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China gana con el juego de Trump

Foto del escritor: Santiago RivasSantiago Rivas



El claro y abierto apoyo que viene dando el gobierno de Donald Trump a Vladimir Putin y Rusia no solo representa una gran amenaza para Europa, sino también significa un guiño a las dictaduras del mundo, especialmente a China, de que tienen vía libre para actuar en sus aspiraciones expansionistas.

Las declaraciones que Trump viene haciendo sobre la guerra en Ucrania desde que llegó al poder básicamente representan un copy-paste de aquellas realizadas en los últimos años por Vladimir Putin y su gobierno, acusando a Ucrania de haber sido la provocadora de la invasión rusa, a Volodimir Zelensky de ser un dictador (aunque sin hacer referencia a que Putin se mantiene en el poder gracias a elecciones fraudulentas), planteando que Ucrania debe ceder el territorio ocupado a Rusia, renunciar a ser parte de la OTAN y que ésta prácticamente debe abandonar a su suerte a sus miembros de Europa del Este. Además, su planteo reconoce un área de influencia de Rusia en Europa, cumpliendo así con la ambición de Putin de volver a proyectar su poder sobre Europa del Este.

Todo su planteo va en línea con la necesidad rusa de terminar la guerra cuanto antes y que Putin pueda venderle a su pueblo que han salido victoriosos, ya que el cada vez más catastrófico estado de sus fuerzas armadas, que en 2024 solo lograron pequeños avances a un costo altísimo de bajas, permite anticipar un colapso en un mediano plazo si la guerra continúa y si Ucrania sigue recibiendo asistencia de sus aliados.

Trump en ningún momento ha objetado el accionar ruso al invadir a un país soberano y cometer crímenes de guerra, bombardeando y masacrando civiles, lo cual en cierta forma legitima el accionar ruso, mientras condena la decisión ucraniana de defenderse y despotrica contra la actitud de Zelensky de defender los intereses de su país. Su planteo de que Ucrania debe aceptar sí o sí la paz impuesta por Rusia a través de Estados Unidos es totalmente incoherente con la historia, tanto porque Rusia nunca cumplió los acuerdos firmados con Ucrania, como porque la historia ha demostrado que firmar una paz débil es igual a continuar la guerra.

Que Ucrania acepte las demandas de Rusia implica permitirle a Rusia no solo quedarse con los territorios ocupados, sino ganar tiempo para rearmarse y lanzarse de nuevo a intentar ocupar lo que queda de Ucrania (o lanzarse contra otras naciones europeas, como los estados bálticos); algo que Europa ha comprendido y por eso la Unión Europea y Gran Bretaña se han pronunciado enfáticamente en defensa de Ucrania y contra los planteos de Trump.

Además, la demanda de Trump de cobrarle a Ucrania la ayuda, entregándole sus recursos naturales por un monto muchas veces superior a la ayuda entregada (sin tener en cuenta que además la asistencia estadounidense no alcanza siquiera a la mitad de la recibida por los ucranianos), se asemeja a la repartición de Polonia entre Hitler y Stalin, solo que ahora se trata de Ucrania, Trump y Putin.



Dándole confianza a China

Más allá de lo que sucede con Ucrania, las actitudes del gobierno estadounidense tienen un impacto global, ya que están dando una señal al mundo de que Estados Unidos ya no defenderá la libertad ni los valores democráticos, sino que dejará actuar a muchos dictadores con pretensiones territoriales y hasta podrá defender su accionar, tal como hoy justifica a Putin al avalar sus demandas.

Dentro de este espectro, luego de Rusia el país que más puede ponerse contento con la actitud de Trump es China, ya que, a pesar de que el presidente estadounidense ha planteado que China es el mayor adversario de Estados Unidos, su actitud le está dando a entender que es posible que no actúen en caso de que China lance una invasión a Taiwán.

La demanda de Trump a los taiwaneses para que muden sus fábricas de microchips a Estados Unidos parece apuntar solamente a asegurarse esa producción antes de dejarle vía libre a China para lanzarse sobre la isla. Además, en la región del Pacífico preocupa la actitud de Estados Unidos de que sus principales aliados (los demás miembros de la OTAN) deban defenderse solos, lo que podría significar un planteo similar a las naciones del Pacífico, como Japón, Corea del Sur, Filipinas o Australia (además de Taiwán), en caso de que China decida avanzar en la región.

Por otro lado, las divisiones que genera Trump y la hostilidad hacia los aliados de Estados Unidos hacen que la oposición que debe enfrentar China se debilite, dándole más oportunidades de éxito, mientras que las amenazas del gobierno estadounidense a muchos países, como fue el caso de Panamá, pueden llevar a que muchos decidan resguardarse bajo el ala china, algo que ya desde hace tiempo viene sucediendo en América Latina.

Las medidas comerciales de Estados Unidos llamativamente han castigado más a países aliados, como Canadá, Japón y la Unión Europea, que a quienes supuestamente son adversarios, como China. Mientras a ésta, por ejemplo, le impuso aranceles del 10 %, le impuso un 25 % a Canadá y México, así como a las importaciones de acero y aluminio, lo cual afecta sobre todo a países como Corea del Sur, Canadá y Alemania. En la región, esto afecta principalmente a la Argentina y Brasil.

Según indicó días atrás el analista australiano Mick Ryan, “es probable que estemos en la cúspide de otro momento como la caída de Singapur en el Indo-Pacífico. La caída de Singapur en febrero de 1942 no solo marcó el fin del plan de defensa imperial de Gran Bretaña, sino que dio a los japoneses una renovada confianza en su capacidad para enfrentar y derrotar a las organizaciones militares occidentales (que, como ahora sabemos, duró poco). Pero también obligó a una reevaluación muy significativa de la postura de seguridad y las alianzas de países como Australia y Nueva Zelanda”.

El abandono de Trump a Europa está haciendo repensar a las naciones del Pacífico, que son la primera línea de contención ante China, sobre su esquema de seguridad y que en un futuro cercano pueden esperar que Estados Unidos también los abandone. Esto, a su vez, puede darle a China la confianza necesaria para lanzarse contra Taiwán, así como posteriormente a ocupar definitivamente los espacios marítimos en el Mar del Sur de China, disputados con Filipinas, Vietnam, Malasia e Indonesia, y eventualmente disputar a Japón la posesión de las Islas Senkaku, actualmente en poder de este último estado, pero reclamadas por China.

China viene aumentando la cantidad y el tamaño de sus ejercicios alrededor de Taiwán, que, como ha indicado el Comandante del Comando Indopacífico de los Estados Unidos, Almirante Samuel Paparo, hacen “que sea más difícil distinguir entre los ejercicios a gran escala y los preparativos reales para un ataque. Sus maniobras agresivas alrededor de Taiwán en este momento no son ejercicios como ellos los llaman, son ensayos. Son ensayos para la unificación forzada de Taiwán al continente”.

Y, en este sentido, teniendo en cuenta la actitud de Trump con Ucrania en los últimos días, Ryan agregó que “podemos estar seguros de que Xi habrá estado observando y reflexionando sobre si esto significa que el apoyo estadounidense a Taiwán es más o menos probable si hace un movimiento para invadirlo”.



China ha venido aumentando sus preparativos para invadir la isla, incorporando material, reorganizando sus fuerzas y ensayando operaciones anfibias y aéreas para no solo ocuparla, sino mantener a raya a cualquier posible asistencia por parte de Estados Unidos o el resto de las naciones del Pacífico que le impida una victoria rápida. Sin embargo, es a Estados Unidos a quien China teme, por lo que la actitud de Trump le permite calcular en la posibilidad de que, ante un ataque a Taiwán, solo deba enfrentarse con las fuerzas de dicha isla y, eventualmente, otras de la región, pero que no tienen la capacidad de impedir una victoria china.

En 2022, cuando Rusia se lanzó en su invasión para ocupar Ucrania, China esperaba que occidente no reaccionaría y eso le permitiría en un futuro próximo invadir Taiwán sin grandes dificultades. La reacción inesperada de occidente apoyando a Ucrania, más la fallida invasión rusa, que nunca logró sus objetivos mientras que costó a los rusos la mayor parte de su poder militar, llevó a China a recalcular sus planes y retrasarlos. Sin embargo, las actitudes de Donald Trump ahora le indican que puede retomar sus objetivos y que el riesgo de que una ocupación de Taiwán termine en una guerra a gran escala se ha reducido considerablemente.

Esto puede llevar a China a tomar la decisión de actuar en un futuro cercano, generando un nuevo conflicto en el mundo, o a que China presione por un acuerdo de paz en el Pacífico que incluya la absorción de Taiwán sin que se tenga en cuenta la opinión de los taiwaneses, tal como hoy Putin y Trump pretenden con Ucrania.

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