Por Ignacio Montes de Oca
El arresto en Francia de Pavel Durov, el dueño de Telegram, desató debates sobre la libertad de prensa en las redes. Pero en realidad nada es lo que parece y un trasfondo de geopolítica, espionaje, los dedos del Kremlin y una doble vara que merece ser analizada.
Empecemos por contar quién es Pavel Durov. El empresario tecnológico nacido en San Petersburgo comenzó a ser famoso luego de crear en 2006 junto a su hermano Nikolai la red social VKontkte, el equivalente al Facebook en Rusia. Poco años después, empezaron los problemas. Los inversores originales de VK, Viacheslav Mirilashvili y Lev Leviev, le vendieron su participación conjunta del 48% al oligarca ruso Ilya Scherbovic, dueño de United Capital Partners (UCP). El nuevo accionista, quería controlar la compañía y se lanzó contra los Pavel. Pavel ya había creado Telegram en 2013 y Scherbovic lo presionó para quedarse con el control del nuevo emprendimiento, alegando que había sido creado mientras los hermanos trabajaban en VK. En ese momento, entró en escena el oligarca Alisher Ustanov en auxilio de Pavel.
El uzbeko Ustanov es el 3° hombre más rico de Rusia y uno de “los 9”, el club de millonarios más cercanos a Putin. Su fortuna procede del negocio minero ruso y sus inversiones en telecomunicaciones. Una de sus empresas es Mail.ru, que poseía una parte de las acciones de VK.
El otro gran accionista de VK es otro oligarca y socio de Ustanov, Iván Tavrin, dueño de MEgaFon, que maneja un cuarto del mercado de servicios para celulares de Rusia. Pavel le vendió en 2014 su 12% de participación en VK a Ustanov. Con Tavrin sumaron el 52% de las acciones. De ese modo pasaron a controlar VK y Scherbovic fue forzado a vender la participación de UCP en VK a Mail.ru en 1.470 millones de dólares y Ustanov junto a Tavrin se quedó con el manejo total. Una de sus primeras decisiones fue nombrar a Pavel Durov CEO de la empresa.
La demanda contra Durov por la propiedad de Telegram fue retirada y Ustanov lo siguió apoyando en su negocio. Hasta aquí la historia comercial y es hora de adentrarse en la parte más política de la vida de Durov, que explica el arresto en Francia. Tenemos que ir ahora a Dubai.
Durov se fue de Rusia tras un intento de secuestro encargado por Scherbovic cuando negociaban la propiedad de Telegram. Había tenido la precaución de registrar la controlante de la empresa de mensajería en el Reino Unido en 2014 para evitar caer en los laberintos de la justicia rusa.
En la actualidad, la dueña de la aplicación es Telegram FZ-LLC integrada por capitales del Reino Unido y los Emiratos Árabes Unidos. El control se ejerce desde la capital emiratí, Dubái, y tiene filiales en Rusia y EEUU. En principio, está fuera del alcance del Kremlin.
Durov se instaló en Dubái en 2017 para dedicarse a Telegram, pero nunca dejó de tener un nexo con el gobierno ruso a través de Ustanov, a quien le vendió su parte de VK en U$S 1.400 millones. El crecimiento de la aplicación lo volvió a poner en la mira del Kremlin en 2011.
Durov resistió la orden del gobierno para bloquear grupos ucranianos ligados al Euromaidán. En 2014 tuvo que renunciar a su cargo en VK y dejar Rusia. Compró la ciudadanía de una isla caribeña llama San Cristóbal y Nieves y comenzó a migrar su residencia cada dos o tres meses.
Desde 2012 el Roskomnadzor, la autoridad de telecomunicaciones del estado ruso comenzó a exigirle a Durov que inscriba a Telegram dentro de Registro de Distribuidores de Información en Internet. Durov se negó al principio y tenía motivos comerciales para hacerlo. El registro del Roskomnadzor era una fachada para el FSB, el servicio secreto ruso, que en julio de 2017 pidió sin disimulo las claves para descifrar los mensajes de los usuarios. Telegram vendía un servicio que, se suponía, ponía a salvo los mensajes de las miradas ajenas. El FSB le exigía a Durov que entregara el acceso a Telegram con el argumento que era necesario “monitorear” riesgos para la seguridad rusa provenientes de grupos terroristas o del crimen organizado, además del tráfico ilegal de todo tipo. Lo mismo que Francia, pero sin charme.
Había algo en lo que estaban acertados tanto Francia como Rusia. La regulación interna de Telegram era más relajada que en aplicaciones de la competencia y entre sus usuarios habían empezado a proliferar grupos dedicados al narcotráfico, la pedofilia, la trata y otros delitos.
Al creador de Telegram no le valió ni la amistad con Ustanov ni el ser una empresa extranjera. La presión del Kremlin creció hasta que en abril de 2018 una corte de Moscú ordenó bloquear el uso de Telegram en todo el territorio ruso. Durov resistió por dos años. Aunque alegaba defender el derecho a la intimidad, el motivo de la resistencia de Durov era simplemente empresario. Su negocio dependía de vender la fortaleza de su encriptación y un acuerdo con el Kremlin podía arruinar la estrategia de marketing elaborada durante años por Telegram.
La recompensa que recibió de Rusia fue inmediata. Moscú comenzó a hostigar a WhatsApp y a Facebook en su territorio y a restringir su uso. Aquello favorecía a Ustanov y Durov por igual porque les ampliaba su mercado. Al FSB, le favorecía hacer foco en el control.
En junio de 2020 el gobierno ruso anunció que se iba a desbloquear el acceso a Telegram. Queda claro que el FSB había obtenido lo que buscaba. La decisión del Kremlin no tuvo tanta repercusión como el bloqueo, y Telegram siguió creciendo pese a un arreglo en las sombras.
Una investigación de la revista Wired dio más motivos para dudar de la transparencia de Telegram. En junio de 2023 publicó una nota contando como la opositora Marina Matsapulina del Partido Libertario de Rusia, comprobó el control del FSB sobre Telegram. Matsapulina había organizado una protesta en San Petersburgo contra la invasión a Ucrania usando los “canales secretos” de Telegram y 9 días después fue arrestada junto a todos los que participaron de esos chats. Un agente del FSB, le dijo que habían leído todos sus mensajes.
Un año antes de este incidente, la empresa había eliminado 256.000 “materiales prohibidos”. La colaboración con el gobierno ruso quedaba en evidencia y los principios de independencia y o injerencia gubernamental ya eran parte del pasado de Telegram.
Durov no necesitaba una intervención estatal ni podía decir que no monitoreaba a sus usuarios. En enero de 2020, canceló en masa a los grupos trumpistas que llamaban a la toma del capitolio y su intervención quedó documentada en una carta del Congreso de los EEUU. Ese permiso y acción era el mismo pedía Francia. Y no fueron los únicos, la falta de colaboración para frenar grupos políticos radicales y trafico ilegales llevó a la prohibición de Telegram en China en 2015, en Pakistán en 2017 y en Irán en 2018.
En contraposición, Telegram restringió su servicio en momentos clave. Sucedió en Cuba durante las protestas de julio de 2021 y en Tailandia en las de 2020. Pero en 2023 resistió a la justicia brasilera cuando se le pidió que colabore en una investigación sobre grupos neonazis.
Francia, y el resto de los países, ya sabían que Telegram era la “red rusa” y que se mostraba irreductible frente a los intentos de intromisión de algunos gobiernos, pero accesible frente a los pedidos del FSB. Como sucedió con Assange, la doble vara de Durov era ostensible. No era una acusación en el aire. Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania los grupos pro-Putin, algunos de ellos directamente vinculados al FSB, usaron Telegram como plataforma para sus menajes internos y para la propaganda externa que difundió el Kremlin.
Telegram es el origen de muchas de las acciones de propaganda rusa, sea que se trate de acciones contra la reputación de adversarios del Kremlin, de misiles rusos que matan civiles y son travestidos en ucranianos o para informar pérdidas fantasiosamente catastróficas de Ucrania.
Esa preferencia por encima de otros servicios de mensajería se hacía a sabiendas de que el servicio secreto ruso tenía acceso total al servicio y que se les garantizaba una mayor seguridad que otras redes de origen occidental que actuaban en espejo a Telegram. Allí reside otro motivo que nos devuelve a Francia y es el uso de Telegram como arma geopolítica. Y a una revancha que los franceses se están tomando por el desplazamiento que sufren en África a manos de Rusia y sus aliados locales. Tiempo de ampliar la mira sobre el asunto.
Francia pedía a Durov que, como mínimo, restringiera el uso de Telegram por parte de los grupos que, asociados con Rusia, operaban en el Sahel y que condujeron a su retiro de Mali, Niger y Burkina Faso mediante una campaña de propaganda que favorecía el avance de Moscú.
Como máximo, le pedían el mismo acceso dado al FSB para identificar y neutralizar a esos mismos grupos y a los conatos de terrorismo que podrían estar actuando contra los intereses franceses en su territorio. Durov volvió a gritar “¡Liberté, égalité, fraternité!”
Hace tiempo que se sabe que grupos como el ISIS prefieren Telegram por sentirse a salvo de la mirada de la mayor parte de los gobiernos de diferente signo. Por eso Francia le pidió a Durov su cooperación durante años y el proceso judicial consecuente al negarse a prestarla.
Durov ahora es acusado de complicidad al rehusarse a colaborar para combatir crímenes tales como el tráfico de drogas, delitos contra menores, fraude con criptomonedas, apología del terrorismo y blanqueo de dinero ilícito. Entre todos, suman al menos 20 años de cárcel.
La contracara de Telegram era Meta, la empresa de Zuckerberg dueña de Facebook y WhatsApp. Sucede que Meta llevó adelante campañas constantes para identificar y expulsar grupos prorrusos de sus aplicaciones, particularmente los que operan como milicia digital de Moscú.
Durov lleva tiempo sin criticar a Putin. Sí lo hace con el gobierno de EEUU. En una entrevista con Tucker Carlson en abril acusó a Washington de querer infiltrar su red. La pregunta de Carlson sobre la presión del FSB se atoró en la lencería comprada en su última visita intima a Moscú.
El enojo de Durov tiene que ver también con una decisión del SEC, la autoridad bursátil, que en 2017 le prohibió comercializar su criptomoneda “Gram” en EEUU y el hecho de que allí no logra pisar fuerte. Telegram tiene 26 millones de usuarios en EEUU, el 2,6% de su total de clientes. Esa falta de presencia en uno de los mercados más grandes y lucrativos podría haberse solucionado de haber aceptado inversores estadounidenses que le ofrecieron capitalizar Telegram y elevar su valor de la empresa en U$S 20.000 millones. Durov los rechazó.
Los mayores inversores de Telegram, valuada en unos U$S 30.000 millones de dólares son, en orden de aportes, los fondos Mubadala, Manta Ray Ventures, Oyster Ventures, Ark Fund y BCS Capital. Mubadala es un fondo de Abu Dabi con inversiones por U$S 3.7 billones en 45 proyectos en Rusia.
La explicación más plausible para el dislate financiero de rechazar capitales para facilitar su ingreso a EEUU es que Durov ya tiene un socio o un controlante que impide el ingreso de otros nuevos. Elijan la opción que prefieran. Quizás ahora tenga un socio nuevo en Francia.
Mas allá del marketing y los detalles tecnológicos, queda claro que las redes sociales cumplen un rol estratégico y que cada país y bando opta por aliarse con determinadas empresas. Esto ocurre más allá del idealismo en los debates ¡Esto es Esparta!… pero con ropaje hípster.
Francia tenía un as en la manga, quedó a la vista con la detención de Durov. El embajador ruso en Paris intentó interceder a favor del dueño de Telegram por tratarse de un ciudadano de su país. La justicia rechazó el pedido informándole que Durov también es francés. La vocera del gobierno ruso, María Zakharova, ratificó la negativa de la justicia francesa. El boletín oficial de Francia del 24 de abril de 2021 confirma que Durov había recibido la ciudadanía francesa. Veamos ahora que implica a detención del dueño de Telegram.
De inmediato las usinas rusas comenzaron una campaña de propaganda a favor de la liberación de Durov con consignas de defensa de la libertad de expresión, algo tan lejano a Rusia como lo es la línea del Ecuador. Había algo de desesperación y tenían motivo para ello. De acuerdo con Wired, Telegram guarda registros de al menos una década de antigüedad con todos los mensajes de sus usuarios. Además, su programación permite ubicarlos con una precisión aproximada de un metro. Es un tesoro para cualquier agencia de inteligencia. Acceder a ese historial podría permitir la desarticulación de algunas redes de la inteligencia rusa junto a sus colaboradores en cada estado y, en caso de ser compartida, sería un insumo estratégico de enorme utilidad tanto para Ucrania como para Francia en el Sahel. También, generar otra catástrofe para la propaganda rusa al dejar expuestos los mecanismos que usa para influir a la opinión pública de Occidente o a los políticos que forman parte de la red de rublos de ojos celestes que, desde una impostura independiente, se integran al coro del Kremlin.
Cerremos con una incógnita y es la torpeza de Durov al viajar a Francia. Días antes y según la prensa, se había frustrado una reunión con Putin. De allí que haya circulado el rumor de que Durov se había entregado arrinconado por la presión coligada de Moscú y Occidente. Es extraño que un personaje con recursos financieros inmensos y acostumbrado a ser un nómade desde 2014 no haya percibido del peligro que implicaba viajar a Francia, en donde sabía que le aguardaba un proceso judicial y al menos un paso por la sala de interrogatorios.
Por ahora no hay forma de resolver esa incógnita. Si surgen en breve noticias de la caída repentina de agentes rusos en Francia, es posible que la respuesta esté a favor de una entrega programada. Si Telegram cambia sus políticas de tolerancia a determinados grupos, será corroborada.
Telegram reparte su público en un 38% en Asia, 27% en Europa, 21% en América Latina y 8% en África. WhatsApp dobla en cantidad de usuarios a Telegram, pero la red de Durov la supera en número de descargas. El botín en términos de influencia es gigantesco y las potencias lo saben.
Un dato adicional que es importante: el gobernó ruso ordenó a sus funcionarios que borren sus menajes en Telegram de inmediato. Se busca minimizar riesgos por si Durov se quiebra o si llegó a Francia con ganas de terminar su acto de equilibrismo entre los bandos en pugna. Es por eso que el debate sobre la libertad de expresión o si Durov toleraba redes de pedofilia, tráfico de diversa naturaleza o la actividad de la propaganda a favor de las invasiones, es solo la superficie de un asunto mucho más complejo.
PS: es muy sano el debate sobre la libertad de expresión e incluso las protestas ante los arrestos arbitrarios. Más aún si es entre los que rechazan detenciones como la de Matsapulina en San Petersburgo y los que reclaman por el creador de la aplicación que la condujo a la cárcel.
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