Por: Lic. Esteban Gómez, Psicoanalista UBA MN 25591 MP 25668
Como vimos en el artículo anterior, si bien el stress es una respuesta esperable y normal, en estados agudos y sostenidos puede derivar en problemáticas de salud mental. Por otro lado, la ocurrencia de episodios traumáticos para una persona según su intensidad, tiempo de exposición y repetición pueden desembocar en un Trastorno de stress post-traumático (TEPT). En esta oportunidad trataremos de acercarnos particularmente al impacto en profesiones que están expuestas a situaciones de máximo stress en forma cotidiana o potencialmente en eventos como enfrentamientos armados, rescates, manejo de cadáveres, toma de rehenes o guerras.
Todos somos vulnerables
Definimos al trauma emocional como un evento generador de altos niveles de displacer en nuestro aparato psíquico. El nivel de impacto psicológico estará definido por el monto de energía recibida y el tiempo de exposición al mismo.
Muchas veces solemos pensarnos como sujetos muy fuertes emocionalmente, o simplemente como inmunes a problemas de índole afectiva. “A mí no me va a pasar” es una de las ideas fuerza de muchas de estas personas que luego pueden sufrir las consecuencias de una falsa idea de fortaleza subjetiva. En muchos países latinos, el mandato social de ser fuertes y no conectar con emociones afecta en gran medida a hombres de todas las edades. Esta realidad multiplica la “sobre-adaptación” y los riesgos de “sobre-exposición” a situaciones con altos niveles de ansiedad y stress. Así, el mandato profesional de ser superman nos pone en grave peligro.
Todo evento traumático va a causar algún tipo de daño emocional, debido a su intensidad y sobre todo si no contamos con herramientas para afrontar y tramitar lo sucedido.
Según la OMS, el 70% de la población mundial vivirá algún suceso potencialmente traumático con grandes niveles de stress a lo largo de su vida. Como vimos, las situaciones de stress agudo sostenido pueden contribuir en gran medida al desarrollo del TEPT. Por ejemplo, vivir sucesos traumáticos de forma continua o repetida, sufrir una lesión física grave, presenciar daños severos de otras personas, estar en contacto frecuente con cadáveres pueden incrementar el riesgo.
La aceptación de que no somos maquinas o robots sin emociones es muy útil a la hora de valorizarnos como seres humanos y de protegernos, evitando la sobreexposición a situaciones estresantes.
Profesiones de alto impacto emocional
Como vimos, la mayoría de nosotros estuvimos o estaremos en medio de un evento traumático por lo menos una vez en la vida. ¿Pero qué pasa en la vida laboral de un bombero, de un policía o gendarme, de un médico forense o de un militar en un conflicto bélico?
Según la OMS las tasas de TEPT son tres veces superiores en personas expuestas habitualmente a conflictos violentos, agresiones sexuales, cadáveres y enfrentamientos armados. El personal de las fuerzas de seguridad o de equipos de rescate está, lamentablemente, en contacto cotidiano con personas fallecidas, calcinadas, gravemente mutiladas o interviene “poniendo el cuerpo” en un tiroteo o en un conflicto social violento. Nada de ese cotidiano vivir es sin consecuencia.
El DSM es un manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales homologado y utilizado por la psiquiatría y la psicología en todo el mundo, en él se señala específicamente que, todas las veces que el factor causal de un estresor es de naturaleza humana, el nivel de trauma normalmente resulta más agudo y duradero. Por el contrario, se señala que el trastorno por estrés postraumático no es frecuente y, de darse, resulta leve si es en respuesta a un desastre natural o a un accidente de tráfico. Es decir, cuando el que causa nuestro miedo, dolor y sufrimiento es otro ser humano, nos hace añicos y nos afecta mucho más.
En su libro “Sobre el combate - La psicología y fisiología del conflicto letal en la guerra y en la paz” el Teniente Coronel Dave Grossman (1956) afirma: “Sin control alguno, el estrés extremo es un carnívoro emocional y físico. Mastica con hambre a tantos de nuestros agentes de policía como militares con sus colmillos afilados como cuchillas y lo hace de forma subrepticia y silenciosa en todas las parcelas de sus vidas. Afecta a su rendimiento en el trabajo, a sus relaciones personales y, a la postre, a su salud”.
Se confirma muchas veces en el consultorio o en las instituciones como ese “goteo de stress diario” fue socavando la mente y los vínculos de quienes lo transitan. La vorágine socio-familiar cotidiana sumada a aquellas experiencias laborales hacen el resto. También pueden desarrollarse patologías como adicciones, depresión, tendencia al aislamiento, conductas violentas o ideación suicida, haciendo que las familias también se vean afectadas en segundo orden.
Heridas de Guerra
Desde la finalización de la 1º Guerra Mundial se vienen desarrollando estudios rigurosos sobre los efectos en la salud de los militares en combate. El médico Paul Sollier (1861-1933) y el mismo Sigmund Freud (1856-1939) fueron los primeros en investigar con rigurosidad y escribir sobre las llamadas “Neurosis de Guerra” como aquel síndrome mental y conductual que manifestaban miles de veteranos de aquella gran guerra del siglo XX.
Por el lado de la biología, los altos niveles de adrenalina, ácido láctico y cortisol en sangre sostenidos por semanas o meses en el frente comienzan a desequilibrar la homeostasis química y por ende fisiológica de nuestro organismo. Así mismo el sistema cardiovascular trabaja al límite y por lo general el sistema inmune termina deprimiéndose.
Las heridas físicas, la exposición a la muerte, el miedo y el stress agudo sostenido en situación de combate hacen estragos en las emociones del soldado. Como explicábamos en el artículo anterior, toda esta situación converge en el desarrollo del TEPT por parte de la mayoría de veteranos de guerra.
Por ejemplo, durante la primera y segunda guerra mundial y en la guerra de Corea, el número de soldados estadounidenses retirados de primera línea por causas psiquiátricas fue mayor que el número de muertes en combate. El estrés del combate debilita a más soldados que el número de los que mueren en combate. Nosotros en Argentina lo sabemos muy bien, ya que lamentablemente el número de muertos después de la guerra de Malvinas (1982) superó al de los caídos en el campo de batalla.
Un estudio del Departamento de Asuntos de los Veteranos de EEUU estima que 22 veteranos se suicidan en promedio cada día. El mismo departamento reveló que en 2012, el número de suicidios entre militares superó las muertes en combate en Afganistán (349 suicidios vs. 295 estadounidenses muertos en combate). Según el Watson Institute for International and Public Affairs de la Universidad Brown, en Rhode Island, estima que al menos cuatro veces más personal en servicio activo y veteranos de guerra de los conflictos posteriores a los atentados del 11 de setiembre de 2001 murieron por suicidio que en combate. En cifras, se apunta que 30.177 murieron por suicidio, en comparación con los 7.057 caídos en combate desde los ataques contra el Pentágono y las torres gemelas de Nueva York.
En Latinoamérica lentamente el tema del TEPT gana terreno en el seno de las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas. En 2019, el entonces senador y hoy presidente de Colombia, Gustavo Petro realizó un debate en el Congreso en el que denunció que “el entrenamiento y las presiones que viven diariamente los militares afectan duramente su salud mental. Sabemos que han muerto más hombres de las Fuerzas Armadas por suicidio que en combate con las FARC”.
La cruda y prolongada experiencia del Ejército Colombiano en la lucha contra la insurgencia puede ser muy útil y necesaria a la hora de pensar esta temática. En 2022 la Procuraduría General de la Nación en el foro de Salud Mental: Retos y Desafíos relata que más de 58.000 efectivos del Ejército Nacional presentaron algún tipo de trastorno mental.
Herramientas de afrontamiento
En el artículo precedente ya mencionamos las diferentes variedades de síntomas posibles. Ahora hablaremos de las herramientas emocionales con las que muchas personas ya cuentan y aquellas que podemos adquirir.
Todas se enmarcan en las llamadas “estrategias preventivas y psicoeducativas” que incluyen herramientas y metodologías psicológicas para prevenir, afrontar, y resolver posibles situaciones de stress. Estas son una excelente forma de prevención primaria, debido a que aumentan los conocimientos, la conciencia y la capacidad de recuperación de todos, consiguiendo un impacto directo en la salud mental de los equipos y sus familias.
· Hablar de lo que sentimos. No somos maquinas ni superhéroes. La palabra pone afuera aquellas emociones que si las retenemos terminarán siendo tóxicas.
· Sentirnos sobrepasados por determinadas situaciones o estresores cotidianos no es signo de debilidad ni de incapacidad para ejercer nuestra profesión. Sino todo lo contrario.
· Hablar con nuestros pares y compañeros de equipo sociabilizando ideas, percepciones y sentires nos brindará puntos de vista diferentes al nuestro, sobre temas que nos afectan a todos. Esto nos ayuda a comprender mejor nuestras respuestas emocionales y mejora la cohesión y comunicación grupal.
· Hablar con nuestras familias, con amigos o referentes sociales o religiosos nos aliviana y permite que podamos recibir ayuda y contención de nuestros seres queridos.
· Técnicas grupales de “Peer Support”, “Defusing”, “Debriefing” y “CAVI” son muy útiles a la hora de prevenir TEPT sobre todo en las primeras 48 / 72 hs. posteriores al evento traumático.
· Técnicas terapéuticas individuales como la “Desensibilización Sistemática” y los ejercicios “EMDR” demostraron ser muy eficaces para el abordaje temprano de TEPT.
· Técnica de cartas “KESEM” para TEPT. Desarrolladas originalmente en Israel para el abordaje de militares, personal de emergencia y víctimas civiles del terrorismo.
· Pedir ayuda a un profesional de la salud mental de la Institución capacitado en el manejo del stress y conocedor del medio laboral es lo ideal, pero si no es posible, podemos recurrir a una consulta privada.
· Organización de talleres, charlas, consultoría anónima o cartelería y posters en lugares de tránsito del personal, promueven la concientización de estos temas.
Por último, creo que toda intervención institucional preventiva que promueva la Salud Mental es, a mediano y largo plazo, la mejor respuesta para profesiones con alta exposición a situaciones traumáticas. Las instituciones deben estar preparadas para dar soporte y protocolos de acción temprana a sus recursos humanos que son, en definitiva, la columna vertebral de toda política sanitaria, de seguridad o de defensa.
Debemos acompañar y cuidar a quienes nos cuidan y protegen, aquellos que diariamente lo hacen en silencio y abnegación.
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