El presidente electo de Venezuela, Edmundo González, ya está en España y se abre un nuevo capítulo de la pelea contra el fraude de la dictadura de Maduro. Vamos a poner en claro qué sucedió, distinguir verdades de mentiras y analizar sus posibles consecuencias.
Por Ignacio Montes de Oca
Lo primero que hay que marcar es que la salida del presidente electo no fue producto de la benevolencia de la dictadura chavista o por un salvoconducto, una versión difundida por Delcy Rodríguez y Diosdado Cabello. Su viaje fue logrado por presión de otros países. González estaba bajo protección del gobierno holandés y salió con la protección de España. De haber habido un salvoconducto y una promesa firmada de abandonar la política a cambio de su salida, habría un documento y ya se hubiera dado a conocer. Como las actas, no apareció. La salida de González sucedió tras habérsele otorgado el asilo político y salió protegido por las leyes internacionales. De poder burlar esas normas la dictadura ya habría tomado por asalto la embajada argentina en donde se asilan 6 dirigentes opositores. Lógica vs propaganda.
Queda claro que González es un símbolo y como tal a la dictadura le conviene tenerlo cautivo y controlado. De allí la orden de detención en su contra y el asilo en la embajada de los Países Bajos. Para corroborar la mentira del régimen, siguió haciendo política al llegar a España. Con la partida de González no se debilita la oposición, hay una lectura que indica lo contrario. Lo primero que hay que establecer es que la principal figura de la disidencia, María Corina Machado, sigue en Venezuela. En este ajedrez la reina sigue en el juego. El rey salió del tablero y quedó fuera del alcance de Madurov. Machado puede ahora seguir su estrategia con un representante en el exterior y sin la presión que implicaría actuar con González tomado como rehén y sometido a rigores brutales en una etapa frágil de su vida. El presidente electo estaba jaqueado en varios sentidos. Por un lado, sabemos que estaba bajo asedio y sometido a presiones sobre su persona y su familia. Es complicado tomar decisiones y actuar en semejante ambiente de presiones. Eso quedó atrás. En las últimas semanas González estaba refugiado en la embajada de los Países Bajos, lo que restringía no solo sus movimientos y ponía en riesgo a su entorno, porque en tanto estuviese en Venezuela estaba dentro del rango del control del sistema represivo. Ahora González, que además es diplomático, puede ejecutar las acciones políticas a favor de la oposición con mayor seguridad y libertad. Y aquí viene el cambio más importante en el escenario. Con el asilo, cambia por completo el eje del debate.
El 29 de agosto se venció el periodo legal de 30 días para que Maduro muestre las actas. Sus aliados, Lula, Petro y López Obrador le compraron tiempo insistiendo en un tema que ya estaba agotado. Ahora el eje se corre de las actas al reconocimiento de la legitimidad de González. Ahora comienza otra etapa en la que los países deberán tomar partido y definir a quién consideran como presidente electo. Esto rompe por completo la estrategia de Brasil, Colombia y México y abre un debate jurídico y político más valioso que el que se armó en torno a las actas. Es más, la cuestión de las actas ya está saldada porque Maduro ya demostró no poder mostrar más que unos garabatos con el valor de un ticket de compra en un supermercado chino. La lucha por el reconocimiento de González nos lleva a un antecedente, el de Guaidó.
Guaidó fue reconocido en 2019 como presidente de Venezuela por 50 estados, lo cual sugiere una proyección importante para González, pero hay que hacer algunas aclaraciones para no igualar ambas situaciones. La primera es que Guaidó fue elegido por la Asamblea Nacional. Su elección fue producto de una lucha de poderes a partir del fraude de 2018 y no se le nombró presidente, sino que fue puesto al mando de un interinato. No estaba respaldado por el voto popular como en el caso de González y menos aún con un abrumador 67% de los sufragios. El presidente electo tiene a su favor al Tribunal Superior de Justicia nombrado en 2017 que funciona en el exilio y que podría proclamarlo ganador. Esto abre la puerta para un reconocimiento que supere a los 7 estados que hoy admiten su triunfo.
El acumular países que tomen a Edmundo González como presidente electo tiene una fecha de vencimiento. El 10 de enero de 2035 es la fecha prevista para la asunción del nuevo presidente. Deben decidir si es mejor dos presidentes en disputa que un dictador afirmado en el poder. Ese reconocimiento debe ser rápido y claro porque además Maduro ya acumula 47 estados que lo reconocen como ganador. Pero, aun más importante, es la consistencia de ese apoyo entre los países que rodean a Venezuela y sumar a los dubitativos.
Hay que recordar que Guaidó logró el apoyo de EEUU, de la mayor parte de los países de la Unión Europea y de América Latina, pero su reconocimiento estaba más ligado a la necesidad de ejercer una presión contra el chavismo que en una base electoral y legal fundamentada. Esa debilidad y la poca efectividad del gobierno de Guaidó hizo que su figura se fuera desdibujando y muchos de los gobiernos que lo habían reconocido retomaron el vínculo con el chavismo con el correr del tiempo. La elección de julio cambió ese escenario. Guaidó tuvo que huir de Venezuela acosado por el chavismo en abril y lo hizo por Colombia ayudado por Petro, que estuvo bien dispuesto a sacarlo. El interinato terminó de caer políticamente con el triunfo de Gonzalez y ya no es una figura gravitante.
Pero hay otra referencia que vale la pena recordar. Como parte del reconocimiento a Guaidó se ejecutó una maniobra de traspaso de las atribuciones para el manejo de los negocios externos de Venezuela a favor del presidente interino. No implicó un monto menor. Solo EEUU le privó al chavismo de activos por un total de U$S 32.000 millones. El mayor monto provino de la empresa petrolera CITGO que opera 3 refinerías y 5.000 estaciones de servicio en EEUU y estaba valuada en U$S 22.000 millones. Hoy, su valor se redujo a U$S 10.000 millones. En 2019, el entonces presiente Trump ordenó además retener otros activos por U$S 7.000 millones y U$S 11.000 millones en ingresos por la venta de petróleo que era intermediada por el sistema financiero de EEUU. De allí salió la idea del “bloqueo de EEUU” que utiliza el régimen.
El gobierno interino de Guaidó interpuso medidas para bloquear otros U$S 3.200 millones en activos líquidos en el resto del mundo y una orden de inmovilización de bienes inmuebles por U$S 8.000 millones. La capacidad de daño de un conflicto de poderes es inmensa. Esta interdicción incluyó 50 toneladas de oro depositadas en bancos de Inglaterra por un valor de 1.600 millones. La justicia británica rechazó el 30 de junio de 2023 un pedido de Maduro para recuperarlos alegando la falta de jurisdicción de Maduro. Lo mismo vale si se presenta un problema de reconocimiento en los organismos multilaterales. Por ejemplo, recién en septiembre de 2023 se liberó a instancias de México un fondo de U$S 3.000 millones que le había concedido la ONU a Venezuela para obras de saneamiento.
Otro caso similar es el rechazo a un pedido de Maduro por parte del FMI. En marzo de 2020 pidió un crédito por U$S 5.000 millones para hacerle frente a la pandemia. El organismo de crédito le contestó que no “hay claridad” sobre el reconocimiento del nuevo gobierno. Maduro no puede compensar esa ausencia de dinero con sus aliados. China aun le reclama U$S 10.000 millones de deuda por la compra de armas y manufacturas. Rusia puede darle rublos que sirven como anotadores. Irán le podría mandar riales, que son buenos para empapelar despachos.
Por otra parte, con un reconocimiento de González como autoridad legítima de Venezuela, el presidente electo podría disponer de una parte de los activos bloqueados y financiar cualquier modalidad de oposición. No sé cómo decirlo de una manera más elegante. Organizar y coordinar una oposición en la exterior demanda de mucho dinero y esa es una de las claves que está detrás del reconocimiento. No se trata solo de fantasear con aguas negras o bahías llenas de chanchos. La diplomacia necesita fondos para ejercerse con eficiencia. Incluso se puede especular que, de obtener una cantidad suficiente de países que lo reconocen como presidente legítimo en la región, podría pedir su reingreso a la OEA y desde allí invocar el TIAR con toda la gama de sanciones que contempla y que no se agotan solo en la intervención militar.
Lo que ganó la oposición fue espacio y tiempo, que se agotaba por la inminente detención de la plana mayor opositora. Con Edmundo González fuera del país, esa tarea va a estar siempre incompleta. En breve tendremos a Maduro agregando a Sun Tzu a su constelación de enemigos.
Luego hay que analizar el destino elegido. A diferencia de Guaidó, González no contó con el apoyo de EEUU para evadir la persecución del chavismo y no eligió, al menos por ahora, a ese país para iniciar un gobierno en el exilio. Son datos bastante relevantes. Atrapada en un proceso electoral enervante, EEUU sigue dejando espacios estratégicos vacíos a causa de su falta de iniciativa. Europa se hizo cargo de un asunto que Washington no pudo manejar hasta el momento. Incluso después de noviembre, no se sabe a qué juega EEUU. Biden está armando cajas, Harris no incluyó a Venezuela en un sitio relevante de su campaña y Trump lo usó para atacar a Harris. Es curioso que, en un país con la cuestión migratoria candente, no le presten atención a la nueva oleada de venezolanos que ya comenzó a dejar el país.
EEUU, aun siendo la primera potencia mundial, no logra frenar a Brasil, Colombia y México que, coligados, ejecutan una maniobra apoyada por sus adversarios globales. Solo el reconocimiento abierto de González y sanciones consistentes le harían recuperar el terreno perdido. Esa desatención no se explica por los intereses petroleros. Si bien es cierto que la norteamericana Chevron tiene proyectos activos en Venezuela, también los tiene España por medio de Repsol. Hay un mareo en la Casa Blanca que no logra revertirse y la deja siempre en posiciones reactivas.
España no parece el lugar ideal para que González despliegue su estrategia. El gobierno de Pedro Sánchez Castejón puede recibir presiones desde el interior de la alianza que lo sostiene. Desde Podemos, que es más chavista que una picana en el Helicoide, para que lo limite. Pero desde el lado opuesto, Ciudadanos se ha sumado al grupo que condenó el fraude de Maduro y hay que ver cómo actúan los grupos del PSOE. Si la suma de presiones limita la acción de González, el viaje será más parecido a una Isla de Santa Helena que a un gobierno en el exilio.
De todos modos, el presidente electo tiene la alternativa de cambiar su lugar de exilio en Europa y es allí en donde hay que ver si su salida de Venezuela fue producto de una acción coordinada de la diplomacia europea en la que España tuvo un rol temporario de Uber y Airbnb. Europa tiene suficiente peso en la economía venezolana como para ejercer una presión efectiva y la UE podría reemplazar a los EEUU en su momento de mareo estratégico. Latinoamérica debe juntar peso específico para sortear las maniobras retardantes de Brasil, México y Colombia.
Según la OEC, Europa es el mayor socio externo de Venezuela, con el 28% de sus intercambios. Le sigue China con el 16,3%. Turquía ocupa el 3° puesto con el 13.4% y EEUU el 4° con un 10,2%. Traducido en términos políticos, hay motivos para presionar. Irán y Rusia son irrelevantes. Dentro del comercio con Europa, España representa poco más del 40% de sus ventas a ese continente y los Países Bajos un 14,5%, los dos países a cargo de extraer a González de la dictadura. Le siguen Polonia, Italia y Francia. Juntos, suman una presión importante.
Brasil compra el 8,3% de las ventas externas venezolanas, Colombia un 2,3%, México, apenas algo más de un millón y medio de dólares. Como se ve, la suma de aliados no alcanza a compensar las pérdidas que ocasionaría un boicot europeo, de EEUU y de Latinoamérica opuesta a Maduro. En esas cifras reside el punto débil de la dictadura chavista y en la habilidad de González para enrolar los apoyos para gatillar los mecanismos para explotarlo está una de las esperanzas de la oposición. Escondido en una embajada o preso, no podría hacerlo.
En donde algunos creen que hubo una victoria de Maduro, otros ven como la oposición amplió su rango de acción y quebró un status quo que favorecía a la dictadura al darle el tiempo para resistir las presiones e ir encerrando a los opositores. Edmundo Gonzales estaba en la lista.
Del enfoque elegido depende la utilidad de seguir resistiendo. La propaganda de Maduro lo sabe y ya comenzó a desplegar su artillería para bombardear con pesimismo a sus detractores dentro y fuera de Venezuela. Necesitan vender una derrota ajena para no admitir la propia. El resultado de la estrategia de la oposición venezolana depende del apoyo externo y la persistencia de su resistencia. El enfoque que adopten las audiencias frente a esta instancia va a ser decisivo. No se trata de optimismo, sino de entender y apoyar el proceso completo. El viaje de González a Europa rompió el proceso de asentamiento de Maduro en el poder y abrió el juego al exterior. El juego de las actas se terminó y comienza el de la diplomacia. Corina Machado, cuida el frente interno. Nada está terminado hasta que está terminado.
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