Por José Javier Díaz
En 1982, el ahora comodoro mayor (R) Alejandro Roberto Vergara, era un joven teniente de 26 años, soltero, que vivía en el Casino de Oficiales de la VII Brigada Aérea de la Fuerza Aérea Argentina y se desempeñaba como comandante de Bell 212 con más de 250 horas de vuelo en ese helicóptero. Los invitamos a conocer su participación en la Guerra de Malvinas.
Alrededor del 20 de marzo llegó una orden de vuelo al Grupo Aéreo de la VII Brigada Aérea (VII BA), la cual implicaba el despliegue a “algún lugar del sur argentino” de un helicóptero, asignándose para dicha tarea el Sistema de Armas (SdA) Bell 212 matrícula H-85.
Todos los otros ítems de la orden de vuelo estaban en blanco. Pasaron varios días y esa orden seguía de igual forma, incompleta, colgada en el pizarrón del Escuadron I. Por ese motivo, le pregunté al teniente Luis Antonio Longar, dos años más antiguo que yo, si quería que nos anotáramos en esa orden de vuelo y así lo hicimos, de forma totalmente voluntaria.
En nuestra unidad nadie sabía lo que se estaba gestando por esos días, nadie imaginaba que el gobierno nacional planificaba la recuperación de nuestras Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. Lo único que me llamó la atención era que en todos los Grupos de la Brigada había un ritmo de adiestramiento muy intenso, inusual para esa época del año.
El 31 de marzo llegó a la VII Brigada Aérea un avión C-130 Hercules desde su asiento en la I Brigada Aérea de El Palomar para cargar al helicóptero H-85 y trasladarlo a “algún lugar del sur argentino”. Sin embargo, la tripulación de esa aeronave, de la cual yo era su comandante, no embarcó en el C-130.
Una vez que los Suboficiales del Escuadrón I cargaron el H-85 en la bodega del Hércules el avión despegó de regreso hacia El Palomar.
Cerca del mediodía, el Jefe de Escuadrilla nos dijo que la tripulación completa del Bell 212 H-85 debía presentarse al día siguiente, 1 de abril, a las 18 horas, en la I Brigada Aérea, donde recibiríamos nuevas directivas.
Recién en esa reunión, horas antes de que se produjera el desembarco anfibio de las tropas argentinas en Malvinas, nos enteramos cuál iba a ser nuestro destino exacto que la orden previa describía como “algún lugar del sur argentino”. Hasta ese momento, ninguno sabía que iba a pasar en el ámbito de la Fuerza Aérea Argentina FAA.
El despliegue a Malvinas
Al tomar conocimiento de que íbamos a participar de la recuperación de nuestras Islas Malvinas sentí un gran asombro primero, y luego una inmensa alegría, porque pensaba que nuestra tripulación iba a ser parte de la historia en la FAA.
El mismo 1º de abril desplegamos desde El Palomar a la IX Brigada Aérea de Comodoro Rivadavia. Al día siguiente, teníamos que cruzar a Malvinas en el cuarto vuelo de Hercules que uniría el continente con la capital de las islas, rebautizada como Puerto Argentino.
El 2 de abril vimos por la televisión del Casino de Oficiales de la IX Brigada las primeras noticias sobre el éxito de la Operación Rosario y la recuperación de nuestras islas. ¡¡¡Estábamos extremadamente eufóricos y felices!!!
Por razones operativas y logísticas, recién pudimos cruzar a Malvinas a las 00:00 horas del 3 de abril, aterrizando en Puerto Argentino a las 02:30 de la madrugada.
Previo al cruce, nos habían manifestado que estaríamos en Malvinas no más de 10 días, cumplido ese plazo regresaríamos al continente.
Tras arribar a Puerto Argentino y poner en servicio operativo nuestro helicóptero, comenzamos a volar.
Teníamos un muy adecuado adiestramiento, producto de haber participado en muchos despliegues al sur junto a los demás Escuadrones Aeromóviles que desplegaba regularmente la Fuerza Aérea Argentina y una vasta experiencia operando en diversos ambientes geográficos del país.
El nivel de adiestramiento de los pilotos y mecánicos era óptimo, en mi caso yo tenía casi 300 horas de vuelo en Bell 212 y mil en otros Sistemas de Armas de la FAA que volé desde que ingresé a la Escuela de Aviación Militar (EAM).
La preparación previa durante los cuatro años de Cadete en la EAM más el Curso de Aviador Militar (CAM) en cuanto a formación académica, profesional y espiritual fue preponderante para lograr un muy buen desempeño en Malvinas.
Tras el egreso de la EAM fui destinado a la VII Brigada Aérea, donde continué mi formación de vuelo en la Especialidad de Helicópteros. Pese a mi escasa jerarquía, al 2 de abril de 1982 tenía mucha experiencia como helicopterista.
Sin dudas, gracias a la excelente calidad de los instructores y la gran cantidad de horas de vuelo que la FAA asignaba para la formación y adiestramiento de todos sus pilotos (de avión y helicóptero), pudimos desenvolvernos con total seguridad y sabiendo muy bien lo que teníamos que hacer y cómo hacerlo.
Esto quedó demostrado también en el eficaz desempeño de los demás Escuadrones de cada Brigada de la Fuerza Aérea Argentina, donde todos – Oficiales, Suboficiales y Soldados- evidenciaron profesionalismo, coraje y amor a la Patria para dar lo mejor de sí.
Las operaciones en Malvinas
A medida que transcurrían los días desde aquel histórico 2 de abril la situación se iba complicando y las negociaciones diplomáticas se veían cada vez más improbables de lograr un acuerdo pacífico respecto a la soberanía argentina sobre los archipiélagos australes.
En virtud de la inminente confrontación bélica, la FAA determinó la necesidad de tener más helicópteros en Malvinas, para lo cual desplegó otro Bell 212 y dos helicópteros pesados CH-47 Chinook.
De este modo, el Escuadrón Helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas quedó conformado por dos Bell 212 y dos Chinook, con un total de 39 integrantes entre pilotos y mecánicos.
Los dos tipos de helicópteros que teníamos en Malvinas eran Sistemas muy bien equipados, con tecnología de última generación para esa época. Podían operar sobre tierra y el mar sin ninguna restricción, en horario diurno y nocturno, en forma visual o por instrumentos. Las tripulaciones estaban muy bien preparadas e integradas convenientemente.
Tuve el privilegio de integrar la primera tripulación de helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina que desplegó a Malvinas. Primero estuvimos en el aeropuerto, donde se conformó la Base Aérea Militar (BAM) Malvinas y luego, desde el 12 de abril aproximadamente, fuimos desplegados a Darwin, donde se conformó la BAM Cóndor.
Hasta casi fin de mayo operamos con los Bell 212 y los CH-47 desde la BAM Cóndor, siendo el 26 de ese mes replegados a Puerto Argentino los dos Chinook y, dos días después, trasladamos los Bell al hipódromo de las afueras de la capital malvinense.
Durante esos primeros diez días de abril nunca nos imaginamos que íbamos a participar de un conflicto armado como sucedió después.
Una vez que estuvo conformado el Escuadrón Helicópteros, las tareas principales eran la de Búsqueda y Rescate de pilotos como así también el traslado de personal y material. A medida que los acontecimientos iban tomando mayor dimensión se agregaron tareas como las de Implementación de la BAM Cóndor, Exploración y Reconocimiento Aéreo, Traslado de Heridos, Despliegue y Abastecimiento a la Red de Observadores Aéreos (ROA), Rescate en Combate (RESCOM) y Defensa de Instalaciones.
Las misiones se iban planificando según cómo se presentaban las necesidades en el Puesto de Comando del Componente Aéreo y la ejecución de las mismas era en forma rápida, lo que se denomina Planeamiento inmediato.
Nuestro Escuadrón estaba integrado solamente por personal militar superior (oficiales pilotos) y subalterno (mecánicos, especialistas y artilleros). No teníamos personal de tropa (conscriptos).
Durante el mes de abril, previo al inicio de hostilidades, tuvimos la oportunidad de conocer ampliamente el ambiente geográfico que presentaba la Isla Soledad, ya que en ella estuvo desplegado el mayor dispositivo de seguridad de carácter aéreo (Puestos de Observación Aérea de la ROA en las Bases Aéreas Malvinas y Cóndor, operadas por la FAA). No tuvimos la misma suerte respecto a reconocer a fondo la Isla Gran Malvina, sólo conocíamos los asentamientos de despliegue del Ejército Argentino en Bahía Fox y Howard y el de la Armada Argentina en la Estación Aeronaval Calderón.
El Escuadrón Helicópteros en Malvinas
En un principio solo se había planificado que en Malvinas estuviera desplegado un solo helicóptero Bell 212 para tareas de Búsqueda y Salvamento, ya que se había establecido que esa operación duraría pocos días. Sin embargo, el paso del tiempo y la evolución de las negociaciones entre la Argentina y el Reino Unido pronto demostraron que inexorablemente se llegaría a un conflicto bélico, por lo que ante el incremento en la constante llegada de propias tropas y material a Malvinas y la determinación del Reino Unido de enviar una gran fuerza expedicionaria hacia el Atlántico Sur, la conducción de la Fuerza Aérea Sur (FAS), ordenó que se agregaran más helicópteros al contingente en esos archipiélagos para hacer frente a los traslados de personal y medios en las islas, entre otras tareas operativas previstas.
A continuación expongo un cuadro que permite entender la organización que tuvo el Escuadrón Helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas, el cual constaba de cuatro helicópteros, a saber: dos Bell 212 IFR (empleados fundamentalmente en tareas de Búsqueda y Rescate de pilotos eyectados, traslado y apoyo logístico a los integrantes de la Red de Observadores Aéreos, etc.) y dos CH-47 Chinook (destinados principalmente al traslado de personal y grandes cargas, ya sea en el interior de su bodega o colgadas de las eslingas).
A las islas llegó primero el helicóptero Bell 212 matrícula H-85, el cual arribó el día 3 de abril en la bodega de un avión C-130 Hercules. Posteriormente, llegó en vuelo directo desde Río Gallegos el Chinook matrícula H-93 el día 07 de abril. El segundo Chinook, matrícula H-91, también fue desplegado a Malvinas en vuelo directo por sus propios medios desde la Base Aérea Militar Río Gallegos el día 11 de abril; misma fecha en la que arribó el segundo Bell 212, matrícula H-83, a bordo de un C-130.
Cabe destacar que, durante el desarrollo del conflicto, el Escuadrón recibió en Malvinas a un agente civil de la FAA, el PC Sergio Gesualdi, quien estuvo en la BAM Cóndor durante tres días para cambiar un parabrisas de Chinook.
Las misiones en Malvinas
Las misiones del Escuadrón Helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas se planificaban en principio en el Centro de Información de Combate (CIC) que estaba instalado en los primeros días en el aeropuerto de Puerto Argentino y, luego de implementarse la BAM Cóndor en Darwin, las operaciones comenzaron a ser planificadas en el Puesto Comando de esta última Base operada por la FAA.
No eran Ordenes Fragmentarias (OOFF), ni órdenes de vuelo, en un principio las directivas eran impartidas al comandante del Bell 212, teniente Luis Longar en forma verbal, mientras se estuvo en la zona del aeropuerto.
Luego, las directivas diariamente las recibía el Jefe de Escuadrón, el My. Oscar Pose Ortiz de Rosas, en el Puesto Comando de la BAM Cóndor y éste, a su vez, impartía todos los datos para que los pilotos a cargo de cada una de las tripulaciones de alerta planificara el vuelo en forma detallada, según la tarea a cumplir.
De esta forma, se puso en práctica el principio de “Conducción Centralizada”, ya que solo el Jefe del Escuadrón Helicópteros de la FAA impartía las órdenes, y “Ejecución Descentralizada” por parte de los Bell y/o los Chinook.
El Escuadrón Helicópteros contaba con tres tripulaciones fijas, tanto para los dos Bell como para los dos Chinook. El listado con las tripulaciones de alerta las llevaba el más antiguo de cada sistema de armas.
En el CIC de Puerto Argentino y en el Puesto de Comando de la BAM Cóndor se efectuaba planeamiento inmediato y la ejecución de las órdenes verbales era también inmediata.
Las tareas asignadas al Escuadrón Helicópteros de la FAA fueron las siguientes:
Cabe resaltar la operatividad y eficiencia del Escuadrón Helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas, ya que cumplió el 100 % de las misiones asignadas, gracias al esfuerzo realizado por todos los mecánicos, especialistas y armeros, quienes nos permitieron a los pilotos despegar a cualquier hora para ejecutar todos los requerimientos solicitados, cumpliéndolos en tiempo y forma.
En los siguientes cuadros se detallan la cantidad de misiones, horas de vuelo, personal y carga trasladada por los cuatro helicópteros que desplegó la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas, a saber:
Conclusiones
Llegamos al final de este relato que he escrito con gran entusiasmo buscando plasmar la actuación de los helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina en el conflicto del Atlántico Sur. Estas aeronaves confiables y seguras no experimentaron fallas graves a lo largo de la contienda, y nos permitieron cumplir todas las tareas encomendadas.
Fuimos a Malvinas con una misión específica, búsqueda y rescate de pilotos derribados en combate o eyectados, los helicópteros estaban preparados y equipados para ello al igual que nosotros, los pilotos y los tripulantes.
Sin duda cumplimos esa tarea acabadamente, aunque también un sinnúmero de actividades que solo un helicóptero puede realizar dada su capacidad interna y externa, su flexibilidad y su autonomía.
Gracias a lo experimentado en la contienda, las actuales generaciones de pilotos de helicópteros incorporaron nuevos conceptos sobre cómo deben realizarse los vuelos de rescate en combate (RESCOM), nociones que en aquella época desconocíamos.
En la guerra no podían aplicarse los procedimientos de búsqueda y salvamento que se empleaban en época de paz, dado que el tiempo necesario para implementarlos nos ponía en una situación vulnerable y desfavorable ante el enemigo. Hicimos nuestra propia experiencia usando técnicas que nos dictaban el sentido común y el instinto de supervivencia, dadas las diferentes y cambiantes situaciones que atravesamos.
Desde mediados de abril, volamos a baja altura, muchas veces rasante, aprovechando los accidentes geográficos de las islas. Nos mimetizábamos en el terreno, en las zonas de penumbra producidas por las elevaciones de los cerros, atentos a todo aquello que nos pudiera servir de resguardo.
Hicimos los vuelos absolutamente solos, sin cobertura aérea que nos brindara algún tipo de protección cuando efectuábamos las misiones de RESCOM. Sin embargo, la simbiosis que conformamos aeronave-hombre (es decir, helicóptero y tripulantes) nos dio la confianza mutua y la tranquilidad necesaria para cumplir con éxito las misiones.
Nunca, por ningún motivo, dejamos de hacer algún vuelo. Cumplimos el cien por ciento de las operaciones ordenadas. Aeronaves y tripulantes habíamos logrado ser una sola entidad, un solo cuerpo. Pero los Bell quedaron en Malvinas. Cuando regresamos al continente sin ellos, una parte de nosotros quedó allí, en esas venerables máquinas abandonadas en la turba. Vaya pues mi homenaje a esos dos grandes guerreros, el H-83 y el H-85. Los helicópteros Chinook pudieron regresar al continente y continuar su actividad en la VII Brigada Aérea hasta su desprogramación final.
Nuestro eficaz accionar, al igual que el del resto de los integrantes de la Fuerza Aérea, se debió a una gran instrucción militar, un óptimo adiestramiento y una excelente formación moral y religiosa, aspectos fundamentales en la constitución de un soldado profesional. Tener las cosas claras fue importantísimo, especialmente en los momentos difíciles.
Gracias a Dios y a nuestra Patrona, la Virgen de Loreto, el Escuadrón Helicópteros de la FAA en Malvinas no tuvo que lamentar ninguna pérdida humana, y regresamos sanos y salvos a la VII Brigada Aérea de Morón.
Como fieles soldados alados, fuimos consecuentes en Malvinas con el juramento sagrado de defender la Patria, si fuera necesario con la propia vida. Tuvimos el alto honor de estar donde la Fuerza Aérea nos ordenó estar, y donde la Nación nos necesitaba, tal como señala el lema del Grupo Aéreo 7, semper et ubique, “siempre y en todo lugar”.
Éramos un verdadero equipo, jóvenes Oficiales y Suboficiales, personas comunes con nobles ideales y con un gran amor a la Patria, que demostramos profesionalismo, corazón y coraje en cada uno de los vuelos y en las tareas que nuestro escuadrón realizó en las BAM Malvinas y Cóndor.
Estoy convencido del sentimiento que los tripulantes de helicópteros tienen por haber participado en la contienda más relevante para la Fuerza Aérea Argentina, haber sido protagonistas del Bautismo de Fuego y de la gloria que alcanzaron con su actuación.
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