Por el Coronel Enrique J. Tonazzi Dieterich
En los últimos años hemos sido testigos de una creciente intervención internacional, a través de la Organización de las Naciones Unidas, para el mantenimiento o la imposición de la paz, luego de que el mundo despertara abruptamente del sueño de una posible “paz perpetua” que la caída del Muro de Berlín y el fin de la bipolaridad mundial habían alentado. Si bien esas intervenciones no eran una cosa novedosa, ya que habían tenido su bautismo de fuego en Palestina en 1948, sí lo fueron su cantidad y el creciente número de personal y países involucrados en los distintos escenarios de conflicto.
Esa nueva situación supuso, para algunos países de América Latina que hasta ese entonces solo habían participado con Observadores Militares en algunas de las misiones encaradas hasta esa época, un enorme desafío que, en general, fue asumido sin hesitaciones, en el convencimiento de que esa intervención, además de los beneficios directos que en términos de política internacional, instrucción y equipamiento de sus instrumentos militares y económicos les iba a reportar, les permitiría insertarse en la construcción del nuevo orden mundial que parecía asomar en el horizonte del futuro inmediato.
La decisión de intervenir, en consecuencia, en algunos casos fue adoptada aún antes de evaluar en términos prácticos las consecuencias reales que ella acarrearía o el tiempo que podría demandar su cumplimiento.
Hoy, luego de las experiencias obtenidas de la participación en los conflictos de los Balcanes, en algunos países del África Subsahariana y, fundamentalmente en ambas Guerras del Golfo, Somalia y Afganistán, parecería, a pesar de que pudiera parecer una verdad de Perogrullo, que toda intervención de elementos de las fuerzas armadas fuera de las fronteras de la Patria debería estar precedida de una cuidadosa apreciación y análisis de inteligencia que permita que los decisores conozcan, con la mayor precisión y objetividad posibles, las consecuencias de todo tipo que la intervención o no como actor le puede acarrear al país y, fundamentalmente, en qué medida juegan su papel las diferencias socio-culturales existentes entre los participantes de ese tipo de operaciones y las poblaciones nativas.
El presente trabajo no pretende ser, ni podría serlo, una guía completa sobre los aspectos involucrados en el análisis de inteligencia para Operaciones de Paz. Su finalidad, simplemente, es llamar la atención y abrir el debate sobre un tema, la influencia que las realidades culturales propias y la/s de el o los pueblo/s en los que se va a intervenir, tienen sobre dicho estudio, con la intención de que evitemos algunos errores que se han venido cometiendo por no asignarle a esos aspectos culturales la importancia que, según quien esto escribe, tienen en el momento de realizar operaciones tan particulares como aquellas que se inscriben en el marco de las Naciones Unidas.
El análisis de inteligencia - La diferencia substancial entre el análisis para apoyar operaciones convencionales y el apoyo a las operaciones de paz.
Parece no caber ninguna duda, a esta altura del siglo XXI, que la finalidad última de todo análisis de inteligencia es proporcionar las bases cognoscitivas necesarias para que quien deba decidir lo haga dentro del menor margen de incertidumbre que sea posible darle y de la manera más adecuada para que le sea inteligible, en función del tipo de decisión a adoptar y del tiempo disponible para ello.
En el caso de nuestro estudio, el asesoramiento crucial se concentra en dos fases bien diferenciadas:
2.1. La primera es aquella necesaria para apoyar la decisión, o no, de participar en la misión.
2.2. La segunda, no menos importante que la primera, es la que sigue a la decisión de participar, a los efectos de preparar los medios y personal necesarios para cumplir el compromiso asumido.
En el marco de las operaciones convencionales, en la primera fase el análisis se concentrará, lógicamente, en la determinación de la posibilidad de obtener los objetivos políticos buscados mediante la guerra (en términos de defensa del propio territorio, conquistas territoriales o destrucción/neutralización del poder militar del oponente) o la necesidad de recurrir a otros medios para ello (acciones diplomáticas, mediaciones, etc.) cuando el costo a pagar la hiciera inaceptable.
En la segunda fase, el análisis se concentrará en determinar cuándo, dónde y qué deberemos enfrentar para obtener esos objetivos, y la forma en que lo geográfico-climático, lo económico, lo político y los otros componentes incidirán positiva o negativamente en el poder militar enemigo a vencer.
Si bien en el nivel estratégico todos los componentes (geográfico, político, militar, económico, científico-tecnológico, transporte y telecomunicaciones y psicosocial) deben ser analizados por igual, en operaciones de este tipo, normalmente, el centro de gravedad de los análisis se vuelca hacia aquellos aspectos que inciden directamente en el poder militar que se deberá enfrentar.
Lo psicosocial, en consecuencia, sin desmerecer su importancia, pasa a ser un componente cuyo estudio se enfoca a la determinación de la mejor manera de afectar la moral de lucha de ese enemigo para que la guerra sea lo más corta y menos cruenta posible (por lo menos para las propias fuerzas). Recién cuando se comienza a analizar la posguerra (estudio inevitable ya que el conflicto permanente, con muy escasas excepciones, es una situación no deseada ni consentida por la comunidad internacional hoy), lo psiocosocial abandona ese segundo plano para pasar a ser relevante, ya que él será el que encuadrará el estrecho margen dentro del cual, entre lo aceptable o lo inaceptable para la otra parte, deberemos encarar las negociaciones mientras, al mismo tiempo, tratamos de maximizar lo aceptable para la propia población.
Cuando el análisis debe desarrollarse en el marco de operaciones de paz (sean éstas destinadas a imponerla o a garantizar su mantenimiento luego de un conflicto) el objetivo último, la PAZ, es el aspecto más importante a considerar y, en tal sentido, obtener el apoyo de la población de todos los actores enfrentados, es uno de los medios más importantes para lograrlo. La importancia del análisis de los aspectos psicosociales, en este caso, pasa a ser de extrema relevancia.
Ello es así porque, de la correcta interpretación que la población haga de nuestras acciones, dependerá la posibilidad de arribar o no a la situación final deseada y, como veremos a continuación, frente a un fenómeno o hecho la interpretación que cada uno de nosotros hará de él dependerá de algo que llamaremos "cultura".
La peligrosa interrelación entre los deseos de los usuarios y las conclusiones de los analistas
Hace ya más de 10 años, en 1993, Mark Lowenthal[1], advertía que los análisis de inteligencia adolecen de dos patologías que los pueden transformar en completamente inútiles como herramientas decisionales adecuadas. La primera es su politización y la segunda es su virtual incapacidad para enfrentar escenarios de incertidumbre. Tres años más tarde, Bradford Westerfield[2] volvió a señalar a ambos como problemas esenciales a ser resueltos si se quería contar con herramientas de inteligencia idóneas para apoyar a los decisores.
Respecto de la politización, su efecto en los analistas es tratar de que los resultados de sus estudios estén lo más posible en coincidencia con el pensamiento "políticamente correcto" imperante; por el lado de los decisores, ella hace que, aun inconscientemente, tiendan a aceptar con mayor facilidad aquellos análisis que coincidan con su manera de ver las cosas y resolverlas, en lo referido al conflicto a enfrentar.
La segunda patología es la que nos presenta un mayor desafío ya que, como bien lo señalara Lowenthal[3], tanto en la mente de los analistas como en la de los decisores se libra un combate frente a lo que él denomina "la lucha contra lo increíble", que se traduce en la no aceptación y, más aún, en el descarte "a priori", de aquellos escenarios que no coincidan con nuestras estructuras mentales que, en definitiva, son el producto de nuestra cultura.
Llegamos así al punto crucial de lo que pretendemos desarrollar en este trabajo: que los aspectos culturales (propios y del país o región del globo en la que se va a operar en el cumplimiento de misiones de paz) tienen un impacto decisivo en el análisis de inteligencia que debe apoyar las decisiones en este tipo de operaciones, ya que los escenarios con los que podemos enfrentarnos, muchas veces, desafiarán aquello que prevemos como "lógico".
Y entonces... ¿Qué debemos hacer?
Comenzaremos, pues, apoyándonos en la definición de cultura que se encuentra en el "Diccionario de la Lengua Española" confeccionado por la Real Academia Española y que reza así: "2. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc..."[4]. A fin de desarrollar un poco más a qué nos estamos refiriendo, nuevamente recurriremos al mismo diccionario para ver qué debe entenderse por "conocimiento", ya que parece ser la clave que deberá iluminar nuestra aproximación a la cultura a analizar; al hacerlo encontramos que éste lo define de la siguiente manera: "1. m. Acción y efecto de conocer. 2. m. Entendimiento, inteligencia, razón natural... 9. m. pl. Noción, ciencia, sabiduría"[5].
Resumiendo de alguna manera lo expresado en el párrafo anterior, podríamos decir, entonces (de
una forma muy poco ortodoxa, pero útil a los fines del presente trabajo), que la cultura no es otra
cosa que la manera particular de ver y comprender el funcionamiento del mundo que posee un grupo humano particular, en un momento dado, en función de los condicionamientos que su historia, el entorno geográfico en que vive, su religión, su grado de desarrollo científico-económico y artístico, su conformación social y su lenguaje le han impreso a lo largo del tiempo.
La primera conclusión que, "prima facie", podríamos extraer de la definición precedente, es que no deberíamos tener demasiados problemas cuando la sociedad en el seno de la cual se dará nuestra intervención no difiere sustancialmente, en lo referido a su cultura, de la propia.
El problema adquiere proporciones graves cuando uno o varios de los términos de la ecuación planteada a la hora de definir qué es la "cultura" (historia + religión + grado de desarrollo de todo orden + tipo de sociedad + lengua + ámbito geográfico), comienzan a diferir de los propios. Cuando todos ellos son distintos... estamos frente a un gran desafío.
En los últimos años hemos visto algunos ejemplos concretos de problemas suscitados por una incorrecta evaluación de la cultura en medio de la cual se deberían desarrollar las operaciones.
Quizás como una consecuencia lógica de su posición de única potencia dominante a nivel global (y, por lo tanto, muchas veces genuinamente convencidos de que representan "la civilización" o, por lo menos, el ideal a seguir por quienes quieran ser llamados civilizados[6], algunos de los ejemplos que señalaremos a continuación han sido protagonizados por los Estados Unidos de América.
Un representante del ala más conservadora del partido republicano, y dos veces precandidato a presidente de los Estados Unidos, Patrick Buchanan, en 2004 escribió un libro titulado "Donde lo bueno se vuelve malo: cómo los neoconservadores subvirtieron la revolución de Reagan y se adueñaron de la presidencia de Bush"[7], en el que señala algunos de los errores que, según su visión, lograron perjudicar las relaciones entre los estadounidenses y los musulmanes. Uno en particular, a juicio de quien escribe este artículo, es una muestra cabal de lo que puede provocar un error cometido durante el análisis de inteligencia previo, por no haber tenido debidamente en cuenta las pautas culturales del país que, aliado de los Estados Unidos, iba a servir de punto de partida para las operaciones contra las fuerzas iraquíes que habían ocupado Kuwait.
La sociedad saudí es no solamente patriarcal (en su acepción más amplia, en lo referido a la posición de la mujer en la sociedad y al rol que en ella le cabe) sino, además, la depositaria de la custodia de los lugares santos del Islam. El envío de cientos de mujeres soldados norteamericanas a Arabia Saudita fue considerado, por muchos musulmanes practicantes que no apoyaban a Irak, como un virtual insulto a su cultura, al presentar a las mujeres en roles que ellos asignan exclusivamente a los hombres y, para peor, hacerlo en una tierra sagrada que, ya de por sí, estaba siendo ultrajada por la presencia de infieles en ella. La situación no solo puso en apuros al gobierno saudí frente a su población, sino también de cara al resto de los países musulmanes, y motivó la adopción de medidas tendientes a evitar que ese personal fuese visto por la población local.
No cabe duda de que, desde el punto de vista de la cultura norteamericana, tal hecho no constituía nada fuera de lo común. Más aún, seguramente de no haberlo hecho habrían cosechado las críticas de los movimientos feministas de su país.
Sin embargo, en el balance costo - beneficio que inevitablemente debería hacerse antes de adoptar una resolución de este tipo, hubiera surgido de que era preferible, y más factible, explicarle al público interno norteamericano por qué no se enviaban mujeres a esa guerra, que afrontar las consecuencias de malquistarse con gran parte de los fieles musulmanes a quienes se necesitaba como aliados.
No deja de ser interesante recalcar que, cuando se produjo la Segunda Guerra del Golfo, en 2003, nuevamente fueron enviadas tropas femeninas integrando los contingentes de los Estados Unidos a países musulmanes, reafirmando lo que hemos señalado en nuestra nota 6, es decir que, para la óptica cultural norteamericana, la protesta de los pueblos musulmanes era más una muestra de su "atraso", que la consecuencia natural de su visión del mundo, es decir de su cultura, y que no respetarla podría traer consecuencias no deseadas para la coalición y para los propios intereses norteamericanos en la región.
Otro ejemplo, que se verificó durante la inmediata posguerra en el ya ocupado territorio iraquí, es otra muestra de cómo el no entender la cultura local puede llevar a cometer errores graves. El 31 de julio de 2003, las fuerzas estadounidenses que supervisaban la reconstrucción del gobierno de la ciudad sagrada de Najaf se vieron obligadas a posponer en forma indefinida el juramento de la primera jueza mujer, después de que su designación provocó una ola de resentimiento, incluyendo fatwas (decretos religiosos) de prominentes clérigos islámicos y vehementes protestas de los abogados locales. En esa oportunidad, algunos de los iraquíes que participaban de las protestas eran mujeres, un dato que dejó a los estadounidenses todavía más sorprendidos y confundidos[8].
Habiendo llegado aquí pasaremos a ver, a continuación, los aspectos concretos que, en nuestra opinión, deberían ser encarados proritariamente en cada una de las fases que hemos señalado en el punto 2.
Aspectos a analizar, desde el punto de vista de inteligencia, para el asesoramiento en la primera fase (adopción de la decisión de participar o no en la misión)
En el punto anterior hemos esbozado una "ecuación" (de alguna manera hemos de llamarla) integrada por los aspectos que deberían estar presentes en el análisis de inteligencia en ambas fases.
Vamos a tratar de definir, a continuación, de qué manera el analista de inteligencia puede apoyar la decisión de participar o no en una misión de paz y de qué forma en ese análisis podrán estar presentes los aspectos culturales señalados.
En esta fase, a nuestro juicio, la tarea principal del análisis de inteligencia debería ser la de aportar una respuesta a la siguiente pregunta: ¿El objetivo que se le ha fijado a la misión es factible, a la luz de la realidad cultural de la zona?
Probablemente la primera reacción de quien lea esto sea pensar que ésta es una verdad de perogrullo. Se presupone que el objetivo asignado debería ser posible de alcanzar, y que ese análisis ya ha sido efectuado por la ONU o por el organismo competente cuando asignó la misión.
Desgraciadamente la realidad nos muestra que la falta de un adecuado análisis del contexto cultural ha llevado a algunas misiones (e Irak es nuevamente una de ellas, pero no la única) a imponerse objetivos prácticamente irrealizables (por lo menos en el corto o mediano plazos), por-que su concreción impondría un absoluto cambio en la escala de valores culturales de un pueblo. El resultado ha sido encontrarse en un callejón sin salida.
En el caso iraquí, se presupuso que la imposición de un régimen democrático liberal al estilo occidental no solo traería beneficios inmediatos a ese país, sino que obraría como una especie de impulsor de ese tipo de gobiernos en la región, ya que proyectaría "... una muy extensa sombra (n.a.: de democracia), comenzando por Siria e Irán, a través de todo el mundo árabe"[9].
El resultado real ha estado bien lejos de lo previsto. A la fecha de escribir este artículo, Irak está sumido en una virtual guerra civil y el supuesto impulso democratizador no sólo no tuvo un buen eco entre los gobiernos autoritarios de la región sino que incluso chocó, en los hechos, con una realidad diametralmente opuesta. Como reconocía en el mismo artículo el ex periodista de la revista Newsweek y analista en la actualidad del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, Arnaud de Borchgrave, "El dominó democrático no va a tener ningún éxito en Medio Oriente"[10].
Algo semejante ha sucedido en Haití, en donde las elecciones parecieron transformarse en un objetivo en sí mismas, desconociendo que, para la cultura haitiana (influida por su propia historia como nación, derivada a su vez de su situación particular de haber sido un país nacido como producto de la rebelión contra un régimen colonial que, por haberse visto expulsado en tan poco tiempo luego de imponer su poder, no llegó a conformar una de las pocas cosas buenas que algunas potencias coloniales legaron a sus ex – colonias: una burocracia nativa que entendiera en los asuntos de estado), la palabra democracia no conlleva, "per se", los mismos contenidos que se le otorgan en otros estados.
A la luz de estos ejemplos, veremos entonces qué aspectos entendemos que deberíamos analizar durante esta fase:
a. Respecto de la historia: ¿el objetivo impuesto implica la vulneración de reivindicaciones o costumbres que hacen a la esencia cultural del pueblo en cuestión? Un ejemplo interesante de este tipo de situaciones podría ser el de Kosovo. En efecto, la región de Kosovo es considerada, por los historiadores serbios, no solo como parte integral del antiguo Reino de Serbia, sino también como una de las regiones originarias de ese pueblo; y la batalla librada allí en 1389, que culminara con el triunfo de los invasores turcos y desarticulara dicho reino, es vista como una especie de tragedia nacional que nadie quiere repetir. Más de 600 años después de esa batalla se podría decir racionalmente, y obviamente no siendo serbio, que no existirían motivos para esgrimir esos antecedentes históricos como un argumento para negarle su derecho a la autodeterminación a la hoy mayoría musulmana de origen albanés. ¿Pero es posible renunciar al lugar que encarna las raíces de un pueblo sin que la propia población considere al gobernante que ceda ese territorio como un traidor? La respuesta no es nada simple, sobre todo cuando ambos pueblos (kosovares de origen albanés y kosovares de origen serbio) practican religiones diferentes, lo que los hace portadores de cosmovisiones también distintas.
b. En lo que se refiere a la religión: ¿Qué grado de influencia tienen la religión y sus referentes sobre la población, en general, y sobre los líderes políticos en particular? ¿Cuál es la percepción de los líderes religiosos respecto del conflicto? Si la respuesta al primero de los interrogantes planteados es que es alta y la de la segunda es que el conflicto es percibido como una guerra religiosa (o guerra santa que, recordemos, no es privativa del mundo musulmán, ya que las cruzadas también fueron, en su momento, convocadas en nombre de una guerra santa), la solución será trabajosa y muy larga, por lo que las posibilidades de fracasar y terminar, nuevamente, en un callejón sin salida, serán grandes. Pero, además, deberán preverse represalias para quienes intervengan en la zona que, en algunos casos, pueden llegar a manifestarse en sus propios territorios.
c. Respecto del grado de desarrollo de todo orden:
1) En lo político: ¿El grado de desarrollo político permite que se implante una democracia de tipo occidental? ¿existen líderes capacitados para una empresa de ese tipo?; ¿su liderazgo es aceptado o resistido por la población? El tipo de gobierno que intentemos implantar estará sujeto a las respuestas que logremos obtener a estos interrogantes básicos. Nuevamente, en este punto se debe intentar lo posible, aunque pueda no ser lo más deseable en lo inmediato. Hay pueblos que, por no haber conocido gobiernos de otro tipo puedan, quizás, precisar de un período en el cual deban permanecer bajo un sistema de "protectorado" hasta tanto estén en condiciones de establecer instituciones democráticas sólidas. En ese caso, ¿está nuestra propia sociedad dispuesta a apoyar una solución de ese tenor o su establecimiento ocasionará problemas en nuestro frente interno?
2) En lo económico: ¿Las bases económicas de las que dispone el país en cuestión le permitirán un rápido restablecimiento de sus servicios esenciales?; ¿cuenta con recursos naturales y una base industrial que, debidamente apoyada en forma inicial, le permitan en el corto plazo dejar de depender de la ayuda extranjera o, por el contrario, la intervención de nuestro país en el conflicto nos llevará a cargar por tiempo indefinido con el lastre de un país económicamente fallido?; ¿está nuestra población dispuesta a enfrentar ese desafío o va a reaccionar en poco tiempo exigiendo que ese esfuerzo se invierta dentro de nuestro territorio y no fuera de él?; ¿se han podido asegurar apoyos externos que eviten que nuestro país deba hacerse cargo de la rehabilitación económica de ese país?
3) En lo educativo: ¿cuenta la población de ese país con un nivel educativo que le permita hacerse cargo rápidamente de los destinos de su patria? ¿funciona aún el sistema educativo público o debe ser recompuesto?; ¿quién se haría cargo, física y económicamente de esa tarea, si la respuesta al interrogante anterior fuere negativa?
d. En función del tipo de sociedad: ¿es una sociedad abierta a las nuevas ideas o, por el contrario, es impermeable a ellas? ¿es una sociedad de tipo moderno o pastoril?; ¿todos los ciudadanos son sujetos y objeto de derechos o solo algunos de ellos?; ¿es posible cambiar sus comportamientos atávicos sin generar resistencias que empeoren la situación general?
e. Respecto de la lengua: ¿qué grado de desarrollo tiene su lenguaje respecto de las formas de organización político - sociales que se procuran lograr al término del conflicto?; ¿qué efectos emotivos generan en la población en general aquellos términos que expresan el objetivo a lograr: de aceptación o de rechazo?; ¿las definiciones de uso común por parte de quienes intervendrán en la misión de paz están siendo afectadas por alguna ideología en particular que tergiverse su significado?; ¿en qué grado sucede ello?; ¿esa afectación es común a toda la población o solo afecta a determinadas zonas o capas poblacionales?
La evaluación objetiva que surja del análisis de los aspectos enumerados anteriormente (que solo son un ejemplo y que, de ninguna manera pretenden ser un listado exhaustivo de todos los aspectos a estudiar) determinará el sentido, favorable o desfavorable, que podrá llegar a tener el asesoramiento de inteligencia, en esta fase, respecto de la conveniencia o no de participar en la misión.
Por supuesto, la decisión final será de quien tenga el poder de hacerlo y podrá o no concordar con el asesoramiento dado, ya que muchas veces existen compromisos internacionales, políticos, económicos o de otro tipo (inclusive de prestigio internacional) que obliguen a un país a participar de una misión de paz, aun cuando todos los asesoramientos producidos por los analistas de inteligencia muestren los riesgos inherentes a tal participación.
6. Aspectos a analizar, desde el punto de vista de inteligencia, para el asesoramiento en la segunda fase (Preparación de las fuerzas y medios que participarán de la misión)
Una vez adoptada la decisión de intervenir en una misión de paz, cualquiera hubiere sido el asesoramiento brindado en la fase anterior, el analista de inteligencia deberá brindarles bases a los decisores para que las fuerzas y medios a emplear estén en consonancia con los objetivos impuestos.
Desde el punto de vista de las operaciones en sí, probablemente no sea mucho lo que se pueda aportar ya que, sobre todo cuando se opera en el marco de las Naciones Unidas, las reglas de empeñamiento y los Procedimientos Operativos Normales (SOP, por su sigla en inglés) suelen ser lo suficientemente claros y descriptivos como para evitar situaciones confusas o inconvenientes.
Por el contrario, nuevamente aquí los aspectos socioculturales juegan un rol fundamental, sobre todo a la hora de preparar al propio personal, de todas las jerarquías, respecto de la conducta a observar frente a las manifestaciones culturales del pueblo en cuyo seno van a trabajar.
En tal sentido, del análisis de los mismos aspectos detallados en el punto anterior deberían surgir conclusiones referidas a:
a. ¿Cuáles son las diferencias, en cada aspecto, entre nuestra propia cultura y la del pueblo o pueblos con los que se va a interactuar?
b. ¿Cuáles son las similitudes detectadas en ese estudio?
El resultado de ese análisis se podría volcar, conforme nuestro juicio, en los manuales e instructivos para el personal participante, dividido en tres partes fundamentales:
a. Aquellos aspectos que deben ser obligatoriamente respetados (lógicamente, siempre que no constituyan violaciones flagrantes a los derechos humanos de la población o no estuvieren expresamente contemplados dentro de las SOP como "disparadores" de acciones preventivas o correctivas por parte de las fuerzas de paz), ya que su violación vulneraría de tal manera la cultura local que aún acciones individuales podrían poner en peligro el cumplimiento de la misión o la seguridad de las fuerzas, en tanto desencadenantes de reacciones violentas por parte de los afectados.
b. Otras diferencias, que también deben ser respetadas, pero sobre las cuales se podría realizar algún trabajo de acercamiento sin que se generen reacciones desfavorables. Tanto en estos aspectos, como en los incluidos en el punto anterior, uno de los factores a tener en cuenta a fin de prevenir equívocos que puedan originar situaciones potencialmente desagradables o peligrosas, es el lenguaje gestual que, por ser muchas veces generado en forma inconsciente por los individuos (como parte de su propio bagaje cultural), debería ser un motivo de constante atención por parte de todos los participantes de una misión de este tipo.
c. Los aspectos culturales en los que hay similitudes, para que sean explotados a fin de lograr la aproximación de la población a las fuerzas, para que éstas sean vistas en el marco de su verdadera función (pacificadoras) y no como invasoras o fuerzas de ocupación ni, mucho menos, como la avanzada de un proceso de aculturación impuesto desde el exterior.
En el marco de lo expresado anteriormente, y solo a modo de ejemplo, se podrían enumerar algunos de los siguientes ítems:
a. Frente a las manifestaciones de la o las religiones imperantes en la zona: ¿cuáles son sus festividades religiosas y qué significa cada una de ellas para la población que profesa esa religión? ¿Qué actividades, de las que debe o puede realizar el elemento empeñado en operaciones de paz durante esas festividades, pueden ser malinterpretadas o, directamente, consideradas una falta de respeto hacia la religión? ¿Qué se debería hacer en tales casos?
b. Para el contacto cotidiano con la población local: ¿Cuáles son las reglas de cortesía y urbanidad consideradas deseables y aceptables por la población? ¿Qué actitudes, propias de nuestra idiosincrasia como pueblo, pueden llegar a ser consideradas como una falta de educación o respeto? ¿Cómo expresan gestualmente sus actitudes de agrado, desagrado o ira? ¿Qué gestos, de los que habitualmente hacemos en nuestra vida diaria, pueden ser malinterpretados o considerados como provocaciones? ¿Cómo es el trato con las mujeres? ¿Cómo es visto, por la población local, el contacto entre sus miembros y los extranjeros?
Como puede observarse, la lista de los aspectos a considerar es muy grande, pero la cantidad de problemas que pueden evitarse mediante su análisis previo bien vale la pena ser lo más detallistas que podamos, en función de la información disponible, para evitar problemas que, posteriormente, puedan ser irremediables.
Posiblemente, en lo que se refiere a los aspectos enumerados anteriormente, las siguientes palabras sinteticen en gran medida lo deseable, en lo que hace al comportamiento del personal frente a ese verdadero shock que produce el encuentro con una cultura que se maneja con parámetros diferentes:
- Tolerancia.- Comprensión.- Amplitud de espíritu frente a lo diferente.- Paciencia.- Apertura.- No creer, bajo ningún concepto, que se es dueño de la verdad absoluta.
Conclusiones
Como hemos expresado en la introducción, este trabajo no pretendía, de manera alguna, agotar un tema tan rico como el que hemos encarado. Su único objetivo real era el de despertar el interés hacia aspectos que, conforme lo que se verifica en muchas operaciones en desarrollo hoy en el mundo, no parecen ser debidamente evaluados durante los análisis o, por lo menos, tenidos en cuenta por quienes deciden.
Si la cultura expresa la cosmovisión particular de un pueblo en cuyo seno deberemos operar y con el cual tendremos que interactuar, su comprensión es un paso ineludible para evitar confusiones derivadas de actitudes, gestos, acciones u omisiones que, por desconocimiento, pueden terminar originando serios inconvenientes en el cumplimiento de la misión asignada o, inclusive, su fracaso.
Esa tarea de análisis, por incluir múltiples facetas y aspectos, debería ser encarada como un trabajo multidisciplinario desarrollado por expertos, para que sus resultados sean de verdadera utilidad para los decisores.
De cualquier manera, una condición "sine qua non" debería guiar dicho análisis: debemos lograr penetrar la cultura del pueblo o pueblos con los cuales deberemos trabajar hasta el punto de lograr ver, literalmente "con sus ojos", cómo va a ser percibida la misión y los objetivos que ella propugna.
Al mismo tiempo, tendremos que brindarles a nuestras tropas las herramientas que les faciliten su integración a un medio que les resultará desconocido e, incluso, inicialmente hasta hostil.
Por último, aunque "last but not least" como bien dice la expresión inglesa, la honestidad intelectual es la condición básica que debe guiar el análisis de inteligencia. Supeditar sus conclusiones a lo que, suponemos, es el deseo de quienes deben decidir es, casi con seguridad, un paso que nos aproxima al abismo de un fracaso.
* El autor es Coronel de Artillería del Ejército Argentino. Oficial de Inteligencia, especialista en Acción Psicológica e Interrogatorio de Prisioneros de Guerra. Oficial de Estado Mayor en su país y en el Ejército del Brasil. Licenciado en Organización y Estrategia. Ha realizado cursos de postgrado en Estrategia y Derecho Internacional de los Conflictos Arma-dos. Integró la Fuerza de Tareas Argentina en Chipre, en 1997, como Oficial de Operaciones. Es coautor de varios artículos sobre Inteligencia Estratégica publicados por la Revista de la Comi-sión de la Tropa Técnica de Inteligencia. Ha sido condecorado por los ejércitos del Brasil, Chile y Colombia, por el Ejército Argentino en tres oportunidades con la Medalla al Mérito de su arma y por la ONU.
[1] Lowenthal, M. (1993). Intelligence Epistemology: dealing with the unbelievable. International Journal of Intelligence and Counterintelligence, 6 (3): 319-325.
[2] Westerfield, H. Bradford, ed. Inside CIA's Private World: Declassified Articles from the Agency's Internal Journal, 1955-1992. New Haven, CT: Yale University Press, 1995.
[3] Lowenthal, M. (1993). Op. cit.
[4] Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española. Edición on line en www.rae.es/diccionario.
[5] Real Academia Española. Op. cit.
[6] Este hecho ha sido descripto, a lo largo de la historia, como prototípico de aquellas socieda-des más desarrolladas del mundo - por lo menos del mundo conocido en el momento del apogeo de esas sociedades - y se ha manifestado - en mayor o menor medida -, en la forma de ver a "los otros" por parte de los chinos, los romanos o los británicos, cada uno en su propio momento histórico.
[7] Buchanan, Patrick J. "Where The Right Went Wrong: How Neoconservatives Subverted the Reagan Revolution and Hijacked the Bush Presidency". Thomas Dunne Books/ St. Martin's Press. Nueva York, 2004.
[8] "En Najaf, impartir justicia es sólo tarea de hombres", artículo aparecido el 01 de agosto de 2003 en el dia-rio La Nación, Buenos Aires, Argentina, traducido del original de Neil MacFarquhar del The New York Times.
[9] Seminario, Francisco. La teoría que impulsó la Casa Blanca para influir sobre los vecinos de Irak aparenta ser poco realizable. Artículo publicado en el diario La Nación del sábado 10 de mayo de 2003, Buenos Aires, Argentina.
[10] Seminario, Francisco. Artículo ya citado en 9.
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