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Ignacio Montes de Oca

Trump y su amenaza al Canal de Panamá




Trump anunció que podría poner nuevamente bajo control de EEUU la zona del Canal de Panamá. Vamos a poner en contexto este reclamo y ver qué posibilidades tiene de concretarse. Hagamos un poco de historia y luego hablemos de China.


Lo primero que hay que aclarar es que el Canal de Panamá no es de EEUU y desde los Acuerdos Torrijos-Carter de 1977 se le devolvió la zona del canal a su propietario original, Panamá, por lo que no puede devolverse lo ya devuelto en un universo racional y lúcido. Veamos los datos. Estos acuerdos dieron fin al Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que le daba el manejo a perpetuidad de la zona del canal a EEUU. En consecuencia, Panamá recuperó la soberanía plena de su territorio. Los asesores de Trump tienen un cero en Derecho Internacional y en Historia. Pero, además, el Congreso de EEUU ratificó lo acordado entre su país y Panamá en 1977. Ese mismo año, un referéndum con el apoyo del 66,14% de los panameños ratificó lo acordado por Carter y Torrijos. En ambos países, el estatus actual del Canal tiene validez legal. Supongamos que Trump quiere presionar al actual gobierno panameño para que le ceda nuevamente el control. Además de no haber instrumentos legales le pediría que renuncie al 20 % del ingreso estatal, unos U$S 2.798 millones anuales o un 6% del PBI del estado centroamericano.



Panamá debería renunciar a la administración de una vía por la que pasan 14.000 barcos por año o 511 millones de toneladas de mercancías, el 5% del comercio global y por el que cada navío paga entre 150.00 y un millón de dólares de acuerdo a su tonelaje. No hay motivos para tal renuncia.

Los seguidores de Trump podrían cubrir el yerro recordando al poder militar de EEUU y la "Operación Causa Justa" de 1989, pero el próximo presidente ya avisó que no iba a desatar nuevos conflictos. No es muy viable intentar justificarlo por ese lado. Hay otra explicación.

Trump tiene una fijación con China y aquí es donde es posible volver al mundo real. Pekín parece tener interés en reactivar el proyecto para construir un segundo canal biooceánico a través de Nicaragua. La idea surgió hace muchos años y en noviembre volvió a ser considerada. En noviembre el dictador Ortega se reunió con empresarios chinos y les ofreció reactivar el proyecto, que al momento de construirse el actual Canal de Panamá fue considerado una alternativa por los constructores originales de esa obra hace más de cien años. El proyecto había iniciado su construcción en 2014. La empresa a cargo era la compañía china HKND propiedad del empresario Wang Jing, con inversiones en el campo de la comunicación y los negocios inmobiliarios. Y también muy vinculado al gobierno chino.



La obra proyectada era monumental. Implicaba invertir 50.000 millones de dólares para construir un canal de 278 km de longitud y 27,6 m de profundidad. El Canal de Panamá tiene 77 km de longitud. La obra debería estar terminada en 5 años desde el inicio de las obras. A cambio de financiar la obra, China tendría el manejo del canal por 50 años con una opción de prórroga de otros 50 años. Recordemos que desde el 31 de diciembre de 1999 EEUU ya no maneja el Canal de Panamá y la ventaja estratégica que obtendría China. El proyecto del Canal de Nicaragua se archivó en 2017 por la crisis económica en China, pero de todos formas ya están aprobadas las leyes de expropiación que le permiten a HKND hacerse con las tierras por donde debería construirse. De hecho, ya lo hicieron en varios tramos.



China anunció que iniciará la construcción del puerto de aguas profundas de Bluefields, en la costa caribeña nicaragüense, y de hecho esa instalación forma parte del proyecto original del corredor bioceánico. El acuerdo se firmó en noviembre con la empresa china CAMC.



Además, China ya tiene inversiones en la zona del Canal de Panamá. Pekín invirtió fuerte para estar presentes en la Zona Libre de Colón, en la salida del canal, en donde construyó un centro logístico por el que circulan miles millones de mercaderías anuales. Panamá se convirtió en exportador de materias primas con destino a China, en particular cobre, y su gobierno cambió el reconocimiento de Taiwán por un nuevo acercamiento con Pekín desde que tomó el control del Canal. Allí hay una explicación razonable para el susto de Trump. El problema es que EEUU no tiene herramientas legales para reclamar el manejo del Canal ni tampoco una voluntad de inversión que compita con la de China en Panamá u otro país al sur del Río Grande. Y con su política de aranceles, va en camino contrario a la seducción.

Mientras tanto, China destinó 8.750 millones de Inversión Directa a América Latina y el Canal de Panamá y el posible tramo en Nicaragua forman parte de esa estrategia para ocupar el vacío que dejará EEUU si se cumplen las promesas de aislacionismo y aranceles. Y ese paso es crucial para aumentar su comercio con la región. Tengamos en cuenta que, en orden de inversiones, destina un 34% a Brasil, un 22% a la Argentina, un 15% a México, un 11% a Perú y un 8,7% a Chile. La minería y las manufacturas son su principal motivo. El manejo de las vías navales y contar con una alternativa al Canal de Panamá es crucial para su intercambio comercial creciente con la región y su competencia con los EEUU. Vamos a las cifras para que se entienda que hay detrás de la disputa por los pasos.

China es el principal destino exportador de Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Panamá. Y el primer origen de las importaciones de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia. Ecuador y Colombia. Tener un canal para pasar de un océano al otro se crucial para su comercio. China es el segundo usurario del Canal de Panamá. Trump debe considerar que, al menos hasta que haya un segundo paso, es un punto débil de su estrategia para seguir expandiendo su control comercial en la región. No puede ofrecer inversiones, solo asustar con tomar el control del Canal.

Esta es la explicación más lógica para una afirmación que no pasa por ahora de exabrupto, porque EEUU no tiene herramientas legales para volver a Panamá como controlante del Canal. Es solo un gesto político que, por ahora, no tiene más efecto que un posteo en las redes. De todos modos, es una buena oportunidad para entender todo lo que está pasando al sur del Río Grande y cómo va a ser territorio de disputa entre las dos potencias, unos con las inversiones y otros con la verba encendida. Los vacíos no se llenan con palabras, sino con actos.

El proceso para que EEUU regrese al manejo del Canal invocando el Art 4 de los acuerdos de cesión por la pérdida de la "neutralidad en el manejo" tiene reglas de aplicación. Panamá debería involucrarse como parte de un conflicto y ceder el Canal para uso de una de las partes.



Hay otro motivo para la idea de Trump de retomar el control del Canal de Panamá y tiene que ver con una presión extorsiva para enviarles los migrantes que quiere deportar. El 5 de julio hubo un cruce diplomático entre ambas naciones. Trump sugirió que Panamá debería recibir a los deportados que no fueran aceptados por su país de origen sin que mediara un acuerdo con los panameños. Esto originó una respuesta oficial de la cancillería panameña advirtiendo que no iba a aceptar tales envíos.



El problema de Trump es que prometió deportar a millones de personas y entendió que Venezuela, Nicaragua, Cuba y otros estados no van a permitir el aterrizaje de aviones o el atraque de buques que lo transporten. Es una realidad que era previsible dado el encono bilateral. Entonces, Trump se topó con un dilema irresoluble. No puede cumplir con su promesa de expulsar indocumentados ni "limpiar" los EEUU de delincuentes que le fueron enviados con una "Operación Marielitos" en sentido inverso. Y quiere que Panamá pague el costo de su error de cálculo. El problema es doble porque estaría haciendo lo que acusa a otros de hacer y en este caso al querer obligar a Panamá a que hospede parte de los 15 millones de ilegales que se comprometió a expulsar. Con 4,48 millones de habitantes, supone una catástrofe demográfica para Panamá.



Pero, además, Panamá recibió en 2023 a 520.000 personas que pasaron por su territorio en el camino a EEUU desde el sur, en particular venezolanos y colombianos migrantes. Hay un acuerdo bilateral firmado con Biden, pero no excede el millar de deportaciones en lo que va del 2023.



Pero Trump propone ir más allá y que Panamá se convierta en un depósito de deportados que esperan ser admitidos en sus países de origen. El 5 de diciembre dijeron que no, el 21 del mismo mes Trump amenazó con tomar el control del canal. Los otros países que fueron elegidos unilateralmente por Trump como destino a los deportados que no son admitidos por sus naciones de origen son Granada, Bahamas y las Islas Turcas y Caicos. También adelantaron que no van a aceptarlos. Nadie quiere hacerse cargo de lo que le sobra

Para diferenciar las estrategias de EEUU y China, digamos que Pekín le ofreció a Panamá construir un nuevo tren entre Ciudad de Panamá y la provincia de Chiriquí, fronteriza con Costa Rica. Trump les ofrece quitarles el Canal y enviarles el Tren de Aragua ¿Se entiende?

Hay un tercer motivo para el enojo de Trump con Panamá vinculado a su bolsillo. En 2018 perdió el control sobre el edificio conocido como "Trump Tower Panamá", el más alto de la capital panameña con 70 pisos inaugurado en 2011 con fondos del Trump Panamá Hotel Management LLC. El edificio es un emprendimiento hotelero que no rendía las ganancias prometidas. El chipriota Orestes Fintiklis compró parte de las acciones y se unió a otros propietarios para cuestionar el daño monetario que causaba la imagen de Trump sobre el negocio. Esto trajo la furia. Fintiklis y el resto de los propietarios lograron que la justicia panameña les diera la razón y en adelante el edificio fue gestionado por la cadena Marriot Trump era presidente y fue entonces que le pidió al presidente panameño Juan Carlos Varela que interviniera.

En realidad amenazó a Panamá con represalias a través de sus abogados. Lejos de amedrentarse, el presidente panameño ignoró al presidente de EEUU y finalmente la justicia local falló a favor del chipriota. La política se mezcló con los negocios personales.

El edificio pasó a llamarse The Bahia Grand Panamá y las letras de recordaban al entonces presidente fueron arrancadas. Hoy lleva el nombre de JW Marriott Panamá y pocos se acordaban del incidente. Solo Trump que no olvida fácilmente las derrotas.

Van a ser cuatro años intensos.

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