Por Luis Briatore*
Los aeronáuticos se han unido, porque esa es la ley primera
Los argentinos somos muchas veces protagonistas de hechos muy difíciles de comprender e imaginar para el que nos observa desde fronteras afuera. Este fenómeno deriva de un ADN único y que nos hace muy distintos al resto. Si debemos cumplir con un objetivo determinado y se nos presenta un inconveniente que lo impide, de alguna manera salimos adelante, logrando llegar a la meta, aunque no contemos con las herramientas necesarias para lograrlo, explotando al máximo principalmente, la creatividad y el ingenio.
Es parte de nuestro ser, una forma muy especial y a la vez bonita de vivir y compartir la amistad, lazos que se demuestran efusivamente, lo hacemos entre medio de fuertes abrazos y diferentes muestras de afecto.
Por lo general entre compañeros somos muy solidarios y nos jugamos el uno por el otro.
Le ponemos mucha garra y pasión a la práctica de cualquier deporte, más allá de los límites normales.
Cuando emigramos a otro país a trabajar como profesionales o en un oficio determinado, somos buscados por concluir lo que comenzamos aun ante la adversidad, aunque no se cumplan las condiciones ni contemos con las herramientas necesarias.
En el ambiente aeronáutico, fiel a un estilo, en tierras australes durante la guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas en el año 1982, sucedieron un sinnúmero de hechos inéditos y pocas veces vistos en las guerras contemporáneas. En esta oportunidad focalizaremos la atención en una de estas rarezas, que nos llena de orgullo a todos los aeronáuticos gauchos.
Entre las innumerables circunstancias especiales y actos heroicos escritos con letras de oro en la historia de la gesta por las islas que nos pertenecen, sobresale la participación incondicional de la aviación civil argentina, en conjunto con la militar, en operaciones aéreas durante la guerra, con una actuación catalogada como descollante por propios y ajenos.
Origen y composición del “Escuadrón Fénix”
En 1982, los hombres convocados para recrear esta unidad se auto bautizaron Fénix. La idea nació al considerar lo efímero de su existencia. Desaparecerían en tiempos de paz y cobraban vida, nuevamente, cuando la defensa de la nación lo necesitaba.
Fue un grupo de valientes con un fuerte sentimiento por defender lo nuestro, una parte perteneciente al Grupo 1 Aerofotográfico de la I Brigada Aérea, y otro que se presentó de manera espontánea al percibir que había que contribuir con la defensa de la soberanía nacional. Muchos de ellos, hombres alados, sin preparación alguna para intervenir en forma directa en un conflicto armado.
La insistencia arrastrada por un sentimiento patrio, dijo presente en un ofrecimiento de apoyo a la Fuerza Aérea Argentina, en la difícil tarea de enfrentar a un enemigo hasta ese momento invencible.
El Escuadrón Fénix comenzó a operar el 28 de abril de 1982, desplegado en las distintas bases de la Fuerza Aérea Sur. Fueron, nada más ni nada menos, que seis aeronaves militares, a las que se sumaron treinta y una aeronaves pertenecientes a empresas privadas y de la Policía Federal Argentina.
Los pilotos civiles tomaron estado militar al ser incorporados a este escudaron con el grado de Alférez y los tripulantes como Cabos.
Este glorioso escuadrón estaba integrado por un heterogéneo grupo de aviones ejecutivos con performance de navegación similares a los de combate, en su mayoría perteneciente a distintas empresas, junto a los del Grupo 1 Aerofotográfico.
La aviación “puso toda la carne en el asador”
Al personal militar de la Fuerza Aérea Sur se sumaron gran cantidad de pilotos y tripulantes civiles y de fuerzas de seguridad que, arriesgando su vida, cumplieron un número importante de misiones heroicas, se trató de un gesto enorme y sin precedentes, el que como argentinos nunca debemos olvidar.
Este gran escuadrón, bautizado en el año 1978 como “Fénix”, ante la amenaza de conflicto con Chile por la disputa por las islas del Canal Beagle, resurge cuatro años después, actuando de manera efectiva en el periodo comprendido entre el 28 de abril al 14 de junio, durante el Conflicto del Atlántico Sur, de la misma manera que lo hizo el ave fénix, en este caso, regenerada desde las cenizas celestes y blancas, cumpliendo osadas tareas:
1. Estas aeronaves se animaron con astucia a pinchar los lóbulos radar de las modernas y temibles fragatas inglesas. Incursiones que fueron cumplidas sin contar con un receptor de alerta radar o también llamado RWR (Radar Warning Receiver), acercándose hasta las mismas narices de la flota colonialista, sabiendo que podían ser derribados sin posibilidades de sobrevivir.
En estas misiones simularon ser aviones de combate, táctica que llamamos en nuestra jerga guerrera “maniobras de diversión”. Engañaban y confundían al enemigo invasor con insistencia, provocando una situación de alerta permanente. Fueron una verdadera pesadilla para el enemigo, causando un desgaste excesivo en las tripulaciones, manteniendo a raya al componente aéreo inglés. Obligaban a la permanencia de aviones interceptores enemigos en el aire ininterrumpidamente, debiendo ubicar Patrullas Aéreas de Combate o comúnmente llamadas PACs, en una mayor cantidad de posibles corredores de entrada.
Esta distracción en el plano táctico, fue la que permitió a nuestros aviones de combate portadores de armamento lanzable, ingresar por cuadrantes más desprotegidos, mientras se dirigían en vuelo bajo hacia a los objetivos navales.
2. También cumplieron misiones de exploración y reconocimiento lejano localizando buques de guerra ingleses.
3. Por contar con precisos sistemas de navegación, guiaron con exactitud a muchas escuadrillas hacia los blancos navales hasta un determinado punto de retorno, ubicados en cercanías de los objetivos fuertemente protegidos.
4. Volando a gran altura, servían como retransmisores en vuelo, brindando información sensible a los aviones de combate propios, mientras estos volaban al ras del agua hacia el ataque o escapando.
5. Brindaban información meteorológica actualizada en ruta, apoyando a las distintas escuadrillas antes y después de atacar los objetivos asignados.
6. Suministraban información estratégica, contribuyendo a actualizar el cuadro de situación de la inteligencia aérea operativa.
7. Efectuaron tareas de búsqueda y salvamento de tripulaciones derribadas que debían ser rescatadas de inmediato, las que corrían inminente peligro de vida.
8. Navegaron con persistencia en misiones de patrullaje marítimo mar adentro y a lo largo de la extensa costa del mar argentino.
9. Transportaron pasajeros y heridos entre distintas bases.
10. Suministraron material bélico vital desde las aéreas logísticas con destino a las bases aéreas de operación.
Aprendieron en la guerra
Sin formación ni entrenamiento militar alguno, pilotos, mecánicos y tripulantes, a puro coraje y valentía, conducidos por personal de la Fuerza aérea Argentina, este grupo de patriotas aglutinados en el “Escuadrón Fénix”, a medida que fue avanzando el conflicto, se ganaron el respeto a fuerza de protagonismo, al comprobarse la efectividad, agallas y ayuda primordial suministrada H-24 a la Fuerza Aérea Sur.
Murieron por Dios y por la Patria
Con un brillante desempeño y arriesgándolo todo en cada misión, los integrantes del “Escuadrón Fénix” que participaron en el conflicto del Atlántico Sur, un grupo corajudo de patriotas militares y civiles, cumplieron misiones con una particularidad, fueron combatientes que volaron en el frente de batalla sin portar armamento alguno, ni sistema de autodefensa o alerta de amenazas. Cada incursión rumbo a las islas fue de alto riesgo, penetrando en reiteradas oportunidades un espacio aéreo altamente vigilado por los ingleses en proximidades de la flota. Lo hicieron al igual que un avión de combate, a tal punto, que el 7 de junio de 1982, un Learjet 35A perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina fue alcanzado por el fuego enemigo.
Lamentablemente, en este vuelo perdió la vida quien conducía a este grupo de prohombres. Era la autoridad máxima de esta gloriosa organización, su Jefe de Escuadrón, quien dio el ejemplo, y luego la vida. Lo hizo por Dios y por la Patria, lo hizo acompañado de su equipo, junto a sus pares, en los que confiaba, su tripulación, los que cumplían estoicamente un juramento. Ellos sabían lo que arriesgaban. Sin dudas lo hicieron una y otra vez, con tremendo coraje, hasta la llegada del día fatídico en que murieron como guerreros, en un acto de combate.
La misión fatal
En una fría mañana patagónica, despegan dos Learjet 35A de la Fuerza Aérea Argentina, con los indicativos Nardo 1 y Nardo 2. Volaban simulando una incursión de una escuadrilla de aviones de combate.
Luego de ascender a 12.000 metros de altura y a la vista de los radares enemigos, el Nardo 1, matrícula T-24, siendo las 09:02 de aquel triste 7 de junio, es derribado sobre el Estrecho de San Carlos, pereciendo quien era su comandante, el Vicecomodoro Rodolfo Manuel de la Colina, junto con su tripulación, copiloto: el Mayor Juan José Falconier, aerofotógrafo: el Capitán Marcelo Pedro Lotufo, operador de comunicaciones: el Suboficial Ayudante Francisco Tomas Luna y mecánico de aeronave: el Suboficial Auxiliar Diego Antonio Marizza.
Previo a esta lamentable tragedia, el T-24 mantenía contacto con el Radar Malvinas, quien previo al derribo, no detectó amenaza de aviones interceptores.
Sin percatarse de un peligro invisible para una aeronave que no estaba equipaba con un necesario sistema de autodefensa, ingresaron dentro del radio de acción del radar que guiaba a los modernos misiles Sea Dart pertenecientes al destructor HMS Exeter, el que con los blancos en pantalla y enganchados, lanzó dos de ellos sobre los indefensos Nardo 1 y 2.
Al visualizar dos fogonazos provenientes del océano, provocado por sendos misiles en aproximación directa, los que se acercaban en un fugaz ascenso, el Nardo 1 avisa a Nardo 2 de la amenaza inminente, efectuando de inmediato una maniobra evasiva, que no fue lo suficientemente efectiva para poder evitarlo. Uno de los dos misiles dio en el blanco.
La potente detonación hizo desaparecer la parte posterior del empenaje.
En un trágico desenlace, y luego de casi dos minutos de una desesperante caída en picada, la aeronave se estrelló en la Isla Borbón, al norte de la Gran Malvina. Todo sucedió bajo el seguimiento absorto e impotente por parte de la tripulación del avión gemelo que lo acompañaba en la misión.
Líneas de un patriota que pegan de lleno en el corazón
El Vicecomodoro (PM) Juan Jose Falconier, perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina, condecorado post mortem con la Medalla al Valor en Combate, Medalla al Muerto en Combate y Medalla a los Combatientes, mucho antes de este día y previo al comienzo del conflicto bélico, considerando la posibilidad cierta de morir que implica participar de una guerra, deja dos cartas, una para su amada esposa y otra para sus adorados hijos. Esta última, es una sucesión de frases emotivas, las que obraron de guía para toda la vida en esta familia aeronáutica, al dejarle como herencia un contenido lleno de valores, coraje y, sobre todo, mucha Fe.
El valiente piloto militar y padre ejemplar, dejó cuatro hijos: María Alejandra de 7 años “Mononi”, Juan José "Ñequi" de 6, Eduardo de 2, María de los Ángeles de 1 y una bebé en camino. Su joven esposa, Claudia (26), estaba embarazada de María Belén.
Esta carta fue dedicada a sus hijos mayores, María Alejandra "Mononi" y Juan José "Ñequi", y actuó como un fraternal testamento.
Encomendaba a estos niños pequeños, transmitir a sus hermanitos menores el camino a seguir en ausencia para siempre de su papá. Se trataba de un sabio mensaje, el que los guiaría a lo largo de la vida. Sucesión de palabras escritas a puño y letra, con el corazón, sobre una pequeña hoja de papel carta, la que a mí entender, luego de leerla detenidamente en varias oportunidades y hacer una profunda reflexión sobre el contenido, estoy convencido, que también fue dirigida al pueblo argentino.
A Ñequi y Mononi:
Su padre no los abandona, simplemente dio su vida por los demás, por ustedes y vuestros hijos… y los que hereden mi PATRIA.
Les va a faltar mi compañía y mis consejos, pero les dejo la mejor compañía y el más sabio consejero, a DIOS; aférrense a ÉL, sientan que lo aman hasta que les estalle el pecho de alegría, y amen limpiamente, que es la única forma de vivir la "buena vida", y cada vez que luchen para no dejarse tentar, para no alejarse de ÉL, para no aflojar, yo estaré junto a ustedes, codo a codo aferrando el amor.
Sean una "familia", respetando y amando a mamá, aunque le vean errores, sean siempre solo "uno", siempre unidos.
Les dejo el apellido: Falconier, para que lo lleven con orgullo y dignifiquen, no con dinero ni bienes materiales, sino con cultura, con amor, con belleza de las almas limpias, siendo cada vez más hombre y menos "animal" y por sobre todo enfrentando a la vida con la "verdad", asumiendo responsabilidades, aunque les "cueste" sufrir sinsabores, o la vida misma.
Les dejo:
– Muy poco en el orden material,
– un apellido: "Falconier", y
– a DIOS (ante quien todo lo demás no importa)
Papá
Palabras del Comandante de la Flota Británica
El Almirante Woodward, reconoció en sus memorias que había cometido un grave error, subestimar, y mucho, al enemigo. Sabía de la gran diferencia tecnológica a su favor y del exigente entrenamiento al que habían sido sometidos sus hombres, pero desconocía lo que obró como un factor decisivo y desequilibrante, el potencial humano y formación del guerrero aeronáutico argentino, algo que fue imposible de predecir. Corroborándolo dijo: «Jamás pensé que sus pilotos hicieran lo que hicieron».
Probablemente, si los oponentes ingleses hubieran tomado conocimiento sobre los reiterados engaños provocados por las aeronaves del “Escuadrón Fénix”, comandadas por pilotos civiles y militares al mando de aviones de uso no bélico, por no decir diseñados para vuelos ejecutivos y fotográficos, hubiera sentido una gran vergüenza, principalmente por el enorme abismo que existía en muchos de sus tripulantes, los que no contaban con una completa preparación militar, todos eran pilotos y tripulantes argentinos, que, indefensos, arriesgando la vida, incursionaban al igual que el mejor avión de combate, con rumbo amenazante y directo hacia la poderosa flota enemiga. Lo hicieron una y otra vez, durante el desarrollo de las operaciones aéreas de combate, en el periodo comprendido entre el 28 de abril y 14 de junio de 1982.
Misión cumplida
El objetivo que se había impuesto fue logrado con creces. La diversión, la distracción que se convirtió en engaño, fue exitosa, provocando un enorme desgaste al gran coloso de la guerra naval mundial.
Cumplieron con una serie de tareas que evitaron muchos derribos y, lo más importante, facilitaron la penetración con armamento de los cazabombarderos propios, permitieron mejorar la efectividad de muchos ataques que resultaron letales, que hirieron casi de muerte a la flota pirata, protagonizados por otros héroes, que iban al mando de diferentes aviones de combate pertenecientes también a la Fuerza Aérea Sur - FAS.
Con esta singular actuación, la Argentina demostró al mundo y, principalmente, a la aviación y armada inglesa, una manera creativa y efectiva de obstaculizar las intenciones de un poderoso enemigo, comprometiendo los escasos y poco onerosos medios aéreos que disponía, tanto civiles como militares.
Estas operaciones contribuyeron a impedir la obtención de la anhelada y necesaria “superioridad aérea” (establecer el control del aire para proporcionar libertad de acción a las fuerzas propias). Objetivo que fue alcanzado a una invalorable actuación en conjunto civil-militar que puso en jaque al cerco naval defensivo impuesto por una de las flotas más poderosas del planeta, que, por aquellos días, se creía invencible ante un mal evaluado y supuesto débil oponente.
El “Escuadrón Fénix” dio un claro ejemplo de grandeza y entrega, con la particularidad de que representaba a toda la comunidad de una raza fuerte de pilotos gauchos con sangre celeste y blanca. Fue algo nunca visto en un campo de batalla aéreo. Operaron en días donde sobraba el espíritu aeronáutico y todo trascurría en un marco de enorme camaradería, con un fuerte sentimiento patrio, que surgía desde un corazón valiente, el de cada uno de los integrantes de este glorioso grupo de héroes alados.
Una enorme enseñanza
Este grupo de prohombres nos ha dado una lección y un ejemplo de vida a toda la sociedad argentina, acerca del camino de grandeza que debemos seguir para ser una nación prospera y respetada.
Hoy, inmersos en una crisis profunda de valores, es conveniente, en la búsqueda de la mejora que todos deseamos para nuestro hermoso y rico país, analizar, valorar y difundir el legado que dejaron estos hombres de bien. El ejemplo extraído de lo actuado sobre las gélidas aguas del Atlántico Sur debe ser un espejo en el que nos debemos mirar orgullosos, si decidimos de una vez por todas lograr un cambio de rumbo.
Las tripulaciones que integraron al “Escuadrón Fénix” dieron cátedra de cómo se debe trabajar en equipo entre civiles y militares, especialmente, cuando está en juego la seguridad y defensa de la soberanía nacional.
Qué bueno sería que, hechos como estos, que seguramente les apasionaría conocer a un niño, relatos conmovedores que llenarían de orgullo a estos pequeños argentinos en plena formación, fuesen incorporados a los libros de historia argentina enseñada en nuestras escuelas. Pero la realidad es otra, lamentablemente ésta, al igual que muchas otras heroicas acciones ejemplares llevadas a cabo en cielo, mar y tierra, son conocidas y recordadas solo por los protagonistas y su entorno, realidad que resulta lamentable e inexplicable, ya que es darle la espalda a quienes entregaron la vida por todos nosotros, en una proeza pocas veces vista en la historia de las batallas modernas.
Patriotas y aeronaves pertenecientes al “Escuadrón Fénix”
Muchos fueron los que formaron parte del “Escuadrón Fénix” y varias fueron las instituciones y empresas que pusieron a disposición material aéreo y tripulaciones para el logro de esta inigualable hazaña, tal vez, sean más de los que se puedan imaginar.
El armado de esta efectiva organización fue hecho en un tiempo excesivamente acotado pero, a la vez, con mucha inteligencia, y muestra de ello son los resultados obtenidos.
Personal convocado
Personal Militar y Civil de la FAA
27 oficiales y 32 Suboficiales.
Personal de tripulantes convocados
Personal Militar Superior de la Reserva “Fuera de Servicio”
7 oficiales.
Personal de Tripulantes convocados
43 alférez (Rva) y 3 cabos (Rva).
Personal Superior y Subalterno de la Reserva en situación de Retiro de la Fuerza Aérea
2 oficiales y 3 Suboficiales.
Personal Superior y Subalterno de la Reserva en situación de Retiro del Ejército
3 oficiales y 2 Suboficiales.
Personal Militar Superior y Subalterno de la Reserva “Fuera de Servicio” de la Armada
1 oficial y 1 suboficial.
Personal Superior y Subalterno en actividad y/o baja en situación de Retiro de las Fuerzas de Seguridad y Personal Civil
Policía Federal Argentina: 5 oficiales, 3 suboficiales y 1 personal civil.
Aeronaves empleadas en el Conflicto del Atlántico Sur
Militares
1. Learjet 35A matricula T-21
2. Learjet 35A matricula T-22
3. Learjet 35A matrícula T-23
4. Learjet 35A matricula T-24
5. Learjet 35A matricula VR-17
6. Guaraní IA 50 matricula F-34
Civiles
1. Hawker Siddeley 125 matrícula LV-ALW
2. Learjet 24 matrícula LV-JTZ
3. Learjet 24 matrícula LV-JXA
4. Learjet 25 matrícula LV-OEL
5. Learjet 25 matrícula LV-MBP
6. Learjet 35 matrícula LV-ALF
7. Learjet 35 matrícula LV-ONN
8. Learjet 35 matrícula LV-OFV
9. Learjet 36 matrícula LV-LOG
10. Cessna Citation 500 matrícula LV-MGB
11. Cessna Citation 500 matrícula LQ-TFM
12. Cessna Citation 500 matrícula LQ-MRM
13. Cessna Citation 500 matrícula LV-MMR
14. Cessna Citation 500 matrícula LV-LZR
15. Cessna Citation 500 matrícula LV-MZG
16. Mitsubishi MU-2 matrícula LV-ODZ
17. Mitsubishi MU-2 matrícula LV-OAN
18. Mitsubishi MU-2 matrícula LV-MOP
19. Swearingen Merlin III matrícula LV-MRL
20. Rockwell Turbocomander 690 matrícula LV-LMU
21. Rockwell Turbocomander 690 matrícula LV-LRF
22. Rockwell Turbocomander 690 matrícula LV-LTU
23. Rockwell Turbocomander 690 matrícula LV-LTX
24. Aerostar TS 60 matrícula LV-MDM
25. Aerostar TS 60 matrícula LV-MSN
26. Aerostar TS 60 matrícula LV-MDH
27. Aerostar TS 60 matrícula LV-MEJ
28. Aerostar TS 60 matrícula LV-MEG
29. Aerostar TS 60 matrícula LV-MEE
30. Aerostar TS 60 matrícula LV-MDE
31. Aerostar TS 60 matrícula LV-MII
Nunca los debemos olvidar
La Fuerza Aérea Argentina conmemora y rinde anualmente un sentido homenaje a los miembros de la tripulación del Learjet 35A matrícula T-24, el que fuera abatido en combate sobre las Islas Malvinas el 7 de junio de 1982.
Cumpliendo una deuda pendiente
Poco antes de morir, el Comodoro Carlos Alberto Pane, integrante del “Escuadrón Fénix”, lector asiduo de los relatos que publico en la mañana de cada sábado, tuvo la gentileza de indicarme con tono de total afecto, en una de las tantas devoluciones que recibí de él, que me acordara en alguna oportunidad de escribir y difundir lo actuado por este glorioso grupo valientes.
Fue un oficial que tuve el honor de conocer siendo cadete, como instructor en la Escuela de Aviación Militar.
Lo recuerdo como una persona muy agradable en el trato, con excelente y ocurrente sentido del humor y, sobre todo, como un destacado oficial y profesional que entregó todo a la Fuerza Aérea Argentina.
Hoy cumplo con su humilde deseo de poner al Escuadrón Fénix en el lugar que se merece, en lo más alto, algo que hago con gusto, porque son un ejemplo para todos los que amamos la celeste y blanca.
Por el Escuadrón Fénix y su heroica actuación, gritemos bien fuerte:
“Viva la patria”
* Luis Alberto Briatore nació en la ciudad de San Fernando (Buenos Aires) en el año 1960.
Egresó como Alférez y Aviador militar de la Escuela de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina en 1981 (Promoción XLVII) y como Piloto de Combate de la Escuela de Caza en 1982. Fue Instructor de vuelo en la Escuela de Caza y en aviones Mirage y T-33 Silver Star (Bolivia).
A lo largo de su carrera en la Fuerza Aérea Argentina tripuló entrenadores Mentor B45 y MS-760 Paris, aviones de combate F-86F Sabre, Mirage IIIC, IIIEA y 5A Mara ocupando distintos cargos operativos, tales como Jefe de Escuadrón Instrucción X (Mirage 5 Mara/Mirage biplazas) en la VI Brigada Aérea y Jefe del Grupo 3 de Ataque en la III Brigada Aérea.
En el extranjero voló Mirage IIIEE como Jefe de Escuadrilla e Instructor en el Ala 111 del Ejército del Aire (Valencia, España) y T-33 Silver Star como Instructor de Vuelo en el Grupo Aéreo de Caza 32 y Asesor Académico en el Colegio Militar de Aviación en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Su experiencia de vuelo incluye 3.300 horas de vuelo en reactores y 200 horas en aviones convencionales.
Es también Licenciado en Sistemas Aéreos y Aeroespaciales del Instituto Universitario Aeronáutico (Córdoba, Argentina) y Master en Dirección de Empresas de la Universidad del Salvador.
Tras su pase a retiro en el año 2014, se dedicó a la Instrucción en aviones convencionales PA-11 Cub y PA-12 Super Cub en el Aeroclub Tandil (Buenos Aires) y el Aeroclub Isla de Ibicuy (Entre Ríos) y en el año 2018 se empleó como Piloto de LJ-60 XR – operando desde Aeroparque Jorge Newbery.