Aunque muchos Estados promueven la participación de sus Fuerzas de Operaciones Especiales (FOpEsp) solo como una alternativa táctica limitada a las acciones en el campo de batalla, la relevancia de las Operaciones Especiales (OPpEsp) se extiende a todos los niveles de conducta de guerra/conflicto, y estas fuerzas son capaces de llevar a cabo misiones de alto riesgo y políticamente sensibles.
Por Rodnei Lisboa
Para comprender correctamente cómo funcionan las FOpEsp en la actualidad, es necesario remontarse a la década de 1940, período que marca el surgimiento del concepto contemporáneo para su uso. Para justificar el modus operandi de la unidad que creó en 1941 durante la Segunda Guerra Mundial, Archibald David Stirling (fundador del SAS - Servicio Aéreo Especial, considerado una referencia internacional para toda la comunidad de OpESP) asignó a su personal operativo la siguiente tarea: “El papel del SAS era diferente al de las fuerzas aerotransportadas y los Comandos, cuya tarea era apoyar la batalla en el aspecto táctico. También era muy diferente a la del SOE [Special Operations Executive, o Special Operations Executive Group, una unidad vinculada a las agencias de inteligencia británicas], que actuaba, sobre todo, con fuerzas locales y de partisanos. Al SAS se le confiaron tareas estratégicas, operando casi siempre en uniforme”.
En la práctica, el SAS se encargaba de llevar a cabo misiones de dos tipos:
Incursiones en la retaguardia de las líneas enemigas que llevan a cabo ataques contra objetivos vitales;
Actividad guerrillera estratégica desarrollada en bases establecidas en territorio enemigo (con capacidad para reclutar, entrenar y coordinar movimientos de resistencia nativos).
A pesar del intervalo de más de 70 años y de los constantes cambios que se produjeron debido a la particularidad y evolución de los enfrentamientos, el concepto establecido en la década de 1940 sigue vigente.
Niveles de conducción de la guerra/conflicto
Con el fin de aclarar su percepción del papel desempeñado por el SAS, Stirling le dio a la unidad un papel estratégico. Para emitir un juicio adecuado de la dimensión estratégica, es fundamental establecer conceptos que distingan los cuatro niveles de conducción de la guerra y/o los conflictos (Político, Estratégico, Operacional y Táctico). Así, buscando articular los diferentes niveles de confrontación, cuyos límites son complejos e inestables debido a ciertas variables (Personal Comprometido, Complejidad y Cadencia de Acciones), el historiador y analista militar alemán Herbert Rosinski propuso, en la década de 1950, un modelo de clasificación funcional en el que la política se coloca en la cima de la disposición, mientras que la estrategia (dotada de dos instrumentos: operacional y táctico) está inmediatamente por debajo.
Según el modelo propuesto por Rosisnki, la Política es la encargada de coordinar las diferentes ramas de la conducción de la guerra o los conflictos. La Estrategia considera la coordinación de todos los medios militares para lograr el propósito militar de la guerra/conflicto, como el objetivo perseguido por la Política. En este contexto, la estrategia se relaciona con la disposición y dirección general de las fuerzas involucradas en un conflicto determinado. El propósito estratégico-militar puede variar dependiendo del proyecto político y de las particularidades de la guerra/conflicto en cuestión. Por lo tanto, corresponde a la Estrategia la tarea principal de evaluar correctamente la especificidad de cada guerra, seleccionando el propósito militar adecuado. También depende de la Estrategia decidir si movilizar esfuerzos ofensivos y defensivos con el fin de derrotar al enemigo por completo o ceñirse a uno de varios propósitos limitados, así como la responsabilidad de establecer una jerarquía y distribución de las fuerzas disponibles en caso de múltiples teatros. En este sentido, la Estrategia se relaciona con la disposición y dirección general de las fuerzas involucradas en la guerra. A su vez, el Operativo tiene como objetivo buscar la derrota de las fuerzas enemigas por el movimiento, colocándolas en una situación extrema y desfavorable, desorganizando y/o debilitando su capacidad de respuesta. La táctica, finalmente, busca la derrota de las fuerzas enemigas a través de la aniquilación física de sus tropas y/o la destrucción de su cohesión orgánica o moral.
El modelo de clasificación propuesto por Rosinski sigue los fundamentos de Carl von Clausewitz, en el sentido de que somete la estrategia a la política. Tal como se presenta, el nivel estratégico considera el plan de guerra guiado por la dimensión política, mientras que el nivel operacional considera el plan de campaña basado en consideraciones militares.
Abrimos un paréntesis para destacar la escalada de responsabilidades relacionadas con los diferentes niveles de organización, preparación y conducción de guerras/conflictos establecidos por la Doctrina de Defensa Militar Brasileña. El nivel político está representado por el Presidente de la República (Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas), quien es responsable, entre otras funciones, de determinar los objetivos políticos de la guerra/conflicto. El nivel estratégico, compuesto por el MD (Ministerio de Defensa), el CMiD (Consejo de Defensa Militar) y los Mandos de las Fuerzas Armadas, transforma los lineamientos políticos en acciones estratégicas, a ser desarrolladas sectorialmente y de manera coordinada por los diferentes ministerios, con la acción militar como manifestación predominante. El nivel operativo, constituido por los Mandos Operacionales, promueve la elaboración de la planificación y conducción de las campañas militares requeridas por la guerra/conflicto de acuerdo con los requerimientos establecidos a nivel estratégico. A nivel táctico, formado por las fracciones de las fuerzas militares, se produce el enfrentamiento de las tropas antagónicas en el campo de batalla, combatiendo cada una de ellas según el TTP (Táctica, Técnicas y Procedimientos) asimilado según el entrenamiento.
Dado que la conducción de la guerra/conflicto está sujeta a las especificidades del enfrentamiento en cuestión, es posible determinar que, a lo largo de la historia, la estrategia adoptada en un determinado enfrentamiento por los antagonistas fue moldeada a los respectivos intereses político-militares a partir de la coyuntura vivida por ambos.
Para citar como ejemplo la experiencia norteamericana en la conducción de la guerra, señalamos que, durante la Segunda Guerra Mundial, al no estar suficientemente implicados en el entorno político internacional, los Estados Unidos adoptaron una estrategia de uso de la fuerza para lograr victorias militares y no para mantener u obtener logros políticos. Durante la Guerra Fría, a su vez, creyendo que estaban librando una lucha contra el comunismo internacional, los estadounidenses desarrollaron una estrategia nacional destinada a defender el país y sus intereses políticos.
Actualmente, debido a su amplio compromiso político-económico internacional, Estados Unidos tiene la preocupación estratégica de proyectar su fuerza militar a nivel global. Sin embargo, la afirmación de EE.UU. no es compartida por otros países, que, debido a que aspiran a objetivos políticos diferentes, necesitan requisitos estratégicos igualmente diferentes.
Sobre la posición del gobierno de los EE.UU. sobre sus ElmOpEsp (Elementos de Operaciones Especiales), Carl W. Stiner, un general retirado del Ejército de EE.UU. que se desempeñó como Comandante en Jefe del Comando de Operaciones Especiales de EE.UU. de 1990 a 1993, señala: “Estos soldados, marineros y aviadores son instrumentos silenciosos y profesionales de la política de EE.UU. Están empleados en el frente, llevando a cabo sus respectivas misiones todos los días del año, operando en el nivel [táctico] más bajo, donde ocurren problemas, hasta el nivel de embajadores, brindando recomendaciones, brindando asistencia y coordinando requisitos, todo a favor de los intereses estadounidenses”.
En cuanto al uso político-estratégico de las FOpEsp, la historia es pródiga en ejemplos de acciones militares que no se limitaron a las implicaciones del campo de batalla. La creación de los Comandos Británicos durante la Segunda Guerra Mundial tenía la intención de resaltar la intención y la determinación del gobierno del primer ministro Winston Churchill de continuar luchando, a pesar de su incapacidad temporal para lanzar una contraofensiva a gran escala contra la Europa ocupada. También durante la Segunda Guerra Mundial, la Operación Panzerfaust (15 de octubre de 1944) promovió el secuestro de Miklós Horthy Jr. (hijo del regente húngaro Miklós Horthy) por hombres de las unidades SS Friedenthal dirigidas por Otto Skorzeny, con el objetivo de evitar que Hungría abandonara la alianza con el Eje y se acercara a los Aliados. Debido a que la vía diplomática (negociación) aparentemente se había agotado, la acción de rescate de rehenes que tuvo lugar con motivo de la Operación Rayo (4 de julio de 1976) hizo del uso de la fuerza por parte de los miembros del Sayeret Matkal (unidad de las Fuerzas de Defensa de Israel) la mejor alternativa estratégica para la solución del problema. La muerte de Osama bin Laden, como resultado de la Operación Lanza de Neptuno (1 de mayo de 2011), llevada a cabo por miembros de DEVGRU (el nombre común del Grupo de Desarrollo de Guerra Especial Naval [NSWDG], o Grupo de Desarrollo de Guerra Especial Naval, una unidad antiterrorista de la US Navy), fue una acción extremadamente delicada, ya que involucraba las relaciones exteriores de Estados Unidos en una región convulsa del continente asiático.
Guerras contemporáneas
Por definición, la guerra ha sido considerada históricamente como un conflicto librado entre Estados, que involucra el uso de sus fuerzas armadas, y se desencadena de acuerdo con las normas del Derecho Internacional. Sin embargo, desde finales del siglo XX, como consecuencia de la fragmentación de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y la crisis del petróleo, Estados Unidos se vio catapultado a la condición de potencia hegemónica en el escenario mundial. Así, el modelo económico estadounidense (capitalismo) promovió un proceso de globalización que terminó dando lugar a un nuevo orden mundial, dando lugar a actores con motivaciones político-ideológicas sin vínculos con los estados nacionales. Al no contar con representación estatal, estos actores recién insertados en el entorno internacional comenzaron a imponer su posición mediante el uso de la fuerza, eliminando el monopolio del Estado sobre la guerra. Así, por el peligro que representan para la soberanía de los Estados, los nuevos actores, considerados como "nuevas amenazas" (insurrecciones, crimen organizado, narcotráfico, piratería y terrorismo), han pasado a representar un desafío para las instituciones militares, ya que la modalidad de "Guerra Asimétrica" propuesta por ellos, en algunos casos, desconoce el LOAC (Derecho de los Conflictos Armados, o Derecho Internacional de los Conflictos Armados), regido por los términos de la Convención de Ginebra. En el tablero de ajedrez global contemporáneo, las peculiaridades de estas nuevas amenazas aumentan la relevancia de la estrategia en la conducción de los conflictos. El carácter transnacional de estas amenazas aumenta el peso estratégico de las tropas capaces de contrarrestarlas y neutralizarlas.
En el escenario actual, la amalgama que combina las nuevas amenazas con las tradicionales, al tiempo que coexiste en un entorno híbrido, hace que la conducción de guerras/conflictos sea una empresa aún más compleja.
Las transformaciones que se han producido en el escenario internacional desde el colapso de la URSS, y especialmente después de la secuencia de ataques terroristas perpetrados por al-Qaeda contra territorio estadounidense en la mañana del 11 de septiembre de 2001, inauguró una fase completamente diferente en la forma de pensar y planificar el uso del FOpEsp. La importancia estratégica que el gobierno de Estados Unidos le dio a la FOpEsp en la llamada GWOT (Guerra Global contra el Terrorismo) fue tal que las campañas llevadas a cabo en Afganistán e Irak fueron clasificadas por los militares como Guerra Centrada en las Fuerzas Especiales. El resultado de la participación de Estados Unidos en Afganistán ha puesto de relieve a las tropas no convencionales de una manera que no se había visto en enfrentamientos militares anteriores. Para hacerse una idea de esta proyección, tras los atentados del Once de Septiembre, los equipos SEAL, anteriormente destinados a operar exclusivamente en entornos marítimos y fluviales, también comenzaron a operar en el entorno terrestre, realizando diversas misiones.
Teniendo en cuenta el proceso de transición gradual al que se han visto sometidas las FOpEsp desde finales del siglo XX, es imperativo abordar las cuestiones relacionadas con la utilidad estratégica de las unidades especiales. Desde una perspectiva militar, el término "estrategia" debe entenderse como la aplicación de la fuerza militar para lograr objetivos políticos. En este sentido, la verdadera utilidad estratégica de un componente militar para el poder nacional radica en la capacidad de este organismo para proyectar o defender los intereses nacionales. Por lo tanto, para que una FOpEsp se utilice en un contexto estratégico, es necesario que la unidad en cuestión tenga un valor sustantivo en el ejercicio de esta función. Sobre la relevancia estratégica de las FOpEsp, Colin Gray, profesor de Relaciones Internacionales y Estudios Estratégicos en la Universidad de Reading en el Reino Unido, dice: “Las Fuerzas de Operaciones Especiales son un activo de la gran estrategia nacional: constituyen una herramienta política que puede emplearse quirúrgicamente en apoyo de la diplomacia, la asistencia exterior (de varias maneras), así como un papel importante en el desarrollo de las Fuerzas Nacionales, o como un arma independiente”.
El uso de la FOpEsp en favor de la "Gran Estrategia" (término utilizado en referencia al uso de todos los instrumentos de poder disponibles para la conquista y/o mantenimiento de los objetivos políticos de un Estado) hizo que las unidades especiales se destacaran como un importante instrumento del Poder Militar, que puede ser utilizado a favor de los intereses del Estado (política). Las campañas llevadas a cabo por las FOpEsp en la Guerra de Kosovo (1999) y en la Guerra de Afganistán (2001) son ejemplos del uso estratégico de unidades especiales a favor de los intereses de los Estados, ya que los resultados obtenidos hicieron que las autoridades del Estado tomaran conciencia de que los grandes objetivos políticos pueden ser alcanzados por ElmOpEsp organizados en unidades pequeñas y sin la costosa necesidad de utilizar grandes contingentes de tropas convencionales.
Utilidad estratégica de las OpEsp
Para definir el valor de las OpEsp en un contexto estratégico, es importante analizar el papel que juegan en la campaña en cuestión. Cuando se enfocan en la tarea de identificar la utilidad estratégica de las FOpEsp, es responsabilidad de los analistas evaluar dos factores relacionados con estas unidades:
Economía de fuerzas (que permite lograr resultados significativos utilizando la participación de un contingente limitado);
Diferentes Alternativas de Empleo (permite flexibilizar la elección del contingente a enviar, considerando las particularidades de las tareas y misiones a realizar).
En este sentido, el diferencial que pesa a favor de las FOpEsp en relación a las tropas convencionales es su capacidad para lograr resultados significativos mediante el empleo de un contingente pequeño y de forma diversificada.
Como se mencionó anteriormente, la relevancia estratégica de una operación militar, ya sea especial o convencional, depende de la forma en que se lleve a cabo en favor de los objetivos políticos. Específicamente en el caso de las OpEsp, ya sea que se lleven a cabo por acción directa o indirecta, la utilidad estratégica puede ocurrir como resultado de una acción autónoma (como una operación para capturar a los líderes de un movimiento insurgente), o una acción conjunta con tropas regulares (como operaciones de reconocimiento avanzado destinadas a favorecer el despliegue de fuerzas convencionales). Sin embargo, las FOpEsp son más capaces de producir resultados estratégicos cuando se emplean como esfuerzo principal, ya que el éxito de la operación depende exclusivamente de las competencias de su personal operativo. Cuando se opera como parte de un esfuerzo conjunto de apoyo a las tropas convencionales, la contribución estratégica de las unidades especiales sólo se producirá cuando su participación influya en el éxito del esfuerzo primario (convencional).
Desde una perspectiva estratégica, a la hora de evaluar las implicaciones de una determinada operación, ya sea llevada a cabo por fuerzas convencionales o por FOpEsp, los efectos estratégicos de la acción dependen del impacto causado por la actuación estratégica en el curso de los acontecimientos. En este sentido, el concepto de la estrategia de desgaste es esencial para clarificar cómo contribuyen las FOpEsp al desempeño estratégico de una campaña militar. En esencia, se entiende por "Guerra de Desgaste" a la entendida como: “Una forma de llevar a cabo operaciones que se basa en una aplicación masiva del poder de combate, con el fin de reducir la eficiencia combativa del enemigo, mediante la pérdida de personal y material. Las fuerzas se dirigen directamente al centro de gravedad del oponente. Los efectos deseados se buscan a través de la destrucción acumulativa de los activos físicos enemigos, tanto de personal como de material, trabajando básicamente en el campo físico, o el enfrentamiento directo con las unidades de combate enemigas con el fin de neutralizarlas. Los resultados serán proporcionales al nivel de fuerza empleada y, normalmente, más costosos en personal y material, con tendencia a mayores daños en las zonas donde se realizan las acciones y también a la población civil local”.
Si bien este concepto está directamente relacionado con la capacidad de inutilizar y/o destruir recursos materiales, es importante destacar que la naturaleza de la estrategia abarca complejas interacciones morales y materiales entre adversarios. Aunque son eficientes en la tarea de infligir pérdidas materiales al enemigo, el impacto estratégico causado por las FOpEsp es modesto cuando se emplean únicamente para este propósito. Por otro lado, aumentan las posibilidades de éxito al combinar la capacidad de promover el desgaste material con la capacidad de infligir daño moral a las fuerzas enemigas. El efecto acumulativo de la guerra de desgaste llevada a cabo por las FOpEsp, llevada a cabo en conjunción con las operaciones convencionales, tiene como objetivo no sólo reducir el poder de combate del oponente, sino también socavar su voluntad de luchar con el fin de debilitarlo. De esta manera, al emplear la estrategia de desgaste, las unidades especiales contribuyen al desempeño estratégico de una campaña militar al promover la erosión física y psicológica de las fuerzas enemigas, llevando su voluntad de combate al agotamiento.
Para que un Estado sepa emplear estratégicamente sus FOpEsp, es importante identificar la función que deben cumplir las tropas especiales, considerando la planificación estratégica nacional respectiva. La realidad multifacética del escenario internacional actual (cuya globalización reduce las distancias, proporciona avances tecnológicos y prosperidad económica, al tiempo que amplía la brecha entre las capas más ricas y más pobres del planeta), impone a los responsables políticos de los países soberanos el desafío de encontrar soluciones estratégicas igualmente multifacéticas para enfrentar las situaciones de crisis. Al igual que con los objetivos políticos, las estrategias diseñadas para lograr los propósitos estatales también difieren de un país a otro. En el escenario internacional, considerando el entorno de seguridad contemporáneo (que mezcla amenazas clásicas y nuevas), corresponde a los países soberanos encontrar soluciones pertinentes para emplear sus tropas (convencionales y no convencionales), de acuerdo con los intereses del Estado.
Los artificios poco ortodoxos utilizados por el enemigo en la conducción de un conflicto irregular exigen de los Estados, independientemente de los objetivos políticos que propugnan, una respuesta igualmente diferenciada, cuya metodología de enfrentamiento resulte eficiente, aceptable y compatible con los intereses del Estado. Cabe destacar que el término "aceptable" se refiere a la legitimidad de las acciones militares a favor de un Estado, ya que se consideran legítimas cuando están dirigidas a garantizar la estabilidad política, económica y social de la nación en cuestión, pero pierden este carácter cuando afectan su cultura, valores, intereses y personas.
Debido a que tienen la flexibilidad necesaria para adaptarse a las diferentes formas de combate, una característica que el tamaño y el conservadurismo de las unidades regulares perjudican, las FOpEsp constituyen una herencia que no debe ser ignorada en la planificación estratégica nacional, so pena de involucrar a las tropas regulares en un tipo de confrontación para la cual no tienen la aptitud y la preparación compatibles con la naturaleza del combate.
Movilización de esfuerzos
Proyectar el enfrentamiento estratégico de las unidades especiales solo será posible si hay ajustes previos que hagan viable esa posibilidad. En primer lugar, es fundamental que la sociedad civil desarrolle una cultura de valoración de sus Fuerzas Armadas como instituciones indispensables para garantizar la soberanía del Estado.
En el ámbito militar, es imperativo que la sociedad militar, consciente de las peculiaridades del escenario de confrontación contemporáneo (en el que las Fuerzas Singulares deben estar debidamente preparadas para la confrontación tanto regular como irregular en todos los niveles de guerra/conflicto), promueva un rápido "ajuste" de sus FOpEsp, a riesgo de que no dispongan del conjunto de elementos necesarios (estructura, organización, personal, materiales y medios) para aunar capacidades para enfrentar tanto las amenazas clásicas (representadas por las características inherentes a la confrontación entre Estados enfrentados) como las llamadas "nuevas amenazas" (crimen organizado, narcotráfico, tráfico de armas, trata de personas, piratería, terrorismo transnacional, insurrecciones, proliferación de armas de destrucción masiva, entre otras).
En este contexto, es fundamental que todo el personal militar (oficiales y alistados), durante su proceso de formación, reciba instrucciones y sepa cómo proceder cuando sea necesario el uso de FOpESP, ya que saber cómo utilizarlas en las situaciones para las que se recomiendan y cómo utilizarlas para producir el máximo impacto es lo que otros organismos (militares o civiles, públicos o privados, gubernamentales o no gubernamentales), trabajando sobre la base del concepto de "interoperabilidad", están en condiciones de ofrecer el apoyo necesario para que puedan actuar reduciendo al mínimo los contratiempos logísticos.
Conclusión
Si bien el involucramiento de unidades militares especiales a nivel estratégico es constantemente explorado en los enfrentamientos contemporáneos, debido a la alta criticidad de los elementos políticos involucrados, su uso como alternativa estratégica no es un fenómeno reciente, ya que ha ocurrido en los conflictos librados desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la opción por el involucramiento estratégico de las FOpEsp depende de la forma en que las OpEsp sean percibidas por la sociedad militar del Estado que las patrocina, de la pertinencia y grado de sensibilidad atribuido a las acciones llevadas a cabo por las FOpEsp y de los recursos puestos a disposición para que las tropas especializadas puedan realizar sus actividades con la rapidez, flexibilidad y eficacia que necesitan para cumplir su propósito.
La participación de las FOpEsp en los niveles más altos de la conducción de la guerra y el conflicto (política y estratégica) requiere una movilización intrincada y costosa de esfuerzos para lograr los objetivos establecidos. Aunque muchos países no están dispuestos a emplear sus tropas especiales como alternativa estratégica (ya sea por razones políticas, económicas y/o doctrinales), renunciar a este recurso significa renunciar a un expediente tan singular que, incluso si hay otras soluciones posibles, no hay medios capaces de reemplazar las posibilidades proporcionadas por ElmOpEsp.
Comments