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Sobre paz y pacifismo

Hernán Martínez Soler

 

Por Hernán B. Martínez Soler – Foro Argentino de Defensa

 

Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra

Elegisteis el deshonor, y ahora tendréis guerra

Winston Churchill

 

Decía en un artículo respecto de la invasión rusa a Ucrania que existía el antecedente del accionar ruso cuando a las 09.00 horas del 30 de noviembre de 1939 los finlandeses se enteraron de que les declaraban la guerra cuando dichas declaraciones en forma de bombas comenzaban a caer sobre Helsinki.

Previamente habían existido negociaciones bajo coacción por parte de Rusia para que Finlandia moviera sus fronteras 40 km y entregara cuatro islas permitiendo la instalación de una base militar en su territorio.

Si bien los Fineses cedieron parcialmente a las amables peticiones rusas tratando de evitar la guerra, la negativa a la instalación de una base militar en su territorio desencadenó la respuesta en forma de invasión para dirimir el desacuerdo.

Un año antes, en Inglaterra se trataba de negociar con otro dictador para apaciguarlo, siendo el primer ministro Neville Chamberlain quien, exultante al descender del avión en el que regresaba luego de las negociaciones, agitó con su mano derecha el papel del tratado que le garantizaría la paz a su país firmado en Múnich el 30 de septiembre de1938. Quedo en la historia como el arquetipo de la ingenuidad de querer apaciguar al violento con concesiones y palabras. El resultado fue que su sucesor, el primer ministro Winston Churchill, pronunciara su famosa frase “Solo puedo ofrecer, sangre, sudor y lágrimas”, como un baño de realidad frente a la fantasía que había pergeñado su antecesor.



Y aún entre los dictadores se buscó, en ese caso por parte de Stalin, un acuerdo que lo pusiera a salvo de una invasión alemana y así se firmó el pacto Molotov/Ribbentrop de no agresión el 23 de agosto de 1939, el cual fue ingenuamente, aunque parezca mentira, creído por él, mientras que su contraparte firmaba a sabiendas de que solo lo hacía para comprar tiempo y dispuesto a no cumplirlo.

Una frase de Maquiavelo en 1513: “el que tolera el desorden para evitar la guerra tiene primero el desorden y después la guerra”, dio pie a ser parafraseado por Churchill, dejando en claro que solo la disuasión de poseer la fuerza y la firme voluntad de utilizarla otorga la salvaguarda para evitar la guerra.

Otro gran estadista como Otto Von Bismarck decía: “Ningún ejército conquistador en la frontera será detenido con palabras”, nos dice que se debe estar preparado para las contingencias. Los antiguos romanos tenían una máxima derivada de un escritor llamado Publio Flavio Vegecio que llega hasta nuestros días desde el siglo IV DC: “Igitur qui desiderat pacem preparet bellum” (“por lo tanto, el que desea la paz se prepara para la guerra”).

Ser pacífico es una virtud que expresa seguridad y equilibrio no exento de pragmatismo, mientras que el pacifista expresa una idea irreductible en una supuesta superioridad moral dogmática y, como todo aquel que se cree dueño de la verdad, puede ocasionar mayores daños que el que quiere evitar. El pacifista puede inmolarse en aras de su ideal en su accionar individual, pero las Naciones, sus gobiernos, tienen un deber que excede al ideal como para llevar a la inmolación de la sociedad.

Siempre la negociación, el estar dispuesto a dar para recibir, debe ser la guía para la resolución pacífica de los conflictos interestatales, pero, la fuerza como respaldo y la firme decisión de utilizarla de ser necesario, constituye un aval fundamental para la negociación diplomática y la mejor garantía de paz.



Pero ¿la Europa de hoy se escuda en un pacifismo ideológico o como en 1938 no es capaz de ver la realidad o si la ve no puede superar sus diferencias o prioriza los intereses políticos mezquinos del cabotaje nacional?

Luego de la tragedia de la II Guerra Mundial, Europa, destruida, se reconstruye e inicia el período de mayor prosperidad de su historia, la aparición de la Comunidad tendió a evitar los enfrentamientos atávicos y promovió el desarrollo económico, la OTAN aparece como freno a la expansión Soviética, con un pequeño detalle: el grueso del esfuerzo económico para su mantención es llevado por EEUU, por lo que Europa pudo disponer de ingentes fondos para el desarrollo de su política de bienestar.

Ahora cuando el sonido de los cañones retumba en su antesala, con nuevos vientos en el gigante del norte que explícitamente manifiesta no estar dispuesto a seguir financiando la seguridad de Europa, ésta se encuentra frente a un dilema de hierro: o aumenta su gasto de defensa de manera superlativa, fondos que deberá retacear al estado de bienestar con el consiguiente malestar de la población, la cual luego de ochenta años de paz y desarrollo no está dispuesta a las penurias y exponer la vida de sus hijos como lo hizo en los campos de El Somme y Verdún, en las playas de Normandía o el bosque de las Ardenas o tratar de apaciguar al oso ruso como Chamberlain lo quiso hacer con Hitler.



Las negociaciones iniciadas entre EEUU y Rusia para tratar de llegar a una paz en Ucrania excluyen de las mismas a Europa y al principal interesado: el país invadido. Otras negociaciones en la historia donde se excluyó a los actores del drama, como la división de África en 1884 o Yalta en 1945 solo trajeron problemas a futuro. La creación de divisiones políticas en función de intereses como la partición del Imperio Otomano con las fronteras arbitrarias en Medio Oriente sembraron la semilla del actual conflicto, la formación contra natura de la república de Yugoslavia se saldó a la muerte del dictador Tito con la sangrienta guerra de los Balcanes.

También las negociaciones donde se soslayan las realidades políticas, religiosas, sociales e históricas son el germen de grandes tragedias como las leoninas condiciones impuestas en Versalles al fin de la Gran Guerra que sembró la semilla de la Segunda Guerra.

Ejemplos sobran, veremos qué vientos soplan, cómo se comportan los interesados, pero una cosa es segura, Europa no puede mirar para el costado en el conflicto de Ucrania, una paz injusta, impuesta, solo será el preludio de una mayor tragedia.

Hoy no existen Churchill, de Gaulle o Roosevelt, aquellos a los que le toca no han demostrado estar hasta ahora a la altura de las circunstancias y mientras miles de personas mueren en la puerta de Europa y norteamericanos y rusos se arrogan la facultad amparada en la fuerza de decidir por otros, un silencioso espectador espera su momento, sin apuros, viendo cómo se desenvuelven los actores en esta fatídica obra, con la paciencia milenaria que China tiene.

 

Hernán B. Martínez Soler es médico, Capitán de Corbeta (RNFS) de la Armada Argentina, Miembro Fundador del Foro Argentino de Defensa, Miembro Adherente del Instituto Nacional Browniano, Presidente del Centro de Cuadros de Reserva de las Fuerza Armadas,

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