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La degradación militar de Rusia: Putin encuentra un límite en las cifras que llegan desde el frente y la retaguardia




Analicemos con datos la capacidad militar rusa y el modo en que fue afectada por 2 años y 4 meses de guerra, porque de ello depende el curso de la guerra y su duración. Y, quizás, su resultado se asome entre tantos datos. Hablemos de poder, degradación y carne picada.

 

Por Ignacio Montes de Oca


La fuerza de ataque rusa en febrero de 2022 es el punto de partida para medir la degradación. Vamos a revisar su número y composición para analizar hasta qué punto impactaron las pérdidas. Sabemos que contaba con 160.000 tropas, 2.600 tanques de los tipos T-90, T-80 y T-72. Partimos de la idea de que el número que sigue a la “T” indica el año de entrada en servicio, por lo que ya sabemos que se trataba de una flota de blindados con un diseño de 32, 42 y 50 años de antigüedad. El T-90 era el tanque más numeroso de todas las fuerzas involucradas. En 2014, Rusia había presentado en público al Armata 14, el más novedoso desarrollo de su industria que se suponía era lo más avanzado del mundo en materia de tanques. Nunca apareció por el suelo ucraniano, por lo que no lo vamos a tener en cuenta.

Para septiembre de 2022, luego de las bajas que sufrió en la derrota de Kiev, comenzaron a aparecer los primeros modelos de T-62 y T-64, un diseño de 58 años de antigüedad creado para campos de combate que ya no existen. Fue el primer signo de los problemas rusos.

Para ese momento comenzó el debate sobre la verdadera capacidad de la industria rusa. Era imposible que los T-62/64 fueran modelos recién producidos, por lo que a la fuerza debían tratarse de vehículos rescatados de los depósitos de reservas que tenía Rusia. En la misma época hubo otros avistamientos de sistemas antisubmarinos o cañones navales montados sobre orugas o de obsoletos cañones de 100 mm sobre camiones, lo que hablaba más de improvisación que de una industria pujante y capaz de aportar al frente. Aquello no era un dato menor, porque tanto Rusia como sus voceros en Occidente ya hablaban de la “inmensa” capacidad de producción rusa. En la realidad, antes de la guerra y en base a los pedidos desde el exterior, ya se sabía que no podían producir más de 170 tanques al año.

Es cierto que Ucrania usa también sistemas viejos e incluso viejas ametralladoras Maxim de la Primera Guerra Mundial. Pero se supone que se trata de un país que no está a la altura del creador del Armata o del temible Terminator, el fabricante de astillas de Kremina.

En abril de 2023, es decir a poco más de un año de iniciada la invasión, Rusia llevaba perdidos 1.716 tanques. Aquella cifra equivalía a la que la propaganda rusa reclamaba como la producción anual de tanques nuevos. La aparición de tanques viejos, la refutaba. En mayo de 2023 llegó la primera evidencia del uso de tanques T-54 por parte de Rusia en Ucrania. Ya estamos hablando de un tanque creado con tecnología de hace 67 años y un blindaje y sistemas de puntería anteriores a la era de los transistores. Vamos a otro signo de la degradación a partir de un dato: la artillería es responsable del 70% de las bajas en las guerras y la de Ucrania no es la excepción. Sumemos a los drones para tener una idea del riesgo principal para soldados y vehículos en la primera línea de combate. Para evitar ese peligro y el del ataque de parte de tropas con armas portátiles, desde hace décadas los soldados llegan al campo de batalla dentro de vehículos blindados en lo que se denomina “la última milla”, aunque el peligro está a varios kilómetros de la retaguardia.



Por eso durante el inicio de la invasión vimos largas columnas de tanques acompañadas por vehículos de transporte o combate de infantería que llevan dentro a grupos de soldados protegidos de las esquirlas y disparos. El vehículo más usado por Rusia eran los BMP de las series 3 y 4. Pero con el correr de los meses los BMP-3 y BMP-4 comenzaron a ser reemplazados por modelos más viejos como el BMP-2 e incluso el BMP-1 que estaban en las unidades de reserva o, como sucedió con los tanques, habían sido tomados de los depósitos de la era soviética.

Hacia diciembre de 2023 comenzaron a aparecer modelos más viejos, como en MTLB, un diseño de la década de 1960 con escasa protección para la infantería, debido a que muchos de los vehículos no tenían siguiera un techo blindado y llevaban a la tropa a la intemperie. Aclaremos que la detección de estos vehículos no implica la desaparición de otros más modernos, pero su uso se hacía cada vez más frecuente y contradecía la insistencia de los rusos al negar la degradación de su parque de blindados modernos.

Hacia diciembre de 2023, comenzaron a observarse también camiones KAZ, GAZ, UAZ o Ural usados para llevar a los soldados en la “última milla”. Aquello era una tontería militar, poque los dejaba expuestos a los ataques de artillería, tal como pudo corroborarse luego en diversos videos.

Para enero de 2024, comenzaron a verse los primeros “carritos de golf” en algunas zonas del frente. Se trataba en realidad de parte de un lote de 2.000 carros eléctricos chinos de 4 plazas sin ninguna clase de protección para sus ocupantes. De nuevo, el precio se pagó con soldados. Ese precio ya era elevado porque, como consecuencia de errores de diseño que hacían difícil su evacuación, los soldados rusos comenzaron a viajar hasta el frente sobre los blindados para evitar quedar atrapados dentro si el vehículo era alcanzado.

Además, ni los camiones ni lo carritos de golf tienen capacidad para avanzar en terrenos agrestes, por lo que estaban condenados a tomar rutas predecibles y por lo tanto se exponían a ataques de artillería y drones, con el consecuentes costo en vidas de soldados rusos.



En febrero aparecieron las “tortugas”, uno de los modos en que se denominó a los tanques rusos con placas de metal, madera y todo lo que sirviera como blindaje adicional contra los drones que desde el comienzo del año provocaban la mayor cantidad de bajas en los vehículos rusos. Ese blindaje fijo les impide a los tanques algo tan básico como girar la torreta y usar su arma principal. Eso importa poco porque por lo general se los usa para llevar tropas hacia el frente. Debajo de la escenografía inspirada en Mad Max, había por lo general viejos T-62 y MTLB.

En ese mismo tiempo proliferaron las “Bukhanka”, un antiguo utilitario de la era soviética sin ninguna clase de protección ni capacidad todoterreno. Junto a ellas, se multiplicaron los autos civiles “prestados” por los ucranianos y usados por soldados para llegar al frente.

En mayo de 2024 la improvisación rusa llegó al uso de motocicletas tanto para llevar tropas de asalto al frente como para la logística en la retaguardia. Sin protección, fueron presa de la artillería y los drones, aunque confiaran en que la velocidad y el tamaño los salvaría.

En junio de 2024 las imágenes del frente mostraron la última etapa de la degradación rusa. Tanto en la ofensiva contra Chasiv Yar como en el fallido asalto sobre Vovchansk desde Belgorod se hizo habitual el avance a pie de las tropas en los últimos tramos hasta el frente. Es cierto que en otros momentos de la guerra hubo marcha de infantería a pie, como durante el asalto de Bahkmut en mayo de 2023, pero aquello fue una excepción y el alto costo en bajas que implicó hizo suponer que los rusos no volverían a cometer tales errores.

En la actual etapa de la guerra y si bien los rusos aun usan formaciones de tanques y VCI en algunas zonas del frente, el uso de modelos viejos de blindados, de camiones, carros de golf y “tortugas” o de asaltos a pie se convirtió también en parte del paisaje habitual en el lado ruso. Regresemos por un momento al inicio de la invasión, con las formaciones blindadas que, aunque tenían sus décadas de antigüedad en diseño, ofrecían una protección adecuada a las tropas. La pérdida masiva de blindados trajo como consecuencia lógica un aumento de las bajas. El segundo dato que tenemos es que la proporción entre profesionales y reclutas, es decir entre tropas entrenadas y conscriptos de la leva anual era de 80% a 20%. Es un dato crucial porque a mayor preparación, mayor eficacia. Es decir, 128.000 profesionales y 32.000 conscriptos. En la actualidad, la proporción entre profesionales y reclutas es inversa, lo que implica una desprofesionalización de su ejército y explica a su vez una tasa creciente de bajas por la falta de entrenamiento y equipo moderno del soldado promedio enviado al combate.



Vamos a los datos duros. Putin confesó en junio que desplegó 650.000 soldados en el frente. Esto implica cuatro veces más tropas que las de febrero de 2022, que la guerra no marcha según lo planeado y que Rusia hace un uso cada vez más extensivo de su mano de obra en el frente. Revisemos entonces las cifras de movilización. En septiembre de 2022, se ordenó la movilización de 300.000 hombres de la reserva. Ese mismo mes, Putin ordenó aumentar la cantidad de efectivos de sus fuerzas armadas en un 15% para llevarlas a 1,3 millones. Ese aumento en 169.372 integrantes coincide con el número de fuerzas usadas en febrero para la invasión y con el supuesto de muertos desde entonces informado por la inteligencia occidental, sobre un total de 500.000 bajas, contando muertos, heridos e incapacitados. Putin movilizó además un total de 600.000 conscriptos desde febrero de 2022, junto a un número cercano a los 50.000 extranjeros contratados por el estado ruso o mediante las PMC o empresas de mercenarios. El faltante coincide con las bajas denunciadas.

Expliquemos que el frente ruso se alimenta tanto de los reservistas como de los conscriptos de entre 18 y 30 años obligados a prestar un año de servicio en las Fuerzas Armadas. Cada mes y junto a los reservistas y contratados, Rusia recluta otros 25.000 a 30.000 soldados para la guerra.

A su vez, ese número de unos 600.000 desplegados de Putin concuerda con un faltante de medio millón de hombres entre las cantidades de reclutas y reservas movilizadas menos el número de desmovilizados. Es una cuenta compleja, pero cierra bastante bien.

O, si se prefiere, que su invasión consume más vidas a medida que pasa el tiempo, lo cual es compatible con la pérdida de blindados y la capacidad para proteger a sus soldados de los factores que causan más bajas en el frente. Si hay una hipótesis más eficiente, la leo.

Lo mismo sucede con la perdida de profesionales. A mayor uso de conscriptos y movilizados, mayor es la proporción de tropa inexperta. Esto explica tanto la mayor cantidad de bajas como la menor eficacia de los avances medidos en kilómetros respecto a febrero de 2022. En las cifras que llegan del frente, hay una progresión alarmante para Rusia. El conteo de bajas humanas crece desde la toma de Bakhmut en mayo de 2023, coincidiendo justamente con la aceleración de la pérdida de material blindado moderno y la introducción de modelos antiguos.

En el artículo publicado recientemente por Donal Hill,se revela un dato importante. La tasa de pérdidas de soldados de Rusia está llegando al límite que supera a la de reposición



En mayo de 2024, explica Hill, Rusia perdió 38.904 soldados en la toma de Avdiidka, su última victoria. Pero la cifra de conscriptos enrolados aumentó de 15.000/25.000 soldados al mes en 2022 a 32.000 en 2023. Hay un déficit de casi 7.000 soldados en la cuenta.

Esta cifra es anterior a la derrota rusa en Vovchansk, en donde Putin arrojó al menos 30.000 soldados desde Belgorod un mes después y mientras insistía en otros sitios del frente como Kryinky, Chasiv Yar, Kupiansk y Robotyne con bajas similares y avances diminutos. En Bakhmut comenzó a advertirse esta situación hace un año cuando, según el ahora topo Prigozhin, Rusia sacrificó a 20.000 mercenarios, lo mejor de sus filas, y una cifra similar de soldados regulares para hacer un avance que hoy está situado a 5 km de la línea del frente. La única salida de Putin es aumentar aún más el número de reclutas, porque incluso con la contratación de 4.000 cubanos, un número indeterminado de africanos y la leva forzosa de inmigrantes ilegales y turistas nepaleses engañados, no le alcanza para cubrir los huecos en sus filas. El problema para Putin no es solo que una movilización llevará la guerra a un número mayor de familias, sino que además la tasa de mortalidad aumentaría la evidencia de un fracaso que con la derrota de Vovchansk se hace cada vez más complicado de ocultar.

Además, obligaría a convocar a ciudadanos del núcleo eslavo, que aportaron menores cantidades en desmedro de las zonas habitadas por etnias más pobres. O exprimir aún más a las naciones subalternas. Es una situación podría tener consecuencias explosivas en unos y otros. Hacia fuera de Rusia, Europa conoce estas cifras y lo que implica. El traslado de tropas rusas desde la frontera con Finlandia hacia el frente le hace admitir a Putin la degradación de su capacidad para seguir amenazando a sus vecinos o con una nueva ofensiva.



Esto explica por qué en la víspera de la Cumbe de Paz de Suiza, los países europeos y la OTAN respondieran en tono desafiante -o de burla- a la propuesta de paz de Putin que exigía una rendición de Ucrania y el fin del apoyo occidental. También el nerviosismo de los pro rusos. Esta respuesta tiene que ver con el último factor y es la llegada de ayuda occidental a Ucrania que se aceleró en junio. Las fuerzas ucranianas están reemplazando el viejo material soviético por cantidades mayores de equipos y con mejor tecnología. Ucrania está pasando de los T-64 y T-72 del comienzo de la guerra a los Leopard 1 y 2 junto con una cantidad limitada de Abrams y Challenger. De los BMP a los Btradley y Marder. Puede discutirse si unos u otros son mejores. Hay un modo de averiguarlo. De los 2.600 tanques T-90/80/72 que desplegó Rusia en febrero de 2022, lleva perdidos un total de 2.902 unidades (1.493 T-72 + 889 T-80 + 520 T-90 en sus diferentes versiones) contando solo las verificadas visualmente por Oryx, lo cual implica probablemente un 20% menos del total. Esa cantidad de pérdidas sobre un total de 3.169 tanque rusos verificados y dados de baja al 23 de junio de 2024, entre los que hay que adicionar 11 T-54/55, 169 T-62 y 93 T-64. Del parque más moderno ruso, perdieron un 111% del capital inicial en los 875 días que van de invasión.

Rusia debería producir 103 tanques nuevos por mes para reponer lo perdió desde el inicio de la guerra. Eso dista mucho de los 170 anuales de preguerra y no se condice con la presencia creciente de modelos anticuados y restaurados. Lo números no mienten como lo hace la propaganda. La propagando del Kremlin afirma que Rusia triplicó su producción de tanques nuevos. De ser así debiese haber unos 800 flamantes T-90 en el frente. Pero de acuerdo con los números, debería multiplicar por 8 su capacidad de fabricación solo para reponer lo perdido.



Entre tanto, Ucrania recibió un total de 624 tanques desde occidente y otros 517 capturados a Rusia. Son 1.147 tanques que superan en medio centenar a los 1.100 que tenía al ser invadida por Rusia y una reposición que supera los 852 dados de baja desde entonces. Veamos las cifras de baja de los modelos occidentales entregados a Ucrania. De los 80 Leopard 2 recibidos, sufrió las bajas verificadas de 39, es decir del 48,7%. 10 de los 31 Abrams, es decir el 32%. Un Challenger de los 28 recibidos, o sea el 3%. Hay une leve diferencia.

Entre las bajas del Leopard 2, solo 10 de los 39 atacados fueron destruidos; 2 de los 10 Abrams y uno fue capturado. El único Challenger dado de baja fue destruido. La tasa de destrucción definitiva de Rusia está en el 67,5%. La de vehículos ucranianos de diseño ruso es casi idéntica. La tasa de recuperación y supervivencia de los tanques occidentales es superior, por lo que la posibilidad de supervivencia de su activo más importante, que es la tripulación, favorece a Ucrania, lo mismo que la tasa de recupero, que implica poner de nuevo a los tanques en el frente. Estas cifras indican que en la medida que Ucrania asimila más modelos occidentales disminuye su cadencia de pérdida definitiva de tanques. Ese guarismo se extiende a otro tipo de blindados. Ucrania va de menos a más y Rusia de más a menos. Es lo que dicen los números.

Recién ahora comenzó a llegar la ayuda prometida por Occidente tras aprobar el paquete de € 51.000 millones de la UE y los 61.000 millones de EEUU. Esos seis meses de ventaja que tuvo Putin gracias a Trump, MAGA y Orban llegan a su fin y con ello comienza otra etapa. Putin debe afrontar la nueva fase con menos blindados. Solo le queda alimentar la picadora de carne y acudir a los depósitos para reabastecerse con la nostalgia blindada soviética. Su industria no puede cubrir sus vacíos existenciales ni sus vicios militares. Sus aliados, tampoco.



China nunca entregó nada para sellar las fisuras militares. Bielorrusia ya fue despojada. Corea del Norte e Irán entregaron lo que pudieron sin caer en la indefensión, pero también al hacerlo desnudaron que la industria rusa no produce lo suficiente.

Ucrania cuenta con su industria y la occidental y ahora además con la del Corea del Sur tras la exitosa gestión de Putin para lograrlo. En todo Occidente se anuncian aumentos de presupuestos de defensa y de producción militar. Rusia ya lo hizo hace un año y mostró su límite. Hay otros signos de deterioro. No vamos a repasar la pérdida del 20% de la flota del Mar Negro o la caída de igual monto en la producción de refinados. Solo digamos que en el mes de junio perdió 15 sistemas S300/400 por ataques de drones y misiles ucranianos.

Mas datos: en el comienzo de la invasión Rusia disparaba entre 60.000 y 70.000 municiones de artillería por día. Hoy dispara 10.000 diarias. La diferencia no se explica por la baja de 1.526 sistemas artilleros rusos de los 4.900 que tenía al invadir Ucrania. Menos aún por la disponibilidad de munición. Rusia dice producir 3 millones anuales y recibió al menos 3,4 millones de Corea del Norte y otro medio millón de Irán desde octubre. Debería haber recuperado la cadencia inicial, pero algo se lo impide…

Fuera de lo coyuntural, esos meses de resistencia tienen una importancia crucial a futuro porque mostraron la verdadera capacidad de Rusia en un eventual enfrentamiento con otros países europeos y su degradación afectó la capacidad de amenaza extorsiva de Putin. En otras palabras, los ucranianos hicieron uso de lo que tenían a mano y lo que fueron recibiendo de Occidente para degradar al ejército ruso, el segundo en el mundo, a un punto en el que dejó de ser una amenaza inmediata para el resto de Europa. Nadie cree ya que Putin no haya tomado Ucrania porque no haya querido. Queda claro que fue un caso de impotencia, no de deseo. Y tampoco es creíble la idea de que guarda varios ejércitos intactos en la zona de su perineo. De haberlos tenido, los hubiese usado. Solo un paramecio obstruido con fentanilo puede sostener, frente a estas cifras, que Rusia mantiene su poder intacto, que lo ha incrementado o negar la degradación. Esto no implica predecir un resultado, solo se muestran las cifras de una decadencia rusa que sigue su curso.

De todos modos, es probable que Putin ordene más ofensivas con tropas caminando hacia las trincheras enemigas o a bordo de vehículos con un número cada vez menor de ruedas. No tiene muchas opciones porque la alternativa es admitir su error, algo aún más improbable. Lo más quimérico es verlo acudir en persona a bordo de un Armata. El T-34 que desfiló en lugar del nuevo tanque ruso en la Plaza Roja en 2023 y 2024 fue un mensaje que rebeló el sitio donde buscará inspiración el camarada Putin para lo que resta de la guerra.

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