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Gonzalo Mary

La agenda verde y los global commons limitan el crecimiento de los Estados

Por Gonzalo Mary


Dialogamos con Juan José Borrell, Profesor Titular de Geopolítica en posgrado de la Escuela Superior de Guerra, en el IIFA y en la Universidad de la Defensa Nacional. Es investigador de la Universidad Nacional de Rosario, e integró la delegación de la Cancillería Argentina ante las Cumbres mundiales de la ONU-FAO, 2011 a 2019.


Pucara Defensa: ¿Qué son los Global Commons?

Juan José Borrell: Es una definición de origen anglosajón. Se refiere a los llamados bienes comunes globales. Tiene que ver con una evolución de ciertos espacios que se podían explotar durante la Edad Media en las islas británicas, esto hacía referencia a arroyos, pasturas, espacios que podían ser aprovechados por el común de la población de acuerdo con cierta normativa, tanto espacios comunales o pertenecientes a un Señor, y que más adelante con las Enclosure Acts van a sufrir una especie de privatización.

Esto evoluciona en nuestra contemporaneidad, principalmente a fines de los ‘60, principios de los ’70, para referirse a espacios de carácter global. En el sistema internacional no se refieren exclusivamente a espacios que estarían sujetos, en parte, a una jurisdicción estatal, sino también a espacios que no pertenecen a ninguna jurisdicción estatal.

Es un concepto que va evolucionando, no es estático. Se van incluyendo nuevos espacios, recursos, dimensiones. Algunos ejemplos son la alta mar, los espacios árticos y antárticos, el ciberespacio. Se van integrando nuevos espacios que, o no están sujetos a jurisdicción estatal o la presencia estatal es débil, o se busca que sean un bien común global. Ahí viene la cuestión, porque terminan funcionando como una frontera móvil. ¿Por qué? Porque se supone que estos bienes comunes globales no deberían estar sujetos, o no están sujetos, a una jurisdicción soberana y podrían estar bajo un esquema horizontal de gobernanza donde aparecen varios actores. Al no haber quien ejerza una autoridad sobre ese llamado bien común queda como una especie de Res nullius (cosa de nadie), entonces podría ser sujeto a la rapiña.


PD: ¿Cómo fue evolucionando este concepto?

JJB: En los últimos 15/20 años la cuestión de los Global Commons pasa a ser incluido en las agendas de defensa de las potencias anglosajonas. Ahí encuentran un punto de intersección con las cuestiones ambientales como una forma de poder proyectarse indirectamente a espacios estratégicos o ricos en recursos.

En el sistema internacional, entendido como asimétrico, es decir, donde existe una jerarquía de posicionamientos, siempre va a primar la proyección de poder de los actores que tienen más capacidades.

Por ejemplo, el espacio antártico, por el Tratado Antártico, está congelado a cualquier reclamo de soberanía, esto es mientras se mantenga el tratado, o que eventualmente se quiera declarar como un patrimonio de la humanidad o un bien global; que sea “de todos”, pero que no sea de nadie.

Lo mismo pasa con el caso del Amazonas, por eso Brasil lo tiene comprendido en su doctrina de defensa. Si eventualmente el espacio amazónico se buscara imponer que fuera declarado global common, implicaría una enajenación en términos reales de lo que es la soberanía estatal, haría que consecuentemente pase a estar bajo esquemas horizontales globalizados donde aparece una ONG ambientalista, una entidad financiera trasnacional, la ONU, pueblos originarios. El Estado pierde la soberanía, y así se licua la toma de decisión. Se pasa a formar esquemas de gobernanza, que son formas indirectas, no para enajenar territorio, pero si una forma de denegar el acceso para que no se haga usufructo de ese espacio, una forma de restringir el acceso a la soberanía.

Todo esto viene de la mano de leyes ambientalistas, encorsetar la producción, restricción a la explotación minera, hidrocarburífera. Se achica el usufructo del propio territorio. Ése es el contrapunto de este concepto que aparece cargado de buenas intenciones, pero que esconde lo que es una estrategia de aproximación indirecta a espacios ricos en recursos y biodiversidad que son posiciones estratégicas.


PD: ¿Qué valor tienen?

JJB: El concepto de valor puede ser engañoso porque nos puede llevar a querer ponerle un precio, y esa no es la cuestión. El tema, en realidad, es que se trata de un bien geopolítico. Es un tipo de competencia que impide que se exploten o capitalicen los recursos, un control del crecimiento.

Hay un proceso de acaparamiento de tierras de forma tanto directa como indirecta donde intervienen distintas entidades. El tema es que no acceda el Estado y que no accedan privados del Estado a los recursos. El área se transforma en una especie de parque nacional, una gran reserva, un santuario natural, etc. Son esquemas que tienen la función de licuar el ejercicio de soberanía sobre el territorio. Al no permitir explotar un recurso, queda fuera de competencia.

Un ejemplo son los swaps o bonos verdes o los esquemas “debt for nature”: un país que tiene una deuda externa con grandes bancos internacionales, se le impone la condonación de deuda a cambio de ceder parte de su territorio. Cede soberanía sobre una gran porción de su territorio que pasa a ser gestionado por estas entidades. Entonces al país se le reduce la deuda externa, pero son mecanismos insidiosos. Esto ya se hizo en Madagascar, Zimbawe o Zambia.



PD: ¿Cómo funcionan estos swap verdes?

JJB: Por ejemplo, en África, el Banco Central Europeo puede financiar a países para que no exploten una gran extensión, de cientos de miles de hectáreas donde puede haber un yacimiento de minerales. ¿Cuál es la ganancia? Que esos recursos no entren al mercado y tiren abajo el precio. Y a su vez ganan tiempo. Los actores que proponen esto, son actores que piensan a largo plazo, así los países vulnerables donde se imponen estos esquemas con el paso del tiempo van perdiendo gobernabilidad y capacidad de proyección. Es una estrategia de largo plazo. Lo peligroso es que se están endeudado con un mecanismo intangible y lo cambian por algo tangible que es el territorio.


PD: ¿Cómo evoluciona la protección o control de estos?

JJB: Hay varias etapas. Podemos destacar tres a grandes rasgos. La primera cuando esto surge, en la década del ‘80, busca instalarse desde la cuestión de la protección del ambiente. Es cuando se crea el concepto del desarrollo sustentable. Para fines de la década del ‘90, principios de los años 2000, se establece la doctrina del Command of the Commons de Barry Posen que plantea que los commons no son de nadie, pero si yo tengo la capacidad de proyectar poder, y nadie puede competir, pasa a estar, de hecho, bajo mi dominio. Es mío porque yo ejerzo dominio de forma técnica y unilateral.

A medida que van surgiendo potencias regionales, que empiezan a ejercer presión, a reclamar espacio de toma de decisión, se empieza a reformular el concepto. Esto viene de la mano de lo que se llama Revolución en Asuntos Militares (RAM) y de la doctrina de la guerra de 4ta generación, donde se proyecta que la forma de dominio sobre estos nuevos espacios va a ser sobre un entramado tecnológico, una red multidimensional, así surge por caso el concepto de la noosfera.

El ciberespacio es solo una dimensión. Pero existen dimensiones que para muchos es ciencia ficción, como la microfísica. Una proyección a escala nanométrica, no solo de dispositivos, sino de formas de hacer la guerra, como la guerra biológica. Formas de vulnerar a la población, a la fauna, al sustento alimentario a través de patógenos de diseño genético que puedo desplegar en tu cuerpo, una nueva territorialidad a nivel celular, y vulnerarte. ¿Qué tecnología tenés que desarrollar para responder? Todo esto abre una nueva dimensión del espacio. Toda esta cuestión de lo multidimensional ya está incorporada en las doctrinas estratégicas de Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, Francia. Nosotros pensamos que lo multidimensional es tierra, aire, agua y ciberespacio y ahí nos quedamos.

Todo esto empezó con una competencia por el patrimonio fitosanitario, a partir de la década del ‘90, donde laboratorios empiezan a extraer muestras de germoplasma de especies vegetales para lo que es la industria farmacéutica o la agricultura, modificarlos y vender insumos, agroquímicos, medicamentos, etc. Esto ya tiene 30 años, no es ciencia ficción.

Es como decía William Lind en 1989 sobre las guerras de 4ta generación: “Tenemos que entender que las guerras futuras van a incorporar una nueva generación de la guerra para la cual no nos estamos preparando.” Nosotros en parte nos seguimos preparando para guerras de 3ra generación. Las nuevas tienen elementos de 3era y de 4ta. Son cuestiones que están presentes en el pensamiento estratégico pero que no se traduce en una doctrina.


PD: ¿Qué es la noosfera?

JJB: La noosfera es una espacialidad de carácter multidimensional donde la tecnología va a tener un rol clave, con satélites, ciberespacio, campo electromagnético, Big Data, espacios nanométricos. Tecnología de punta que gran parte de los países, que no son potencias de primer o segundo orden, no tienen la posibilidad de desarrollar. No es la concepción lineal, mecánica newtoniana, de proyección sobre el espacio, el territorio, o del espacio marítimo; sino que es una proyección multidimensional, que no es lineal ni frontal, sino que es estructural. Llegas a un nivel de tecnología que anula la relación frente – retaguardia, es algo que te envuelve; tambien anula la concepción tiempo de guerra – tiempo de paz; no hay una declaración de guerra, te proyectas. El control, el bloqueo, es algo permanente.


PD: ¿Quienes ocupan estos espacios cómo se benefician?

JJB: Tiene que ver con capacidades estratégicas. Capacidades que pueden tener Rusia, China, Francia, las pueden desarrollar tranquilamente Alemania, Japón, India o Israel. Surgen como doctrina en la esfera anglosajona vinculada a la cuestión ambiental.

No es posible comprender la cuestión de bienes comunes globales sin todo el trabajo sobre ecosistemas que se viene haciendo desde la década del ‘80, y con mayor presión en la década del ‘90, donde los grandes actores intervinientes son organismos internacionales, grandes ONGs y corporaciones privadas. Si rastreamos la composición del capital, de los consejos directivos de grandes entidades vemos que están compuestas por elites de poder. Por ejemplo, la World Wildlife Fund (WWF), fue creada por el príncipe Felipe de Edimburgo, el rey Bernardo de Holanda, almirantes de la Royal Navy, gerentes de la Royal Dutch Shell, Sir Julian Huxley entre otros. Esto permite a diferentes actores proyectar sus intereses estratégicos sin que el estado quede diplomáticamente comprometido.

Es una forma por la cual se establecen las agendas de entidades como la Organización Mundial de la Salud, la FAO, UNESCO, UNICEF. Sacan rédito bancos como el BID, el FMI, el BM. Hablamos de toda la arquitectura post Segunda Guerra y su actualización a partir de los años ‘90, con el Foro Económico de Davos, fondos de inversión como Blackrock, fundaciones como Open Society de Soros, la Fundación Bill y Melinda Gates. Hablamos de actores con cierta radicación en la angloesfera.

En este juego compiten las grandes potencias, potencias regionales y países que están en posiciones más vulnerables. No existen las agendas internacionales plenamente colectivas, siempre hay actores hegemónicos que imponen el borrador de una agenda, y si bien hay un margen de negociación, esperan convalidarla. No existe la igualdad y la fraternidad universal. Existen relaciones de poder.

Un claro ejemplo es todo lo que se está buscando con la llamada Agenda 2030, los objetivos de desarrollo del milenio de desarrollo sostenible. En realidad, lo que implica es un cambio del paradigma de crecimiento por uno de decrecimiento. Una agenda que busca restringir el consumo industrial, el consumo hidrocarburifero, el capital, la cantidad y la calidad de la población. Una forma de imponer restricciones y reducir la capacidad de capitalizarse, porque cuando hay capitalización, se construye poder.



PD: Entonces, ¿La cuestión ambiental se aplica para controlar o evitar el crecimiento de los países?

JJB: Esta agenda, a nivel global, puede implicar una restricción del crecimiento. Es aplicable de acuerdo con tu posición en el esquema mundial. Cuanto más débil sos es más aplicable, cuantas mayores capacidades tenés y más fortaleces tus factores de poder, resulta menos aplicable. ¿De qué manera se puede aplicar esto? Restringiendo la población y el capital para evitar el supuesto “futuro colapso” ecosistémico.


PD: Esto tiene sus vinculaciones con ideas malthusianas

JJB: Esto empieza desde que el Club de Roma en el 72 plantea la doctrina de los límites del crecimiento, luego con el reporte Kissinger, y la política exterior de Gerald Ford en el 75; y hoy en día con entidades que abiertamente lo plantean. Tambien lo plantean figuras del ambientalismo como James Lovelock, Dennis Meadows que plantean que el tope que puede soportar la tierra es una población de mil millones de personas. Somos ocho mil millones ¿Qué infieren que tendría que pasar con esa diferencia? Toda la agenda del decrecimiento implica también reducir la cantidad de población. La modernización de los hábitos reproductivos sin matriz energética. Conseguir lo que hicieron Europa y Estados Unidos desde la revolución industrial, pero teniendo menos de un hijo por mujer y sin industria, que no se construya poder. Mantenerse en lo llamado “sustentable”. Ninguna potencia implementa estas medidas, porque ello significa vulnerarse. La cuestión es imponerlo a países periféricos.


PD: ¿Estamos frente a una nueva forma de colonialismo basado principalmente en mantener la brecha tecnológica?

JJB: Sería como la estrategia de patear la escalera. Yo ya subí, tengo el crecimiento, el capital, la tecnología, el know-how, las patentes; y ahora pateo la escalera para que vos no puedas hacer lo mismo, entonces mantengo la brecha. Esto es histórico, lo hace toda potencia incluso hasta con sus propios aliados. Lo plantea hasta Brzezinski en “El gran tablero mundial”, mantener la brecha en materia de seguridad con nuestros aliados porque tenemos que seguir siendo la superpotencia.

Las formas históricas que conocemos de colonialismo son de ocupación del territorio por una fuerza militar, la instauración de un régimen administrativo dependiente que impone la lengua del conquistador, la bandera. Entonces las familias que van a radicarse son parte de esa elite administrativa.

No podemos decir que en el futuro eso no se pueda llegar a dar. Las nuevas formas de proyección son de carácter quirúrgico, algo mucho más sutil. A partir del control de los soportes tecnológicos: radares, la dimensión electromagnética, Big Data. Una forma más sutil para inhibir el acceso a los espacios, no tanto para usufructuarlo uno sino para que no lo puedan utilizar. Asi quedan como un espacio de reserva a largo plazo.


PD: Bajo esta cuestión ¿se podrían internacionalizar recursos pertenecientes a un país soberano?

JJB: No solo recursos, sino territorios ricos en recursos. Un caso se dio en mayo de este año en Ecuador. Ahí la gestión de gobierno cedió soberanía sobre una gran porción del territorio, creo que en las Galápagos, a cambio de condonación de deuda externa. Sí es una manera de “internacionalizarlo para la humanidad”.

Es una forma, no solo de ponerle un techo a los países donde se aplica, sino tambien de restringir el acceso a potencias competidoras. Existe un fenómeno que se conoce como land grabbing, por ejemplo, se calcula que China tiene más de 15.000.000 de hectáreas arrendadas en el África subsahariana.

En Cumbres Mundiales de la FAO, se ha tratado en documentos imponer esquemas de “tenencia de la tierra” para restringir la proyección de los países emergentes hacia espacios ricos en recursos, bosques, tierra fértil. Se proponían esquemas como para fragmentar y minar que estos actores se proyectaran en gran escala declarando reservas naturales, haciendo una reforma agraria entre la población nativa para que tenga una alimentación de subsistencia. Evitando que un tercero haga un aprovisionamiento de un recurso. Es una forma indirecta de competencia.



PD: ¿Por qué decimos que estas son zonas de intersección de esferas geoestratégicas?

JJB: Hay algo que mencionaba Brzezinski en su libro de 2012, Strategic Vision, donde plantea que los global commons son como vasos comunicantes entre los espacios estratégicos del globo. Entonces, para mantener la unipolaridad proponía proyectarse a esos espacios sirviéndoles de articulación con otros espacios estratégicos. Por ejemplo, el Ártico se está transformando en un espacio de creciente competencia, lo mismo puede suceder con la Antartida. Entonces tener la capacidad de proyectarse hacia los pasajes interoceánicos, a las reservas hidrocarburiferas, de shale gas, de fauna ictícola, proporciona una gran ventaja estratégica; y del otro lado tenés el territorio ruso. Es una forma de correr la frontera, pero no a nivel territorial, sino casi a nivel continental, o subregional. En esta visión multidimensional ya no se ve el corrimiento de la frontera. Se puede proyectar la influencia a partir de un sistema de satélites, radar, etc.: te puedo inhibir dentro de tu territorio y que no tengas posibilidad de proyectarte.


PD: ¿Qué postura debe tomar la Argentina en relación con este asunto?

JJB: Argentina tendría que recuperar el camino para ser una potencia media en el contexto regional, capitalizando todos sus factores de poder. Debe reconstituirse en todos los aspectos, la defensa, infraestructura, logística, capacidad de proyección, capitalización humana, reindustrialización. Tiene que volver a emprender el camino que una vez tuvo. Es muy importante mantener una doctrina con un código geopolítico. Comprender que muchos de estos desafíos nos aúnan más con los países de la región, con la hispanoesfera. Entender que el espacio del Atlántico sur, Patagonia y Antártida se puede transformar o proponer como un futuro global common o internacionalizarse.

El país debe tener libertad de acción frente a estas agendas que imponen el decrecimiento y la restricción del crecimiento de forma indirecta, lo que buscan es la descapitalización. Es una forma de vulnerar, pauperizar nuestros factores de poder.

Es muy importante sacarnos lo políticamente correcto de todas estas narrativas y ser productores originales del conocimiento estratégico en materia de defensa, porque todo este pensamiento se ha transformado ya en un dogma, y se está buscando transformar en un paradigma de conocimiento.

Esto no es un llamado a contaminar o a destruir nuestros recursos. Pero hay algo que hay que entender. En la década del ‘70 se hablaba de contaminación, ¿Existe la contaminación industrial? Sí existe, ¿Estamos contaminando el suelo? Sí, con agroquímicos y demás. Algo de lo que no se hablaba era sobre el cambio climático. Esta doctrina, que por las emisiones de dióxido de carbono se van a derretir los polos y las ciudades costeras van a quedar tapadas por el océano es ciencia ficción.

Argentina a nivel internacional contribuye con el 0,6% de las emisiones de dióxido de carbono; y Brasil, la gran potencia industrial de la región, 1,2%. Entonces ¿Por qué si nuestra contaminación en la atmosfera es tan ínfima, es a nuestros países a los que más restricciones se les pretende imponer? Cuando China tiene más del 30%, Estados Unidos más del 27% y Gran Bretaña tuvo un rol más o menos igual. Es una cuestión de poder.

Cuando te dicen que, por el cambio climático, a futuro, estás arruinando los ecosistemas naturales y por eso tenés hoy que restringir tu crecimiento industrial, tu consumo de energía, tú ingesta alimentaria, tu población, tu uso del territorio; y sos de los que menos contaminan, se trata claramente de un acto de poder.


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