Por Ignacio Montes de Oca
Vamos con un reporte para actualizar las novedades de lo que ahora es la invasión mutua entre Rusia y Ucrania. Repasemos las noticias del frente, los manoseos políticos usuales, las matemáticas castrenses y un ataque masivo ucraniano a Rusia que no ocurrió en Kursk sino en Moscú.
Ucrania lanzó el ataque más grande con drones dentro del territorio ruso desde el inicio de la guerra, en respuesta a un ataque de similar envergadura que realizó Rusia la semana pasada. Más de cien drones, alcanzaron objetivos de importante impacto estratégico y político. De acuerdo con la información rusa, se detectaron 46 drones en Kursk, 34 en Briansk, 28 en Voronezh, 14 en Belgorod, 8 en Ryazan, 9 en Moscú, 5 en Kaluga, 4 en Lipetsk, 3 en Tula y el resto fueron avistados sobre Tambov, Smolensk, Oryol, Tver e Ivanovo. El Kremlin informa que detectó 159 drones sobre 15 regiones de Rusia. Uno de los ataques fue en la planta de Kapotnia que refina 15 millones de toneladas de crudo al año. La imagen de un dron impactado las instalaciones, desmiente el derribo informado por las autoridades rusas. Es un golpe importante en doble sentido. La planta operada por Gazpromneft en Kapotnia es la mayor refinería de Moscú y abastece a la ciudad de combustible y productos petroquímicos para su industria. Su imagen ardiendo es un golpe propagandístico en el centro del poder ruso.
Un 2° ataque en la misma área ocurrió en la planta de energía de Kanakovo de Tver que también abastece a la capital, el 3° en la central termoeléctrica de Kashirskaya y el 4° en la instalación de distribución de gas y petróleo de Volodarskaya, a 39 km al sudeste de Moscú- Póker de drones. También atacaron los rieles que unen a Lgov con Oryol, a los talleres de mantenimiento ferroviario y su sistema de suministro eléctrico en Paserkovo y Zheleznogorskaya. Esta es la línea ferroviaria que comunica a Moscú con la región ahora ocupada por Ucrania en Kursk. Los ucranianos suben la apuesta y refuerzan la idea de actuar en espejo ante cada agresión rusa. Pero hay un par de elementos de mayor importancia. El más evidente, es que Ucrania muestra que puede alcanzar el centro del poder político ruso con alevosía.
Los comunicados oficiales rusos informando que ninguno de los drones ucranianos alcanzó su objetivo se desmienten con las columnas de humo que florecieron en torno a Moscú. Y, al mismo tiempo, revelan que la capital rusa está indefensa ante los drones ucranianos. Desde el inicio de la invasión de 2022, Rusia perdió al menos 270 sistemas de misiles tierra–aire, 78 de artillería antiaérea y 78 radares de acuerdo con las bajas verificadas por Oryx. Ucrania cuenta hoy con un centenar de sistemas de misiles propios y entregados por sus aliados. Pero Ucrania debe defender una superficie mucho menor y la enormidad de Rusia, junto a la costumbre de Putin de dilapidar recursos, dejaron a los rusos ante una desventaja que es lo que explica por qué los drones ucranianos se pasean con tanta impunidad por el cielo enemigo. En su obsesión por interferir con sus geniales órdenes por sobre la lógica militar, Putin expuso durante dos años y medio algunos de sus mejores sistemas, los S400 y S500 a los ataques ucranianos en Crimea y otros sitios ocupados de Ucrania. Ahora paga el precio por su soberbia. La falta de sistemas de defensa antiaérea explica además la gradual ausencia de aviones rusos sobre el frente y el uso de bombas planeadoras para atacar desde una distancia de más de 30 km a sus objetivos. No se trata de sesgos, sino de ofrecer explicaciones plausibles.
Ucrania, por su parte, tomó una decisión política importante al despreciar la sugerencia de Washington y otros aliados de evitar una escalada supeditando su estrategia a los consejos de no atacar en profundidad que llegaban pegados a cada arma que le enviaban. El secretario general de la ONU, Francia, Gran Bretaña, Suecia y otros países de Europa ya le habían dado el ok. Stollenberg había sido claro al decir que Ucrania tiene derecho a defenderse y que una vez que recibe las armas, son de Ucrania y decide como usarlas. Ante la falta de autorización para usar las armas de mayor alcance en territorio ruso enviadas por EEUU o la reticencia a enviar sistemas como el Taurus de parte de los alemanes, Kiev tomó el camino de usar sus drones y desarrollar su propio misil balístico. Se trata de un giro importante porque, por un lado, Ucrania aumenta su autonomía estratégica y, por el otro, se desentiende de las especulaciones originadas en cuestiones internas de sus aliados. Si no le proveen de permisos o armas, Ucrania usará lo que tenga a mano.
El ataque masivo de ayer viene a cuestionar también los temores a una reacción rusa. Zelensky entiende que, ante tantos manejos y la lluvia de drones y misiles rusos, lo mejor era declararse daltónico político y alegar que no puede distinguir entre las líneas rojas y las verdes. Hay algo en lo que no puede dejar de concederle la razón al presidente ucraniano y es en la injusticia de la asimetría de actitudes: Putin no recibe ningún cuestionamiento de los norcoreanos e iraníes a la hora de usar los drones y misies que recibe. O si los usa contra civiles o militares.
Ucrania está recuperando de a poco la capacidad de producir armas de mayor sofisticación. Hay que recordar que fue uno de los grandes centros de diseño y producción de armas de la URSS. Ahora Kiev quiere recuperar la memoria y ganar autonomía para evitar más limitaciones. El anuncio de la producción de un misil balístico propio capaz de alcanzar usinas, refinerías y fabricas rusas es solo un eslabón más dentro de un proceso de producción militar que le daría independencia estrategia para el caso que el próximo noviembre llegue vestido de naranja.
Ucrania ya comenzó a recibir ejemplares del BM Oplot, el tanque desarrollado por la industria local y junto con la alemana Rheinmetall va a producir el vehículo avanzado de combate Lynx y munición de todo tipo en la planta que construyó en suelo ucraniano. Tampoco es una novedad. La capacidad de diseño de armas de Ucrania fue probada con el hundimiento del crucero Moskva en abril de 2022 con misiles antibuque Neptune, que ahora además tienen una nueva versión adaptada para alcanzar blancos terrestres. Ucrania tiene una ventaja objetiva sobre Rusia y es que no está sometida a sanciones de Occidente y por lo tanto puede recibir instrumentos de producción y componentes de mayor calidad que Rusia. De nuevo, es una disputa entre la calidad y la escala.
Rusia produjo el año pasado un total de 200 tanques T-90. El resto hasta llegar a 1.200 unidades, fueron recuperaciones de modelos paleo soviéticos. La novedad es que los depósitos rusos se están vaciando a un ritmo cada vez más acelerado. Lo infinito parece tener un fin a la vista. Este mes, Rusia llegó a los 3.345 tanques perdidos. Son unos 107 en promedio por cada uno de los 31 meses que lleva la guerra. Si produce 16 tanques modernos por mes, implica que con el paso de las semanas irá devaluándose a ritmos acelerados geriátricamente hablando. Todo esto sin considerar el efecto de las sanciones y el que podría tener una ofensiva continuada de Ucrania sobre el sistema de energía, que es crucial para la producción de todo, desde tanques hasta el vodka. El ataque de ayer fue dirigido también al flanco productivo de Putin.
Vamos a unir algunos datos que ya nombramos para entender el daño que le ocasionó Ucrania a Rusia. La refinería de Kapotnia abastece de combustible a las centrales térmicas de Moscú. La central de Volodarskaya cumple el mismo rol e impacta en todo el sistema productivo de Moscú. En 20 días comienza el otoño, la temperatura comenzará a bajar y no se debe despreciar el efecto que puede tener el ataque de hoy sobre la vida cotidiana de los moscovitas, vecinos del Kremlin en donde siguen diciendo que la Operación Especial marcha estupendamente. El invierno pasado la falta de mantenimiento provocó roturas y salida de servicio de los sistemas de energía y calefacción en varias ciudades rusas. Si el escenario se replica este año en la capital rusa y se le suma el revés de Kursk, habrá un efecto político asegurado.
En Kursk los rusos consiguieron, luego de 25 días, hacer llegar los refuerzos. Aun así, no logran frenar la ofensiva ucraniana que, aunque no logra avances importantes como en los primeros días, sigue empujando a las tropas enemigas en 100 localidades y mantiene la iniciativa. No es una cuestión de sesgo. La zona bajo control efectivo de Ucrania en Kursk se consolidó en los 1.260 km2 y la zona en disputa es mayor, en particular en los flancos de Korenevo. La ruta E38 que conecta Kursk con Ryisk al oeste es ahora un coto de caza de los drones de Ucrania. Ucrania sigue destruyendo los pontones que montan los rusos sobre el río Seym, pero aún no logra cerrar el cerco a la zona este, que podría asignarle otros 700 km2 de control. El refuerzo ruso hizo que la definición de este frente se postergue por ahora.
Es cierto que Rusia sigue haciendo avances diarios en Pokrovsk. También, que, así como el avance ucraniano se hizo más lento en Kursk, el ruso en el frente del Donbás también. Ese freno tiene una razón y es que los rusos llegaron a la principal línea defensiva ucraniana.
Ucrania tuvo que revisar su estrategia y el avance ruso la sigue exponiendo a un mismo dilema: Rusia derrocha fuerzas y si Ucrania envía refuerzos y aumenta la densidad de blancos, usa su superioridad artillera. La respuesta por ahora son repliegues para ahorrar bajas. En Pokrovsk las fuerzas rusas quedaron en idéntica situación que las ucranianas en Robotyne durante la segunda contraofensiva al llegar a la línea Surovikin. La saliente que crearon los deja expuestos a los ataques de la artillería y drones por tres flancos y a pérdidas XXX.
Vamos de nuevo al contexto. Pokrovsk es el paso siguiente a Avdiidka, la ciudad que fue ocupada en febrero tras dos años y medio de asaltos. Ambas ciudades están a 40 km de distancia, de los cuales Rusia cubrió 26 km en siete meses. Son 3,7 km mensuales. Unos 123 m diarios. No hay que negar el avance ruso, pero tampoco magnificarlo. Es real que los ucranianos no encuentran la fórmula para frenar la ofensiva en el Donbás. Tampoco los rusos en Kursk. Es un tango en el que Putin y Zelensky canjean territorio en un juego de resultado todavía indefinido. Y es cierto que Pokrovsk es una ciudad estratégica por ser nudo vial y ferroviario. Tanto como lo son Lgov y Korenevo para controlar la región de Kursk. Ambos bandos están buscando lograr un avance estratégico sin ceder a reforzar la zona que aspira su oponente.
Putin ordenó reanudar el ataque sobre Chasiv Yar y Rusia tomó dos asentamientos, pero siguen sin hacer avances significativos y aumentando el contenido orgánico y ferroso del suelo ucraniano con productos de origen ruso. La picadora de carne se reactivó en modo fertilizadora. Las cifras indican que Ucrania debe acelerar la movilización y que Rusia deberá ampliarla. La ecuación es clara porque Ucrania mecaniza sus tropas y Rusia usa cada vez más infantería montada sobre medios precarios, lo que aumenta su necesidad de soldados para compensar las bajas. Rusia moviliza hoy unos 460.000 soldados entre profesionales, reclutas, reservistas, voluntarios extranjeros e influencers cabreados de Kadyrov. Al haberse ampliado el frente, necesitará más masa humana para sostener su ofensiva y emparchar los huecos en sus fronteras. Este mes se hará el llamado anual para el reclutamiento y en el número de convocados revelará el nivel de preocupación y las prioridades de Putin. Debe elegir la cifra con cuidado porque el horno no está para bollos en Rusia. A los drones se le suma un pico inflacionario.
Kiev busca la reciprocidad al tratar de ensuciar el panorama interno ruso mientras sigue enfrentando ataques rusos en sus ciudades. Si Putin trata de quebrar la moral ucraniana por medio de la destrucción de su infraestructura, los ucranianos buscaran una respuesta similar. El desgaste no se limita al frente militar. Ucrania ya está acostumbrada a sentir los rigores de una invasión y ahora intenta que el pueblo ruso sienta en carne propia la experiencia y que sus reclutas lleguen al frente enterados sobre el verdadero curso que tomó la guerra. El mensaje funciona también a la inversa. No es lo mismo reclutar a los ucranianos para una defensa permanente y con sus hogares bajo asedio que marchar al frente para devolver el golpe y a sabiendas de que los rusos están recibiendo un trato similar en su retaguardia.
Las guerras dependen en mucho de la moral de combate y del apoyo de cada pueblo a sus dirigentes. La batalla de las ciudades que propone ahora Ucrania apunta a un aspecto más profundo que se enseña en los libros de historia. Ucrania y Rusia ahora pelean ese aspecto en equilibrio.
Ucrania tiene que resolver la falta de tropas y municiones. Zelensky les recordó a sus aliados que entre el anuncio de asistencia y la llegada de la ayuda al frente pueden pasar hasta 6 meses. Y la producción local no alcanza para cubrir el consumo de la actual fase de la guerra.
Al menos por ahora no se nota que uno vaya a prevalecer sobre el otro. Ucrania comenzó a cavar trincheras en Kursk mientras espera el resto de la ayuda prometida. Putin necesita mostrar logros para disipar la sombra que se cierne sobre Moscú y que no es la que proyectan los incendios. Desde el 33% del territorio ucraniano que logró ocupar en su momento de mayor avance, Rusia ahora solo retiene el 18%, eso fue hace unas 500.000 bajas, un Mar Negro y 3.345 tanques atrás. Ucrania no está ganando, pero sigue presentando pelea, ahora dentro del suelo ruso. El ataque a Moscú debiera prender algunas alarmas en el Kremlin. Ucrania está yendo de menos a más y se atrevió a desafiar a Putin en el corazón mismo del imperio ruso y ante su población. No hay forma de compensar esa afrenta repitiendo la misma fórmula del ataque a Kiev.
PS: La última vez que la capital rusa fue objeto de un ataque aéreo masivo fue durante la batalla de Moscú que terminó en enero de 1942. Kiev recibe bombardeos desde hace 918 días. Putin sabe que el espejo de la reciprocidad ucraniana refleja una realidad que no lo favorece.
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