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China y Rusia protegen a Irán de un ataque de EEUU e Israel: los motivos de un rompecabezas nuclear




Por Ignacio Montes de Oca

 

Rusia y China estrechan vínculos y protegen a Irán mientras EEUU refuerza la flota que mantiene los ataques contra los hutíes en el oeste de Yemen. Israel sigue postergando su reacción ante el programa nuclear iraní ante la falta de decisión de Washington.

 

El viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, advirtió el 1° de abril que cualquier ataque contra la infraestructura nuclear iraní desencadenaría consecuencias “catastróficas”. Fue un modo de avisarle a EEUU que la alianza entre iranies y rusos sigue vigente. El aviso fue reforzado por la vocera de ese ministerio, María Zajárova, quien calificó de “ilegal e inaceptable” el uso de medios militares contra el programa nuclear iraní y alertó sobre las “consecuencias radiológicas y humanitarias a gran escala. El mensaje de Putin es claro. La declaración hubiera sido otra más dentro de las acciones retóricas del Kremlin, de no haber coincidido con la del portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores Guo Jiakun, que también le recomendó públicamente a Trump que tome el camino de las negociaciones.

Trump ya había dicho que prefiere un pacto para que Irán limite su desarrollo nuclear antes que una acción militar, pero el anuncio del envío de un segundo portaaviones a Medio Oriente, el USS Carl Vinson, puso en marcha las advertencias de Moscú y Pekín. También el despliegue de bombarderos B-2 en la base de la isla Diego García por parte de EEUU y el envío de aviones de ataque A-10 a sus bases en Medio Oriente. Irán respondió amenazando con un ataque de misiles y drones a la base angloestadounidense en el Indico. Teherán reveló un supuesto plan para lanzar un millar de misiles balísticos contra Israel si es atacado por fuerzas combinadas de estadounidenses e israelíes. Y de paso advirtió a los países de la zona con bases de EEUU que no permitan su uso para un ataque en su contra.

Esto plantea un problema adicional porque Israel ya dijo que el ataque contra las instalaciones nucleares de Irán sucederá este año y al no tener capacidad propia para afectar las instalaciones subterráneas iraníes sin la ayuda de EEUU, se supone que deberá ser un ataque conjunto.

El presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, ya rechazó cualquier negociación directa con EEUU en respuesta a una carta que le envió Trump con la mediación del gobierno de Omán. El ayatolá Ali Khamenei respaldó al presidente y dijo que un acuerdo solo traerá sanciones más duras”.

En una visible coreografía arreglada, Putin se ofreció como mediador entre EEUU e Irán dentro de las conversaciones que mantienen por el cese el fuego en Ucrania, lo cual hace suponer que Trump comienza a quedar enredado en una trama que lo condiciona en varios escenarios. En algunos círculos políticos se intentó justificar los roces con sus aliados occidentales por temas como el de Ucrania, los aranceles y las amenazas a Groenlandia y Canadá con un supuesto plan para alejar a Rusia de China y atraerla a su lado. China refutó la idea. El mismo día en que Rusia y China protegían a Irán, el canciller chino Wang JI dijo que su país aplica con los rusos el principio de “amigos para siempre, nunca enemigos”. La declaración la realizó en Moscú tras un encuentro con su colega ruso, Sergei Lavrov.

En ese contexto, China, Irán y Rusia realizaron ejercicios militares conjuntos en el golfo de Omán a partir del 11 de marzo. En las maniobras ejercitaron maniobras de “combate contra objetivos marítimos”. El ejercicio militar se desarrolló frente a la ciudad portuaria de Chabajar. La ciudad de Chabahar es otra de las claves porque es allí donde Irán está sellando un pacto estratégico con otro de los grandes actores regionales, la India. Los dos países acaban de sellar un acuerdo por 10 años para que ese puerto sea usado por la India para expandir su comercio. India acordó en mayo de 2024 invertir 250 millones en la terminal de Shahib-Behesti. El gobierno de Modi intenta así limitar la presencia pakistaní en esa zona marítima y asegurarse el acceso al petróleo iraní si se lograra un acuerdo para levantar las sanciones.

Las sanciones contra Irán por lo opaco de su plan nuclear son la clave de todo el asunto. China y Rusia presionan a Trump para que retome los acuerdos JCPOA de control sobre el programa atómico de Teherán, el mismo que abandonó durante su primera presidencia en mayo de 2018. En 2015, Irán aceptó frenar su programa nuclear y someterlo a un sistema de inspecciones que garantizaran que solo fuera dedicado a fines civiles. A cambio, se acordó levantar las sanciones en su contra impuestas desde 1979 y reforzadas en 1995 y 2006.

En 2018, Trump denunció que Irán no colaboraba según lo pactado y dejó el acuerdo firmado junto a Alemania, China, Francia, Reino Unido y Rusia. En reemplazo, prefirió retomar en noviembre el sistema de sanciones para prohibir las exportaciones de petróleo y gas iraní. La salida de EEUU provocó que se retiren los otros firmantes occidentales. Las sanciones fueron efectivas para poner a la economía de Irán en serios aprietos. Su producción de crudo cayó de 4,2 a 2,9 millones de barriles de petróleo anuales de 2018 a 2019 y a 2,6 millones en 2020.

El impacto fue severo porque Occidente compraba una parte del crudo iraní y bloqueó la otra gran parte que importaban otros países con amenazas de sanciones. Entre ellos la India. Pero China hizo caso omiso y comenzó a aumentar sus compras a Irán. El relato económico no se desvía de la cuestión nuclear porque de la mano de China, que pasó a comprar más del 90% de las exportaciones de crudo iraní, el régimen persa pudo recuperar su ingreso y para el año 2024 ya había logrado producir 3,28 millones de barriles anuales.

Lo más importante para Irán es que, sin la verificación de EEUU y el resto de los países occidentales, pudo retomar su programa nuclear. Solo quedó la OIEA como veedor y sin el respaldo de una potencia, sus inspectores tuvieron acceso limitado a las instalaciones iraníes. Desde que se terminó el pacto JCPOA, la OIEA denunció en varias oportunidades que Irán no cooperaba con sus inspectores y en particular con el programa de verificación del destino que tenía el material procesado por miles de centrifugadoras de material de uranio. En enero de 2024, el jefe de la OIEA, Rafael Grossi, advirtió que Irán contaba con suficiente material para producir armas nucleares. Con más recursos y una vigilancia débil, los iraníes avanzaron más rápido. En enero de 2025 Grossi volvió a advertir: Irán “pisó el acelerador”.




La prisa del programa nuclear iraní tiene también que ver con Rusia. Desde 1995 es el proveedor central de tecnología nuclear de Irán. En 1995 le vendió el proyecto para construir la central nuclear de Busher y en 2014 firmó un contrato para proveerle de 2 reactores adicionales. A partir de la segunda invasión a Ucrania en febrero de 2022 se estrechó el vínculo con Irán. La entrega de municiones y misiles, junto a la cesión de tecnología iraní para que Rusia produzca los drones Shahed, es la parte visible de ese acercamiento. En ese pacto no quedaba claro cuál era el beneficio que recibía Irán. El oro enviado a Teherán no explicaba la desproporción del respaldo a Rusia. El acuerdo de venta de aviones Su-35 y baterías antiaéreas S400, tampoco alcanzaban para equilibrar la balanza.

Se sospecha que Rusia, con su industria ocupada en cubrir la desastrosa cantidad de bajas que sufre en Ucrania, reemplazó el apoyo militar por exportaciones tecnológicas para que Irán cubra los vacíos que tiene en el desarrollo en varios rubros militares. Eso explica la aparición súbita de nuevos modelos de misiles balísticos y antiaéreos iraníes. El temor es que dentro de las lagunas tecnológicas que cubrió Putin, estén aspectos clave para el desarrollo de armas nucleares como la miniaturización y el sistema de detonación.

En septiembre de 2024 Rusia e Irán acordaron un Tratado de “cooperación integral” que incluiría un capítulo para colaborar en la producción militar. El acuerdo se firmó en enero de este año y es aquí en donde todos los elementos terminan de ordenarse. El 17 de enero de 2025, Putin y Pezeshkian se reunieron en Moscú para firmar el pacto. Además de cooperar en el área militar hubo un acuerdo para respaldarse mutuamente en caso de agresión de terceros. En el artículo 3° establecen las bases para ese respaldo.

Irán ya había firmado un acuerdo similar con China el 27 de marzo de 2021, pero sin el capítulo de la defensa mutua. También preveía una colaboración en el campo de la producción militar y la presencia de modelos chinos presentados como desarrollos iraníes, da fe de ello.




Ahora tiene otro sentido la advertencia de Putin y Xi Jinping a Trump ante un posible ataque a Irán. Rusia se vería obligada a acudir en ayuda de su socio y China debería respaldarlos. La provisión de crudo a precio de oferta desde los otros dos vértices del triángulo, la obligaría. Aun si China decidiera no intervenir, un escenario de guerra que complique el flujo de petróleo hacia su economía es un desastre que prefiere evitar. Y el tener que respaldar a Rusia por esa “amistad para siempre” implicaría dejar las ambigüedades que hoy le reditúan bien.

Rusia ya está comprometida con EEUU en la búsqueda de un pacto del cese el fuego en Ucrania que la favorezca. Un ataque de EEUU a Irán lo colocaría en un predicamento. Obligado por los pactos y la necesidad militar, debería decidir si traiciona a los iraníes.

Pero Trump es un personaje de lealtades volátiles, todo lo contrario a su aliado iraní, que ha sabido proveerle de armas incluso cuando estaba enfrascado en una guerra con Israel tanto directamente como por medio de sus proxies. E Irán tiene algo que EEUU no puede ofrecer. Irán es clave para sostener su precaria presencia en las bases de Tartus y Latakia en Siria. Las milicias alauitas y Hezbollah son un motivo para que Putin pueda negociar a través de los iraníes con líder sirio Al Sharrah en unas tratativas en las que Rusia no tiene buenas cartas. Y si tiene que marcharse, Irán es el único territorio amigo que le queda en la región, además de ser la vía directa para conservar el papel rector sobre el Caspio. Los coqueteos gasíferos de Azerbaiyán con Turquía y Europa no le dan garantías de sostener ese flanco.

Todos tienen motivos para reclamarle a Trump que se siente a negociar con los iraníes en lugar de hacer lugar a los reclamos belicistas de Netanyahu, y que deje de especular y habilite una solución alternativa que le asegure a Israel que Irán no tendrá armas nucleares.

Es posible que esa circunstancia explique el interés de Putin por mediar entre ambos.



También el de Arabia Saudita para intervenir en el caso ucraniano. Un arma atómica en manos de los persas es tan riesgosa para su seguridad como un ataque que riegue de radiación a la región. Irán sabe que, pese a que quedó debilitada por el fracaso de Hamas y Hezbollah a manos de Israel, cuenta con una ventaja a la hora de navegar en un ambiente con tantos intereses cruzados. Además, tiene claro que Rusia necesita la alianza común por motivos varios. Los iraníes van por un juego en el que hay dos caminos de éxito posible. Si China y Rusia fuerzan a Trump a regresar al JCPOA, se levantarían la mayor parte de las sanciones y con ello podría fortalecerse también en un escenario político interno sacudido por la crisis económica.

De esa manera podrían suspender el programa nuclear y en todo caso el acuerdo con Rusia les dejará la instancia de seguir su plan por rutas más discretas. Si Trump no acepta, podrán apelar a acuerdos y enfrentar lo inevitable con un respaldo mayor que en el pasado. A diferencia de 2018 la guerra ya dejó de ser un tabú y el rumbo abierto por Rusia en Ucrania permite pensar que el camino de las armas que va de Teherán a Moscú es el mismo que conduce de Moscú a Teherán. También sabe que Trump desea ser visto como el gran pacificador.

Un ataque podría involucrar a EEUU en los mismos frentes que Israel, porque Irán no se va a quedar inerte. Es un panorama en el que Trump debería desandar su promesa de traer la paz e involucrar a su economía en un conflicto aún más costoso y complejo que el de Ucrania.

Europa está ahora ocupada ayudando a Ucrania luego de la defección de EEUU y con un divorcio en trámite por los aranceles, su favoritismo a Putin y su pasión por provocar miedos territoriales a Canadá y Dinamarca. Trump podría quedar peleando solo junto a Israel. Si consideramos que Europa invirtió más en Ucrania que EEUU y la diferencia entre la capacidad de aporte que pueden realizar europeos por un lado e israelíes por el otro, tenemos una medida. O Europa puede pedir a cambio del respaldo que reanude el gasto a favor de Ucrania.

Putin sabe que Trump les prometió a sus electores que no iba a provocar más guerras. Una conflagración con Irán, que tiene el potencial de arrastrar a Rusia y va para el lado contrario de donde dijo dirigirse el presidente norteamericano. Es posible que Putin se lo haya comentado.

Trump maneja el sistema militar más poderoso del momento, pero también un deseo por obtener el Nobel a la Paz que le resulta difícil de manejar. En ese rumbo, tiene para ofrecerle a Rusia e Irán un relajamiento de las sanciones. Las de EEUU al menos y por ahora. Netanyahu conoce cada aspereza de ese tablero y quizás es por eso que busca congraciarse con Putin al ofrecer una mediación discreta para que Rusia conserve sus bases en Siria. Es una oferta en la que Rusia podría mantener su presencia y quedar en deuda con Israel. A Israel le interesa que Irán no logre tener un arma nuclear. Si lo hace destruyendo sus instalaciones o mediante un acuerdo efectivo que controle cada centímetro del suelo iraní, el resultado es el mismo. Finalmente, entendemos por qué el ajedrez se juega hace milenios en Irán.

Sucede que un acuerdo con Irán a la fuerza va a tener efectos en otras zonas. Irán no va a negociar solo un plan nuclear, queda claro que va a buscar un pacto de coexistencia pacífica y que eso va a incluir sus intereses en toda la región y eso es malo para Israel.

Si Irán pacta con EEUU y tiene a Putin cerrando acuerdos cruzados para Ucrania y Medio Oriente, algo que Trump parece admitir al utilizar al mismo delegado, Steve Witcoff, en ambos escenarios, la resultante podría ser un corsé para lo que pueda hacer Israel en el futuro.




Israel tiene un problema grave en un arma nuclear iraní, pero otro cotidiano en la acción de los grupos terroristas amparados por Irán. El riesgo atómico es potencial, el 7 de octubre y el bloqueo del Mar Rojo son realidades tangibles e igual de urgentes. Una normalización de la relación de EEUU con Irán patrocinada por Rusia y respaldada por China convertiría a Netanyahu en un actor sujeto a las decisiones de terceros sobre los asuntos de seguridad de Israel. Allí reside el riesgo oculto del juego político en curso.

Una tregua podría regresar el ciclo de resiliencia del terrorismo antiisraelí. Y en la debilidad de Trump por ganarse el cetro al pacificador del siglo está el problema que afronta y que lo hará revisar el tipo de vestimenta que usará la próxima vez que vaya al Salón Oval.

Teherán ya da señales de aceptar que hay un campo para negociar. Tras la campaña de bombardeos de EEUU a los hutíes dejó ver cómo retira a los miembros de la Guardia Islámica de la zona. La excusa es preservarlos de las bombas, las mismas que caen hace meses. Ese gesto, junto a las advertencias a Trump frente a la idea de un ataque conjunto con Israel a Irán, seguidas de una invitación para resolverlo todo en una negociación, son el hilo que une lo que parece disperso. Incluso, el mareo de demandas al que someten a Ucrania.




Si Putin obliga a Trump a un acuerdo con Irán y China, les sigue dando margen para sostenerse firmes, entonces Israel deberá revisar su plan político para el futuro. Más aún si los países árabes apoyan un pacto urgidos por el miedo militar y económico a una escalada.

Y hay más interesados en un pacto que permita que se levanten las sanciones a Irán. India podría volver a pensar en el Gasoducto de la Paz para recibir gas barato iraní y el oleoducto frenado por presión de EEUU en 2005. Turquía retomaría la idea del gasoducto Tabriz-Ankara. A Trump también le interesa que regrese la oferta de crudo y el gas iraní a los mercados globales, tanto como la de Rusia, para afrontar su política económica con precios de la energía más favorables. Irán tiene la tercera reserva mundial de petróleo y la segunda de gas.

Como vemos. La situación en Oriente Medio sigue mutando cada día. EEUU está lejos de atraer a Rusia y alejarla de China. El cumulo de intereses estratégicos comunes entre ambos es demasiado denso como para deshacerse en cien días o con tres gritos. En este juego de atracciones y rechazos EEUU es solo uno de los muchos actores de un drama geopolítico. Irán, Rusia, China, Israel, Europa, Irán y Turquía son parte del reparto de esta historia, mucho más compleja que la trama de "Hiroshima, mon amour”.

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