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Foto del escritorSantiago Rivas

Consideraciones sobre el programa de blindados a ruedas para el Ejército Argentino


Mientras la fuerza busca definir qué vehículo incorporar, entre el Stryker y el Guaraní, es preciso tener en cuenta la capacidad que se tendrá para sostenerlos a lo largo de su carrera operativa, un factor pocas veces tenido en cuenta pero con implicancias fundamentales.


Por Santiago Rivas


Al analizar las opciones que estudia el Ejército Argentino para incorporar blindados a rueda, toca ver un aspecto en el que pocos se detienen y que va a ser fundamental en el éxito de la operación, entendiendo a éste como la posibilidad de contar con una brigada de infantería equipada con blindados a ruedas durante un período relevante de tiempo y con una alta operatividad al menor costo posible. Este aspecto no tenido en cuenta por la mayoría de los análisis es la sostenibilidad que tienen los distintos sistemas de armas que se están estudiando.

Un problema que ocurre en la mayor parte de las Fuerzas Armadas de América Latina es que, a la hora de comprar equipamiento, casi siempre se mira solo el valor de compra y no se toman en cuenta los costos que demandará operarlo a lo largo de su vida útil, algo que hemos analizado en varios artículos, como éste. Así, muchas veces se incorpora material, especialmente ocurre cuando es de segunda mano, que luego las fuerzas no pueden operar debido al alto costo que implica mantenerlo operativo.

Esto puede deberse a varios factores, desde cuestiones de logística genética, en que el propio diseño del sistema vuelve caro su sostenimiento (como ocurre, por ejemplo, con el material de origen ruso) o por cuestiones de obsolescencia, donde conseguir repuestos se vuelve complicado y caro, lo cual redunda en una baja disponibilidad de material. Y no hay sistema más caro que aquel que no funciona.

En muchas oportunidades ocurre que se compra material usado porque su precio de venta es muy barato, sin analizar seriamente a qué se debe ese precio de venta tan bajo, y en muchos casos, esto se debe a que el propietario se lo quiere sacar de encima por lo caro que le resulta mantenerlo. Esto fue lo que hace poco, en una entrevista con Pucará, Víctor de la Vela, responsable del área de defensa y espacio de Airbus, llamó “regalos envenenados”.

Es preciso tener en cuenta que el costo de sostenimiento de un sistema de armas normalmente está en el orden del 2 % de su precio de compra nuevo por año, aunque ese porcentaje también va variando a lo largo de su vida útil, siendo muy alto al comienzo, dado que el sistema está siendo puesto a punto y el personal está aprendiendo a operarlo. Esto es seguido por un período de costos bajos, en que el sistema aún no es obsoleto, el soporte es adecuado y se ha aprendido a operarlo y sostenerlo de manera eficiente; y finalmente la curva empieza a ir hacia arriba cuando el sistema empieza a sufrir obsolescencia y su antigüedad también implica un índice cada vez mayor de fallas. Cuando el sistema llega a esa parte ascendente de la curva de costos, su valor de reventa empieza a caer rápidamente y los operadores intentan desprenderse de los mismos lo antes posible.

Por eso es importante tener en cuenta que, cuando se compra material usado, su bajo precio no se deba a que el sistema ya está en esa etapa de la curva.



Qué se puede sostener

Ahora, al tomar en cuenta que el costo de sostenimiento del sistema es del 2 % del precio de compra nuevo por año, es preciso comprender que ese valor es tanto o más importante que el precio de compra, ya que este último se abonará una vez, pero el otro se abonará durante toda la vida del sistema de armas.

Así, ocurre habitualmente en América Latina que una fuerza obtiene una partida presupuestaria para comprar equipos, a veces usados a muy bajo costo, lo cual le facilita conseguir el dinero, pero su presupuesto operativo no se incrementa en la medida necesaria para operar el equipamiento.

Por eso, a la hora de seleccionar un sistema de armas no solo hay que tener en cuenta sus capacidades y su precio de compra, sino qué capacidad va a tener la fuerza para mantenerlo operativo.



Los blindados a ruedas

Habiendo evaluado el tema ya en los años 70, con proyectos como el VAE y el VAPE, que no pasaron de la fase de prototipos, hace ya dos décadas que el Ejército Argentino ha vuelto a la idea de incorporar blindados a ruedas en sus filas. Hace unos quince años probó con la compra de cuatro blindados 6x6 chinos Norinco WMZ-551B1, con el objetivo de evaluar el modelo, pero, aunque los resultados fueron malos entre 2014 y 2015 se apuntó a ensamblar localmente un lote del 8x8 VN1 producido por la misma firma. Esta idea tenía más bien un sustento político antes que técnico, ya que la evaluación realizada por la fuerza demostró muchas deficiencias. Dejado de lado ese plan, para 2020 se retomó el proyecto, ahora evaluándose también al Iveco Guaraní y a distintas versiones del General Dynamics LAV III y Stryker, aunque estas últimas eran, en todos los casos, de segunda mano.

El 23 de enero de 2023 se firmó una carta de intención por 156 unidades del Guaraní, incluyendo la transferencia de tecnología para el incremento progresivo de fabricación de partes en la Argentina, el soporte logístico y el adiestramiento de tripulaciones y personal técnico del Ejército Argentino. Por otro lado, esta adquisición también brindará una mejora en la interoperabilidad entre los ejércitos de Argentina y Brasil, puesto que se operará con el mismo vehículo de un lado y del otro de la frontera.

De las 156 unidades que demanda la Argentina para el Ejército, se encuentran 120 vehículos de Transporte de Personal (VCBR-TP) con torre ARES Remax con ametralladora, 27 vehículos de Combate de Infantería (VCBR-CI) con torre UT30-BR con cañón de 30 mm y 9 vehículos Puesto Comando (VCBR-PC).



El Iveco Guaraní ya había sido extensivamente evaluado en junio de 2021, momento en que el Ejército Argentino ya indicó su preferencia por dicho vehículo frente al General Dynamics Stryker y el Norinco VN-1. A pesar de que estos últimos dos cumplían con el requisito de ser 8x8, las condiciones comerciales, industriales, tecnológicas y políticas favorecían al modelo de Iveco. La producción del Vehículo de Combate Blindado a Rueda Guaraní 6x6 incluye partes que se fabrican en la República Argentina, más precisamente en la fábrica de Iveco en la provincia de Córdoba. El Stryker, aunque desde lo técnico era el preferido, tenía como desventajas que Estados Unidos solo había aprobado en 2020 la entrega de 27 unidades de la variante de transporte de tropas M1126 y que éstas eran usadas.

A pesar de esto, en 2024 el Ejército Argentino volvió a poner en el centro de la escena al Stryker, analizándose distintas opciones. Así, actualmente se estudia comprar los ocho blindados LAV III (modelo sobre el cual el Stryker fue desarrollado) que Nueva Zelanda no le vendió a la Infantería de Marina de Chile, como un primer paso. La idea es luego seguir por un segundo lote de unos 40 Stryker y así luego ir sumando otras unidades hasta completar entre 150 y 200 que se necesitan para equipar una brigada.

El primer problema que se encuentra es que el primer lote está compuesto por los ocho ejemplares que la Armada de Chile descartó cuando seleccionó las 22 unidades que compró, por lo que es de esperar que sean los que estaban en peores condiciones. Esto no significa que estén en mal estado, pero es un factor a tener en cuenta a la hora de pensar en su sostenibilidad. El segundo problema radica en la cantidad, ya que ocho ejemplares no alcanzan más que para equipar a una compañía de un regimiento, aunque podrían servir para dar instrucción y desarrollar doctrina en el empleo de este tipo de vehículos.

El tercer punto es que, si bien el Stryker deriva del LAV III, son vehículos con muchas diferencias, como se explicó en este artículo.

Los Stryker que se podrían comprar después provendrían de Estados Unidos, que en enero de 2024 planteó que podría entregar hasta 184, aunque el Ejército Argentino hoy está evaluando avanzar con un segundo lote de solo 40 unidades.  



El primer problema que se plantea, de comprarse los LAV III y luego los Stryker en distintos lotes, es que no se contaría con una flota homogénea, lo cual ya de por sí generaría un problema a la hora de sostener los sistemas. El segundo problema es que, siendo todos ejemplares usados con al menos 20 años de antigüedad, tendrán una vida remanente más limitada que equipos nuevos y posiblemente sus costos de sostenimiento se vayan incrementando con el tiempo.

Si bien el Stryker se presenta como un vehículo más acorde que el Guaraní con respecto a lo que el Ejército Argentino quiere, siendo 8x8 y teniendo la ventaja de estar probado en combate, además de estos aspectos nombrados arriba se debe analizar y comparar el costo del sostenimiento de cada vehículo y cómo sería el soporte por parte de los fabricantes. En el caso del Guaraní, el hecho de que una parte se produce en la Argentina y otra parte en Brasil, facilitaría el acceso a repuestos, que además tendrían un costo más bajo. La cercanía también facilita la relación con el fabricante. En el caso del Stryker, el soporte de Estados Unidos siempre ha sido bueno, aunque no deja de pesar la distancia y, en la mayoría de los casos, el alto costo. Esto último ya se ha visto con otros sistemas incorporados de Estados Unidos, como los HMMWV o algunos camiones, donde, a pesar de tener excelente calidad y prestaciones, el Ejército Argentino tuvo que luchar constantemente con las dificultades de mantenerlos en servicio por el alto costo de sus repuestos.

Para no repetir malas experiencias, que se dan en toda América Latina, es fundamental analizar a fondo cuánto le saldrá a la fuerza no solo comprar los blindados, sino operarlos a lo largo de su vida útil, qué tan larga será esa vida y qué facilidad tendrá su personal para mantenerlos operativos, especialmente si se terminan comprando lotes diversos con proveedores distintos.



 

 

 

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