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La juventud: desafíos y oportunidades de las Fuerzas Militares en el dominio cognitivo de la guerra

José A. Porto


 

Por: CF José Alejandro Porto Morales - Segundo Comandante Grupo Aeronaval del Caribe – Armada de Colombia

 

“No man is a man until he has been a soldier.” Louis de Bernières

 

“America without her Soldiers would be like God without His angels.” Claudia Pemberton

 

"He combatido en tres guerras, pensé que nada me faltaba por ver en el campo del heroísmo y de la intrepidez humana. Pero me faltaba ver combatir al Batallón Colombia". Mayor General Blackshear Bryan[1]

 

En las guerras denominadas de “Quinta Generación”, reinantes en nuestras épocas, el dominio cognitivo se muestra como un campo de batalla determinante, pero su comprensión no ha sido del todo incorporada en el modus operandi de nuestras Fuerzas Armadas, mientras que sistemas adversarios, que promueven la subversión del orden conservador, si han dado importantes pasos para accionar sobre ese dominio, relacionado con lo “perteneciente o relativo al conocimiento”, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua. Si el “conocimiento” es la esencia en el dominio cognitivo, serán las mentes sobre las que hay que accionar y, para aterrizarlo a algo tangible, el entendimiento científico del funcionamiento del cerebro, así como el acceso y control de fuentes generadoras de conocimiento deben ser objetivos primordiales en el esbozo de nuestras estrategias.

Actualmente vemos dos fenómenos, opuestos entre sí, pero con un factor común, que es la juventud; por un lado, una reiterada queja por parte de las unidades encargadas del reclutamiento e incorporación militar, de que cada vez menos jóvenes se inclinan por la vida castrense y, por el otro, se observa una masiva participación de jóvenes en desmanes, paros nacionales y movimientos progresistas que emplean cierto grado de violencia para manifestarse en contra del sistema. Teniendo en cuenta lo anterior, en este artículo se plantea que la problemática no es la juventud en sí misma, sino la errada forma mediante la cual la institucionalidad aborda a este conglomerado de la sociedad, mientras que otros líderes, de tendencia subversiva, sí han logrado instrumentalizar esta masa, convirtiéndola en una fuerza poderosa a favor de sus intereses políticos e ideológicos.

Una vez identificada la problemática, es menester sumergirse en los mares del análisis para buscar la causa y la posible solución a favor de las Fuerzas Militares. A través del estudio de las diferentes organizaciones y movimientos que han practicado el terrorismo como parte de sus herramientas, se observa que el común denominador de sus militantes rasos son jóvenes entre los 17 y 28 años; esto motiva a plantear la pregunta ¿Por qué es la juventud el conglomerado social más susceptible a inclinarse por la práctica del terrorismo?; la respuesta puede empezar a vislumbrarse a partir del análisis del terrorismo de estado implantado por Mao Tse Tung en China, al observar como explotó al máximo el recurso humano como catapulta vital de su revolución, manipulando los sentimientos y aprovechando la energía natural de la juventud, particularmente en su campaña de junio de 1966, cuando intensificó sus acciones de terror, usando como principal instrumento a la gente joven de escuelas y universidades (caldo natural de los activistas… “la materia más maleable y violenta de la sociedad”)[2].



Haciendo un viaje mental a través de diferentes épocas, lugares, ideologías y motivaciones que han inspirado a grupos terroristas (algunas opuestas entre sí, otras sin conexión alguna, otras similares pero geográfica y culturalmente muy distantes), se puede apreciar que la juventud ha sido una constante a la hora de ejecutar tácticamente los actos terroristas. Se encuentra que la responsabilidad de estructurar y liderar las organizaciones recae sobre los más adultos y/o preparados, pero es la juventud la que históricamente ha asumido el rol de ejecutor de las acciones a un nivel táctico, porque son quienes biológicamente están más aptos, al tener vitalidad, hambre de adrenalina, necesidad de dar orientación e independencia a sus vidas y también son quienes están más propensos a reaccionar con violencia ante lo que ellos consideren amenazas.

Con respecto a la extinta organización terrorista ETA, el 80% de sus militantes ingresaron cuando tenían entre 18 y 26 años de edad, correspondiente a un perfil psicológico de radicalismo juvenil, también comúnmente observable en movimientos antisistema de ideología neonazi o anarquista en el resto de Europa[3]; por otra parte, en el caso de personas relacionadas con el terrorismo Yihadista que ingresaron a centros penitenciarios españoles durante el periodo 2001-2005, el 70% tenían entre 26 y 40 años en el momento de su detención, lo cual implica que tenían entre 16 y 30 años cuando iniciaron su proceso individual de radicalización violenta[4]. Algunos antropólogos aseguran que “la voluntad de aterrorizar ha sido siempre un producto de la hybris juvenil (…), se trata de una fase de la existencia personal muy vulnerable al reclamo de estilos de vida y prácticas políticas que, como puede ocurrir con la militancia en el seno de una organización terrorista, combinan el atractivo de la aventura con un afán por transformar radicalmente la realidad social[5].



En la búsqueda por argumentos que sustenten la hipótesis de que es la Juventud el conjunto humano con mayor potencial para el desarrollo de las actividades tácticas del terrorismo, se encontraron explicaciones médicas que describen el origen de los desequilibrios que conducen a las tendencias rebeldes y violentas de las personas en estas edades; dentro de las condiciones de riesgo en la adolescencia, entendiendo como “conducta de riesgo” cualquier comportamiento que comprometa los aspectos biopsicosociales del desarrollo exitoso del adolescente, Luz Elena Alba (2010) expone que:

 

Hay suficientes pruebas de la coexistencia de conductas de riesgo y dificultades en las interrelaciones personales,[…] condiciones que pueden traducirse en otro tipo de problemáticas más profundas como trastornos de la salud mental, violencia, suicidio, incremento de la accidentalidad […] Se postula que, si bien estos comportamientos son formas de expresar y reafirmar la independencia, existe una explicación neurobiológica fundamentada en el hecho de que durante la adolescencia ocurre una maduración asincrónica del sistema límbico (modulación afectiva) en relación con el área prefrontal del encéfalo (control cognitivo). Esta situación produce un desequilibrio entre el manejo de las emociones y la capacidad de autocontrol, que se traduce en dificultades para el control de ciertos comportamientos, favorece la búsqueda inmediata de gratificaciones y se relaciona, a su vez, con hiperreactividad emocional.[6]

 

Por su parte, consultando a la Doctora Laura Moreno (2022), ella señala que, en el cerebro humano, a diferencia del de otras especies, las estructuras no maduran al tiempo. Durante la adolescencia el cerebro humano sufre una reorganización de los circuitos. Se ha evidenciado que la materia gris madura de atrás hacia adelante, en ese orden primero sería la corteza primaria y luego las áreas de asociación como la corteza prefrontal, la cual está implicada en funciones cognitivas superiores como el control del comportamiento, la planeación y la toma de decisiones, y profundiza argumentando que:

Estos cambios estructurales se han asociado a cambios emocionales y cognitivos. Se ha encontrado una correlación positiva entre la activación del núcleo accumbens (estructura clave en el circuito de recompensa) y la tendencia a tomar riesgos en los adolescentes, como resultado en situaciones emocionales el sistema límbico y el de recompensa llevan las de ganar sobre el todavía inmaduro sistema de control prefrontal[7].

 

El cerebro de un adolescente tiene diferentes características al de un niño o al de un adulto, es un cerebro que se encuentra cambiando, los tres principales cambios son: aumento en la toma de riesgos, búsqueda de nuevas sensaciones y el alejamiento de los padres. Durante la adolescencia hay grandes cambios relacionados con las hormonas en el sistema dopaminergico y por ende en el circuito de recompensa, ya que su principal neurotransmisor es la dopamina.  Nuestros instintos básicos, o todo lo que pueda generar adicción incrementa la dopamina en el núcleo accumbens. Aumentan las conductas agresivas, especialmente en hombres. Estos cambios son adaptativos, aunque pueden permitir acciones criminales. [8]

 



Es por lo anteriormente expuesto que, específicamente para el caso colombiano, se considera necesario implementar una estrategia estatal para controlar y proteger a la juventud, y así evitar que se conviertan en los ejecutores tácticos del terrorismo. Fortalecer el servicio militar, facilitando espacios para el desarrollo personal al alcance de los más vulnerables; acompañado de un observatorio de la juventud, que detecte los focos e individuos más propensos a actuar mediante la agresividad y la rebeldía, para darles un acompañamiento psicológico, ubicando y actuando sobre las fuentes que producen su frustración y encauzarles su ansiedad y hambre de violencia por una vía controlada.

 

Para llevar a cabo una acción terrorista en su nivel táctico, se requiere que el ejecutor imprima un alto grado de agresividad y violencia, lo cual en muchos casos se da por simple necesidad del cuerpo humano de consumirse sus propias sustancias psicoactivas, es decir, es una adicción. El entrenamiento militar, especialmente el que implica una alta exigencia física, acompañada de satisfacción, recompensa y acción, también implica autogeneración de sustancias psicoactivas. Por tal motivo, uno de los planteamientos de este artículo es ofrecer un entrenamiento militar diseñado a partir del correcto entendimiento del comportamiento mental y físico de la juventud, como una válvula de alivio y herramienta que desplace a las demás actividades ilegales (y adicciones) a las cuales acude la juventud en su búsqueda por saciar sus impulsos.

 



Posible solución

Mediante una política de Estado, satisfacer las necesidades psicosociales, socioculturales y psicológicas individuales de la adolescencia y juventud, con el fin de neutralizar las motivaciones que los conducen hacia la vinculación con organizaciones terroristas, o con la realización individual de actos terroristas.

El Servicio Militar en Colombia, toda una estructura con gran potencial social para ofrecerle a la juventud oportunidades de capacitación y proyección laboral, son 12 o 18 meses, dependiendo de si se es bachiller o no, pero en todo caso, un periodo que debe explotarse, no solo en favor de la seguridad y el orden público nacional, sino también, en beneficio de la educación de aquellos jóvenes que nos prestan su servicio, que para el 2021, fueron alrededor de 21.000 incorporados en las filas castrenses. De acuerdo con las cifras analizadas por la Defensoría del Pueblo en el año 2014, la población con mayor susceptibilidad de reclutamiento para el servicio militar pertenece a los estratos 0, 1 y 2, provenientes de entornos sociales complejos, ya sea rurales remotos, o urbanos sensibles en los que hay vulnerabilidad y susceptibilidad para ser reclutados por pandillas y bandas de microtráfico.

Por años, nuestra Fuerza Pública ha logrado un andamiaje doctrinal y logístico para incorporar, alojar, alimentar, instruir y transportar grandes volúmenes de personal, capacidad fundamental, no sólo para lograr una movilización nacional para salvaguardar la seguridad y defensa nacionales, sino también a la hora de atender emergencias humanitarias. Ese “know how”, forjado por el tiempo y la experiencia, representa una ventaja comparativa con respecto a países de la región, los cuales no cuentan con servicio militar obligatorio actualmente. Antes que pensar en renunciar a esta capacidad, es menester optimizarlo con fines sociales, en tiempos ordinarios, y fines humanitarios, en tiempos de desastre y conmoción.

Así las cosas, la propuesta radica en que la vida militar sea realmente atractiva para nuestros jóvenes, ofreciendo un ambiente acorde a sus necesidades y con acceso a oportunidades que redunden en su futuro laboral. Con respecto a quienes prestan su servicio militar, la meta concreta debe implicar el ofrecimiento de títulos técnicos, para quienes son bachilleres, y avance en el grado de escolaridad para quienes aún no lo son, y, en ambos casos, que estas oportunidades lleguen a absolutamente todas las guarniciones militares.

Sumándole otro factor de complejidad al reto de atraer a la juventud hacia el servicio militar, está el novedoso “Servicio Social para la Paz”, que se presenta como “una alternativa que permitirá a las juventudes de Colombia entre 18 y 24 años aportar a la construcción de paz desde sus comunidades”, de acuerdo con el portal web de la Función Pública del Gobierno de Colombia, y se orienta tanto a mujeres como hombres quienes podrán inscribirse a partir del 27 de enero de 2025. Al finalizar el mencionado Servicio Social para la Paz, “las y los jóvenes obtendrán un certificado equivalente a la libreta militar y de primer empleo que valida la experiencia adquirida (…) recibirán un auxilio económico mensual del 80 % de lo que recibe un soldado regular y oportunidades educativas a través de convenios con universidades y el SENA” (Función Pública, 2025).

En el marco de ese “Servicio Social para la Paz” los jóvenes podrán elegir entre 11 modalidades: alfabetización digital, trabajo con víctimas, cumplimientos de los acuerdos de paz, promoción de políticas de paz, protección del medioambiente, paz étnica y cultural, protección de personas vulnerables, reforma rural integral, vigías del patrimonio cultural, gestión del riesgo y cambio climático. Ante la mencionada oferta, es predecible que se incremente la dificultad para atraer jóvenes al servicio militar.

Para mitigar esta afectación, la Armada de Colombia acertó en incorporar, por primera vez, Infantes de Marina bachilleres femeninas, las cuales ingresaron el 23 de octubre de 2023, recibiendo su entrenamiento básico en la Base de Entrenamiento de Infantería de Marina, en Coveñas, Sucre, y posteriormente destinadas a la Compañía de Seguridad del Grupo Aeronaval del Caribe, unidad pionera que abrió sus puertas para recibir a este selecto grupo de jóvenes, encargadas de abrirle camino a muchas otras mujeres jóvenes, atraídas por las virtudes y bondades del servicio militar. Es así como actualmente, la seguridad perimétrica de esta importante unidad aeronaval está a cargo de selectas mujeres, quienes con su vigilia coadyuvan a generar las condiciones de seguridad necesarias para que se puedan proyectar operaciones a lo largo y ancho del Caribe colombiano.



Es así como el servicio militar se configura como una fabrica de hombres y mujeres de bien, donde ingresan jóvenes de diferentes condiciones socioeconómicas, y diversas expectativas o formas de percibir la vida, pero que al término del servicio egresan como un grupo homogéneo de patriotas, con principios y valores, disciplina y responsabilidad social.

Como conclusión, para mitigar la problemática planteada en cuanto a la competencia por el dominio cognitivo en el marco de guerras de Quinta Generación, las Fuerzas Militares deben conocer la naturaleza y el origen biológico del comportamiento de la juventud; deben encauzar su energía mediante procesos diseñados con criterios científicos que satisfagan el hambre natural que padecen por experimentar emociones extremas, medirse, expresarse y proyectarse; la incomprensión de los factores que afectan el comportamiento adolescente deja grandes vacíos que suelen ser llenados por las drogas y la violencia. 

Si le negamos al terrorismo su fuente de recurso humano, directamente estaríamos neutralizando su capacidad operativa a nivel táctico. A su vez, entendiendo esta naturaleza, las Fuerzas Armadas podrían atraer y encauzar un importante flujo de jóvenes hacia las filas castrenses, empleando su energía a favor de ellos mismos, y de la construcción de un mejor ambiente de seguridad para el país.

¿Cómo ganamos todos con esto?, arrebatándole a ilegalidad y al vicio su principal población objetivo, que es la juventud, mientras se le entrega a la sociedad anualmente más de veinte mil individuos, naturalmente enérgicos y pujantes, encauzados a través de la capacitación escolar o técnica, y, lo más importante, con valores patrios y sociales.

 

 


[1] Frase pronunciada por el Sr Mayor General Blackshear Bryan, Comandante de la Vigésima Cuarta División, haciendo referencia al heroísmo del Batallón Colombia, integrado por jóvenes soldados, altamente motivados.

[2] “MAO LA HISTORIA DESCONOCIDA” por JUNG CHANG Y JON HALLIDAY, pag 627

[3] De acuerdo con muestra estudiada en el libro “PATRIOTAS DE LA MUERTE”, por FERNANDO REINARES, Editorial TAURUS, pag 24

[4]Interpretación de acuerdo con lo leído en el ARI Nº 34/2006, de fecha 14/03/2006 “Hacia una caracterización social del terrorismo yihadista en España: implicaciones en seguridad interior y acción exterior”, por Fernando Reinares.

[5] “PATRIOTAS DE LA MUERTE”, por FERNANDO REINARES.

[6] Artículo de Revisión: Salud de la adolescencia en Colombia: Bases para una medicina de Prevención. Autor: Luz Helena Alba, 2010

[7]Interpretación expuesta por la Doctora Laura Moreno sobre la publicación: Review Article Brain Development During Adolescence, Neuroscientific Insights Into This Developmental Period. Kerstin Konrad, Christine Firk, Peter J. Uhlhaas

[8] Interpretación expuesta por la Doctora Laura Moreno sobre la publicación Journal of Adolescent Health 51 (2012) 101–105 The Digital Revolution and Adolescent Brain Evolution, Jay N. Giedd, M.D

 

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