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Ignacio Montes de Oca

Cayó Al Assad: lecciones que deja Siria




Por Ignacio Montes de Oca

 

Cayó Al Assad y la guerra civil siria entra en una nueva etapa. Aún sin saber quién gobernará en Siria, ya podemos anticipar que este cambio en el poder va a tener consecuencias extremadamente profundas mucho más allá de su territorio. Analicemos secuelas y derivaciones. Empecemos por Rusia, que ahora mismo debe responder a un ultimátum de los rebeldes para abandonar sus bases en Siria en un plazo de 48 horas. Y arrancamos con Putin porque es justamente el más perjudicado luego de, por supuesto, la familia Al Assad.

Lo primero, desde 1971 Rusia había logrado por fin el gran sueño de los zares. Tenía un puerto en el Mediterráneo en la base de Tartús. Ahora no solo parece que iba a abandonarlo, sino que también tiene que dejar todas las bases aéreas que Tiene en Siria. Esto es todo un problema para Putin, porque por una cuestión de latitud Rusia se estaría quedando sin puertos de aguas cálidas para abastecer a sus tropas expedicionarias. Con sus muelles al norte cubiertos de hielo la mitad del año se le complica la logística. Rusia no puede usar sus bases en el Mar Negro porque el Tratado de Montreaux impide el paso de buques militares o con cargas bélicas por el Bósforo que es controlado por Turquía y que es el menos interesado en que Putin refuerce una posición por las que pelean sus milicias sirias.

Y esto va a impactar directamente en toda la campaña que está llevando adelante en África para desalojar a Occidente. Todavía puede hacerlo por aire, pero aquí viene un detalle. Las bases aéreas en Siria eran absolutamente necesarias para lograr su presencia en África. El aeropuerto militar de Jmeimim en Lataika es la mayor base aérea rusa en Siria. Es el sitio desde donde partieron siempre los ataques contra los rebeldes que enfrentaban al Gobierno sirio. Y eso, además, una de las principales bases de entrenamiento para las tropas.

Hoy en ese sitio se entrenaban tanto soldados rusos como sirios, pero también a los voluntarios de diferentes países que eran preparados para ir a combatir a Ucrania. Y desde allí volaban directamente hacia Europa para marchar al frente. La otra base, la de Palmira en el centro de Siria y que ya fue abandonada, era usada por Rusia e Irán. Irán la usaba como base alternativa alejada de los ataques israelíes para los traslados rápidos en favor de Hezbollah hasta que fue atacada por aviones israelíes el pasado 3 de octubre. Para Rusia era aún más importante, porque sus instalaciones eran el segundo centro de reunión y envío de voluntarios sirios y de otras nacionalidades recolectados por los reclutadores rusos en Medio oriente y África.



Esto representa un desastre militar para Putin. Porque lo que más le hace falta en este momento son soldados. Si contamos solamente los voluntarios sirios, tenemos 22000 tropas. Más del doble de las norcoreanos que se desplegaron en Rusia. No se conocen bases alternativas para hacer esta tarea. Salvo que ahora la reemplacen por otros sitios similares en Irán o en algún sitio de África, la pérdida de Siria es una baja tremendamente dolorosa para la llegada de nuevas camadas de soldados a las filas rusas.

Jmeimim y Palmira fueron además las bases desde donde se enviaron a los integrantes del África Corps, el nuevo nombre que recibió Wagner tras el aterrizaje de Prigozhin, para reforzar las fuerzas rusas que aun intentan desalojar a los ucranianos de Kursk. A su vez, el puerto de Tartús era el nodo para abastecer estas tropas. Si Rusia se retira de Siria, entonces van a tener que encontrar una ruta a través de las costas europeas, para luego llegar al Estrecho de Gibraltar y abastecer a Libia. O rodear la mitad de África para llegar al puerto de Guinea y a partir de ahí, intentar llegar al Sahel.

Es decir, que no se trata solamente de abastecer a Siria. Lo que está en riesgo es toda su operación en África. Hoy hablamos de sus tropas desplegadas en la República Centroafricana, Libia, Mali, Burkina Faso y Níger. Hoy y del futuro de sus planes para expandirse en ese continente. Si vemos el mapa, notaremos que todas esas naciones son mediterráneas. No porque estén en Mediterráneo, sino que están en el medio del continente. Y para llegar así, no tiene aliados costeros. Y si los quieren conseguir, tienen que resolver cómo abastecer a los que ya tienen.

Hay otra consecuencia: a partir de la pérdida de su base en Siria tienen que buscar una ruta alternativa y esto nos conduce directamente al Cáucaso. Solo le queda la ruta a través del Caspio para comunicarse con Irán y a través de él llegar a Medio Oriente. Esto le da mayor importancia a la ruta transcarpiana. Para ello depende de Azerbaiyán, porque tras la traición a Armenia se quedó sin el paso a través de ese país. Y para llegar a Azerbaiyán por tierra necesita consolidarse en Georgia, que hoy se debate para sacarse de encima a los rusos.

A Putin no le alcanza con las posiciones en Asia del Sur y Abjasia. Necesita enlazar por tierra a Irán y para eso debe pasar antes por Georgia y luego por Armenia o por Azerbaiyán. Pero resulta que Azerbaiyán es un firme aliado de los turcos y otra vez quedó en manos de Erdogan. Además, los azeríes quieren exportar su gas a través de Turquía para llegar a Europa. Y Putin no tiene absolutamente nada mejor para ofrecerles. Prometer una asociación estratégica en reemplazo de Turquía luego de perder Siria sería una pérdida de tiempo.



El puerto de Tartús le servía como base comercial desde el Mar Negro. Aquí hay un perjuicio millonario porque ahora deberá contratar puertos ajenos para seguir exportando 45 millones de toneladas de granos anuales que comercia por la vía marítima. Y en cada uno de esos puertos habrá revisiones, por lo que el uso del puerto de Tartús era esencial para evitar las sanciones. El desastre sigue porque Rusia tenía montado en allí un centro de monitoreo y vigilancia electrónica capaz de llegar a los países de la región.

En el plano político, la consecuencia es que ahora los países que confían en el respaldo ruso pueden dudar respecto a si es un aliado válido. No solo porque no pudo defender a Siria, sino por el modo en que abandonó a Al Assad el momento en que más lo necesitaba. Y profundizando aún más, puede instalarse la idea de que Rusia no es lo suficientemente fuerte como para defender a un aliado frente a la rebelión. Visto de otra manera, que la rebelión es una forma absolutamente plausible para deshacerse de la presencia rusa.

Dado que Putin no tiene los medios para defender a sus aliados porque está demasiado ocupado en Ucrania, entonces vale preguntarse si en Libia o en otras regiones no se podría aplicar el mismo razonamiento. Las implicaciones son extremadamente graves para Rusia.

Como se sabe, Siria es un mosaico de religiones y etnias. Ahora, cada minoría deberá encontrar algún protector para evitar tanto la limpieza étnica como la dirección o el sometimiento. Y entonces deben acelerarse la negociación de coaliciones porque el escenario es complejo.

El HTS es un grupo salafista y, por lo tanto, podría querer homogeneizar tanto las ideas religiosas dentro del Islam como fuera. Y si bien se comprometió a respetar a las minorías, la historia de Siria siempre dice que es mejor buscar un protector antes que confiar en las promesas. Si por discrepancias religiosas o étnicas no se quiere el apoyo de los salafistas entonces, queda la opción de ir a buscar el apoyo de kurdos o turcos. Hoy estos dos están enfrentados, así que de alguna manera siempre caerían dentro de alguno de los grupos en pugna.

De manera que habrá que ver cómo se reconfigura tanto el escenario político como las fronteras internas de Siria. E incluso si este país va a seguir siendo una unidad o va a balcanizarse en regiones dentro de las cuales cada grupo dominará y resistirá el avance de los otros. Hay un riesgo cierto de partición de Siria, para dar lugar a, por ejemplo, un territorio dominado por los salafistas, una zona autónoma kurda, una región pro turca y hasta un nuevo territorio druso en el sur. Salvo que alguno de ellos pretenda dominar al resto.



En ese caso se va a iniciar otra etapa de la guerra civil hasta que finalmente alguno de los grupos logre prevalecer sobre el resto. Y la otra opción es que nazcan nuevos Estados. ¿Es posible? De hecho, es algo que ya viene sucediendo hace un par de décadas. Sudán se dividió en un estado al sur y otra al norte. Somalia se fue desintegrando y hoy existen tres territorios en donde antes había uno. Chipre está dividida de facto. Y en el corazón de Europa, Macedonia sigue avanzando en el camino hacia la separación de Serbia.

Las consecuencias podrían ampliarse a nivel regional. Hoy, la resolución del conflicto sirio podría revivir la idea de la rebelión en otras sociedades de la región. Aunque a un costo pavoroso, finalmente la rebelión contra al Assad terminó con medio siglo de tiranía. Hoy, las condiciones que podrían dar una rebelión se repiten en muchos de los países de la región. Ya sea porque gobiernan monarquías, regímenes teocráticos o dictaduras políticas. Y en todas ellas hay una represión, incluso tan fuerte como la que existía en Siria.

Es decir que, alentados por la idea de una victoria, se podrían crear las condiciones para que, por efecto de imitación, los conflictos latentes en otros países de Medio Oriente conduzcan a otros levantamientos, como los sucedidos durante la Primavera Árabe. Esto es válido tanto para los países del área sunita como las chitas y a otros estados en donde las sociedades están bajo regímenes autoritarios. También para los grupos que pretenden instalar algún cambio radical de gobierno, como por ejemplo el buscar la instauración de alguna República islámica.

El éxito de la revuelta Siria demuestra además que por más que se acumulen ejércitos poderosos, sirven de muy poco frente a la rebelión. Incluso si esos medios militares son reforzados por aliados aún más poderosos. Puede ser un llamado al regreso de la insurgencia.

Y no debe olvidarse que el HTS proviene de la red Al Qaeda, un actor no gubernamental que aún subsiste sin el apoyo de ninguna de las grandes potencias. El surgimiento de un nuevo gobierno a partir un actor paraestatal no es un factor que debamos considerar a la ligera. A su vez, esto nos lleva a otra idea. A diferencia de otras épocas, lejos de ser un factor de control, la presencia de las grandes potencias tuvo un efecto retardante para una salida cantada. O si se prefiere, a pesar de la presencia de las grandes potencias, no cambió el resultado.



Lo que sucede en Siria ya fue anticipado en Afganistán y, si se quiere, también en Yemen. Los apoyos que recibieron los grupos triunfantes en estas regiones fue posterior a que lograran asentarse en el poder. Y esa es una elección de fondo muy importante. El resultado se dio a pesar de las potencias. Rusia no pudo defender a Al Assad. El apoyo occidental a los kurdos fue demasiado limitado como para poder explicar su éxito. El HTS tuvo un apoyo muy lateral de parte de Turquía. Y las milicias pro-turcas no lideraron la revuelta.

También hay que hacer notar que Occidente no tuvo ningún rol principal en el desenlace del conflicto sirio. Por el contrario, fue el gran ausente. Tan alejado estuvo que su impotencia para ejercer alguna influencia es similar a la que demostró Rusia para defender a su aliado.

Lo mismo cabe para China, que, como sostén económico tanto de Rusia como de Irán, y a pesar de sus esfuerzos para acercar al régimen sirio con los sauditas, demostró que, al menos en este caso, su diplomacia no maduró lo suficiente como para tener un rol importante en Siria.

Tanto la impotencia rusa como la ausencia occidental nos enseñan otra lección. Un enfrentamiento directo o indirecto tiene un costo inmenso. Y ninguno de los dos tiene los recursos suficientes como para administrar con éxito varios conflictos paralelos. Durante la Guerra Fría, Occidente y los soviéticos podían pelearse en 10 o 15 escenarios al mismo tiempo, en el presente eso ya es imposible. Rusia no pudo con Ucrania y Siria a la vez. Los recursos de Occidente alcanzaron para Ucrania, para Israel y para nada más.

Eso sí, hay que resaltar cuánto Ucrania, con la ayuda de Occidente, debilitó a Rusia al punto de impedirle asistir a su aliado sirio. Y en la misma medida, la tarea de Israel al socavar el poder de Irán, también con ayuda de Occidente para estimular el inicio de la rebelión siria. Esto nos conduce a otra idea y es que ya no existe diferencia entre conflictos internos e internacionales. El conflicto de Siria involucra por lo menos 6 naciones de la región o de otras latitudes. Y también a grupos que no necesariamente son nacionales.

Los grupos salafistas contaron con la ayuda de voluntarios llegados de al menos 20 países islámicos. Los kurdos contaron con comunidades de esa etnia en dónde está esparcida esa nación. Irán convocó a libaneses de Hezbollah y también a iraquíes e incluso a afganos. Es decir que, por debajo de las alianzas tradicionales con los estados, y al igual que sucedió con Al Qaeda, también pueden darse coaliciones a partir de identidades religiosas o étnicas más allá de las fronteras. Siria también es una Babel de milicianos. Estas afinidades étnicas o religiosas hacen que las fronteras se conviertan en intrascendentes. Es posible que este resultado afecte profundamente a los grupos que operan en el Líbano. Por ejemplo, sumar en una disputa a los alauitas que viven en ambos países.



Esa variedad nos conduce a uno de los grandes ausentes de los análisis: los palestinos. No hay que olvidarse que cerca de un millón de integrantes de esta comunidad viven en Siria o son subsidiarios de la situación actual, aunque habiten en el Líbano. Aunque golpeado por el enfrentamiento con Israel, el poder de Hezbollah, un grupo palestino, sigue siendo formidable. Sobre todo si se lo compara con la capacidad de los grupos que forman parte del conflicto sirio. Hablamos de 100.000 hombres armados y veteranos en la lucha.

Considerando que en el Líbano fueron expulsados más allá del río Litani y que las fuerzas salafistas tienen cuentas pendientes con ellos. Y además Hezbollah hoy pertenece a la órbita chiita enfrentada históricamente con los sunitas que forman el HTS. En este juego de afinidades y oposiciones sumemos a los drusos y a los cristianos del Líbano, que también tienen cuentas pendientes con Hezbollah desde la guerra civil libanesa y podrían encontrarse también enfrentándolos al mismo tiempo que las milicias sirias.

Cómo dijimos antes, ningún conflicto es nacional porque todo lo que sucede en Siria repercute en el Líbano. Hoy también habrá que calcular cómo va a impactar el resultado en el Líbano y en su balance de poder, tanto en el plano militar como en la representación del Gobierno.

Tantas rivalidades cruzadas hicieron que el rol de las potencias fuera poco relevante hasta ahora. El problema es que, si no intervienen, tampoco pueden administrar sus consecuencias. Y si lo hacen a favor de alguna de las partes contribuyen a que el conflicto se sostenga, porque a su vez si intervienen, otra potencia puede hacerlo y desplazarlas. Pero frente a los horrores de la guerra civil Siria que están quedando expuestos, el intervenir también significa contribuir a que se mantenga la guerra interna.

En cualquier caso, el equilibrio dependerá de dos o tres factores. El más importante, por supuesto, es cuál es la fracción que logra una hegemonía militar como para terminar con las otras facciones o su deseo de lucha. La segunda es el control de los recursos. Siria tiene tres fuentes de recursos principales. El primero es la producción alimentaria, que fue destruida en gran parte por la guerra. Antes de conflicto civil llegó a exportar el 25% de su producción que le quedaba como excedente. En la actualidad tiene que importar alimentos. La clave del control de la zona de producción alimentaria pasa por ver quien logra dominar la zona costera y, secundariamente, la cuenca del Éufrates. La primera está en disputa entre los pro turcos y el HTS. La segunda en manos de los kurdos. Es decir, que no está definido.

El segundo recurso son los pozos petroleros. Toda la zona petrolera está en este momento en manos de los kurdos. Y esto ha planteado un problema, porque si el HTS quiere erigirse como gobierno, deberá plantear a los kurdos el acceso a esas ganancias. De no lograrse un acuerdo habrá una nueva ronda del conflicto alimentado además por la decisión de los turcos y sus milicias de no aflojar en la ofensiva contra los kurdos por el acceso a esos yacimientos. El que logre controlar los recursos tendrá mayor capacidad militar.

Existía otra fuente de ingresos que era el turismo, pero es algo difícil que pueda recuperarse de acá algunos años. Y otra vía, que es la asistencia internacional, pero con tantos conflictos en el mundo, es muy poco probable que la ayuda llegue en las cantidades suficientes.

A su vez, la llegada de recursos humanitarios o comerciales depende de quién controle la costa y las fronteras. Turquía y las milicias rebeldes se reparten el control de los bordes. Tanto Israel como Jordania están interesadas en que esos bordes no se conviertan en fuentes de inseguridad. Es poco probable que los israelíes y jordanos contribuyan para fortalecer un gobierno integrista porque ambos países conocen las consecuencias que trae el integrismo para su seguridad. Turquía le va a disputar ese control a los kurdos. Es decir, otro asunto pendiente.

Considerando esa necesidad, quizás tenga algún sentido que Israel apoye la recreación del Djebel Druze, el estado druso que existió entre 1921 y 1946, para que funcione como una especie de colchón, por las dudas de que lo que vaya a suceder en Siria no le sea conveniente.



Puede que, en la competencia por los recursos, salvo por los kurdos que controlan el petróleo, el resto deba buscar un sponsor. Quizás el HTS apele a la solidaridad sunita y se reencuentre con las coronas saudíes, emiratí, kuwaití y catarí, que en el pasado supieron apoyarlos. Pero esto implicaría enfrentar la oposición turca que viene reclamando para sí esta zona de Medio Oriente. Y cuando hablamos de reclamar, estamos diciendo que las milicias pro-turcas expresen el enojo de Erdogán por lo que consideraría una injerencia en un conflicto propio. Se sabe del interés de Erdogán por reconstruir la influencia otomana. Dado que ese imperio llegaba hasta donde hoy está Arabia Saudita y Yemen lo más probable es que Turquía se sienta afectada por la injerencia de otras potencias musulmanas en lo que considera su zona de interés.

Los intereses turcos a la vez nos conducen a una nueva consecuencia. Erdogán no puede permitir que exista un estado autónomo kurdo. Sería una retaguardia segura y permanente para los grupos que dentro de su territorio siguen pidiendo la independencia. Es decir que, mientras existe una zona kurda, el conflicto sirio no se termina porque las milicias que responden a Turquía van a seguir intentando terminar con el enclave kurdo. Y, de hecho, mientras el HTS avanzaba hacia Homs y Damasco, seguían atacando a los kurdos.

Mientras todos miraban cómo iban cayendo Alepo, Hama, Homs y Damasco, las fuerzas que responden a Erdogán atacaron los bastiones kurdos en Afrin y en la ribera occidental del río Éufrates. Esto ya nos marca una pauta de lo que podría venir en los siguientes días. Es que, en resumen, Erdogán no puede tolerar que la República de Rojava y los kurdos sean parte del futuro de Siria. Y esto, a su vez, obligará a Trump a tomar una decisión drástica: Si mantiene la presencia de sus tropas en Siria para apoyar a los kurdos o se retira. Siria ya fue motivo de polémica con Turquía en el primer mandato de Trump. Su ofensiva contra los kurdos en 2019 provocó el embargo en la venta armas norteamericanas a Ankara. Habrá que ver si el segundo mandato Trump está interesado en seguir peleándose con Turquía.

Horas antes de la caída de Damasco, Trump anunció que Siria no era un interés de los Estados Unidos, por lo tanto, es previsible que, tal como lo anticipó Kennedy JR, anuncie pronto el levantamiento de esas bases. Quizás una ofensiva turca fuerce un cambio de opinión de Trump. Es cierto que ayudar a los kurdos iría en contra de su promesa de campaña de no involucrarse en más conflictos, pero abandonar a los kurdos otra vez, como en 2017, podría tener un efecto similar que el que tiene para Putin el haber abandonado a Al Assad.

Y al igual que sucede con la reputación de Rusia a la hora de defender a sus aliados, hoy los saudíes, los emiratíes y el resto de las coronas petroleras en donde Estados Unidos tiene bases, estén expectantes de lo que va a hacer Trump más allá de Israel.

Si decidiera hacerse a un lado, las FDS aún siguen sido una fuerza poderosa y por algo controlan el 40% del territorio sirio. Son 40.000 milicianos muy bien armados, disciplinados y pudieron enfrentar al mismo tiempo a las milicias pro-turcas, el ISIS y el Ejército sirio.

El HTS ya anticipó que no va a buscar el conflicto con los kurdos, que entonces dispondrían de más fuerzas para resistir a las fuerzas turcas en lugar de tener que pelear contra varios enemigos a la vez. Esto es siempre y cuando los salafistas cumplan su promesa.

Pero, además, esta vez Erdogan pelearía con el mundo mirando a Siria y cargaría con la responsabilidad de mantener un conflicto que se suponía estaba en vías de solución. Además, tendría que meterse dentro del territorio sirio, ya no podría justificarse diciendo qué responde un ataque en el suyo. Turquía ocupa cerca de 1550 km2 de territorio sirio y no hay evidencia de que los kurdos de Siria actúen en coordinación con los terroristas del PPK. Es difícil saber hasta dónde quiere ir Erdogan y hasta dónde se le dejará llegar. Hay que ver si el límite se lo ponen los kurdos o EEUU.

Además, el frente kurdo se extiende hacia la zona norte de Irak, en donde existe un principio de República Autonómica a partir de los acuerdos que en su momento Sadam Husein firmó con la minoría kurda de su país. Y en este caso, Turquía debería invadir también una parte mayor de Irak. Pero para hacerlo debería comprometerse a una campaña extremadamente larga con un enemigo que conoce el terreno y que desde hace más de medio siglo viene resistiendo con tácticas de guerrilla los avances del ejército turco que en términos convencionales es en extremo poderoso.

Ahí surge otro factor. La utilidad de los ejércitos nacionales frente a la insurgencia también tiene que llamar la atención sobre lo que consideramos milicias rústicas. Queda claro que el grado de complejidad militar y el manejo de tecnología no incide en un resultado definitivo. Las milicias sirias no cuentan con fuerza aérea, ni artillería, ni misiles de largo alcance, y aun así lograron doblegar al Ejército Sirio con sus tanques, sistemas antiaéreos, aviones, helicópteros, respaldados por estados tan poderosos como Rusia e Irán.

Por si no quedó claro, el conflicto sirio fue ganado por milicias que contaban con algunos tanques y blindados, un poco de artillería, pero por sobre todo se manejaban por tres principios básicos: apoyo suficiente de parte de la población, objetivos claros y tácticas adecuadas.



Hoy otra cuestión que hay que ver, es si el HTS se va a quedar contento con controlar solamente el territorio sirio o intentarán expandir sus resultados a otros países del área. Hoy existen grandes comunidades sunitas en Irak, Líbano y en las naciones petroleras que deberían prestar atención a esto. Dado que en el HTS existen una gran variedad de voluntarios de muchos países, y al igual que sucedió en Afganistán, el regreso de esos “voluntrios” a sus sociedades de origen podría desatar un efecto de imitación. No es algo que vaya a suceder necesariamente, pero no debe descartarse.

Cuando regresaron los voluntarios que pelearon en Afganistán y aún sin pertenecer Al Qaeda o al ISIS, que es uno de sus subproductos, sucedió precisamente eso. Y también en Chechenia y Daguestán, dentro del territorio ruso. Así, hay otro potencial de peligro para Putin. Desafiado con éxito en Medio Oriente, puede ser que en los grupos musulmanes violentos que actúan en su territorio y que en el atentado de Crocus demostraron estar activos, encuentren en el resultado sirio una debilidad y motivo para pasar a la acción. No estamos hablando de grupos pequeños, dado que en Rusia hay 26 millones de seguidores del Islam, es decir, un 15% de la población. Y además de ISIS, se registra la actividad de otros grupos integristas, en las zonas en donde existen grandes bolsones de musulmanes. Es decir, que el conflicto sirio no se termina así no más. Como todo gran cambio va a traer unas consecuencias que algunas pueden preverse y otras no. Este es apenas un listado somero de lo que podría suceder. O de las condiciones que se dan para que los efectos sean aún más profundos.

En todo caso, habrá que esperar. A ver cómo se conforma el nuevo Gobierno sirio, cómo se divide su territorio, si sigue siendo un país o no. También qué van a hacer las potencias y si serán capaces de influir en algunos o en todos los actores que van a quedar tras el retiro de Al Asad.

Cayó Al Assad pero la guerra aún no termina. Ni la guerra civil ni sus consecuencias para la región y mucho más allá, Rusia e Irán son los grandes perdedores. Pero el resto de los países todavía tiene mucho por perder. O por ganar. Todo está por verse.

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