Por Ignacio Montes de Oca
Vamos a actualizar la situación en Kursk, en donde la ofensiva ucraniana sigue progresando mientras se espera a llegada de los refuerzos rusos. Ahora se abrió otro frente en Belgorod y mientras tanto Putin comienza a hacer cuentas. Algo cambió y alguien ya perdió.
Las defensas rusas en la frontera son cada vez más “porozas”. Antes de que corrijan el error, es un yerro deliberado porque tropas de 252° Batallón de defensa territorial de Ucrania y grupos de la Legión Georgiana ocuparon el asentamiento de Poroz, en el oblast ruso de Belgorod. Mientras tanto, Ucrania completó la ocupación de Sudzha y los combates ya pueden divisare desde la ciudad de Kursk, capital del oblast. Tras cuatro días de batalla Rusia apenas logró frenar el progreso de las avanzadas ucranianas mientras envía refuerzos apurados a la zona.
Hasta ahora Ucrania ocupó 430 km2 de territorio ruso que, para medirlo con una vara equitativa, es un área más grande que la que había logrado liberar de la presencia rusa en su ofensiva de verano de 2023 en Zaporiyhia y equivalente a tres meses de avance ruso en Donetsk. Hay otro modo de medir la jerarquía del avance ucraniano. Hasta ahora se confirma un avance de hasta 40 km lineales. Es posible de comparar con los 6,34 km que progresó Rusia a Chasiv Yar en los 15 meses transcurridos desde la caída de Bakhmut en mayo de 2023. Ese avance en Bakhmut le costó hasta hoy a Rusia 483 tanques frente a los 7 tanques ucranianos destruidos en Kursk que el jefe del ejército ruso le reportó a Putin el 8 de agosto. Salvo que hayan destruido otros 475 tanques en las siguientes 36 horas, siguen abajo en la cuenta.
Si se prefiere hacer un balance más actual, en la ofensiva hacia Vovschansk Rusia acumula 22 tanques perdidos en una ofensiva que se inició el 10 de mayo de 2024 y cuyo mayor avance penetró 8 km y en su momento de mayor extensión ocupó 35 km2 de territorio ucraniano. Esas son las cuentas que desmienten el inminente o inevitable triunfo ruso en la campaña de los tres días a Kiev que se transformaron en “vamos para los tres años de guerra”. En Bakhmut, avanzó a razón de 0,5 km por mes. En Vovchansk, 2,6 por mes. Ucrania, 40 km en tres días.
El Grupo Norte del ejército ruso, a cargo de la zona de Kursk, cuenta con unos 48.000 soldados. fueron insuficientes para detener a los entre 10.000 a 15.000 que usa Ucrania en su invasión. Otras fuentes hablan de 25.000, pero la proporción de 5 a 1 o 2 a 1 deja igual de mal sentada a Rusia.
La evidencia de esa debilidad es el anuncio de una “operación antiterrorista” en los oblast de Kursk, Belgorod y Bryansk. Éste último llama la atención porque, hasta donde se sabe, no hubo incursiones ucranianas en esa región. ¿Tiene una alerta de más ataques o es pura precaución?
Forzado por Ucrania, ahora Putin debe dispersar sus fuerzas en una zona mucho más amplia, un tercio mayor que el frente ucraniano y olvidarse de usar tan libremente la doctrina de concentrarlas en un punto especifico, como en Donetsk, para abrumar a las defensas rusas.
En el grafico que se vio en el directo con @bellumartis se explica que Rusia colocó un 5% de sus fuerzas desde Bielorrusia a Kharkhiv, un 26% en el frente de Kupiansk, un 19% en el de Zaporiyhia, un 10% en Jerson y un 40% en Donetsk. Esas proporciones son cruciales para entender las consecuencias del ataque en Kursk. Putin estaba avanzando al saturar con el número y ahora se verá obligado a redistribuir sus fuerzas. El Kremlin ya admitió que está moviendo fuerzas desde ese frente, no es una especulación. La apertura de otro frente el Belgorod muestra tanto la debilidad de las defensas fronterizas rusas como la ausencia de unidades capaces de frenar incursiones en los cientos de kilómetros de la zona fronteriza en Belgorod, Kursk y Briansk. Esto es un problema adicional para Putin.
En el plano militar porque ahora que se sabe que movió fuerzas del Donetsk a Kursk, expuso una debilidad y confesó que sus reservas ilimitadas de divisiones estaban más cerca de la dramaturgia de Dostoievski que de la doctrina del general Zhúkov. Ucrania no debe distribuir porque ya había reservado tropas en esas fronteras e incluso en el límite con Bielorrusia. Lukashenko envió como refuerzo a Kursk a los wagneritas que contrató como lazarillos. Es difícil que se arriesgue a mandar a su guardia pretoriana sobre Ucrania.
De todos modos, no hay que descartar nada. Putin descubrió que Ucrania sabe lo que sucede más allá de sus fronteras y precisa de más soldados si quiere protegerse o ejercer una presión creíble para fijar tropas ucranianas y evitar que sean enviadas como refuerzo a otras zonas. Putin va a necesitar muchos más hombres, además, tanto para continuar utilizando con la picadora de carne en Chasiv Yar o Tortke y para asegurar la zona fronteriza con un mínimo de tropas como para no tener que afrontar otra situación similar a la de Kursk.
Según Putin, Rusia tiene 460.000 tropas en Ucrania. Con una tasa mensual de bajas de 30.000 soldados y una de reclutamiento de 31.000, debe resolver cómo reforzar aún más su tropa. Ampliar la División United Colors of Benetton de voluntarios extranjeros, no parece ser la solución. Esto implica que, más allá del resultado definitivo de la ofensiva en Kursk, aumentó de hecho la demanda de mano de obra de Rusia, habida cuenta que la degradación de su arsenal de vehículos no le permite por ahora buscar una solución alternativa a ampliar el reclutamiento.
En las imágenes de las columnas de refuerzo abundaron los tanques T-64 y se vieron numerosas “Bukhanka”, un viejo utilitario de la era soviética. Y en un primer refuerzo, se vieron también soldados llegando a bordo de automóviles civiles en la zona de Oktyabrskoe.
Esa columna de camionetas fue aniquilada en un bombardeo de la artillería ucraniana en la que se usó munición occidental de racimo, al igual que sucedió con otra que transportaba cientos de soldados del 22° Regimiento de Fusileros. Esto conduce a las novedades políticas. Se habló mucho del permiso a Ucrania para usar las armas que recibe de EEUU y Europa. En Kursk, se arrogó el permiso y sumemos la actitud de ignorar por enésima vez las líneas rojas de Putin. Esta vez, el líder ruso ni siquiera mencionó las armas nucleares que agita desde 2022.
La doctrina rusa prevé el uso de ojivas atómicas en caso de agresión al suelo ruso. Pero como Putin dice que Ucrania es parte de Rusia, no puede alegar una invasión. Al dogma de la defensa del suelo patrio se le opuso la doctrina de la ostra, la que se entierra con su lengua. Hay otra línea roja igual de gruesa que fue cruzada, en este caso por los aliados de Ucrania. Putin les había advertido que habría graves consecuencias si las armas occidentales eran usadas en suelo ruso. Esa amenaza, que también tenía un endoso nuclear, acaba de ser burlada.
Mathew Miller, vocero Departamento de Estado de EEUU informó el 7 de agosto que “Las acciones de Ucrania en la región de Kursk no violan las restricciones estadounidenses sobre el uso de armas estadounidenses suministradas a Kiev”. Washington cruzó también la línea roja. La vocera del Pentágono, Sabrina Singh, repitió la idea al día siguiente en una conferencia de prensa y horas atrás Alemania tomó la misma postura a través del jefe del comité de defensa del Bundestag, Markus Feber. Ucrania avanza con el apoyo total de Occidente.
El problema para Putin es que este permiso amplió de hecho la autorización y revierte la tibieza occidental para que Ucrania amplíe su presión a otras áreas del territorio ruso, con consecuencias que pueden ser tan grandes como los pilares que sostienen al puente de Kerch. A su vez, Putin ahora debe afrontar un escenario político interno más desafiante. La opinión pública rusa no se espantó con la rebelión de los wagneritas ni con las incursiones del año pasado de las legiones de rebeldes rusos que tras unos días regresaron a territorio ucraniano. Pero con el avance en Kusk, Putin tuvo que admitir por cadena nacional que Rusia perdió el control sobre una parte de su territorio, algo que no sucedía desde 1945, y exhibió que la “operación militar especial” está teniendo problemas severos por la inoperancia de sus cirujanos. Putin lo admitió al anunciar asistencia de 10.000 rublos para cada refugiado que tuvo que huir de Kursk. Para embarrarla más, el 8 de agosto el jefe del ejército del informó en público que la incursión estaba siendo derrotada mientras las redes rusas mostraban lo contrario.
Es quizás el pánico lo que provocó el bloqueo de YouTube, algo que no sucedía en Rusia desde febrero de 2022. Las redes rusas ya informaron del descontento y el miedo de los civiles de la zona, que ahora sienten en carne propia lo que los ucranianos viven desde 2014. Hay una instancia que puede empeorar el ánimo de los rusos. La respuesta anunciada por Rusia puede destrozar las zonas civiles de Kursk. De hecho, Rusia ya bombardeó algunas zonas con presencia de tropas ucranianas con las mismas bombas aéreas que usa al otro lado de la frontera.
El pacto no escrito entre Putin y los rusos era un apoyo para la expansión imperial de Rusia en una operación rápida a un bajo coste militar y que no afectara a su vida cotidiana. Aquella promesa se transformó en una lucha que ahora incluye a territorio y refugiados rusos. Incluso el recurso de esconder la demora de una victoria categórica detrás de la idea de estar luchando contra la OTAN y que por eso no se lograba derrotar a una Ucrania presentada como débil, se hizo pedazos porque en Kursk se admite de hecho la eficacia de Kiev y de Occidente.
La estrategia de una Rusia que lograba avanzar pese al poderío coligado de enemigos atlantistas “impuros, amanerados y decadentes”, ahora tiene que ser revisado porque la idea de una campaña militar exitosa en Ucrania acaba de caer accidentalmente por una ventana del Kremlin.
No obstante, no hay que adelantarse. No se sabe si Ucrania buscará un avance mayor, si se atrincherará como Rusia lo hizo en su territorio o si finalmente deberá retirarse para evitar bajas que le impidan seguir atacando en otros frentes. Solo sabemos que, por ahora, avanza. Hasta hoy logró cuatro objetivos: distraer tropas rusas de otros frentes, exhibió la debilidad fronteriza de Rusia, expuso a Putin ante sus ciudadanos y consiguió terminar con la castidad estratégica occidental para el uso en territorio ruso de las armas que envía a Ucrania. Quizás hay otro objetivo político que puede sumarse y es demostrar la voluntad de Ucrania de seguir luchando más allá de lo que especulen sus enemigos y aliados. O si se quiere, que no estaba al borde de la derrota como muchos anunciaban hasta hace pocos días atrás.
El golpe en Kursk también tiene un efecto sobre la moral de los ucranianos en el frente y la retaguardia. En momentos en que Ucrania afronta una campaña de reclutamiento, no es lo mismo enrolarse a un ejército perdidoso que a uno que devuelve con eficacia el golpe de la invasión. A sus aliados, tampoco les resulta igual apoyar a una Ucrania que retrocede que a un país que ejerce su derecho de represalia con éxito. Más aún a la hora de proponer una negociación desde el concepto de “paz por territorios”, que quedó por completo trastocado. Esto sucede mientras aún no llega el grueso de la ayuda de occidente y con los F-16 volando sobre Ucrania, pero sin entrar en acción. Si Putin quería aprovechar la demora para hacer un avance decisivo, Ucrania le acaba de arrebatar la ilusión, la iniciativa y 430 km2 de territorio.
PS: la dificultad que afronta Putin es similar a la que enfrentan sus admiradores en las redes. Se van a necesitar legiones de osteópatas para curar las lesiones provocadas por el contorsionismo que hacen algunas de ellas para explicar lo que sigue sucediendo ahora mismo en Kursk.
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