La Argentina, después de Brasil, ha tenido la mayor industria de defensa en América Latina, siendo además la primera en desarrollarse, alcanzando en el siglo XX un nivel destacado en el ámbito internacional. Sin embargo, en los años noventa todo el complejo industrial de la defensa fue desmantelado sin planificación y sin pensar en el futuro del país, donde se buscó achicar el estado como un fin y no como un medio para mejorar el desarrollo.
La privatización de empresas no es un mal en sí mismo como algunos sectores plantean, sino que lo es cuando se hace mal y sin un plan ni un objetivo. Como ejemplos tenemos un caso paradigmático para comparar y es el de la Fábrica Militar de Aviones (FMA) versus Embraer. El gobierno argentino decidió en 1993 privatizar la FMA, pero solo buscó sacársela de encima, entregándola a la Lockheed que no tenía interés alguno en fabricar sino solo en hacer mantenimiento y modernización de aeronaves para la Fuerza Aérea Argentina, por lo que el estado, para hacerla sobrevivir, destruyó gran parte de la capacidad de mantenimiento mayor de la fuerza. Finalmente, en diciembre de 2009 la empresa volvió al estado argentino como FAdeA, pero, de nuevo, sin un plan de desarrollo sustentable y continúa viviendo de contratos sobredimensionados con el estado argentino, con un prestigio por el piso y sin que nadie en el exterior se interese en ella.
Embraer, por su lado, fue privatizada con planes concretos de mantener un crecimiento sostenible y apoyado en ventas de productos a clientes privados o del exterior, lo que la convirtió en la mayor exportadora tecnológica de Brasil, una empresa de enorme prestigio global y hoy una de las mayores industrias aeroespaciales del mundo, con un futuro brillante de la mano de una mentalidad enfocada en la innovación y la apuesta a las nuevas tecnologías.
El estado actual de las empresas argentinas
Hoy existen tres grandes empresas estatales dentro del complejo de la defensa en la Argentina: FAdeA, Tandanor y Fabricaciones Militares, que dependen del Ministerio de Defensa. Las tres son totalmente ineficientes y manejadas de manera desastrosa, dependiendo en su mayoría de aportes del estado, a través de contratos o directamente con Aportes del Tesoro Nacional (ATN) para subsistir. En el período 2015 a 2019 se las intentó hacer eficientes, sanearlas y llegar a eliminar sus déficit, lo cual estuvo cerca de lograrse, aunque sus gestiones tampoco fueron del todo eficientes, en general porque sus directorios no estaban conformados por gente con conocimientos en el área, por lo que las buenas intenciones no alcanzaron.
En el período 2019 a 2023, no hubo directamente ningún interés en la eficiencia y las empresas se enfocaron principalmente a vivir del estado.
Tandanor mantuvo contratos de mantenimiento de buques civiles, pero la construcción se enfocó en puentes y otros productos para entes del estado y en comenzar a construir barcos (una embarcación hidrográfica que no pudo ser entregada porque posee problemas de diseño y doce remolcadores de los cuales no han llegado a botar el primero, a pesar de estar previsto hacerlo hace meses). Si bien anunció repetidas veces que iniciaría la construcción del buque polar para la Armada Argentina, nunca llegó a desarrollar la ingeniería de detalle para poder iniciar la construcción.
Fabricaciones Militares tiene también algunos contratos con el sector minero, pero también vive principalmente de proveer al estado argentino, habiendo dejado de lado la producción de munición de artillería, cohetes, armamento y otros productos que no solo son necesarios para las Fuerzas Armadas locales, sino que tienen una alta demanda en el mercado internacional. Hoy posee una enorme estructura pero que produce muy poco de interés para el sector de defensa.
FAdeA, por su lado, mantuvo una línea de producción del IA-63 Pampa a un ritmo excesivamente lento, con solo tres aviones nuevos entregados entre 2020 y 2023, los cuales estaban en un grado avanzado de terminación en 2019. Además, desarrolló el programa IA-100, que en 2020 esperaba entregar su primer ejemplar a la Fuerza Aérea Argentina en 2022 pero que ahora espera hacer el roll-out del prototipo a mitad de 2024 y las entregas no comenzarán antes de 2025.
¿Vale la pena tener industria de defensa?
El primer punto a pensar es si la Argentina quiere tener una industria de defensa. Hoy, todos los países desarrollados entienden que la industria de defensa es esencial porque cumple cuatro roles fundamentales:
· Darle independencia al país a la hora de abastecer a sus Fuerzas Armadas, ya que se sabe que ante un conflicto no siempre se podrá contar con proveedores extranjeros.
· Generar desarrollo tecnológico ya que el sector defensa es el mayor generador de nuevas tecnologías en el mundo, que luego se vuelcan al ámbito civil (casi todas las tecnologías que hoy usamos día a día nacieron en el ámbito de la defensa).
· Ser un gran generador de divisas a través de la exportación de productos de alto valor tecnológico y servicios.
· Generar mano de obra calificada, especialmente en la aplicación de tecnologías innovadoras, lo cual influye en el desarrollo educativo de un país y luego se derrama en el sector privado.
La Argentina, habiendo tenido una gran industria de defensa, siendo un país que ha tenido un importante desarrollo industrial (junto a Brasil y México forma parte de los tres países industrializados de América Latina), mientras que éste y el tecnológico es esencial para cualquier país que quiera desarrollarse en el mundo actual, y se puede apalancar con una industria de defensa avanzada.
Por eso, entiendo que es fundamental pensar en una Base Industrial de Defensa sólida y avanzada, pero no debe apuntar solamente a empresas privadas que viven de pequeños contratos con el estado argentino ni en empresas estatales que solo existen como una fachada que sirve para darle trabajo a amigos de la política, a los sindicatos o a quienes no tienen las competencias para tener éxito en el sector privado. La Base Industrial de Defensa debe tener como objetivo generar ingresos genuinos en el mercado internacional a través de la venta de productos y servicios innovadores y competitivos, con estándares internacionales, con eficiencia, para generar nuevas tecnologías que aporten un alto valor agregado, generen divisas al país y demanden mano de obra muy calificada.
Hoy, la Argentina debería analizar los ejemplos de países como Brasil, Turquía, Israel, Japón, Corea del Sur, Suecia y varios otros que, por distintas razones, apostaron a desarrollar su Base Industrial de Defensa. Especialmente casos como el de Suecia, que no tiene conflictos y ha sido neutral en todas las guerras por más de un siglo, pero donde en su economía la industria de defensa tiene un peso fundamental. Brasil, porque es un país con una idiosincrasia parecida a la Argentina, que empezó a industrializarse después que la Argentina, pero con objetivos claros, que fue logrando con el tiempo. Los otros países citados se desarrollaron a la luz de las amenazas que tenían, una realidad distinta a la de la Argentina, pero que la Argentina podría aprovechar asociándose con algunos de ellos.
¿Qué hacer?
En el nuevo proyecto de ley que el gobierno argentino mandó ayer al congreso se plantea la privatización de todas las empresas estatales, incluyendo las tres dependientes del Ministerio de Defensa, por lo que conviene analizar si esto es lo mejor y cómo conviene hacerlo para que sea un beneficio para el país.
Viendo los resultados de las empresas en manos del estado, con poco y nada de producción, deficitarias y dependientes de aportes enormes del estado, con personal no calificado y corrupción, no hay mucho más por analizar para definir que algo hay que hacer.
Privatizar puede ser una solución, aunque también se puede buscar un modelo como el de INVAP, que es ejemplo de éxito de gestión estatal, pero donde ha prevalecido la autarquía y la independencia del poder político, por lo que la empresa pudo desarrollar políticas de largo plazo, ya que sus autoridades no dependen del gobierno de turno. Ha logrado ser eficiente y generar recursos genuinos, ya que no depende de aportes del estado, sino de sus ventas, donde una gran parte de sus clientes son del exterior.
Sin embargo, hacer la reconversión a un modelo como INVAP sería un proceso complejo porque habría mucha resistencia dentro de las empresas, acostumbradas a un modelo cómodo e ineficiente de vivir del estado nacional, donde muchos tienen sus “kioscos” personales y con sectores políticos que las usan para acomodar amigos.
Privatizar, si se apunta a un modelo como se hizo con Embraer en 1994, pensando en el desarrollo de una Base Industrial de Defensa de manera sostenible y apuntando a lograr lo descripto más arriba, puede ser un gran paso.
Es preciso entender que ni el estado ni el privado son intrínsecamente buenos o eficientes, que las empresas estén en manos del estado no garantizan la soberanía (Embraer como empresa privada le aporta más al estado brasileño que FAdeA como empresa estatal) ni la niegan si están en manos de accionistas privados. Todo dependerá de cómo se articule la relación entre el estado y las empresas y los proyectos a largo plazo que se planteen.
El punto estará en que, si se privatiza, se busque que sean empresas que mantengan y amplíen sus capacidades de fabricación y no se conviertan en simples talleres, además de que tengan que generar sus propios ingresos de manera competitiva en el mercado. El objetivo debe ser lograr tener empresas como Embraer y no elefantes blancos.
Ahora, algo que debe entender la gestión actual, a la hora de privatizar, es que ningún inversor serio va a comprar empresas deficitarias, con mucho personal con cargos políticos, con esquemas de corrupción internos y personal no calificado. Para eso, será fundamental sanear las empresas antes de ponerlas en venta, lo cual puede llevarle toda la gestión de estos cuatro años, como al gobierno de Mauricio Macri le llevó y no logró ponerlas en condiciones para que se puedan vender.
Si las empresas no se sanean, se corre el riesgo de que solo estén interesados en comprarlas aquellos que busquen algún tipo de negociado, convertirlas en simples talleres de mantenimiento o directamente acabarlas como tales y usar sus instalaciones para otra cosa, lo cual es muy posible, ya que casi todas están en espacios que tienen un enorme valor.
En 2018 me tocó asesorar a dos empresas europeas con interés en comprar FAdeA, pero ambas concluyeron que, en el estado en que estaba la empresa, a pesar de que estaba alcanzando el déficit cero, era inviable. La realidad era que casi no tenía contratos, no había un plan de negocios realista y serio, los directivos tenían poco conocimiento del negocio y de la empresa que administraban, gran parte de su infraestructura estaba en estado lamentable, fuera de la producción de componentes para Embraer no se veía capacidad tecnológica, entre otras cuestiones. Hoy, la realidad es bastante peor.
Por otro lado, todos los potenciales compradores ataban la compra a contratos de la Argentina, ninguno iba a invertir y hacerse cargo de la empresa si la Argentina no les garantizaba al menos un contrato inicial que permita al menos no tener déficit.
Si bien se puede plantear que las empresas deberían comprar y conseguirse sus clientes y arriesgar, la realidad es que todas consideran que ya comprar una empresa estatal en la Argentina es demasiado riesgo como para sumar otros. La Argentina es un país demasiado impredecible y nadie tiene confianza en que las políticas duren en el tiempo, por más buenas que sean, por lo que nadie está dispuesto a invertir si no se asegura que al menos no pierda dinero en el período que dura un presidente (4 años), ya que saben que es muy posible que luego de ese período todo cambie y ya no se pueda hacer negocios.
Por eso, es fundamental que el gobierno actual tome especial cuidado en designar directivos muy calificados al frente de dichas empresas, incluyendo la posibilidad de contratar personal en el exterior con mucha experiencia en generar planes de negocios, reorganizar la producción y la estructura interna, y en comercializar los productos. Se debe buscar, lo cual no es nada fácil, que sus presidentes y gerentes sean personas con experiencia en dichas empresas o en el rubro específico de las mismas, que no estén contaminados por la corrupción o la política, que conozcan todos los manejos internos, tanto los buenos como los malos, para saber todo lo que hay que erradicar y lo que hay que potenciar. Si se vuelve a apuntar a llenar sus gerencias con cargos políticos y amigos del poder, el fracaso estará asegurado.
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