Por Luis Briatore*
La calculadora mental que es alimentada por el software de la experiencia, predice la trayectoria del piper hasta su llegada a la manga.
Mediante movimientos quirúrgicos, vamos utilizando los comandos de vuelo y empuje como si fuésemos asistidos por la más moderna computadora hasta llegar al objetivo.
Comenzado el circuito de tiro, en lo único que piensa el piloto de caza es en la presa. Imagina un bandido vestido de blanco, que aparece en el visor de la mira y al que debe derribar lo antes posible. Así es como encuentra la perfecta motivación para emplear certeramente a los potentes cañones de 30 mm, el arma más complicada en la búsqueda de poder lograr el objetivo, impactos precisos, en el largo paño que el piloto de combate tiene a su frente.
Mientras pierde altura y se desliza, el delta no para de acelerar. Los ojos se reparten entre el velocímetro, el altímetro, la visión de mira y la “G” aplicada. El control distributivo funcionando en el máximo de sus posibilidades, al servicio de lograr la mejor puntería. Lo único que funciona por instinto y sin mirar ningún instrumento, es el viraje, con el que regulamos una perfecta curva de persecución hasta llegar a disparar y dar en el blanco.
Los parámetros ideales al momento de presionar la cola del disparador, deberíamos intentar que se aproximen a estos valores:
• Velocidad entre 450 nudos / 840 km/h a 480 nudos / 890 km/h (Más de 320 km/h de diferencia con respecto a la velocidad del blanco, que navega 520 km/h).
• Viraje próximo al tiro, con una inclinación de unos 25º.
• Ángulo normal de cola con respecto a la trayectoria de la manga de unos 20º/30º.
• El Piper debe cruzar el blanco bandera en diagonal. El punto amarillo ingresa a la manga desde la parte superior, corriendo a la inferior, de adelante hacia atrás.
¡A tirar se ha dicho!
El Mirage se desliza como por un tobogán. Lo hace en viraje detrás de la codiciada manga. La inclinación es incrementada de manera progresiva, a medida que nos vamos acomodando en la curva de persecución, que nos conduce directo al blanco.
El piper viene cayendo por delante y desde arriba del paño blanco. El punto amarillo ubicado en el centro del visor de tiro se desplaza en una suave trayectoria en diagonal descendente.
Al acercarnos a la manga vamos incrementando la “G”, y en simultaneo aumentando la inclinación, causando una pérdida de ángulo con respecto al eje de tiro.
Un delta poseído por una aceleración desenfrenada, continúa la zambullida con un acelerador remachado en el 100 % del empuje que, junto a la paulatina pérdida de altura, son los factores que en conjunto favorecen el necesario incremento de velocidad, que puede llegar a superar unos veloces 450 nudos / 840 km/h.
Tirando
Con el piper centrado en el visor de la mira y próximo a tocar el ángulo superior del paño alargado, presiono sutilmente la cola del disparador por espacio no mayor a un segundo. Es el tiempo suficiente para que el punto amarillo recorra el blanco en su totalidad, y que ambos cañones escupan en un suspiro 40 letales proyectiles.
Como dato de interés sobre este mortífero armamento, con solo un impacto de un proyectil de 30 mm en el fuselaje de un avión de combate, es considerado derribo.
Al momento de tirar observo perfectamente como la munición trazante dibuja en el aire una línea lumínica e incandescente, que sale por debajo de la nariz puntiaguda del Mirage.
Los proyectiles describen una trayectoria apenas curva, fenómeno provocado por las 2,5 “G” aplicadas al momento del tiro. La ráfaga pasa apenas arriba del blanco, señal de que puede haber impactos dentro del paño blanco.
Las detonaciones de la munición de ambos DEFA 552, son escuchadas con fuerza dentro de ese espacio tan pequeño llamado cabina. Un tableteo fugaz y potente se concentra bajo los pedales. El fuselaje se sacude por milésimas de segundo, acompañado por una sensación de fortaleza extrema que se apodera de nuestro cuerpo en el sublime momento del ataque.
Ante un blanco que se acerca a más de 300 km/h, en un reflejo coordinado, el dedo índice afloja la presión de la cola del disparador y de inmediato, con un movimiento decidido hacia el pecho, tiro fuerte la palanca hacia atrás.
Como un caballo de salto supero la manga por apenas unos metros, y paso a comunicar: “El 1 saliendo”.
Con la nariz apuntando al cielo, gracias a la aplicación inicial de unas 5 “G”, cambio velocidad por altura.
Presionando el comando de profundidad con fuerza trato de observar la ubicación de la escuadrilla con respecto al blanco. A partir de ese instante el vuelo pasa a estar a cargo del instinto de ave de presa, al no ser un momento propicio para poder observar los instrumentos.
Virando por derecha continúo un franco ascenso, y en poco tiempo llego a la posición de percha (punto más alto del circuito).
Por frecuencia de radio escucho sucesivamente: “El 2 Reversando” y “el 3 entrando”, corroborando que la ubicación en circuito de la escuadrilla Láser es perfecta.
Al llegar a la percha, también llamada inicial, desde las alturas y sin perder a ningún avión de vista, es el momento propicio de pensar en los errores cometidos y hacer un rápido análisis de cómo aplicar correcciones adecuadas en la próxima pasada.
Se va la segunda, tercera y cuarta
En segundos, como un halcón peregrino, invierto el delta y me lanzo hacia la próxima entrada.
La segunda pasada impecable, donde fue posible tirar con una buena visión de puntería: ráfaga corta, sin desperdiciar munición, manteniendo todos los parámetros, considerándola como una buena corrida de tiro, en la que con fortuna pudo haber algún impacto.
El tercer circuito viene perfecto en parámetros. Poco antes de reversar, veo como el Nº3, al tirar, deja a ambos costados del avión dos estelas largas de humo gris que salen de los cañones de 30 mm, instante en que imagino al Jefe de Sección presionando la cola del disparador.
Corrección en circuito
En el cuarto circuito observo al Nº3, avión que me precede, demasiado cerca. Sin que lo ordene el Director de Tiro, por iniciativa propia, pensando en la seguridad, comunico: “El 1, espaciando por afuera buscando distancia con el Nº3”, recibiendo el okey del Director de Tiro.
Luego del segundo viraje, ingresando a la curva de persecución, llamado reverso, abandono la corrida de tiro. Aflojo las “G” y también los grados de inclinación en el viraje, desenganchándome totalmente de la maniobra que lleva al tiro. Nivelando planos, salgo rápidamente hacia afuera de la trayectoria descripta por el avión manguero, extendiendo intencionalmente la distancia con el avión que tengo delante en el circuito. Con esta maniobra de espaciamiento, corrijo la separación que debe haber entre aviones, logrando volver a recuperar la ubicación correcta, y a la vez, preservando en todo momento el factor seguridad.
Dentro de los controles rutinarios, acabo de recibir por frecuencia de radio el combustible remanente de cada avión, apreciando que estamos cerca del bingo de fuel (mínimo combustible).
Es el momento de descargar toda la munición
Con el reciente control de combustible, determino que el quinto será el último circuito. Al hacer la entrada comunico: “El 1 entrando para último pasaje”.
El Nº2 y 3, atentos al aviso del Líder, acusan recibo, dando el comprendido.
Al tratarse del último pasaje de tiro, tengo la obligación de hacer una buena puntería. Había dosificando la munición y todavía algo quedaba por tirar en los cargadores de ambos cañones.
Con un avión más liviano y con el beneficio de la experiencia acumulada de los últimos cuatro circuitos, éste venía mejor, alcanzaba a fuerza de prolijidad los parámetros ideales para el tiro.
Luego de reversar (viraje hacia la manga), el delta desciende controlado, acelerando, y con el piper recorriendo una diagonal que desembocará indefectiblemente en la parte superior delantera de la manga.
Mientras apoyo el dedo índice en la cola del disparador, la manga se viene agrandando rápidamente, señal de que voy a tirar un poco metido (muy cerca). Las posibilidades de pegar son mejores, también es mayor el riesgo de llegar a deglutir el blanco. Sé conscientemente que debo saltar la manga de inmediato, si no quiero llevármela puesta de bufanda.
Muy metido, sumergido en un estado de extrema concentración, con la mandíbula bien apretada, afino los detalles en cuanto a parámetros, buscando tirar de cerca y con extrema precisión.
La manga se viene acercando y en el mismo momento que el piper toca el paño blanco, el cerebro ordena ejercer presión en el dedo índice. Mientras la cola del disparador baja y hace tope, no tarda en escucharse un tableteo fuerte y agudo.
Como era de esperar, ambos cañones funcionan como un reloj suizo. Con la medialuna de metal aun presionada, busco dejar vacíos los cargadores.
Ante la supersónica salida de los proyectiles, ambos tubos de los cañones alcanzan a estar incandescentes, algo que sucede en una ráfaga de larga duración.
Un instante antes de abandonar la puntería, el sonido de una potencia devastadora, por lo destructora, se corta de repente, señal de que no queda nada por tirar. Los depósitos están totalmente limpios de munición, indicando: ¡Objetivo cumplido!
Salida para reunión en percha
Veo la manga gigante, ¡Estoy demasiado cerca! Meto mucha “G” de manera rápida. Cuando el anti “G” se infla al máximo, presionando con fuerza el abdomen y el cuello se endurece para resistir el peso del casco, supero casi rozando el blanco, transformando al noble Mirage en un caballo campeón de salto, que con el último esfuerzo evita un toque con la manga.
Superando indemne el obstáculo, comunico: “El 1 saliendo mosca (sin munición en los cargadores), panel de armamento desconectado, reunión en percha”.
A medida que van saliendo el Nº2 y Nº3, repiten la comunicación y al mismo tiempo se van acomodando arriba y a la derecha, haciéndomelo saber mediante una corta comunicación.
Al encontrarnos a la vista todos los aviones, asciendo con empuje reducido, otorgándole a los numerales un margen de motor para que se acerquen. Comunico: “Láser, con el control de armamento realizado, ¿Autoriza frecuencia?”. Una vez autorizados por el Director de Tiro, cambiamos a frecuencia con la Torre de Tandil.
Un espectáculo para disfrutar
Mientras la Escuadrilla de tres deltas trepa, ejecuto unos tres alabeos para que se acerquen. Acto seguido, los dos triángulos voladores de inmediato, con el acelerador al tope, comienzan la aproximación hacia el Líder.
Mediante una reacción lógica, miro por ambos espejos buscando ver que hacen los guardaespaldas de la formación.
Como aviones mellizos, logro focalizar a ambos triángulos, uno en cada espejo retrovisor. Observo con detenimiento cómo se van acercando. No hago más que disfrutar en los dos pequeños espejos de una imagen única, que reconforta.
Los veo perfectamente, visualizo apenas la panza de ambos Mirage, imagen que evidencia una rápida y controlada reunión, cumpliendo obedientemente la orden del Jefe de Escuadrilla.
Sigo husmeando sin mover un centímetro la cabeza. Con un solo girar de ojos, trato de no perderme detalle de este espectáculo.
Los aerofrenos pintados de rojo se abren y cierran sobresaliendo arriba y debajo de las alas triangulares de los esbeltos deltas, como si fuese un saludo al avión guía. El empleo a discreción, buscan reducir la elevada velocidad de acercamiento y, a la vez, evitar pasar de largo y superar al N°1.
Estas efectivas paletas de metal, que no tienen límite de velocidad, logran descontar muchos nudos en segundos, de manera poco traumática y estable, sin causar perturbación alguna en la controlada trayectoria de acercamiento.
En tiempo récord, el Jefe de Sección y el Numeral quedan perfectamente formados, uno a cada lado, evidenciando ambos dominar al exigente delta.
Luego de saborear un simple acercamiento de dos aviones, algo que en aquel momento no fue muy importante, pero que, sin saberlo, esa imagen, trasportada en el tiempo, pasa a ser algo especial y digno de recordar en el merecido descanso del guerrero.
La magia de una mente voladora hace que hoy, sentado frente a la pantalla de una computadora, extrañe a morir esos pequeños sucesos de una excitante y vertiginosa vida aeronáutica.
La preparación de un guerrero del aire argentino.
Esta es solo una faceta más del complejo y variado entrenamiento que lleva adelante un piloto de combate, que en silencio se prepara para estar listo en caso de que la Patria lo necesite, motivo más que suficiente para gritar bien fuerte:
¡No hay quien pueda!
* Luis Alberto Briatore nació en la ciudad de San Fernando (Buenos Aires) en el año 1960.
Egresó como Alférez y Aviador militar de la Escuela de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina en 1981 (Promoción XLVII) y como Piloto de Combate de la Escuela de Caza en 1982. Fue Instructor de vuelo en la Escuela de Caza y en aviones Mirage y T-33 Silver Star (Bolivia).
A lo largo de su carrera en la Fuerza Aérea Argentina tripuló entrenadores Mentor B45 y MS-760 Paris, aviones de combate F-86F Sabre, Mirage IIIC, IIIEA y 5A Mara ocupando distintos cargos operativos, tales como Jefe de Escuadrón Instrucción X (Mirage 5 Mara/Mirage biplazas) en la VI Brigada Aérea y Jefe del Grupo 3 de Ataque en la III Brigada Aérea.
En el extranjero voló Mirage IIIEE como Jefe de Escuadrilla e Instructor en el Ala 111 del Ejército del Aire (Valencia, España) y T-33 Silver Star como Instructor de Vuelo en el Grupo Aéreo de Caza 32 y Asesor Académico en el Colegio Militar de Aviación en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Su experiencia de vuelo incluye 3.300 horas de vuelo en reactores y 200 horas en aviones convencionales.
Es también Licenciado en Sistemas Aéreos y Aeroespaciales del Instituto Universitario Aeronáutico (Córdoba, Argentina) y Master en Dirección de Empresas de la Universidad del Salvador.
Tras su pase a retiro en el año 2014, se dedicó a la Instrucción en aviones convencionales PA-11 Cub y PA-12 Super Cub en el Aeroclub Tandil (Buenos Aires) y el Aeroclub Isla de Ibicuy (Entre Ríos) y en el año 2018 se empleó como Piloto de LJ-60 XR – operando desde Aeroparque Jorge Newbery.
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