Por Ignacio Montes de Oca
Con el fin de la campaña israelí en Gaza comenzó a perfilarse una guerra interna entre los palestinos. El asesinato del heredero del clan Abu Amra a manos de Hamas horas atrás sugiere un nuevo conflicto en curso y que los clanes palestinos serán un factor para considerar la factibilidad de la idea de los “dos estados”.
Los clanes o “hamulas” dominan el paisaje económico y político palestino desde hace siglos, mucho antes de que Hamas o Hezbollah existieran. Son un factor poco conocido por muchos fuera de la región, aunque son el elemento cultural básico que los organiza dentro y fuera de Gaza. Los principales clanes en Gaza son Abu Amra, Dogmush, Helles, Shawwa, Husayini, Nashashibi, Dajani, Ja’bari, Masri, Rayyes, Kan’an, Shaq’a, Barghouth , Abd Al Hadi, Khouri, Sinwar, Tuqan Sweerky, Attallah, Tamimi, Abdel-Aal, Mushtaha y Sager, además de otros de menor jerarquía. Los clanes mayores pueden reunir hasta 20.000 miembros y son regidos por un “mukhtar” o Consejo de Jefes que nombran a un líder. El liderazgo se reparte entre los miembros masculinos, que elevan su rango por derecho de sangre e influencia dentro de la pirámide de poder.
El clan Abu Amra vinculado a Fatah está presente en el centro de Gaza. Tienen su propia milicia denominada Brigada de Mártires de Al Aqsa - el brazo armado del Tanzim del partido Fatah - que opera en Gaza y Cisjordania. No hay que confundirla con la Brigada Al Aqsa de Hamas.
El clan Doghmush es otro de los clanes poderosos y tiene su propia milicia de inspiración salafista denominada “Ejército del Islam” que opera en la ciudad de Gaza. Está incluido en la lista de grupos terroristas de la zona y es responsable de múltiples ataques en Israel y Egipto.
El clan Sinwar con ascendiente en la zona de Jan Yunis fue asimilado por Hamas. Su líder, Yahya Sinwah, es hoy el comandante militar del grupo terrorista. Esa cercanía le permitió manejar fortunas provenientes de aportes extranjeros y consolidar su poder.
Clanes más antiguos como los Husayini y los Nahashibi están ligados al mundo árabe y al sunismo, por lo que su relación con los que son apoyados por el yihadismo chiita de Irán no es buena y por lo tanto perdieron fuerza política dentro del universo gazatí.
Yasser Arafat, nacido en el exilio de su familia en El Cairo, Egipto, pertenecía a la familia Husseini, uno de los siete clanes palestinos de Jerusalén. La red de clanes se entremezcla territorialmente por décadas de luchas y desplazamientos en al menos ocho países del área. Por eso, el clan Masri, de unos 10.000 miembros, tiene una presencia más fuerte en Cisjordania y hay familias más proclives a negociar con Israel, como el clan Hellis, aunque luego se acercaron tanto a Hamas como a Fatah al desaparecer la presencia israelí de Gaza en 2005.
El sistema de clanes se basa en la idea de protección grupal. Además de proveer recursos para la supervivencia básica y pertenencia, si uno de los integrantes de una familia o “A´ila” es atacado por una fuerza externa, el clan está obligado a ejecutar una represalia o “tah´ir”. El integrarse dentro del clan es una cuestión de descendencia o de aporte monetario para invocar su protección. Ese amparo debe ser correspondido con una fidelidad al “hamula” y con una connivencia a la hora de participar o tolerar las actividades que realiza cada clan. Este sistema está arraigado dentro de la cultura palestina y por lo tanto es aún más poderoso que la aceptación del gobierno de Hamas o de cualquier otra fuerza externa política o militar que, por las circunstancias, estuvieron o están hoy presentes en los territorios palestinos. De hecho, los clanes representan una forma de nacionalismo palestino activo -política y militarmente - desde la época del dominio otomano y británico. Es entonces razonable pensar que lo serán luego de la erradicación de Hamas en Gaza. De allí que sea importante conocerlos.
En el pasado, el poder económico de los clanes palestinos se basaba en la distribución de las tierras de cultivo y pastoreo, pero, en el presente se fundamenta en el control de negocios lícitos e ilícitos. La diáspora palestina hizo que este esquema se replique a escala global. Este flujo de fondos desde el exterior va más allá de los intereses que intervienen en el conflicto o la cuestión de los “dos estados”. Es clave para el futuro porque garantiza su supervivencia y su carácter de poder permanente en Gaza, Cisjordania y otros sitios de presencia palestina.
La pérdida de territorios originarios cambió el sistema económico. El contrabando, la venta de protección a comerciantes y el reparto de la ayuda humanitaria pasaron a ser nuevas bases para el sustento y el motivo de las luchas entre clanes por el control de los recursos en Gaza. Los primeros túneles en Gaza fueron construidos por los clanes para facilitar el paso de mercadería desde Egipto, décadas antes de la aparición de Hamas y el tráfico de armas o las disputas por la asistencia humanitaria.
Yasser Arafat era parte del sistema palestino y comprendió que no podía gobernar sin acordar con los clanes. Decidió entonces crear el Ministerio de Asuntos Tribales y lotear el poder entre 14 familias con la potestad de organizar la seguridad en sus respectivos territorios. Esa decisión les permitió a los clanes seguir explotando sus “negocios” principales como era el contrabando desde Egipto y en menor medida desde Israel y Líbano, en donde otros integrantes de los clanes residían luego de la diáspora provocada por los conflictos.
Esa decisión fue a la larga negativa porque, al morir Arafat en noviembre de 2004, los clanes, fuertemente armados y sin un patronazgo político, olvidaron la obediencia a las reglas de Fatah, el heredero de la OLP, y cedieron frente a las necesidades y ambiciones de cada familia. Cuando Israel se retiró de Gaza en 2005 estalló la pelea entre clanes y durante el año siguiente la violencia se expandió en toda la Franja. La búsqueda de control de las zonas más redituables y del reparto de ayuda externa sumergió a los gazatíes en una guerra civil.
En 2006 Hamas ganó las elecciones legislativas en Gaza con el 44,5% de los votos, con la promesa de terminar con la violencia e instaurar un nuevo orden político y religioso. Aquel discurso logró imponerse a la propuesta de Fatah basada en el reparto del poder entre los clanes.
El 7 de julio de 2007, Hamas y lanzó una gran redada que terminó con 400 miembros del clan Abu Amra encarcelados. Una docena fueron ejecutados públicamente al igual que los miembros de otros clanes vinculados a la presencia de Fatah en Gaza.
En septiembre de 2008, Hamas entró al feudo de Doghmush en el barrio de Al Sabrá y mató a diez miembros clan, que estaba ligado por igual a Fatah y Al Qaeda, aunque luego aportó hombres al propio grupo proiraní. Hamas impuso un orden violento y eficiente.
Ahmed Helles, líder del clan del mismo nombre, aliado de Fatah y a la Yihad Islámica, fue otro de los que se enfrentó en duros combates urbanos a Hamas y algunos de sus miembros buscaron refugio en Israel y Cisjordania ante las redadas ocurridas entre 2007 y 2008.
Hamas prohibió la exhibición de armas en público, el cobro por protección y el uso de uniformes o máscaras tribales. En un año, redujo a la mitad las muertes violentas y comenzó a asimilar a milicianos de los clanes en sus propias filas. El sistema aplacó las luchas intestinas. Durante los dos años siguientes, la persecución a los clanes continuó y en paralelo se instauró una política policial y educativa para reemplazar la fidelidad familiar por una identificación religiosa. Hamas apuntó a romper la base cultural de la pertenencia de cada gazatí.
En 2008 y luego de una incursión israelí mayor a las precedentes, Hamas aflojó la presión sobre lo clanes, pero mantuvo limitado su poder. Necesitaba de las redes de contrabando y el control territorial y así se reanudó una convivencia tensa. La tregua se mantuvo hasta 2024. El 7 de octubre de 2024, Hamas lanzó una sangrienta operación contra el territorio israelí en la que fueron asesinadas 1.200 personas y otras 240 fueron secuestradas. Algunos clanes su sumaron a la masacre y tomaron a una parte de los cautivos para llevarlos a sus feudos en Gaza. De allí que en las negociaciones para lograr la liberación de los rehenes Hamas advirtiera que muchos de ellos no estaban en su poder. Es posible que parte de los rehenes estén aun en zonas controladas por los clanes en donde Hamas también tiene vedado el acceso.
Sirve recordar que, en marzo de 2007, el clan Doghmush secuestró al corresponsal de la BBC británica Alan Johnson y lo mantuvo cautivo hasta julio. Pese a la presión de Hamas para liberarlo, solo se logró tras el arresto masivo de miembros de la familia Doghmush.
Antes de la primera intifada de 1987, Israel logró organizar una red de colaboración con algunos clanes palestinos en Gaza y Cisjordania. Los puentes no están del todo rotos, pero el vínculo se deterioró mucho desde que estalló la violencia en los territorios palestinos.
La presencia de los clanes supone un problema para encarar la salida de los “dos estados” porque implica que previamente se deba resolver a cuestión de la representación en una cultura que se divide precisamente en un poder disperso con el que es muy complicado negociar. Además, por la dedicación histórica a negocios ilegales como el contrabando y la extorsión, la lucha por el control de territorios y la posesión de armas para dirimir las diferencias en Gaza se negociaría con un poder inestable que en cualquier momento podría cambiar de manos.
Al mismo tiempo, el avance de la idea de “los dos estados” abre a la tentación de hacer alianzas para acumular poder a expensas de otros grupos con vistas a lograr la representación palestina, lo cual podría desatar una lucha intestina como sucedió tras la muerte de Arafat. Hay otro desafío representado por la desaparición del poder de Hamas en Gaza y la preeminencia israelí. Considerando el mandato de la represalia y que en ese caso solo quedaría Israel como objetivo de la venganza, se canalizaría la furia hacia uno de los dos objetivos.
Es una cuestión también numérica. Hamas contaba con unos 38.000 milicianos hacia octubre de 2024. Las familias más grandes mayores pueden movilizar una decena de miles de integrantes y cada clan reclutar otros miles entre sus miembros o entre los 2 millones de habitantes de Gaza. Si Israel decidiera permanecer en Gaza, la presencia y el poder de los clanes representa un problema militar importante por el riesgo de una resistencia violenta, habida cuenta que los clanes poseen muchas armas y entre ellos hay numerosas víctimas de la última ofensiva. Este no es un factor menor debido a que los clanes no participaron masivamente de la resistencia al avance israelí, por lo que se supone que guardan un arsenal importante que podrían sacar a relucir cuando sea el momento de disputarse el poder en Gaza.
En todos los árboles familiares faltan ramas e integrantes tras la más reciente ofensiva israelí, que se suman a los que murieron en etapas anteriores el mismo conflicto. El mandato cultural de la represalia condiciona cualquier proyecto para pacificar Gaza y aquietar los ánimos.
Con Israel reclaman un “tah´ir”, del mismo modo que hay represalias acumuladas con Hamas durante los años de su mandato en Gaza. Es una cuestión cultural difícil de negociar y la violencia no hizo más que acumular venganzas pendientes que obstaculizan el rumbo hacia la paz.
Abu Amras afirma que un centenar de miembros de su familia murieron en los ataques israelíes de 2024. El clan Doghmush denuncia una cifra similar. En proporciones, el resto de las familias debieran haber sufrido pérdidas similares por representar a un cuarto de la población de Gaza. Dentro de estos muertos está, Saleh Doghmush, jefe de su clan, aunque la prensa israelí sostuvo que fue un acto de Hamas en represalia por pactar la colaboración con Israel en el reparto de la ayuda humanitaria. Ambas opciones son negativas para el futuro.
La aprobación de parte del gobierno de Netanyahu para crear 6 nuevos asentamientos en Cisjordania sobre zonas palestinas puede abrir un tercer frente si los clanes del oriente palestino deciden responder y coordinarse con los de Gaza para tomar a Israel ocupado con Hezbollah.
En Cisjordania se repite el mismo esquema de clanes y Abu Abbas, líder de la Autoridad Palestina, enfrenta el mismo tipo de predicamento que tuvo Arafat para gobernar y contener una explosión de violencia que lo puede arrastrar consigo y con ello la cuestión de los “dos estados”.
Cuando se inició la primera intifada en 1987, los “mukhtar” de cada clan se vieron desbordados por la presión de los integrantes más jóvenes de las respectivas familias, que les reclamaban sumarse a la rebelión o se lanzaban a ella por fuera de la estructura de los clanes. En esa oportunidad, el cierre de las fronteras y el aumento en el control generó un abrupto corte en el contrabando que afectó a los negocios de los clanes y los condujo a apoyar en gran medida a la intifada. Esas condiciones podrían volver a presentarse en el actual escenario. Incluso sin invocar la violencia, la cultura palestina basada en los clanes y sus fuentes de recursos es imposible pensar en una administración israelí, árabe o multinacional de Gaza sin tener en cuenta sus “negocios” y a ellos como factor de poder ancestral y permanente.
Para aumentar las probabilidades de una confrontación, hay que considerar que la asegurada reconstrucción de Gaza y el regreso de la ayuda internacional una vez desaparecida Hamas es un estímulo millonario para comenzar esa competencia mientras Israel termina su tarea militar.
Arafat había logrado un control limitado sobre los clanes, pero su caída demostró que ese dominio era efímero. Con la eventual derrota de Hamas en Gaza los clanes aún pueden negociar con otros países y grupos como lo hicieron en tiempos de otomanos y británicos.
Para complicarla aún más, la diáspora palestina hace que ese poder no se limite a Gaza o Cisjordania, dado que se adentra en el territorio jordano, libanés y sirio, además de las conexiones que cada clan estableció a partir de la radicación de sus familiares en el resto del mundo.
No se sabe si Israel negoció bajo el escritorio con algunos clanes un escenario post Hamas. Por las dudas, el grupo proiraní lanzó una advertencia a Abu Amras que también fue dirigida al resto de los clanes. Hamas aún está en Gaza, pero eso puede cambiar pronto. Es por eso que la colisión entre Hamas y el clan Abu Amra abre el campo para meditar sobre el futuro de Gaza y su gobierno. Al conocer la cuestión de las lealtades familiares se abre un campo de especulaciones sobre lo que podría suceder en la posguerra. A la vista de esos factores, el asesinato del heredero de un clan y la posterior revancha con la muerte de los milicianos de Hamas tiene una lógica anticipatoria sobre el futuro en Gaza tras el fin de la ofensiva de Israel. Los clanes velan sus amas y meditan su “vendetta”.
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