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Ignacio Montes de Oca

Guía práctica para conocer al ISIS, un riesgo para el mundo que nunca dejó de existir




Por Ignacio Montes de Oca


El ISIS – o “Estado Islámico” o “Daesh”– cometió otra masacre, esta vez en Rusia, el pasado mes de abril. Vamos a explicar cómo nace y quiénes son los enemigos de este grupo terrorista para entender mejor sobre su historia y despejar mitos usuales sobre esta organización integrista islámica global. La prehistoria del ISIS está en Afganistán, en donde los muyahidines resistieron la invasión soviética iniciada en 1979 con el apoyo militar de EEUU y el financiero de los sauditas. Allí se consolidó el wahabismo, una facción de los sunitas nacida en el siglo XVII. Es importante recordar este detalle y la presencia mayoritaria del sunismo dentro el Islam, que representa un 85% del total por sobre el 11% de los chiitas. Parte del apoyo saudí se dirigió a construir madrazas o escuelas coránicas en Pakistán. Este es otro momento clave. En las madrazas el wahabismo derivó en el salafismo, una corriente que propone regresar al “salaf” o tradicionalismo del periodo anterior a la muerte de Mahoma. Es decir, al ordenamiento social mediante la Shura y la primacía del Corán por sobre las normas laicas.

Es fundamental explicar este período para entender lo que sucede hoy y explicar el medievalismo del ISIS. La lectura rigurosa del Corán condujo a que un grupo de salafistas adoptara la idea de una guerra contra lo que consideraban el paganismo. Entre ellos estaba Osama Bin Laden. El millonario saudita Bin Laden se montó sobre esta idea para crear en 1988 Al Qaeda (“la red”) y lanzar una yihad contra los “infieles”. Cuando los soviéticos salieron de Afganistán, amplió sus actividades a Europa y África. Con la caída de la URSS, al ex espacio soviético.



Antes del 11 de septiembre de 2001, Al Qaeda atacó a EEUU en Somalia y apoyó a los musulmanes bosnios en la guerra de la ex Yugoslavia. Este fue la base de la internacionalización de la yihad que luego permitirá a ISIS operar como grupo terrorista transnacional. Tras el 9/11 EEUU entró en Irak y Afganistán. En ese contexto, el comandante de Al Qaeda, Abu Musab Al Zarqawi, fundó en 2004 el “Yihad en el País de los Dos Ríos” y lo integró a la red fundada por Bin Laden. Ese grupo sería renombrado como “Estado Islámico de Irak” o ISI en 2007. Zarqawi le dio un giro a la idea de Al Qaeda y en lugar de privilegiar la lucha global contra los paganos, la sustituyó por la propuesta de crear una entidad territorial en donde poder aplicar los principios del salafismo. En 2006, murió Zarqawi y lo reemplazó Rashid Al Bagdadi.

La propuesta de Zarqawi es importante porque el ISIS planteaba regresar al sistema de califatos y al período de mayor expansión musulmana iniciado en el siglo VII conocido como Rashidun durante el cual el controló un territorio que iba desde India a la península ibérica en Europa. Los fanáticos salafistas emparentaban ese regreso al pasado glorioso con la necesidad de la yihad y el retorno de las prácticas de aquella era a la que consideraban libre de “modernismos”. Lo que nosotros consideramos medieval en Occidente, para el ISIS es una propuesta positiva.

Bajo el liderazgo de Bagdadi el ISI controló las provincias iraquíes de Nínive, Ambar, Kirkuk y parte de Saladino y se convirtieron en un factor de poder importante. Ese crecimiento y el pase de grupos al ISIS que antes pertenecían a Al Qaeda los convirtieron en enemigos en 2014. En marzo de 2011 había estallado la guerra civil en Siria y el ISIS dirigió su mirada en esa dirección. En abril de 2013 pasó a llamarse Estado Islámico de Irak y el Levante, cuyas siglas se traducen como ISIS. Ahora sí, el grupo terrorista había nacido en su forma actual.



Hacemos una pausa para entender que el ISIS en su versión prototipo nace con la idea de enfrentar a EEUU y que su primer logro fue sostener una batalla contra sus tropas en la ciudad iraquí de Falluyah en 2014. El odio a Occidente encarnado en EEUU fue lo que le dio razón de ser. Aclaramos esto porque al calor de la campaña electoral de EEUU el candidato Donald Trump hizo correr la idea de que el ISIS fue creado por el demócrata Barak Obama y sostenido por los demócratas. Entre 2001 y 2009, gobernó el republicano George Bush (h). La afirmación sobre el patrocinio de EEUU o del expresidente Obama y su secretaria de estado Hillary Clinton se entiende como parte de la disputa electoral, pero sostenerla como dogma es signo de pereza intelectual o de quien hace cosplay de un loro.

Es un sinsentido que Obama y Clinton crearan al ISIS antes de asumir sus cargos para luego dirigirla contra sus propias tropas en Irak cuando estaban en el poder. El objetivo primordial de los ataques del ISIS siempre fueron los EEUU y luego una parafernalia amplia de enemigos.

Otra aclaración: pese a su discurso arcaico, el ISIS hizo un uso muy inteligente y amplio de las tecnologías y las redes sociales para difundir sus ideas y las imágenes de sus atrocidades con el fin de reclutar más adherentes. No deben confundirse oscurantismo y rusticidad.

Desde 2013, el ISIS avanzó en el control de una zona importante de Irak y Siria en donde materializó su propuesta de estado organizado en torno a la Sharia y comenzó la persecución a todo lo que escapara a la estrecha mira de lo era considerado como correcto. Esa expansión le valió otro enemigo porque chocó con la estrategia de expansión de la revolución islámica de Irán en Medio Oriente, que además era liderada por un gobierno de chiitas a los que los sunitas salafistas del ISIS consideran apóstatas del verdadero Corán.

Entonces, el ISIS considera a EEUU y Occidente como enemigo de origen y luego les sumó a los iraníes. Es por eso que las imágenes de esos días contienen tanto ataques contra personas occidentales como masacres de chiitas iraníes y sirios con igual ferocidad. Hacia el norte chocó con los kurdos, a los que les va mucho mejor la idea de conseguir un estado propio que ser dominados por una facción sunita a la que la mayor parte de ellos no pertenece. Turquía y EEUU se apoyaron en los kurdos para frenar al ISIS. De allí su enemistad mutua.

Rusia acudió en ayuda de Siria en 2015 y ayudó a frenar el avance del ISIS en ese país. Luego hizo lo mismo en Irak y completó su tarea con la represión de células del ISIS en sus territorios del Cáucaso. Esa decisión la sumó al plantel de enemigos del grupo integrista.

También Israel estaba en la mira del ISIS y los pocos judíos que aún permanecían en los países de Medio Oriente en donde atacaba el ISIS fueron un blanco predilecto de su barbarie. Aquí vamos a tener que hacer otra pausa para voltear otro mito difundido por los antisemitas.



El ISIS considera a los israelíes tan “infieles” como a los occidentales. Pero la captura del agente israelí Ephraim Benjamin infiltrado en el ISIS en Libia disparó las fantasías de los antisemitas que usaron el incidente para afirmar que el grupo era una invención del Mossad. Suponer que esa infiltración del ISIS corrobora su manejo por parte de Israel equivale a conjeturar que, dado que Eli Cohen se infiltró en el ejército sirio, el régimen de Al Assad es una creación de Tel Aviv. Pese a su infantilismo, esa idea conspiraloca sigue circulando.

El llamado reciente del ISIS a atacar objetivos cristianos y judíos en Europa y EEUU confirma la enemistad con unos y otros, la igual que al menos 20 ataques a sinagogas y ciudadanos judíos desde que estalló la crisis entre israelíes y palestinos el 7 de octubre. Sigamos.

El ISIS intentó penetrar con sus ideas en los países petroleros sunitas, pero las coronas lideradas por los saudíes entendieron la magnitud del problema de la radicalización y comenzaron a apoyar a los grupos adversarios del ISIS para frenarlos.

Sabemos que ISIS es enemigo de casi todo el mundo. Falta sumar a India en donde atacó varias veces y China, a quien le declaró la guerra en 2015 por la persecución al Islam y la internación de un millón y medio de uigures musulmanes de Sinkiang en campos de concentración.

Luego aumentó su catálogo de adversarios al organizar ataques en países con mayoría musulmana sunita, pero con gobierno laicos como Egipto, Turquía o las nuevas repúblicas que surgieron del ocaso soviético. Todos rechazaron la propuesta medievalista del ISIS.

Hacia 2015, Rusia, EEUU y otros países como Irán y Turquía comenzaron a atacar al unísono a ISIS en Siria, Irak y el Sahel en un intento por frenar su expansión. Lograron reducir el tamaño del califato en Medio Oriente, pero aún están lejos de controlar la amenaza. En Afganistán el ISIS se enfrenta a los talibanes, a Al Qaeda y a las etnias tayika, hazara, uzbeka y turkmena. En África, se declaró enemiga de los católicos, a los que persigue con particular violencia, y a cualquier religión animista ancestral. ISIS está contra todos. En el continente africano el ISIS se valió de la red de mezquitas y escuelas religiosas construidas por saudíes, emiratíes y turcos para expandir su reclutamiento en las regiones de presencia musulmana. Boko Haram y otros grupos de la región son consecuencia de esa política.

Pese a los ataques de sus enemigos, el ISIS se expandió desde Afganistán al Sahel, de Nigeria a Egipto y Somalia, y se instaló en una zona que recorre el Cáucaso, Oceanía y las capitales europeas. En contra de la percepción generalizada, el ISIS nunca detuvo su crecimiento, se dividió en provincias o “wilayahs” que se corresponden a los antiguos califatos. Comienza a comprender la astucia de la propuesta de regreso al Gran Califato y la idea superadora sobre la estrategia meramente confrontativa con Occidente de sus progenitores de Al Qaeda. Existe una Wilayah Khurasan en Afganistán o ISIS K, un ISIS Q del Cáucaso o Wilayahs Qawqas, un ISIS WA de África Occidental, un ISIS AP en Argelia o Wilayah al-Jazair, el Abu Sayyaf en Filipinas o ISIS del Este de Asia y wilayahs propios para las regiones de Siria e Irak.



El ISIS no tiene un orden vertical. Cada grupo opera de manera independiente y bajo una promesa de fidelidad con el Califato. Así, ganan en furtividad y evitan depender de una líder o centro que los exponga a sufrir un descabezamiento como sucedió con Bin Laden y Al Qaeda. Cada wilayah acepta los juramentos de fidelidad que automáticamente suma a cada nuevo grupo al sistema de envío de “voluntarios”, las redes de recaudación y cooperación financiera, y al esquema de protección e intercambio de información y recursos. Es una franquicia terrorista.

Fuera de las wilayah hay grupos que operan de forma autónoma con apoyo de la red. Con este método sostienen las células dormidas, hacen acciones de propaganda, activan a los “lobos solitarios” y organizan ataques de mayor envergadura en Occidente, Rusia o Asia. Con el retorno de cada voluntario a una ex república soviética, a África e incluso a Occidente – hay registro de más de 600 combatientes de ese origen-, llegaba un veterano radicalizado que podía sumarse a la red para reclutar adherentes, recolectar fondos o activar un atentado. Es lo que ocurrió, por ejemplo, cuando estalló la guerra de Chechena. El ISIS se hizo presente en esa región con los veteranos que volvían allí y a otras regiones en conflicto como Daguestán e Ingushetia, o a zonas sin enfrentamientos abiertos, como en Tayikistán y Kazajistán.



Es así como un grupo que permaneció latente por años pudo organizar el atentado durante el recital de Ariana Grande en Manchester en octubre de 2017 en el que murieron 22 personas y otras 59 fueron heridas. El ISIS apunta siempre más allá del mapa del califato. El ataque en 2016 a la discoteca Pulse en Orlando, Florida, ofrece más evidencia de su modo de acción. El atacante de ascendencia afgana Omar Seddique Mateen había despertado las sospechas del FBI, pero su afiliación al ISIS solo pudo corroborase tras el ataque. Rusia, que tiene un sistema formidable de control interno que le permite incluso detectar y condenar a dos años de prisión a una niña que reclamó contra la invasión a Ucrania, tampoco pudo detectar sin ayuda externa a los masacradores de Crocus.

Surge entonces una duda razonable ¿Cómo se sostiene una red tan extensa a la que todas las grandes potencias quieren ver desaparecer? Es hora de terminar de conocer al ISIS por su forma de recaudar divisas. Su modo de ganar dinero completa su caracterización.

En el momento de su creación, el ISIS comenzó a financiarse con la extracción y venta de petróleo en las zonas que controlaba, principalmente en Mosul, Irak. Luego era contrabandeado hacia el norte y vendido por traficantes turcos. El territorio, es además un arma financiera. Cuando la red se expandió, comenzó a recaudar “donaciones” en los wilayah y desde Occidente, que canalizó fuera del sistema bancario mediante el “hawala”, un método de transferencia de fondos informal y personal que se usa en la cultura musulmana desde hace siglos. Otra vía para financiarse es el cobro de impuestos y extorsiones a los comerciantes que trabajan en las zonas bajo su dominio parcial o total. Para el ISIS el control territorial es también una cuestión económica crucial. Esa política recaudatoria se repite con los “peajes”. El ISIS maneja un sistema de peajes para todo tipo de comercio que circule en la zona donde opera, ya sea que se trate, por ejemplo, de una operación minera, de alimentos, de armas que van desde el Sahel a Libia – o viceversa – o los cargamentos de opio que parten desde Afganistán.



En la interpretación de la Sharia que hacen los salafistas, el consumo de psicotrópicos está tan vedado como el alcohol. Pero, convenientemente, han excluido de las herejías a su tráfico, porque son fanáticos, pero no tarados y necesitan mucho dinero. Por eso sus acciones en el Sahel buscan controlar las rutas que transportan la droga sudamericana hacia Europa y confrontan con los talibanes y con Al Qaeda las vías de salida del opio afgano que parte hacia el mismo destino pasando por Turquía, Irán, Kirguistán o Tayikistán.

En la zona de Siria, también le disputaron al Hezbollah las rutas de exportación de drogas sintéticas que se desarrolló en el valle de Bakaá y en particular del “Captagón” usado para elevar el rendimiento de los combatientes. Como se ve, la disputa tiene un sentido materialista.

La misma lógica se aplica a las rutas de migrantes desde África y Asia, en las que se pagan entre U$S 1.000 y U$S 8.000 para llegar a Europa, dependiendo la tarifa de la distancia y la certeza de llegar entero al final del periplo. Hablamos de un mercado de millones de migrantes. Además de ser una fuente millonaria de ingresos, el control de tramos de esa red le permite colar a sus hombres en el circuito migratorio e instalarlos en las sociedades de destino para ejecutar acciones de enrolamiento, recaudación y ataques contra sus enemigos.

Hay otro tráfico aún más espantoso y es el de esclavos. Basándose en la premisa del combate contra los infieles, los miembros del ISIS han reducido a importantes sectores de la población bajo su control a la categoría de meros bienes muebles sujetos al comercio. La práctica se inició en Irak y aún se mantiene en los territorios del ISIS. En 2015, cada mujer yazidí o kurda cotizaba 40 dólares y se las destinaba al “mercado de esposas” instaurado bajo el amparo del salafismo. Un niño en edad de ser “reculturizado” vale 165 dólares. El esclavismo moderno y la necesidad de sumar combatientes mediante el secuestro de niños explica también los raptos masivos de Boko Haram en Nigeria y otras zonas de África. Hay sospechas fundadas de un circuito de tráfico de mujeres hacia los países petroleros de Medio Oriente.



Solo entre 2014 y 2016 el grupo formado por los yazidíes para liberar a los integrantes de su etnia secuestrados por el ISIS, logró rescatar a 3.178 cautivos. Entre ellos, a 1.128 mujeres, particularmente apreciadas por los integristas por sus rasgos “occidentales”. La categorización de los “infieles” como bienes de intercambio desprovistos de derechos creó otra fuente de ingresos mediante el secuestro sistemático, principalmente de extranjeros occidentales, para luego reclamar fortunas a cambio de su libración. Solo en 2015, el ISIS recaudó U$S 50 millones por el rescate de secuestrados o por la extorsión a quienes amenazaba con el cautiverio. En 2014 exigieron U$S 132 millones por la liberación del periodista norteamericano James Holey, al que decapitaron al no obtener el rescate.

Las multas para ofensores a la Sharía son otra forma de obtener dinero y más fuertes y frecuentes se tornan cuanto mayor es la necesidad de dinero en cada zona, siempre y cuando el ofensor sobreviva al castigo en cuyo caso la deuda se vuelve un tema menor. El circuito se completa con la venta de objetos suntuarios o de arte robados en las zonas bajo su control en un mercado que le reportó al menos U$S 200 millones gracias a los compradores cómplices hasta 2018. La premisa del ISIS es simple: lo que no puede venderse, se destruye. Con tantas fuentes de financiamiento, una promesa de resurgimiento tangible para enrolar adherentes y una expansión tan amplia es posible entender porque el ISIS es tan difícil de combatir, incluso cuando cuentan con enemigos tan poderosos y diversos.

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