Por Ignacio Montes de Oca
Se habla de una invasión musulmana a Europa y de la instalación de un califato en varios países de ese continente. Vamos a ir a las cifras para tener más certezas sobre la existencia de una bomba demográfica y el volumen de la avalancha migratoria. Sale nota solo con datos.
Vamos a centrarnos en las grandes potencias económicas y militares como Alemania. Francia y el Reino Unido por su peso dentro de la comunidad europea, citaremos a casos como España, Polonia e Italia para tener una mirada más completa. Luego con potencias como EEUU, Rusia y China. En la Unión Europea viven unos 25 millones de musulmanes, sin contar a la población turca. Sobre un total de 448 millones de habitantes de la UE, representan cerca de un 5% de la población. Veamos ahora en qué países se concentran las mayores proporciones de población islámica. Siempre tomando cifras oficiales, en Francia, hay 6,77 millones de musulmanes, lo cual representa un 10% de la población. En Alemania, hay 3 millones de islámicos, o sea el 3,57% de sus habitantes. En el Reino Unido, 3,2 millones, es decir el 5% del total.
El porcentaje es del 2% en España de acuerdo con el censo del INE de 2021. En Polonia es del 0,02% y en Italia del 5%. Los países con mayor proporción de musulmanes son Kosovo (92%) Albania (82,1%) y Bosnia Herzegovina (50,1%). Turquía, que no es parte de la UE, tiene un 98%. Es un error usual confundir el número total de migrantes con el número de llegados musulmanes. O sumar la población islámica de Turquía, Bosnia Herzegovina y Albania para exagerar la presencia general de esa religión en toda Europa. A veces, no es un error inocente.
En donde hay una fuerte presencia islámica es en Rusia; el 11.25% de su población y podría superar el 50% en el año 2050. En total, viven 14 millones de islamitas en Rusia, un 56% de los que viven en toda Europa, aunque dentro de una población de 149 millones.
La población musulmana de EEUU se estima en 3,4 millones, más que en Alemania o en el Reino Unido. En China, hay 24 millones de musulmanes, principalmente en la región de Sinkiang. Si el número marca el grado de riesgo, el problema no es solo europeo. Es importante marcar la cuestión de las proporciones y el número considerando las alertas sobre la islamización europea o, como advirtió Vance, el vice republicano, porque se trata de países con armas nucleares. Le erró con el Reino Unido, debería mirar hacia Rusia.
Ya tenemos una definición porque, tanto para acceder al poder ejecutivo como para cambiar las leyes en el Parlamento, se necesita más del 50% de los votos y por ahora no pareciera haber una perspectiva de mayorías islámicas. En el Parlamento Europeo, su presencia es casi nula. Para salvar la situación, los creyentes del riesgo islámico dirán que la oleada migratoria está convirtiendo a Europa en una nueva Meca.
Pues bien, vamos a las estadísticas de la Comisión Europea que miden los flujos migratorios para saber cuánto hay de realidad y cuanto de mito. Lo primero que hay que definir es cuántos extranjeros viven en el territorio comunitario. Claro que entre ellos habrá musulmanes, católicos, budistas y ateos. Pero es un buen punto de partida para saber si realmente Europa está “perdiendo su identidad”. La proporción de habitantes nacidos en el extranjero de la UE es del 8.5% de la población. Es una proporción menor que la de Suiza (30.7%), Australia (29,2%), Islandia (20,1%), Israel (19,1%) y los EEUU (14%). Estas cifras no incluyen a los nacidos en otro estado comunitario. Las cifras de China son más bajas: 1 millón de extranjeros sobre 1.412 millones, un 0.07%. En Rusia, es del 8%. España tiene 6,7 millones de extranjeros, un 13,8%, Alemania 23 millones sobre 83,2 millones, un 26%. Francia 8,6 millones, un 18,24%. Si recordamos las cifras de población islámica surge una diferencia importante y se debe a que la inmigración no es predominantemente musulmana en ninguno de los casos. La respuesta es sencilla: no solo llegan musulmanes a Europa y la idea de invasión islámica se debilita.
Vamos a los solicitantes de asilo en 2022, una categoría que suele ser usada por los migrantes que reclaman permiso de residencia por motivos humanitarios. Aquí las nacionalidades se hacen aún más variadas. La primera corresponde a los sirios, con 183.035 solicitudes. Luego, vienen los afganos, con 100.935, y turcos, con 89.965. Pero luego aparecen dos países latinoamericanos: venezolanos, con 67.085 aplicaciones, y colombianos, con 62.015. Atrás, pakistaníes, marroquíes, egipcios, peruanos, iraquíes, georgianos, guineanos, marfileños y rusos. Si prestamos atención a las nacionalidades predominantes surge que la mayoría no son precisamente de países donde se aplique la Sharía. Los sirios provienen del baasismo sunita y nacionalista árabe. Los afganos huyeron del integrismo talibán. Egipto es una nación sunita secular.
Los ucranianos huyen de la invasión rusa y apenas una porción tártara es islámica. América Latina no es un área musulmana y menos aún en Georgia y Rusia. Guinea y Costa de Marfil son mayormente católicos. Quedan del lado del Islam Siria, Pakistán, Bangladesh, Marruecos e Irak. Veamos ahora la inmigración ilegal, porque la tentación es suponer que la construcción del califato se corrobora por ese lado. La nacionalidad predominante es la siria, con un 27,8% del total. Lejos le sigue la proveniente de Guinea, la senegalesa, afgana y tunecina. El resto se distribuye en porcentajes menores al 4% que impide reforzar la idea de una migración que construya una masa homogénea en términos de nacionalidad, raza o religión. Menos aún hay una presencia salafista relevante que es la que sostiene la idea del califato.
Entre enero y septiembre de 2023 crecieron los cruces ilegales en un 18% con relación al mismo periodo de 2022 con un total de 281.872 traspasos. Las entradas irregulares por mar crecieron un 83% y las terrestres un 30%. Sobre 448 millones de habitantes de la UE, es un 0,062%. Es aquí donde cruje la idea conspiranoica del “Gran Reemplazo” que supone que desde una entidad manejada por seres de parpadeo horizontal y piel escamosa se quiere reemplazar a la raza blanca lepeniana para doblegarla bajo el peso de un nuevo mestizaje liderado por el Islam.
En realidad, los que atacan a los reptilianos iluminatis como el que escribe esta nota, no tienen en cuenta la cuestión demográfica que explica los cambios étnicos mucho mejor que las teorías charco, amplias pero muy poco profundas. Hablemos de índices de fertilidad.
Hay un número “mágico” que es 2,1 hijos por mujer. Si el índice de fertilidad está por encima, la población de un país crecerá. Si está por debajo, no hay que ser un Stephen Hawkins para deducirlo, se va a contraer. Y es lo que sucede con la mayor parte de las sociedades europeas. En la actualidad, casi todos los países europeos están por debajo del 2,1 de fertilidad. Esto no tiene que ver con una conspiración de Soros y Bill Gates, sino con una decisión cada vez más recurrente de renunciar a la paternidad o tener una cantidad menor de hijos. Las explicaciones para este fenómeno son variadas y van desde la preferencia por el consumo y las ideas narcisistas, el mayor costo del sustento de una familia o del acceso a la vivienda. Otros, prefieren culpar a los LGBT y a sustancias volcadas en el aire y los alimentos.
Mientras se busca una respuesta, la población disminuye y, de no ser por la migración, lo haría a un ritmo más elevado. Tampoco las comunidades migrantes aportan tasas de natalidad más altas luego de su llegada. El acceso a un mayor ingreso parece tener efectos anticonceptivos. En el mapa de la fertilidad, se observa que Francia está en un 1,79. En 2023, nacieron 678.000 niños menos que en 2022 y la migración islámica no pujó lo suficiente para elevarlo. Es el índice más bajo desde el año 1946, cuando el tema migratorio no era un problema.
Alemania tuvo un índice de fertilidad del 1,46 en 2023, su peor registro desde 2013 con 682.000 nuevos niños y una caída del 6,12% desde el año anterior. Tampoco ayudaron las madres extranjeras; apenas un 15,8 % parió un tercer hijo, mientras que entre las migrantes fue del 26,4%. En el Reino Unido la tasa está en 1,49 y el promedio en la UE fue de 1,46 en 2022. Los casos más dramáticos se dan en Malta (1,08), España (1,16), Ucrania (1,16) e Italia (1,24). Los mejores registros están por debajo del 2,1: Georgia (1,83), Moldavia (1,81) y Francia (1,79).
Es decir que, al estar debajo de la tasa de reemplazo, la migración viene a remediar huecos en el sistema económico y social en donde la oferta y demanda actúan de un modo que va más allá de las elucubraciones sobre planes malthusianos de seres oscuros a escala planetaria.
Es más, de acuerdo con un estudio publicado en Lancet, para el año 2100 el 97% de los países tendrá tasas regresivas de fertilidad. Lo que le sucede a Europa también afecta al resto del mundo. La tasa de China es de 1,16, la de EEUU de 1,66 y la de Rusia de 1,49.
En del Sahel africano hay una tasa de fertilidad de 5,5. El promedio de áfrica es de 4,7. Si no se revierte la tendencia, en el 2050, predice el artículo en Lancet, el promedio mundial será de 1,44 y de 1,37 en 2100. En ese momento, uno de cada dos niños nacerá en el Sahel. No encontré ningún estudio serio o estadística oficial que indique, salvo en Rusia, que la tasa de fertilidad en la población musulmana vaya a provocar una mayoría islámica en los países de la UE. Por el contrario, sus tasas tienden a equiparar al del resto de las comunidades.
Descartando toda idea conspiraloca hasta que sea probada y documentada, las migraciones se seguirán produciendo de manera tan natural como se dan las migraciones en el Kalahari de antílopes, cebras, ñus y turistas sacando fotos desde una zona de menos recursos a otra donde abunden. Esto es fácil de probar con números. Sabemos que el Sahel es zona de sobreabundancia de fertilidad. El ingreso per cápita en dólares de sus países es de 585,4 en Níger, de 830 en Burkina faso, 833 en Mali, 761 en Chad y 1,102 en Sudán. En la UE el ingreso per cápita promedio en 2023 es de U$S 41.000. De 66.038 en Alemania, 58.756 en Francia, 49.791 en Reino Unido, 30.220 en España y de 56.386 en Suecia. El de EEUU es de 76.329, el de Rusia 15.720 y el de China 12.720. Así es el ecosistema del Kalahari económico.
Si vamos a los países de mayor migración hacia la UE, la diferencia es igual de acentuada. El ingreso per cápita de Siria es de 420 dólares, de 430 en Afganistán y de 5.137 en Irak, aunque las guerras internas y matanzas en estos países le dan otro motivo a la migración.
Lo más parecido a un plan para forzar la migración está en la política de Rusia para recolectar migrantes en Medio Oriente, África y Bangladesh para arrojarlos contra la frontera de los países bálticos y Polonia. Aquí se cuenta: https://x.com/nachomdeo/status/1726938629241500077
La UE recibió 6 millones de ucranianos por la invasión rusa y 2,6 millones de kurdos por la represión turca, iraní y siria. Las guerras civiles en Siria y Afganistán generaron la migración de 8,4 y 5,8 millones respectivamente y la dictadura chavista venezolana, 7,7 millones.
La UE recibió hasta 2021 a menos del 10% de los refugiados que generaron los conflictos en todo el mundo. La segunda invasión rusa a Ucrania en 2022 duplicó esa cantidad y la elevó a 7 millones. El país con mayor cantidad no pertenece a la UE, es Turquía con 3,8 millones. Hay un dato real y es que las migraciones se dispararon desde la década de 1990. De acuerdo con la oficina de migraciones de la ONU, entre 1990 y 2020 en Europa pasó de 49,6 millones a 86,7 millones. En América del Norte de 27,6 a 58,7 millones y en Asia de 48,2 a 85,6 millones.
Pero esas migraciones son un fenómeno de larga data y esas tres décadas no provocaron un cambio categórico en la composición étnica ni modificaron las mayorías religiosas de los países receptores. Pasaron cuatro años desde entonces y no hay signos de otras alteraciones. Hay otro dato importante y es que además de recibir inmigrantes, Europa también atraviesa un proceso de emigración hacia otros continentes. De acuerdo con Eurostat, en 2021 2,25 millones inmigraron a la UE, pero 1,12 emigraron a otras regiones. El saldo es de 1,14 millones.
Revisemos más cifras de inmigración legal e ilegal. En 2022 hubo 3,4 millones de migrantes regulares y 326.217 irregulares. De los permisos otorgados, el 34% fue por motivos laborales, el 13% por educación, el 26% por lazos familiares y apenas el 13% por pedidos de asilo. Los permisos legales fueron otorgados en 2022, en orden de importancia, a ucranianos, bielorrusos, indios, marroquíes, sirios, turcos, rusos, brasileros, afganos y chinos. Si hay una mayoría de permisos otorgados a islámicos, no es posible observarla en las estadísticas. No es una cuestión menor porque la supuesta avalancha migratoria en nombre de Mahoma que rinde bien en las redes es un factor menor frente a la aceptación por la vía legal de nuevos residentes. Así se bajan tres tonos a las alarmas sobre invasiones, califatos y guerras civiles. Hay otra cifra compensatoria y es la de expulsiones de migrantes. En 2021, 345.000 extranjeros recibieron la orden de dejar el territorio comunitario. En 2022, la cifra se elevó a 431.200, un 27% más. De ese total, 77.600 fueron obligados a regresar a sus países de origen. En el primer semestre de 2023 se emitieron órdenes de rechazo para 217.000 inmigrantes La cifra de expulsados a países que no forman parte de la UE en el mismo periodo que de 38.900: el número de expulsados y efectivamente deportados creció un 16% y un 23% respectivamente.
Con todos estos datos podemos asegurar que la “Teoría del Gran Reemplazo” es producto de la pereza intelectual para buscar datos o creer en dirigentes que usan los temores que genera la migración para exacerbar a las masas y recolectar pescaditos políticos. Queda revisar el otro mito y es la cuestión del desplazamiento de la población local con la llegada de los nuevos migrantes y su grado de asimilación. Vamos a las estadísticas de Eurostat para ver que sucede con los migrantes una vez que llegan a territorio europeo.
Hay sectores en donde hay superabundancia de migrantes. Por ejemplo, en el trabajo doméstico en donde hay un 0,7% de ciudadanos de la UE y un 7,6% de extranjeros. La proporción en el hotelería es de 4,2% para los locales y 11,3% para los extranjeros. El patrón se repite en la construcción en donde hay un 6,6% de trabajadores locales y un 9,9% de extranjeros, en las tareas de limpieza con un 2,9% a 11,4%, en la minería, manufactura y transporte con un 0,6% a 2,5% y en la pesca y tareas forestales con 0,7% a 2,4%.
La situación inversa se da en la administración pública y de defensa en donde hay un 7,7% de locales frente al 1,1% extranjero, en la educación con un 7,6% a 3,9%, en las finanzas con un 6,8% al 2,6% y en la salud con un 3,1% frente al 1,5%. El califato, no avanza asalariado. Si medimos ingresos de locales y migrantes la cuestión es similar. El salario de un trabajador local está en un promedio anual de Є19.506, algo más bajo que el del migrante nacido en Europa que es de Є20.714 y bastante por encima del migrante de fuera de la UE que es de Є15.503.
En acceso a la vivienda y la tasa de hacinamiento, un factor crucial para el arraigo y la asimilación, el local tiene un riesgo del 13,9% frente al 20,5% del migrante europeo y el 32,9 % del proveniente de país ajeno a la UE. El califato, no avanza en el frente inmobiliario.
Si observamos el riesgo de caer en la pobreza, el trabajador local tiene más certidumbre con un 13,8% de posibilidades de evitarla. El migrante europeo, un 27,3%. El extracomunitario, un 46,2%. Si el califato quiere imponerse, está haciendo un esfuerzo bastante pobre. Las cifras indican que el grado de penetración de los migrantes en las estructuras clave de la administración y la economía son muy bajas en general y en particular la presencia musulmana o su peso social y político no es tan fuerte como indican los alarmistas. En donde si hay una corroboración del impacto negativo es en las cifras de delito. En Francia, el 77% de los casos de violación fueron cometidos por inmigrantes. En enero de 2024, el ministro del interior reconoció la sobrerrepresentación extranjera en el incremento de delitos. En septiembre de 2023 Suecia decidió darle intervención al ejército para combatir a los grupos criminales organizados formados por extranjeros. Francia, el Reino Unido y los países nórdicos reformularon sus leyes migratorias para acelerar la deportación de migrantes que delinquen. No obstante, esa circunstancia fue tomada por los grupos más reactivos a la migración para magnificar el problema y construir la idea de un peligro inminente que pone en riesgo a la civilización europea. Aunque las cifras no los respaldan, sus campañas en las redes cobran mucho vuelo.
Así, proliferaron videos de unos miles de musulmanes en un acto para anunciar que un país estaba a punto de convertirse en una nación islámica. O las manifestaciones de un grupo de imbéciles antisemitas para denunciar un califato inminente. Todo vale, menos la información real. No hay que negar el éxito de la exageración de la presencia musulmana y el impacto de la migración. El planteo de una lucha urgente a todo o nada entre la población blanca y cristiana contra una yihad migratoria convoca apoyos crecientes entre los usuarios de redes. Más aún si se le acoplan las teorías más alocadas y se les quita todo datos verificables. Irónicamente, para denunciar a una yihad se apela a una cuestión de fe para responder con una cruzada de calibre semejante. Pero los datos aun desmienten el tamaño del peligro.
Confieso que al plantear el tema pensé en corroborar la idea de un riesgo de califato europeo en el horizonte para hacerme millonario en clics, dado que los posteos en esa dirección parecieran tener un éxito inusitado. Pero hago periodismo, no demagogia. Disculpas si he ofendido
PS: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, dijo el poeta Antonio Machado, el mismo que debió migrar para evitar el cadalso. Y dijo un judío llamado Sigmund Freud, que tuvo que huir perseguido por los nazis, "Es un buen ejercicio ser del todo sincero consigo mismo".