tiene que ver con la coincidencia que lograron rusos e iraníes respecto a que había que atraer a los azeríes a su esfera para evitar que Turquía siguiera expandiendo su influencia en Asía Central. Dijo Dugin en 1997: “Azerbaiyán también debería estar vinculado a Irán (y de ninguna manera a Turquía), enfatizando el chiismo, la afinidad étnica con el sur de Azerbaiyán iraní y los lazos históricos”. Del dicho al hecho solo hubo una traición a los armenios. Estaba advertidos.

Dugin adhiere a la vieja aspiración de los zares de alcanzar el Medio Oriente y para ello Rusia debe controlar el Cáucaso. Armenia ya la perdió, Azerbaiyán ahora está cerca y con ello la ruta del Caspio y Georgia, con un gobierno que ahora imita la política interna rusa, está asegurada.



Todo está previsto en la obra de Dugin, en donde Turquía es vista con desconfianza tanto por su pertenencia a la OTAN como por ser un competidor de Rusia y de sus aliados iraníes. No llega a ser un visto como enemigo como “los atlantistas”, pero si como una amenaza potencial. Aquí hay otro acierto de Dugin. Años antes anticipó que Rusia saldría en auxilio de Siria y que, aliada con Irán, frenarían la intención de Erdogán de recuperar la influencia otomana en Medio Oriente avanzado a través de territorio sirio. Es una mezcla de Nostradamuns y Rasputín.

Esa figura de competidor, pero no enemigo, implica que, para Dugin, se puede convivir con ellos, pero a la larga la expansión de Rusia los verá como un obstáculo. En la misma categoría entra China. La alianza con Xi Jinping es desde esa mirada solo una cuestión circunstancial. Dugin consideró siempre a China como “el vecino geopolítico más peligroso de Rusia en el Sur” y propuso “desmantelarla”, despojándola de las regiones de Tíbet, Manchuria y Xinjiang, su provincia más grande y de mayoría musulmana. Además, planteó tomar el control de Mongolia. Dugin ve un doble riesgo en China. Por un lado, el mayor crecimiento demográfico en las zonas vecinas a Rusia y con ello el aumento de su influencia en las regiones del este ruso. El segundo factor de temor es que la dependencia comercial China respecto a Occidente es grande y que finalmente se terminará inclinado hacia ellos. Y dice que Rusia debe actuar preventivamente antes que Pekín aproveche el vació demográfico de su zona Este.

A Dugin no se le escapa que China solo completará su revancha del “La Gran Humillación” que siguió a la derrota en la Guerra del Opio cuando recupere 1.000.000 de Km2 que le quitó Rusia en Vladivostok.

Cuando Putin inició su segunda invasión, Dugin varió su postura frente a China, pero sin dejar de advertir sobre el peligro de la creciente dependencia que estaba generando la venta de hidrocarburos. Pero, aquí hay otra predicción, en el pacto que le proponía Dugin a China. El acuerdo que alentaba Dugin desde 1997 era ofrecerle una salida hacia el sur para que no mirase al norte. En concreto, tolerar su proyección hacia el Mar de la China y admitirle el derecho a avanzar sobre Camboya, Laos, Birmania, Australia, Filipinas e indonesia. Esta “cesión” de protagonismo se confirma de varias maneras. La primera en las maniobras navales conjuntas en la zona aledaña a Taiwán, en zonas en las que Rusia acompaña, pero no sostiene una presencia permanente. Hay muchas copias del libro de Dugin traducidas al mandarín.



Los gobiernos de Birmania y Camboya son hoy dominios chinos. Filipinas es objeto se asedio constante. Lo único que Dugin no acepta es ceder a Vietnam y Corea. ¿Adónde fue Putin en junio de 2024? Corea del Norte y Vietnam. Ahora anuncia una visita a Mongolia. Línea y ¡bingo!

Queda ver qué es lo que Dugin escribió respecto a EEUU. Afirma que no representa un peligro en sí en tanto no esté aliado a Europa. Por eso propone trabajar para quebrar la alianza atlántica y, por las dudas, seguir debilitando a EEUU por medios indirectos. Propone fomentar “todo tipo de separatismo, diversos conflictos étnicos, sociales y raciales, apoyando activamente todos los movimientos disidentes, grupos extremistas, racistas, sectarios que desestabilizan los procesos políticos internos en los Estados Unidos”. Aquí viene lo más profético. Dijo en 1997 que “Al mismo tiempo, tiene sentido apoyar las tendencias aislacionistas de la política estadounidense, las tesis de aquellos círculos (a menudo republicanos de derecha) que creen que Estados Unidos debe limitarse a sus problemas internos”.

Es el mismo discurso de MAGA al oponerse a la asistencia a Ucrania, Israel y Taiwán e idéntica idea sobre la que se montó la negativa que favorecía a Putin y reclamaba dedicarse a las cuestiones fronterizas y la inflación. Fue dicho hace 27 años, pero parece más actual que nunca. Si lo que fue escrito coincide con el presente, no es algo que se pueda refutar. Por favor, no activen la naranja mecánica si se ofendan. Lo estoy citando textual y si concuerda con el discurso de Trump pueden tomarse un DeLorean e ir a quejarse con Dugin en al año 1997.

En 2018, dijo que “Trump es útil, porque crea una posición en torno al polo de la derecha. Es un paso hacia nuestro objetivo”. En 2021 dijo que Trump representaba el “republicanismo original, aislacionista” y que lideraba “el gran despertar” contra “las elites globalistas”.

En julio de 2024 dijo que Biden provocaría una tercera guerra mundial y que “Las elecciones estadounidenses de noviembre de 2024 determinarán (…) si la humanidad tiene posibilidades de sobrevivir. Una victoria de Trump significa que sí” Sobre Harris, aun no opinó. Dugin no solo predijo mejor a Trump que los Simpsons, sino que luego profetizó diferentes futuros si ganan los demócratas o lo republicanos. Lo que queda claro es que el ideólogo de Putin tiene una preferencia honesta sobre cómo quiere que resulten las elecciones de noviembre.



Los conservadores y supremacistas de EEUU encontraron en sus disparates raciales una fuente de inspiración. El exasesor presidencial Steve Bannon, Jason Jorjani, Richard Spencer, David Duke y Richard Steven son algunas de las figuras del movimiento AltRight que difunden sus ideas. El grito de “Rusia es nuestra amiga” lanzado en una concentración de AltRight en Charlottesville en 2017 provino de un grupo de admiradores de Dugin conectados con otros de similar postura racista y pro Putin en toda Europa, como los lepenistas franceses y la Falange española.

El delirio racial de Dugin también fue predictivo. Anticipó una de las principales líneas de la propaganda rusa en la actualidad que llama a defender a una supuesta “Rusia Blanca” como una reserva de ADN superior y amenazado por el mestizaje. Esta recuperación de los teóricos del racismo nazi es particularmente efectiva entre los supremacistas europeos, de América del Norte y en los deseos de toda una confederación de personajes mestizos en Latinoamérica en los que se activó el gen racista. Ese apoyo busca hoy traccionar apoyo a Rusia en su invasión a Ucrania en lo inmediato y hacia la idea eurasianista en el largo plazo. Es allí donde entra a merodear sobre las regiones periféricas en un aparente divague que ahora se convirtió en políticas concretas.

Vamos a Latinoamérica. Dugin cree que debe desalojar la influencia de EEUU en la región y que “Todos los niveles de presión geopolítica sobre los Estados Unidos deben usarse simultáneamente”. Venezuela, Cuba y Nicaragua ya están dentro, el objetivo es más amplio. Dugin también tiene contactos solidos en varios partidos latinoamericanos y en especial con el peronismo argentino. Es un visitante asiduo de ese país e incluso escribió un ensayo llamado “Logos Argentino: metafísica de la Cruz del Sur”. No es el único país que tiene en la mira. Consecuente con lo escrito en 1997, Dugin realiza visitas recurrentes a América Latina en donde difunde su mensaje: la región debe realizar una tercera independencia y esta será al separarse y rechazar el atlantismo identificado con el liberalismo, el eurocentrismo y EEUU.



Dugin propuso a Latinoamérica y la esfera musulmana como parte de un mismo movimiento, uniéndolos en el “levantamiento anti mundialista en el mundo árabe y en América Latina”. El escritor ruso vio la doble vara de varios mandatarios actuales hacia Israel y Occidente con gran antelación. Para el caso de África también establece una directiva que se está cumpliendo en Sahel y que le da un motivo al desvío de recursos en momentos en que Rusia debe concentrarlos en Ucrania. De nuevo Dugin convierte la anomalía en un movimiento explicable. Dice Dugin “Fuera del África árabe, debería desarrollarse un proyecto poli étnico detallado que ayudaría a reestructurar el continente negro” y “Un proyecto nacional panafricano (no árabe) matizado podría convertirse en una adición geopolítica al plan de integración panárabe”. Su idea sigue intacta desde 1997: alentar una rebelión global contra el atlantismo explotando el desarrollo de ideas tradicionales y propias de cada región y presentar al nuevo imperio que se propone crear Rusia como un aliado en esa lucha contra las ideas colonialistas.

Rusia ya logró atraer a su esfera a la República Centroafricana, Mali, Níger y Burkina Faso. Es parte de la guerra civil en Libia y en Sudán. El plan de Dugin se sigue cumpliendo en todos los continentes, a excepción de la Antártida en donde sus ideas tienen una fría recepción.

Podría seguir por horas describiendo anticipos correctos de Dugin respecto a lo que luego haría Putin. Pero lo presentado alcanza para entender su influencia y su valor como oráculo. Si dijo diez veces que iba a llover y acertó nueve, mejor leerlo con un paraguas.

Final: El eurasianismo desprecia la división entre derecha e izquierda. Puede ser abrazado con fervor por un chavista, un supremacista, un ateo marxista o un teócrata. Mientras muchos hacen su negocio vendiendo antimperialismo y macartismo, Dugin y Putin sonríen satisfechos.


PS: la influencia de los ideólogos a veces es mayor cuando el que es influenciado ni siquiera llegó a oír su nombre, pero obedece sus designios. No es el caso de Putin, que siempre estuvo cerca de Dugin. Tanto que lo tiene alojado dentro de su cabeza y susurrando ideas desde 1997.



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