La Argentina debe tomar una decisión estratégica acorde con sus principios de defensa del derecho internacional, porque ser neutral cuando se violan derechos significa ser cómplice de quien lo hace, mientras debe aprovechar las oportunidades que tiene por delante, apoyándose en la industria de defensa para recuperar su economía.
Por Santiago Rivas
En abril pasado, la Argentina inició el proceso de ingreso a la OTAN como socio global, como parte de su giro hacia occidente en política exterior. Es importante aquí resaltar que la OTAN es una alianza militar, por lo que solamente va a considerar socios a aquellos países que sean relevantes militarmente. Esto no solo significa que tengan Fuerzas Armadas y una Base Industrial de Defensa con capacidades reales, sino que también haya decisión política de emplear una o ambas para apoyar a los miembros y aliados de la OTAN. Actualmente, la alianza está apoyando abiertamente a Ucrania en su defensa de la invasión rusa, por lo que van a mirar muy de cerca la actitud argentina frente al conflicto a la hora de considerar o no la aceptación del país. Ninguna alianza militar sumará nunca a un estado irrelevante, que, más allá de sus capacidades, no esté decidido a usarlas en apoyo de sus aliados.
La decisión política pesa más que la capacidad militar, lo cual se ve en la participación de estados muy pequeños y con Fuerzas Armadas reducidas, como son Luxemburgo, Montenegro y los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania.
Por otro lado, el actual gobierno argentino ha mostrado en el discurso un apoyo explícito a la causa ucraniana, que llevó a la decisión del presidente ucraniano Volodímir Zelenski de visitar la Argentina, en su único viaje a América Latina, para la asunción a la presidencia de Javier Milei. Sin embargo, cuando un país combate por su supervivencia ante una agresión no provocada, como es el caso de Ucrania, las palabras no sirven de nada si éstas no se convierten en hechos.
Las guerras no se ganan con buenas intenciones, se ganan con armas y municiones. Eso es lo que vino a buscar Zelenski en su visita a la Argentina y es lo que tanto él como su gobierno ha intentado obtener desde entonces… sin éxito.
En una entrevista que le realizó Gustavo Sierra para La Nación, Zelenski destacó su interés en poder trabajar con la Argentina en este ámbito, diciendo que su interés está “en lo que se refiere a drones, antidrones, drones marítimos y también en el déficit más grande que tenemos, que es la pólvora. Por muchos años no estuvimos muy abiertos a nuestros colegas argentinos. Ahora estamos dispuestos a hacer ese tipo de producción tanto en Ucrania como en la Argentina. Estamos dispuestos a colaborar, a coproducir y a compartir las tecnologías que Ucrania ya ha recibido durante esta guerra”. Poco antes, con ese objetivo había viajado a la Argentina una delegación ucraniana liderada por la Viceprimer Ministro y Ministro de Economía de Ucrania, Yuliia Svyrydenko, pero, según indicaron fuentes ucranianas, retornaron a su país con la sensación de que había poco interés desde la Argentina de ir más allá de las palabras. Algo similar dicen desde las empresas de defensa argentinas, a las cuales se les ha pedido desde Cancillería que no avancen en negociaciones con Ucrania.
¿Por qué Ucrania mira a la Argentina? Porque actualmente las naciones que apoyan a Ucrania, como los miembros de la OTAN, están produciendo al máximo de su capacidad y no pueden entregar más equipamiento y munición, por lo que se ha vuelto esencial obtener proveedores alternativos. Además, esto se vuelve más relevante ante la posibilidad de que un triunfo de Donald Trump en Estados Unidos pueda implicar la suspensión de la ayuda que dicho país envía.
Fuera de los países que ya venían asistiendo a Ucrania, hay pocos con industria de defensa y personal capacitado que les pueda vender material, mientras que varios de ellos simpatizan con Rusia, como es el caso de Brasil, o prefieren mantenerse neutrales, lo que les limita mucho el espectro de potenciales proveedores.
Poco después de las declaraciones del presidente ucraniano, el vocero presidencial argentino, Manuel Adorni, descartó cualquier apoyo a Ucrania al decir “lo que se plantea de Ucrania no solo que no va a existir, sino que además no tenemos la capacidad de que eso pase. No tenemos capacidad de producir hoy lo que plantearon en alguna noticia o en alguna nota que salió con respecto a Ucrania o a las supuestas intenciones”. Esta falta de capacidad, sin embargo, no es algo del todo cierta.
Poco después, el embajador ruso en la Argentina advirtió ante cualquier apoyo a Ucrania que “esas acciones serán consideradas acciones hostiles contra Rusia”, ante lo cual el vocero Adorni volvió a destacar que el país no apoyaría a Ucrania, al decir “entiendo que cuando uno tiene una actitud hostil es cuando se aporta armamento o se involucra en el conflicto bélico. En este caso la definición que hubo de Rusia fue de desilusión por el apoyo (a Ucrania), no de hostilidad. Nosotros no vamos a aportar ningún tipo de apoyo militar ni interferir de ninguna manera en el conflicto bélico”.
En este sentido, hay que plantear primero que Rusia, habiendo violado el derecho internacional al invadir sin motivo a otro estado soberano, y habiendo cometido crímenes de guerra y atrocidades, no está en condiciones de victimizarse ante un posible apoyo de la Argentina a Ucrania. Que la Argentina ceda ante la presión rusa solo sería legitimar la actitud de dicha nación y, por ende, la de cualquier estado que viole el derecho internacional, lo cual es grave cuando la Argentina acusa a Gran Bretaña de hacer en Malvinas lo mismo que hace Rusia (aunque sin masacrar civiles como hace Rusia).
Algunos plantean el miedo de que apoyar a Ucrania implique perder negocios con Rusia, pero es preciso tener en cuenta que éste es poco relevante para la Argentina, con exportaciones por 342 millones de dólares en 2022 (para tener un parámetro, es un valor similar a lo que la Argentina exporta a Tailandia y representan un 0,32 % de las exportaciones argentinas, que en ese año fueron por 87.200 millones de dólares) e importaciones por 242. Antes de la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia, las exportaciones argentinas eran de 863 millones de dólares, si bien un número bastante superior, es inferior al valor exportado a un país adversario de la Argentina como Gran Bretaña (con 925 millones de dólares en 2022) y no alcanzaba el 1% de las exportaciones argentinas (https://oec.world/es/profile/country/arg).
¿La Argentina debe ser neutral?
La neutralidad argentina (un apoyo en palabras y no en hechos equivale a ser neutrales) es una forma de legitimar la actitud de Rusia violando el derecho internacional y los derechos humanos de la sociedad ucraniana. A la vez, dado el reducido comercio entre la Argentina y Rusia, la amenaza económica es irrelevante teniendo en cuenta los beneficios que se pueden obtener.
Si la Argentina quiere volver a ser un actor relevante en el mundo, si se quiere que la Argentina vuelva a ser grande, como plantea el presidente Milei, no se puede mantener al margen de lo que sucede en el mundo. Todas las naciones, especialmente las potencias, al igual que ocurre entre las personas, tienen muy en cuenta, a la hora de comerciar y desarrollarse, las actitudes de los países “en las malas” y si pueden contar con ellos cuando las cosas van mal.
Los países que se mantienen al margen en los conflictos se vuelven irrelevantes en el escenario mundial y eso siempre termina impactando en sus economías. Como ejemplos se pueden considerar Estados Unidos y la Argentina, países que antes de la I Guerra Mundial eran bastante similares en su riqueza y desarrollo, y ambos pretendieron ser neutrales, hasta que Estados Unidos decidió ingresar en la guerra, saliendo de ésta habiendo ascendido muchos niveles para ir perfilándose como potencia, hasta que con su participación en la II Guerra Mundial se consolidó como la gran potencia global. La Argentina, mientras tanto, manteniéndose neutral fue construyendo las bases para una decadencia que ha llegado hasta nuestros días. Por supuesto que la realidad es más compleja, pero la neutralidad tuvo una participación muy grande en esa decadencia, porque la Argentina se convirtió en un país irrelevante y con el que no se podía contar. De la misma manera, un período de cierto crecimiento argentino a comienzos de los años ’90, ocurrió en el único período en el último siglo en que la Argentina abandonó su neutralidad y se unió a las naciones que participaron de la Guerra del Golfo en 1991.
La teoría de que la Argentina debe ser neutral para desarrollarse ya se ha demostrado como inválida en casi un siglo de neutralidad y decadencia. Hoy, hasta países históricamente neutrales en los conflictos (aunque no en la política) como Suecia, se han sumado a la OTAN, porque entendieron que no es solo la suerte de Ucrania la que está en juego, sino todo el sistema de valores occidentales, incluyendo nuestro sistema democrático.
Por otro lado, es preciso destacar que la Argentina puede dar un apoyo indirecto al entregar, por ejemplo, munición, a terceros países para que éstos entreguen munición de sus propios stocks a Ucrania, por lo que la Argentina no estaría enviando directamente a Ucrania material militar. Esta es una de las alternativas que se le ha planteado al gobierno argentino.
¿Argentina puede ayudar a Ucrania?
Por otro lado, es cierto que la Argentina hoy tiene capacidades de defensa mínimas y su industria de defensa está en pésimas condiciones, pero allí cabe analizar qué posibilidades existen de recuperar esa capacidad y hacerlo en un tiempo lógico que permita tenerla operativa antes de que termine la demanda de material militar.
Inicialmente, la negativa desde muchos en la Argentina se apoyaba en la idea de que la guerra terminaría rápido y que la Argentina no podría llegar a tiempo a exportar nada. Hoy es claro que lamentablemente la guerra en Ucrania durará un tiempo largo, no menos de un año, muy posiblemente más de dos. Por otro lado, el mundo está en un período en donde aumenta la inestabilidad y la conflictividad, con otro conflicto en Israel y muchas crisis menores en África y Asia, mientras la tensión entre oriente y occidente sigue creciendo. La posibilidad de que ocurra una guerra entre China y alguno de sus vecinos o alguna de las grandes potencias es algo cierto y que hay que tener en cuenta.
Además, occidente ha tomado conciencia de que sus stocks de municiones y equipamiento eran insuficientes para enfrentar un conflicto a gran escala y la guerra en Ucrania ha demostrado que no se puede dar por sentado que estos no ocurrirán. Por lo tanto, aún después de terminada la guerra en Ucrania, la demanda de armamento y munición se mantendrá alta durante un largo período de tiempo, no solo para reponer los stocks iniciales, sino porque estos serán mayores que los que había para 2022. Así, el factor tiempo no juega en contra de la Argentina, sino todo lo contrario.
El segundo punto es que muchas capacidades se han perdido y no se cuenta con fondos para recuperarlas, pero el gobierno ucraniano ha ofrecido financiar la recuperación de todas las capacidades y reconstruir la infraestructura, como es el caso de las plantas de Fabricaciones Militares para volver a producir munición, pólvora y otros insumos. También han planteado financiar la obtención de las materias primas y maquinaria necesarias para producir. Así, la disponibilidad de dinero para recuperar las capacidades y obtener la materia prima tampoco son un impedimento.
El siguiente punto es cuánto podría producir la Argentina y es algo que los ucranianos consultaron, sin que se les de una respuesta detallada, sino solo ideas vagas. La Argentina debería trabajar en el corto plazo en desarrollar planes de recuperación de capacidades y de crecimiento de la producción, determinando qué necesita para iniciar la producción de aquellas plantas que están paradas; qué se necesita para aumentar la producción en términos de infraestructura, materias primas y mano de obra; qué se debe conseguir en el mercado externo y luego establecer objetivos de producción, que inicialmente serían muy modestos, pero que en uno o dos años ya podrían ser importantes.
En esto, es fundamental también tener en cuenta a la industria privada y no solo la específica de defensa, sino también a empresas que tienen capacidad de producción que puede ser rápidamente adaptada a la demanda, como puede ser de drones, vehículos ligeros y otros productos. Hay que tener en cuenta que en esta guerra los drones tipo FPV están teniendo un efecto enorme en las operaciones y muchos de ellos están siendo fabricados con impresoras 3D en pequeños talleres civiles que son provistos de los planos y no necesitan una gran infraestructura. Esto podría ser una gran oportunidad para Pymes y hasta para microemprendedores.
¿Qué puede vender la Argentina?
En enero pasado dimos un pantallazo de lo que la Argentina podría exportar a Ucrania en armamento y munición, en donde destacamos una amplia variedad de productos, a los que podrían sumarse muchos otros en el corto plazo, sin incluir aquellos cuyos diseños podría proveer Ucrania y que rápidamente podrían producirse localmente, como los citados drones, piezas de repuesto para vehículos de todo tipo o componentes que puedan servir para que otras plantas los integren a sistemas de armas. Además, hay algunos sistemas usados que, con algún mantenimiento y adaptación podrían venderse y con lo producido por la venta ir adquiriendo material nuevo. Un caso de este tipo son los helicópteros Mi-171E que posee la Fuerza Aérea Argentina fuera de servicio.
En la mayoría de los casos, como se dijo arriba, la producción inicial sería en pequeña escala, pero con la inversión necesaria, ésta podría crecer rápidamente para tener valores aceptables en un período lógico de tiempo. En algunos casos, como pueden ser camiones y vehículos livianos, se podrían proveer grandes cantidades en el corto plazo.
Una oportunidad
Para la Argentina, más allá de que esto significaría dar un apoyo de verdad a una nación que lo necesita, que ha sido atacada sin justificación, sería dar una muestra de determinación en la defensa del derecho internacional y el derecho de los pueblos a ser libres, en línea con los postulados liberales del actual gobierno. También sería una muestra clara de alineamiento con occidente y sus valores y que no se está, como ha ocurrido en casi todos los gobiernos argentinos recientes, ante un gobierno que no pasa del discurso, sino que va a los hechos.
Sin embargo, lo más importante, en tiempos en que el país atraviesa una profunda crisis económica y debe desarrollar mercados que generen divisas y desarrollo tecnológico, se está ante una enorme oportunidad.
La industria de defensa es, en todos los países desarrollados, un pilar fundamental del crecimiento económico, incluso en aquellos que son neutrales. Un ejemplo de ello es Suecia, país históricamente neutral. Según la Swedish Security and Defense Industry Association, que nuclea a la industria de defensa y seguridad del país, “en el año 2019, los ingresos de las empresas miembros acumularon a 1013 millones de euros en ventas nacionales y 1957 millones de euros en exportación. Con un 64% en la exportación, 2019 fue un año con una tasa de exportación históricamente baja para nuestros miembros (generalmente la exportación representa el 65-70%). Sin embargo, el gasto en I + D fue de casi el 20% debido a varios grandes programas de desarrollo” (https://soff.se/en/about-soff/facts-and-infographics/). En 2023 las exportaciones fueron de 1.600 millones de euros, con una fuerte recuperación luego de la pandemia (https://www.barrons.com/news/sweden-arms-exports-rose-18-percent-in-2023-719fb4b7).
En términos de exportaciones de armas per cápita, además de Suecia, Suiza, otro país históricamente neutral, también se ubica entre los más relevantes en el mundo, en el tercer y quinto puesto respectivamente, según un informe del SIPRI de 2016. Entre 2019 y 2023, Suecia fue el 13º mayor exportador de armas del mundo y Suiza el 17º.
Otro caso a tener en cuenta, por su cercanía con la Argentina, es el de Brasil, que es el 24º mayor exportador de armas del mundo y donde en 2019 alcanzaron los 3600 millones de dólares en exportaciones de defensa, con la generación de 1,2 millones de empleos directos e indirectos (https://www.correiobraziliense.com.br/economia/2020/12/4895414-base-industrial-de-defesa-tem-papel-fundamental-durante-a-pandemia.html). Además, posee una tasa de retorno por real invertido de 9,8 (o sea, un ingreso de 9,8 dólares por cada real gastado) y según datos del Ministerio de Defensa, la Base Industrial de Defensa (BID) de Brasil representa alrededor del 4,7% del PIB nacional.
La Argentina actualmente tiene un gran problema para desarrollar su industria de defensa y es que las Fuerzas Armadas propias no tienen fondos para hacer grandes inversiones y años de pésimos manejos ha llevado a que las principales empresas como FAdeA, Fabricaciones Militares y Tandanor, todas estatales, tengan una reputación desastrosa en el mercado, por lo que se ha vuelto muy difícil exportar. Sin clientes locales ni internacionales, no hay viabilidad para recuperarlas. Por eso la posibilidad de exportar a Ucrania o a terceros países que asistan a Ucrania se vuelve una enorme oportunidad para la Argentina, ya que tendría un cliente que compraría toda la producción y permitiría la recuperación de las empresas, así como mejorar su prestigio, no solo por volver a vender, sino porque ese material sería probado en combate. Además, la transferencia de tecnología que podría recibir permitiría dar un salto que, de otra manera, podría llevar décadas.
¿Cuánto podría generar esta industria a la Argentina? Es imposible de saber actualmente, ya que depende del resultado del análisis de la capacidad productiva de toda la Base Industrial de Defensa y su potencialidad en el corto plazo, pero vale tener en cuenta, por ejemplo, que un proyectil de artillería de 155 mm cuesta entre 2000 y 5000 dólares y la demanda actual ucraniana es de no menos de 3000 por día, o sea, algo más de un millón al año. En otros segmentos, como radares, se podrían generar grandes ingresos vendiendo pocas unidades.
Así, en un mediano plazo la Argentina podría apuntar a generar más de 1.000 millones de dólares el año en exportación de sistemas de defensa, alcanzando a las exportaciones de sectores como el lácteo o el siderúrgico, con productos de alto contenido tecnológico y alto valor agregado.
Un salto hacia delante
Si bien este tipo de decisiones no son fáciles de tomar y requieren coraje, no solo es la manera en que se defienden y se ponen en práctica las ideas, especialmente cuando el país ha abrazado el liberalismo, que se cimienta en el respeto de la democracia, de los derechos y en hacerlos respetar, sino que cualquier decisión para salir adelante, recuperar capacidades productivas y aprovechar oportunidades siempre implica correr riesgos y requiere tener la valentía de lidiar con posturas ideológicas que han traído solo decadencia.
Comentarios