Por Ignacio Montes de Oca
El ataque de Hamas a Israel detonó las presiones que se venían acumulando en Medio Oriente. La imagen de los israelíes ejecutados o secuestrados es solo parte de un escenario mucho más preocupante que vamos a analizar de manera urgente. Queda claro que Hamas pretende expandir el conflicto a partir de una intervención militar israelí en Gaza y explotar su impacto político y mediático para invocar a Hezbollah y otros grupos menores a la pelea y así engrosar su ofensiva y rodear a Israel. El ingreso de Hezbollah implica que Israel deba dividir sus fuerzas entre el flanco de Gaza y las fronteras con el Líbano y Siria, además de hacerle correr el riesgo de involucrar a las fuerzas de esos países que, aun debilitadas por sus conflictos internos, suman peso militar.
Israel enfrenta un drama similar al de Entebbe, pero cambiado distancias por densidad demográfica. No se trata de irrumpir en Gaza y arrasar con todo. Se sabe desde el rescate en Uganda en 1976 de los 103 rehenes israelitas cautivos de terroristas palestinos y alemanes. El actual primer ministro de Israel, cuyo hermano mayor, Yonatan, murió en esa acción, sabe que preservar la vida de los secuestrados es una premisa innegociable. Cualquier intento basado en la brutalidad pondría en riesgo a casi un centenar de cautivos en Gaza. Pero ahora el problema no es la distancia, al contrario. El dilema es como devolverle la libertad a los rehenes atrapados en un laberinto de túneles y viviendas habitadas por una población de la cual no pueden esperar asistencia para el escape. De hecho, debe esperar lo contrario, de manera que Israel tiene que ejecutar una represalia atendiendo la seguridad de los rehenes que quizás estén dispersos como escudos humanos en los objetivos que debe alcanzar. La cacería humana que ejecutó Hamas desmiente que estén ante un enemigo poco inteligente.
La respuesta debe ser contundente y ostentosa para neutralizar la eficacia propagandística que tuvo la acción terrorista. Pero la brutalidad del hacha que exige el guion se contradice con la acción delicada del escalpelo que requiere el diagnóstico para la extracción de los rehenes.
Netanyahu está en una posición muy delicada luego de su reforma judicial como para sumarle la muerte de todos o una parte de los rehenes en una represalia que no respete la otra tradición del Estado de Israel que es la planificación sin caer en el apuro de la furia. Como vemos, Israel está ante un drama muy complejo. No se juega su supervivencia como hace 50 años en la guerra de Yom Kipur. Pero se juega algo igual de vital que es su capacidad para disuadir ataques y evitar que la amenaza del terrorismo crezca al advertirla impotente. No es un aspecto menor, porque del respeto a su capacidad de represalia depende su eficacia para evitar que otros grupos se sumen a nuevas iniciativas como la de Hamas en el futuro. Pero si erra a la dosis de contundencia, puede provocar idéntica respuesta. La imagen de civiles palestinos masacrados acabaría con el capital político que logró al ser considerado por gran parte de la opinión pública local como nación y sociedad agredida. El problema es que va a actuar rápido contra las consecuencias y no sobre las causas.
El drama político israelí, en cualquier análisis que se haga, termina siempre en el motivo final de su dilema militar y estratégico: el gobierno teocrático de Irán. La potencia persa es la que arma y financia a Hamas y al resto de los grupos terroristas que lo atacan. Las estimaciones de Israel indican que Irán invierte unos cien millones de dólares anuales en apoyo a Hamas y otros 700 millones en Hezbollah. Ese respaldo financiero se traduce en armas y control político de las zonas vecinas a Israel y en ataques a su territorio. En realidad, el botín financiero en programas de asistencia es mucho mayor y explica las disputas internas en Gaza, Solo la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNRWA) dispuso de 1.600 millones para Palestina en 2022. Con un PBI de 5.407 millones de dólares, los 2.000 millones recibidos por remesas enviadas desde el exterior anualmente por Gaza representan el 40% de su ingreso. El 77% de sus habitantes dependen de la asistencia para completar su dieta o su ingreso. En los territorios palestinos la tasa de desempleo entre los 2.3 millones de habitantes es del 23.4% y en Gaza del 46%. La tasa de pobreza en Gaza es del 56% y entre los jóvenes se eleva al 64%. El desarrollo democrático, queda anulado por el fanatismo que se nutre de esa crisis. La pobreza y el arcaísmo político es el caldo de cultivo para que crezcan los integrismos. Acabar con Hamas sin terminar con las causas de su surgimiento implica ir sobre los síntomas sin atacar las causas de la enfermedad. El otro motivo es la injerencia extranjera.
Irán se dedicó a destrozar la autonomía palestina junto a Siria al demoler la representación de la OLP para reemplazarla por grupos integristas que corrieron el eje desde la lucha por la tierra propia por una cruzada jihadista contra Israel centrada en el ecumenismo islámico. Israel sabe que, aunque aniquile a la cúpula de Hamas y hasta el último vestigio de su poderío militar, Teherán puede crear nuevos grupos en su reemplazo o empoderar a alguno de los que busque heredar el dominio sobre la Franja de Gaza y otros territorios con presencia palestina.
Irán es una entidad que, además de prometer la desaparición de Israel, posee un arsenal creciente y una gimnasia de actividad exterior poderosa, extendida y eficiente a través de Al Quds, el brazo exterior de la dominante Guardia Revolucionaria Islámica.
Hamas es Irán, pero tercerizado como mano de obra palestina. No es posible acabar con el brazo de la hidra sin afectar su fuente de poder. En consecuencia, queda claro que Israel no fue atacado por los palestinos, sino por Teherán a través de unos de sus alfiles.
Pero el entramado de vínculos religiosos, económicos y de vínculos culturales con potencias globales y regímenes locales hacen que un ataque directo a Irán como remedio drástico resulte negativo al provocar el ingreso de otros estados a una nueva coalición contra Israel.
El papel de Rusia
Pero, además, Irán está atado a Rusia, que ahora depende de sus envíos de drones, municiones y otros pertrechos para continuar su invasión a Ucrania, tanto como del acompañamiento político en un momento en que sus aliados se cuentan con los dedos de una mano.
Por eso el ministro ruso de exteriores Lavrov pidió un alto el fuego ante el ataque de Hamas y un acuerdo basado en condiciones de cumplimiento imposible como, era el de retrotraer las fronteras de Israel al año 1967. En la irracionalidad está la racionalidad del apoyo a Teherán. Rusia no puede prescindir de Irán. Es una perspectiva peligrosa si se acelera una confrontación: solo necesita de un pequeño empuje tecnológico para equiparar la capacidad nuclear de Israel. Putin puede decir que el uranio era para probar una nueva variedad de té opositor.
Israel ya dijo que no permitirá que Teherán posea un arma nuclear. Con el ataque de Hamas, una acción contra instalaciones atómicas iraníes ya no depende del argumento inconcreto de la seguridad y se legitima en una acción militar ejecutada a través de su proxy palestino.
China
China también tiene un interés concreto en la supervivencia de Irán. Por un lado, obtiene petróleo barato porque nunca quiso plegarse a las sanciones contra Teherán. A Pekín no le importan las carreras por el desarrollo de armas nucleares o de sponsoreo del terrorismo. Es un secreto a voces que parte del desarrollo militar iraní se financia con divisas obtenidas del comercio con China y a veces con transferencias tecnológicas y provisión de componentes occidentales que Irán no puede comprar por los embargos. La alianza, va más allá. En 2021 Teherán y Pekín firmaron un acuerdo de cooperación a 25 años que incluye muchos aspectos económicos y políticos. Fue el paraguas para que, por ejemplo, Irán accediera a componentes para seguir fabricando los drones Shahed 136 que luego entrega a Rusia.
Pero, además, China usa a Irán como trampolín para hacerse un lugar como potencia con influencia en Medio Oriente para satisfacer sus apetencias geopolíticas, desplazar a Occidente y de paso asegurarse el flujo de crudo que es la sangre en las venas de su economía.
Arabia Saudita
Es cierto que los saudíes que lideran el sunismo wahabita son adversarios históricos de los iraníes chiitas, que además no son parte de la hermandad árabe, sino una nación dominada por la etnia persa. En conflicto en Yemen ya los enfrenta y trae consecuencias para los saudíes. Pero Arabia quiere tener peso propio y no volver a arroparse en Occidente para resolver los problemas regionales. Junto a los emiratíes buscan construir un poder regional propio y un conflicto entre Irán e Israel correría el eje de su plan y los obligaría a sumarse a un bando.
Eso es lo que tuvo que hacer al condenar la respuesta israelí y mostrarse tolerante con la acción de Hamas. Así, arruinó el acercamiento que habían tejido lentamente los negociadores saudíes e israelíes durante años. En cuestión de horas, los arreglos fueron dinamitados. Queda claro que Irán era la más perjudicada con ese acuerdo porque fortalecía la posición saudita en Medio Oriente y le daba seguridades a Israel. Hamas se encargó de romper el acuerdo a días de la firma que le hubiese dado entidad. Teherán invirtió y ganó.
No es muy probable que los saudíes y emiratíes tomen partido por los judíos en una guerra, aunque sea contra sus adversarios persas. El 34% de los habitantes de Arabia sauditas son extranjeros, la mayor parte musulmanes. En los EAU, el 93,91% de la población. Ambos países dependen de la mano de obra extranjera y de las buenas relaciones con los vecinos tanto para producir como para exportar su producción y obtener las divisas que los sostienen. Y tampoco quieren ceder espacio ante Qatar, el aliado tradicional de Irán.
El mundo árabe
Un conflicto que arrastre a los países de la región puede ser ruinoso y hoy Medio Oriente no tiene el peso en el mercado petrolero global que tenía en la crisis de 1973. Y luego de la Primavera Árabe, no tiene paciencia para andar sacudiendo el statu quo con radicalismos. Egipto se apuró a cerrar el paso desde su territorio a Gaza, pero debe moverse con cuidado porque tiene sus propios grupos fundamentalistas y una reacción equivocada puede trasladar el conflicto a su territorio en un momento de inestabilidad económica y política.
Siria, convertida en un virreinato ruso y con el norte ocupado por Turquía y el este por irregulares y EEUU, solo puede observar y darle carta blanca a Irán para que abastezca a los terroristas en Gaza a través de su territorio y a los que operan dentro de él.
Irán es un aliado estrecho de Rusia que a su vez controla el terreno que nominalmente es gobernado por Al Assad. Rusia necesita tener un pie en Medio Oriente y controlar el puerto de Taurus. Ni Siria ni su hermano menor, El Líbano, tienen fuerza para oponerse a esta circunstancia.
¿Qué puede hacer Israel?
Por eso Israel no solo enfrenta a Irán. Detrás hay un conglomerado de intereses que pueden enredarlo en una madeja de problemas que intenta superar desde 1948 y que con una guerra abierta contra Irán implican escenarios y alianzas imprevisibles. Nunca es uno contra uno. Pero el otro extremo es no hacer nada y afronta el desafío y la humillación que trajo la acción de Hamas. Israel basa su defensa frene al número abrumador de sus vecinos en una reputación de eficacia y capacidad de represalia que ahora fue puesta en duda.
Queda claro que algo debe hacer, pero el problema complejo de cómo ejecutar una acción que contemple la cantidad de factores cruzados que la condicionan. En todos los casos, debe hacer algo con Irán porque de otro modo será una solución a corto plazo.
Por eso es que la acción de Hamas tiene un trasfondo político cuidadosamente enhebrado y que por la deducción de los actores que se ven favorecidos queda claro que fue planificada y ejecutada más allá de los estrechos confines de la Franja de Gaza
Sin haber calculado estas variables Hamas hubiese ejecutado un último acto suicida y con su fin hubiese dejado servida la victoria final a Israel. Pero el momento elegido y las previsiones que tomó al tomar rehenes y documentar al detalle sus acciones, dicen lo contrario.
Hamas – e Irán- se aseguraron de poner a Israel en un dilema muy complicado a la hora de ejercer su represalia y la alejaron de un acuerdo con los árabes. Al mismo tiempo, despertaron las fantasías de los actuales y potenciales jihadistas desde Palestina hasta Kabul. Y lo que es peor, pusieron a Israel ante un escenario de urgencia y tocaron su reputación, la que le llevó medio siglo y varias guerras reconstruir desde el amargo ataque del 6 de octubre de 1973. Si la urgencia es enemiga de la eficacia, Hamas jugó a poner en apuros a Israel. Pero incluso si las tropas israelíes entrasen Gaza como una aplanadora, el ataque plantea un escenario a largo plazo que no se resuelve con una acción militar. Recuperar los rehenes y la imagen de eficacia es un objetivo que no puede plantearse a corto plazo.
Y luego queda por resolver el desafío de Irán, que a través de sus mastines se convirtió en un problema permanente que no se resuelve arrasando Gaza, como tampoco fue resuelto el terrorismo palestino con las invasiones al Líbano en 1982 y 2006. Dado que Israel no va a dejar de existir y que Irán no va a dejar de trabajar en su contra mientras en régimen teocrático esté en el poder y, además, como no hay motivos para pensar en su derrocamiento o reemplazo, la confrontación se hace inevitable.
En algún momento los israelíes se verán obligados a dejar de pelear con Irán a través de los palestinos e ir a la fuente original de su problema de seguridad. Mas aun si la apuesta de los mastines de Teherán sigue subiendo. Solo ignoramos cuándo y cómo sucederá.
Con los elementos que tenemos hoy sabemos que Israel tiene una respuesta condicionada, que el tablero de Medio Oriente le suma complejidad y que, pese a la furia, se trata de otro capítulo más de la disputa entre Israel e Irán que no se va a resolver en Gaza.
Habrá que estar atentos a lo que vaya a suceder en los próximos días. No hay que descartar la irrupción de nuevos actores, un intento al estilo Entebbe o uno similar a la operación “Colera de Dios” ejecutada tras la Masacre de Múnich de los que nos enteraremos más tarde.
En realidad, no podemos estar seguros de lo que pueda pasar. La mejor prueba es que hace dos días nadie pudo imaginarse que asistiríamos a una invasión palestina a territorio israelí y las escenas dantescas de ejecutados y secuestrados. Solo resta observar y estar atentos.
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