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En la campaña antártica 2024-2025 la Armada de Chile destacó por primera vez a su nuevo buque polar para tomar parte y así poner a prueba sus sistemas.
Por Lucas Ulloa Intveen
Fotos Rodrigo Maturana - La Prensa Austral
La Armada de Chile destacó para esta campaña antártica de verano por primera vez al nuevo buque polar construido por el astillero Asmar. El buque arribó a fines de 2024 a su nueva base en Punta Arenas, desde la que partió a realizar su primera Comisión Antártica en el mes de enero.
El AGB 46 Almirante Viel de la Armada de Chile y perteneciente a las unidades de la Tercera Zona Naval es una embarcación tipo polar PC5 y forma parte del “trinomio Antártico” junto al patrullero Oceánico Marinero Fuentealba y el remolcador de Alta Mar Lientur. Viene a reemplazar al antiguo rompehielos AP 46 del mismo nombre, construido en 1969 en Canadá y que estuvo en servicio por 24 años.
La tripulación es de 80 personas: 17 oficiales y el resto es Gente de Mar. “Es grande para la cantidad de gente que tiene. Normalmente los buques tienen un poquito más de gente, pero estando a la vanguardia de la tecnología, no necesitas tantas personas para operar este buque”, comenta el capitán de Fragata, Alejandro Reinoso, segundo comandante del rompehielos Almirante Viel.

Cuenta con capacidad para llevar a poco más de 30 científicos, dado que uno de los principales roles que tiene este nuevo buque es prestar apoyo a la ciencia antártica. A raíz de lo mismo, a bordo cuenta con laboratorios de micro y macrobiología, sistemas de refrigeración, toma de muestras y salas especializadas para realizar los distintos procesos que se requieran a bordo.
En la primera Campaña Antártica que realizó el rompehielos Viel, los cuatro científicos a bordo pudieron conocer las distintas instalaciones y sirvió como una especie de “marcha blanca”. Además, ver el funcionamiento del buque, su comportamiento rompiendo hielos de un metro de espesor, con un año de antigüedad. Estas características son las que permiten embarcarse hacia la Antártica profunda, mucho más al sur y hacer soberanía en latitudes que requieren medios especializados.
El capitán Reinoso observa que la primera campaña se realizaron “las pruebas de hielo, comprobar todas las capacidades que tiene el buque en la Antártica. Probar el sistema de propulsión, los sistemas hidroacústicos, la capacidad de carga, el sistema de agua interesado, es decir, que el buque pueda operar a temperatura hasta -15 y -30 grados bajo cero”.
Además, en tareas logísticas prestaron apoyo a bases nacionales y extranjeras, como Vicente Maldonado de Ecuador o a entregando diésel a la Fuerza Aérea de Chile para las operaciones en base Frei. Misma situación con la base Bernardo O’Higgins en Rada Covadonga, entregando víveres y materiales de trabajo.
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La habitabilidad con que cuenta la embarcación no deja de sorprender: amplios camarotes, áreas de servicios y cocina, oficinas, lavandería, gimnasio, peluquería, salas de conferencia, sala de hipotermia y aislamiento, enfermería y quirófano. En total el buque cuenta con 9 pisos e incluso hay un ascensor al interior que conecta los primeros cuatro. Todo esto ya que el buque está pensado para tener una autonomía de 60 días, aunque las campañas suelen durar entre 20 a 35 días.
Las capacidades médicas son robustas y responden a uno de los roles principales del buque, que es la búsqueda y salvamento marítimo. De ahí una sala especial para hipotermia, otra para náufragos y el contar con enfermeros y un médico a bordo del buque. Además, cuentan con internet satelital constante para consultas por telemedicina frente a casos más complejos.
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La ciencia que necesitamos para el océano que queremos
La consigna del buque fue dispuesta por las Naciones Unidas en el marco del Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible: “La ciencia que necesitamos para el océano que queremos”. Para llevar a cabo este objetivo es que está equipado con las múltiples salas científicas ya descriptas, así como otras herramientas específicas que le permiten realizar tareas de batimetría y una sala de operaciones especializada que integra toda la data científica que se recopila a través de los sensores hidroacústicos.
“Por las características del océano, la luz, que es como conocemos todo el resto del mundo, no nos sirve. La luz penetra muy poco en el océano. Por eso es que uno requiere el sonido. El sonido como una onda mecánica atraviesa y puede llegar hasta los 11.000 metros de profundidad”, relata el oficial especialista en Hidrografía y Oceanografía, teniente primero Jorge Matus.
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Los distintos sensores permiten conocer qué es lo que va debajo de la superficie del mar en dimensiones físicas. Cuenta con equipamiento para generar perfiles en tres dimensiones del lecho marino, o para ver las distintas capas de sedimentos. Igualmente tiene la capacidad para tener ecosondas científicas, que permiten medir, por ejemplo, las concentraciones de biomasa marina de plancton, fitoplancton o krill. Otros sonares permiten realizar investigación pesquera, o sistemas para medir corrientes marinas de distintas profundidades.
“El buque tiene muchas capacidades, así como laboratorios, que se ponen al servicio de los científicos, de la academia, de los organismos del Estado, de otras Instituciones”, agrega el hidrógrafo Jorge Matus, que forma parte de la primera dotación del Viel, siendo la primera vez que en un rompehielos va a bordo un especialista en hidrografía.
Las primeras campañas científicas propiamente tal se proyectan para el 2026, ya que un tema crucial es calcular el costo por día de operación del buque. “Una de las grandes dudas que todo el mundo tiene es cuánto sale operar el buque a diario. Y eso se está calculando. Para eso uno requiere, justamente, romper hielo, porque finalmente el petróleo es el que normalmente cambia los valores de todo esto”, explica el teniente Jorge Matus.
Operaciones invernales
Durante los últimos años Chile no ha podido hacer ningún tipo de operación en la Antártica durante el invierno. El contar con este nuevo buque, permitirá revertir dicho escenario y poder operar los 365 días del año, cumpliendo las tareas propias de la institución.
“La Antártica se comporta completamente distinto en el periodo estival que en el invierno. El Viel trae esta posibilidad de poder operar en el invierno y vamos a poder ver esas diferencias, lo que nos va a dar una visión mucho más completa que hasta ahora no podemos tener”, sostiene el hidrógrafo Matus.

Para poder realizar análisis y estudios en tales condiciones extremas, en medio de extensas plataformas de hielo, cuenta con una serie de sistemas especializados. Uno de ellos es la piscina lunar (“Moon pool” en inglés), que va a permitirá enviar sensores hasta los 6.000 metros de profundidad. Esta piscina, físicamente, consiste en un canal vertical, con sistemas de protección a los costados, que permite enviar una roseta oceanográfica con una serie de sensores para medir temperatura, salinidad, conductividad, fluorescencia, oxígeno disuelto, pH y una serie de otros parámetros, además de las muestras de agua.
En resumen, estos equipos permitirán realizar mediciones en donde, hasta la llegada del Almirante Viel, no se podían hacer. Este invierno será la prueba de fuego, o de hielo más bien, para este buque con su primera comisión antártica en plena época invernal, con apenas 3 a 4 horas luz.
Próxima misión: la Antártica profunda en base Carvajal
La segunda comisión comenzó el 17 de febrero y finalizará alrededor del 8 de marzo. El principal objetivo es continuar prestando apoyo logístico a las distintas bases y operadores antárticos. “En estos momentos se están generando los requerimientos para apoyar a distintos operadores antárticos, ya sea de marinas de Brasil, Perú, Ecuador y también bases polacas que apoyamos”, sostiene el segundo comandante, capitán de fragata Alejandro Reinoso.
Por otro lado, en esta oportunidad existe una tarea importante: “Llegar a la Antártica profunda, como nosotros le llamamos, que es principalmente a la base Carvajal, que se encuentra en el sector de Bahía Margarita. Es un sector donde los buques chilenos y, me atrevería a decir, de otras marinas no operan mucho, principalmente por las complejas condiciones glaciológicas que hay”, agrega Reinoso sobre la próxima misión del Almirante Viel.
Nota del editor: Si bien en Chile se lo ha designado como rompehielos, cabe aclarar que en los hechos se trata de lo que se considera un buque polar. Esto es, que, de acuerdo a su clase polar, puede operar en zonas con hielos de hasta un año de antigüedad, con algunas intrusiones más antiguas, con un espesor de 100 cm más una cobertura de 20 cm de nieve. Esto le permite operar en verano en gran parte del mar alrededor de la Antártida y en invierno solo en su parte norte. Un rompehielos, por su parte, puede operar todo el año en todo tipo de hielos, calificándose como PC1, pero, sobre todo, lo que lo diferencia a un rompehielos es que además puede montarse en bloques de hielo de más de cinco metros de espesor para romperlos.
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