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Ignacio Montes de Oca

El conflicto en Siria trae más actores: Turquía, las potencias sunitas, los intereses europeos, la incógnita de los EEUU y el rol que podrían tener Rusia e Irán en el futuro.


Por Ignacio Montes de Oca

 

El nuevo gobierno sirio hace equilibrio entre las demandas internas, las presiones turcas y la presencia de fuerzas israelíes, rusas y estadounidenses en su territorio. que condicionan sus decisiones. Siria no es solo un conflicto interno, es además territorio de disputas externas. El día anterior a la Navidad, el Ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Hakan Fidan, hizo una visita sorpresiva a la capital de los Emiratos Árabes Unidos. Queda claro que Ankara y las coronas petroleras están coordinando para hacerse cargo del futuro de Siria. La gira de Fidan continuó en Arabia Saudita, que prometió fondos para asistir a Siria. Y lo mismo hicieron los enviados de Qatar y Jordania que viajaron a Damasco para hacer promesas de respaldo político y financiero similares. Turquía teje estos acuerdos en las sombras.

No fue casualidad que el Gobierno de Turquía organizara el 24 de diciembre una manifestación multitudinaria en la capital del país. El slogan fue: “Ayer, Sofía, Hoy, Damasco. Mañana, Jerusalén”. Erdogan no oculta más su apetencia por el control de Medio Oriente. Las potencias sunitas, es decir, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, comprometieron su apoyo a la reconstrucción de Siria. Lo hicieron luego de la mediación de Erdogan. También Qatar, que se alejó de Irán para acercarse a esta iniciativa. Curiosamente, lo que se suponía que eran enemigos, por un lado, las coronas Saudita y emiratíes, y por el otro la de Catar, empiezan a reencontrarse gracias a Siria. Estos países se sumaron a coalición para participar en el apoyo al nuevo Gobierno sirio y sus necesidades económicas.

Luego de abandonar su rol de mediador entre Irán y Hamas por un lado e Israel y Occidente por el otro por la cuestión de los rehenes y Gaza, los cataríes acentuaron su alejamiento de Teherán al expulsar a la dirigencia de Hamas. Hay mucho gas con explicación. Como aliado de Irán, Al Asad nunca había permitido avanzar en la construcción de un gasoducto que llevaría el gas catarí a Europa a través de Siria y Turquía. Habilitar esta ruta afecta a Rusia y su necesidad de seguir extorsionando a los europeos con la entrega de gas. Con el terreno despejado en Siria, ahora Turquía puede traer el gas desde la mayor reserva del mundo en manos de Catar para vendérsela Europa. Y le suma, además, la oferta del Gas de Azerbaiyán. Y de paso, evitan la amenaza de los hutíes proiraníes en el Mar Rojo.

En sincronía, el nuevo Gobierno del HTS se apuró para firmar con Turquía un acuerdo de delimitación de las fronteras marítimas. Esta nueva traza favorece los planes de Turquía para hacerse con el control de la ruta desde el Mediterráneo. Erdogan no da puntada sin hilo.



No es casual tampoco el arribo de un buque con 2.2 millones de barriles de petróleo de Qatar a Siria para abastecer a las centrales térmicas que abastecen de energía a las ciudades sirias. Hoy los sunitas están apurando para cubrir las necesidades de la población siria.

El acercamiento del nuevo gobierno sirio con Turquía inevitablemente conduce a una confrontación con Israel. Erdogan quiere convertirse en el nuevo padrino de los palestinos y, mientras tanto, sigue horadando la influencia de Irán sobre ese pueblo. La mudanza de la dirigencia de Hamas desde Qatar a Turquía le quita a Irán parte de su influencia sobre Gaza y Cisjordania. Además de su faceta terrorista ese grupo tiene su ascendiente sobre muchos palestinos de ambos territorios a expensas de Teherán. Las rutas que abastecen a Hezbollah en el sur de Siria y el Líbano ya están completamente amputadas. Y lo que no puede ser cortado está ocupado por Israel, que sigue manifestando su preocupación por el rumbo que pudiera tener el nuevo gobierno en Siria.

Israel descree de los llamados de Al Golani a la paz, a la tolerancia religiosa y desconfía del acercamiento con Turquía. Es por eso que, desde la caída de Al Assad no haya dejado de avanzar sobre el territorio sirio excusándose en cuestiones de seguridad. Quizás es por eso que comienzan a haber problemas con la ocupación israelí. Ayer, los habitantes de Quneitra se manifestaron en contra de las tropas israelíes y hubo incidentes. Cinco habitantes sirios fueron heridos cuando las israelíes abrieron fuego. El nuevo Gobierno sirio ahogó cualquier posibilidad de un gobierno druso en el sur y le reclamó a Israel que se retire de su territorio respaldado por las cancillerías de las coronas petroleras y Turquía. No quieren que la ocupación iraní sea reemplazada por una israelí.

No obstante, Al Golani sabe que no es el momento para enfrentarse con Israel. Menos aún porque no pudo heredar las fuerzas convencionales de Al Assad como consecuencia de los ataques de Israel. Sus fuerzas son una milicia que apenas pudo con el debilitado ejército sirio.



Tampoco pudo heredar a las fuerzas de Hezbollah. Al Golani puede mostrar tolerancia con los diferentes grupos dentro de Siria, incluyendo los católicos y los alauitas, pero la distancia ideológica y religiosa con los chiitas patrocinados por Irán es demasiado grande.

Derrotar a las fuerzas de Al Assad es un logro político muy grande, pero en lo militar no es tan significativo como para decir que ha formado una fuerza capaz de enfrentar a Turquía o Israel. Y, por lo tanto, de buscar apoyos externos para el futuro.

Por una cuestión ideológica, religiosa o de muta aversión, queda claro que acercarse a Israel es por ahora imposible. Y la conjunción de una situación económica desastrosa y la amenaza en el norte hace que la elección de ir hacia Turquía no sea muy complicada.

Esas diferencias hacen que tampoco pueda acordar con EEUU, por lo menos por encima del mostrador. Washington ya hizo un gesto al dejar de publicar en la lista de los buscados por el FBI al líder del HTS y dejar de ofrecer una recompensa de 10 millones por su entrega. Pero EEUU no quiere contrariar a Israel y de momento no puede abandonar a los kurdos y dejarlos librados a su suerte. Queda claro que el control del 40% del territorio sirio por parte de los kurdos desafía a Al Golani y que la presencia de EEUU frena cualquier objeción a esa presencia.

Al mismo tiempo, el Gobierno sirio intenta conjurar conflictos. Mientras los kurdos y los pro turcos se pelean en el Norte, hizo un llamado para que todas las milicias se integren dentro de un nuevo Ejército sirio. Es un claro intento para cerrar frentes de batalla.



Esto incluiría también a los kurdos y las Fuerzas Democráticas Sirias. Al Golani intenta atraer a los kurdos del FDS con alguna fórmula que le permita evadir la influencia de Estados Unidos. Pero eso implica un problema bastante complicado con Erdogan.

Por otra parte, Estados Unidos es socio de Turquía en la OTAN y una confrontación entre ambos en terreno sirio no es una fantasía. Los soldados de Estados Unidos movilizaron sus fuerzas en las regiones fronterizas con Turquía para demostrar su voluntad de defender a los kurdos. Las fuerzas pro-turcas de El Ejército Nacional sirio no dejaron de atacar a los kurdos desde que se inició la ofensiva contra Al Assad. Sin embargo, el FDS a pesar de algunos retrocesos iniciales, pasó a la contraofensiva y retomó territorios que había perdido. El FDS, es demasiado poderoso como para que pueda ser derrotado por los turcos y sus milicias. Esto es algo que Al Golani sabe. Incluso si Trump decidiera otra vez abandonar a los kurdos, sería un oponente demasiado poderoso y prolongaría la guerra interna.

Fidan, en el Ministro de Relaciones Exteriores turco, hizo una amenaza directa contra Damasco al decir que “Si abordan esta situación de forma adecuada, entonces no habrá motivos para que intervengamos”. Se refiere a la existencia de una entidad kurda en Siria. El HTS por ahora intenta no quedar atrapado en esa pinza. Y, además, quiere acceder por lo menos a una parte de la riqueza petrolera gasífera y de fosfatos que controló los kurdos a partir de sus avances tras la caída de Al Assad. Por ahora lo está intentando por las buenas.

Por otra parte, lograr algún tipo de acuerdo con los kurdos le permitiría un contrapeso con los turcos. No obstante, esto implica un equilibrio muy delicado porque si Turquía se enfrenta con el Gobierno del HTS podría iniciar otra fase del conflicto interno. Para Erdogan se trata de una mera cuestión política. Poner a la región de Rojava bajo el paraguas del nuevo gobierno sirio implicaría que ya no existe el peligro de una República independiente kurda. Ese es uno de los grandes temores que tiene Turquía para el futuro.

Lo que debe lograr el nuevo gobierno sirio es poner a los kurdos bajo su gobierno y garantizarles a los turcos que el Rojava no va a ser utilizado para ataques terroristas contra su territorio. Pero también darle garantías a los kurdos de que no van a ser atacados por Turquía. Los kurdos saben que por su peso militar negocian desde una posición de fuerza y a su vez le dieron un ultimátum a Turquía para que abandone la franja de tierra siria que controla en el norte de Rojava. El HTS es incapaz de mediar o resolver esta disputa.

Al Golani tiene que hacer frente a más desafíos. Putin sigue presionando para que le permitan mantener a sus bases en su territorio. En 20 días vence el ultimátum y habrá que ver si se acordó la permanencia o deberá proceder a la expulsión con todo lo que esto implica. Rusia prometió un festival de granos gratuitos si le permiten quedarse en Siria. Ucrania ofreció cubrir ese faltante.  Todo ese grano, el ruso y el ucraniano, deberá pasar por el Bósforo y Erdogán sería el árbitro. Siria es una versión moderna de Casablanca.

Irán, aunque debilitada, tampoco está totalmente fuera de Siria. Las protestas de los alauitas en la zona costera y los alrededores de la ciudad de Homs parecían indicar que los iraníes también buscan encontrar las formas de presionar a su favor alentando la inestabilidad.

Da la impresión de que Al Golani se convirtió en un equilibrista de la cuerda floja. Pero hay que advertir también que está teniendo algunos logros. Y aquí hay que hablar de la interna dentro de las corrientes del mundo musulmán. Hubo un movimiento muy interesante en el último mes. Turquía, los saudíes, los emiratíes y los cataríes, todos ellos sunitas, parecen haber encontrado en Siria un motivo para acercarse. Además de una ruta para los hidrocarburos, pareciera que hay intenciones de construir una opción política para Medio Oriente. Un punto crucial es que ese acercamiento se logró sin la gestión de las grandes potencias. Ni siquiera China, que apostó a un pleno a favor de Al Assad, puedo capitalizar esta situación. El sunismo puede perfilarse como un polo de poder alternativo en el campo regional.

Todos están interesados en darle un final a la influencia de Irán en Siria y el Líbano. En su momento de mayor debilidad, Irán tiene que aceptar las circunstancias sin poder oponerse. Hay signos de un debilitamiento de los iraníes que va mucho más allá del campo militar. Irán entró una fase de cortes programados de energía eléctrica porque ya no puede producir suficiente fluido como para abastecer a sus ciudades y tuvo que relajar su política de uso de velos. Los reveses en la guerra expusieron el estado terminal de su economía. Irán sabe que sus derrotas frente a Israel y los países occidentales que lo respaldaron es un golpe durísimo para su público interno. La promesa de una yihad victoriosa parece haber quedado en el pasado. En su lugar, los iraníes afrontan una crisis económica profunda.

Tal es su debilidad que el nuevo gobierno sirio informó que iniciará una acción legal para reclamarle a Irán 3.000 millones de dólares por los daños ocasionados por su presencia en su territorio. Y esto no es solamente una cuestión judicial, tiene implicancias a futuro. El gobierno sirio, patrocinado por los sunitas, podría usar este recurso para reclamar compensaciones que sus apoderados podrían apoyar y sumarlas a las sanciones que ya tiene Irán por parte de EEUU y la Unión Europea. Esto podría acelerar el deterioro del régimen teocrático iraní.



Hay otras señales del debilitamiento iraní. Mientras, los aviones israelíes y norteamericanos atacaban posiciones estratégicas de los hutíes, se desencadenó otra ofensiva en el territorio de Yemen desde el sur y desde el este. Y en los actores está el detalle. Hoy el ataque desde el Este fue hecho por el Ejército yemenita, respaldado por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y otros países sunitas. Y el del Sur fue adelante por el Consejo de transición del Sur, una milicia separatista apoyada por sauditas y emiratíes. De contar con un poder intacto, Irán hubiese ordenado una represalia contra las refinerías de los países petroleros, como ya lo hizo en el pasado. En lugar de eso, los hutíes reaccionaron lanzando misiles balísticos contra Israel. Esta vez, se cuidaron de no atacar a los sunitas.

Hay que señalar que Hezbollah también dejó de lanzar ataques masivos contra Israel. El corte de la ruta de suministros a través de Siria parecerá haber surtido efecto. Ahora todos se le animan a Irán. La pérdida de Siria fue un golpe absolutamente devastador para Teherán. Rusia firmará el 18 de enero un nuevo acuerdo de defensa mutua con Irán, justo el día anterior a la asunción de Trump. La esperanza de ambos es que el nuevo presidente de EEUU fuerce una tregua en Ucrania para que Putin pueda recuperar su ímpetu militar en Medio Oriente. Es probable que Trump busque un nuevo equilibrio en esa región parándose en Israel y negociando con Putin un nuevo status quo deje de lado a chinos, europeos y sunitas y con la promesa rusa de controlar a su socio iraní. Es lo que hizo en su primer mandato.



Es una jugada muy arriesgada porque Trump no parece haber notado los cambios profundos en el mapa estratégico: Turquía ya no es un actor manipulable con la provisión de elementos militares y ahora Europa depende del gas que llega por su territorio para evitar la extorsión rusa. Turquía se volvió más importante para los europeos también por la cuestión migratoria y porque controla el Mar Negro, que a su vez administra un conflicto existencial en Ucrania por el control del paso al Mediterráneo que pone a Putin en una encrucijada estratégica.

Los sunitas ya conocen los efectos de los “repliegues” militares de Trump. A partir de ellos Irán tomó el control de Irak y Siria y con Rusia consolidaron su presencia en Medio Oriente. Y presenciaron el derrape fundamentalista en Afganistán a partir de los acuerdos de Doha. En perspectiva, la evolución de la crisis Siria cambió por completo el panorama de poder en todo Medio Oriente. En Siria se está jugando también quiénes ejercen el liderazgo y las coaliciones que se harán cargo del mundo islámico en el Medio Oriente en el futuro.

Siria se convirtió en un experimento para toda la región. La salida elegida para esta guerra civil va a influir también en la que se adopte en otras similares, como en el Líbano, en Irak, Libia o Yemen. Casi podría decirse que va a influir sobre todos los conflictos en el área musulmana. El tipo de gobierno que se adopte y su vínculo con las minorías, los apoyos externos que recibe, tanto si son de Occidente como de otros países musulmanes, e incluso a la facción musulmana que prevalece, son parte de un menú de opciones que hoy se están poniendo a prueba en Siria. Inclusive puede afirmarse que también se está jugando el peso que tendría Irán y también Rusia y China dentro de la resolución de conflictos. Nunca se trató solamente de Siria, sino de un movimiento que es mucho más profundo de lo que se aprecia en una mirada superficial.

Y la fórmula de gobierno que está ofreciendo Al Golani tiene que ver mucho con lo que propone también Turquía: un gobierno preeminentemente musulmán, pero que pueda contener dentro de su territorio a otras minorías siempre y cuando se sometan al poder central. La “salida turca” propone darle un fin al yihadismo de los chiitas de Irán, una expansión que también quieren los salafistas del HTS, pero que de la mano de las dependencias creadas por la coalición sunita puede ser puesta bajo control sin amenazar a sus territorios.

Esta fórmula parece mucho más seductora que un derrape fundamentalista que conduzca a un régimen como el de Afganistán. A su vez, lo hace mucho más aceptable para los países europeos que van a tener que aceptar el gas que tiene que atravesar ese territorio. Europa es el gran actor escondido detrás de todo este escenario. Van Der Leyden acordó con Turquía un fondo especial de 1.000 millones de dólares para iniciar la repatriación de refugiados sirios. Gas y migraciones son los principales motivos para este acercamiento.

Probablemente esa necesidad de acercarse con Europa explique la tolerancia que está mostrando el Gobierno sirio con las minorías cristianas. Es la hipótesis más eficaz para entender por qué alguien que viene de Al Qaeda decidió alejarse del fundamentalismo. Recordemos que Turquía no es parte de la Unión Europea, pero que es la gran puerta de entrada para las corrientes migratorias que vienen desde Siria y otros países de la esfera musulmana. Sutilmente Europa fue maniobrando para ir acercándose al nuevo Gobierno del HTS. Europa parece estar buscando aliados para resolver la cuestión de la inmigración ilegal. Encontrar socios dentro del mundo musulmán podría ser la salida que está buscando para una situación que tiene un peso formidable en la política interna de algunos países.

También parece ser el camino para encontrar una personalidad propia en las Relaciones Exteriores. Ir a acercarse al HTS le da autonomía respecto a la próxima administración de los Estados Unidos en medio de rumores de divorcio político y Siria es otro motivo de alejamiento.



Trump dijo que “Siria es un desastre, pero no es nuestro amigo, y EEUU no debería tener nada que ver con ello”, además de presagiar un repliegue como el que ordenó en Afganistán, sugiere que el próximo inquilino de la Casa Blanca se ausentará políticamente. En realidad, quiere ausentarse de Siria, pero no tanto. Porque prometió un apoyo absoluto hacia Israel, que a su vez es parte inseparable de esta misma crisis. Lo que queda claro es que no va a apoyar de ninguna manera el nuevo gobierno sirio ni promoverá su estabilidad.

En marzo de 2019 Trump reconoció la anexión unilateral de los territorios sirios de los Altos del Golán por parte de Israel. Es muy poco probable que contribuya a calmar las aguas con un reclamo a Israel para que se repliegue de los nuevos territorios ocupados. En la medida que Turquía y el sunismo aumenten su peso en Siria, esa presencia israelí en la zona del Golán puede conducir a un conflicto mayor amplificado por la necesidad de poner bajo su control el remanente del poder iraní en la zona. El choque es inevitable. Los sunitas tampoco ven con agrado el apoyo irrestricto de Trump a Israel ni a los fundamentalistas del gabinete de Netanyahu que se niegan a negociar la salida de los Dos Estados. Y allí vuelven a coincidir con los europeos en el pedido para una negociación sobre ese tema.

Este podría ser otro motivo para que los europeos hayan evadido una demonización del nuevo Gobierno sirio y para acercarse a los países de Medio Oriente que resultan vitales para evitar seguir expuestos a nivel energético frente a Washington o Moscú. Más aún si se avecina una disputa con los EEUU por la confluencia de Trump con Putin respecto a Ucrania, bien vale acercarse tanto a Turquía como las coronas petroleras para resolver más de una dependencia, y en particular la que tienen en lo militar y en la provisión de energía.

Es por eso que Kaja Kallas, la jefa de la diplomacia europea, anticipó que va a reabrir la embajada en Damasco cerrada a raíz de la represión interna que ordenó al Assad. Dijo que “no podemos dejar un vacío en Siria. Tenemos que evitar los errores que cometimos en Libia y Afganistán”. La Unión Europea inclusive podría levantar las sanciones que regían contra Siria, instauradas durante el régimen anterior. En Siria están confluyendo entonces tanto los deseos y necesidades europeas como la de las diferentes facciones del sunismo.

Vamos a cerrar con un dato que es muy importante y es que al mismo tiempo la Unión Europea pareciera estar alejándose de Israel. La condena al método elegido por Netanyahu para responder al 7 de octubre es el centro de los cuestionamientos de los europeos. Francia y Gran bretaña impusieron un embargo de elementos y tecnologías militares a Israel con idéntico motivo. Detrás, hay un deseo de recuperar su influencia en Medio Oriente. Recordemos que Siria, El Líbano, Jordania e Irak fueron sus colonias tras la caída del imperio otomano. El cierre de la Embajada de Israel en Irlanda no es un dato menor. Noruega y España también se enfrentaron con Israel por el reconocimiento del Estado palestino. Ese empeoramiento en las relaciones coincide con el deterioro en el vínculo entre turcos e israelíes.



Polonia avisó que detendrá a Netanyahu si pisa su territorio, para hacer valer la orden de detención de la CPI por acusaciones de genocidio. Varsovia tiene un acuerdo de provisión de tanques y otro material militar desde Turquía y las piezas comienzan a encajar con precisión. Alemania es la única de las potencias europeas que sigue apoyando a Israel. Luego de EEUU es su mayor proveedor militar. Habrá que ver qué sucede tras las elecciones de febrero y si Berlín persistirá en ese apoyo o se alineará con el resto de Europa. El gas es un motivo para la duda.

Todos los movimientos que se producen a partir del cambio de gobierno en Siria tienen algún vínculo con el exterior. Es por eso que más allá de enumerar a las facciones que está en disputa, es importante empezar a ver que hacen las diferentes potencias dentro del conflicto. Estos cambios siguen en curso y habrá que ver como impacta una ofensiva turca sobre los kurdos para terminar de delinear el mapa de poder sirio. De allí resultará un ganador que determinará el grado de autonomía del HTS para sostenerse en el poder y su agenda interna.

Los sunitas y Europa encontraron una vía para hacer un juego propio fuera de los intereses de EEUU, Rusia y China, estimulados por el gas, el temor a un derrape fundamentalista y las migraciones. Turquía emerge como el gran ordenador de este cambio geopolítico. Por lo pronto son muchos los factores en juego a partir de la definición del escenario sirio y quedan muchos capítulos en una guerra interna de solución muy complicada, tanto como en los tiempos en que Rusia e Irán eran las potencias dominantes.

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