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Ucrania sigue siendo la primera línea de defensa de Occidente

Foto del escritor: Santiago RivasSantiago Rivas

 

Hoy se cumplen tres años desde que Rusia lanzó su invasión para ocupar Ucrania, tres años en los que se ha visto un cambio por completo en la guerra moderna, pero que también están sirviendo para ver una alteración completa del escenario geopolítico global. Rusia se lanzó el 24 de febrero de 2022 a través de la frontera con Ucrania, luego de afirmar repetidamente que no iba a lanzar una invasión, apuntando a ocupar el país en un máximo de una semana, capturando Kiev en cuestión de horas o un par de días como máximo. Nadie en el mundo esperaba que sea posible una resistencia muy larga por parte de Ucrania ante un enemigo que por años se había esforzado en mostrarse como un ejército invencible y todopoderoso. Los más optimistas solo esperaban que Ucrania pueda resistir unas semanas en el mejor de los casos, antes de caer por completo. Sin embargo, los ucranianos se decidieron a pelear por su patria y su presidente Volodymyr Zelenskyy, pasó a resaltar por su liderazgo, pidiendo armas en lugar de su evacuación, cuando ésta fue ofrecida por Estados Unidos. En pocos días, un presidente al que los rusos desdeñaban considerándolo un simple humorista, demostró al mundo que era el líder que toda nación desearía tener en sus horas más oscuras. Contra todos los pronósticos, en pocas horas lo que se esperaba sea una victoria arrolladora rusa se empezó a convertir en una campaña fallida, con la derrota en el aeropuerto de Hostomel, desde donde se avanzaría para ocupar Kiev, mientras fuerzas ucranianas comenzaron a hostigar las columnas rusas, demorando un avance donde se fueron evidenciando cada vez más las fallas en el aparato militar ruso, desde falta de entrenamiento, doctrina obsoleta, equipamiento con un rendimiento muy pobre, con fallas de diseño y en mal estado. En dos meses, Rusia cambió su objetivo de ocupación rápida por intentar ocupar solamente el Donbas y el sudeste de Ucrania, lo cual tampoco ha logrado completar en tres años.

La resistencia heroica de los ucranianos, cuyo pueblo entero salió a enfrentar la invasión rusa, inspiró a occidente a comenzar a apoyarlos y enviarles armamento, aunque a un ritmo más lento del que se debería haber hecho. La OTAN empezó a salir lentamente de su letargo, generado por un mundo occidental con ideas progresistas que se había autoconvencido de que las guerras totales eran algo del pasado y que el mundo solo vería conflictos de baja intensidad, principalmente asimétricos. También fue viendo lentamente que Ucrania podía no perder y que era indispensable para la seguridad de Europa, y de todo occidente, que Rusia no gane la guerra. La ayuda de la OTAN y otros países fue esencial para evitar la caída de Ucrania, pero no hay que olvidar que son los ucranianos los que están peleando la guerra en el frente y que el resto de los países sólo les da apoyo. Son ellos, tanto civiles como militares, los que día a día arriesgan su vida para salvar su patria, su independencia y soberanía, frente a un enemigo que ya ha planteado con claridad que tiene como objetivo borrar para siempre todo rastro de lo que representa Ucrania, su identidad y su cultura.



En marzo de 2022 escribí por qué Putin no podía ganar, aunque ha seguido intentándolo, porque su futuro, en todo sentido, depende de que le pueda dar a los rusos, aunque sea, la sensación de que ha sido una victoria. Ese planteo de 2022 sigue siendo válido, tanto en lo que busca Putin como en su incapacidad para doblegar a Ucrania.

En 2024 Rusia pudo mantener cierto grado de avance en el terreno, pero a un costo excesivamente alto e insostenible de bajas. Hoy se calcula que Rusia ya ha tenido más de 800.000 bajas en la guerra, casi la mitad de ellas solo en el último año, mientras su aparato militar se está quedando sin equipo pesado, habiendo perdido la mayor parte de sus tanques y blindados, lo que lleva a que en el terreno el personal se mueva cada vez en mayor proporción en vehículos civiles, motos y hasta monopatines y burros. Ucrania, por su lado, optó por ceder terreno preservando sus tropas, aunque sorprendió con la ocupación de una pequeña parte del óblast de Kursk en Rusia, el cual esta última no ha podido recuperar en casi seis meses, a pesar de que habían afirmado que lo harían en días.

Rusia hoy enfrenta la realidad de que no puede sostener este ritmo de guerra por mucho tiempo más, mientras que Ucrania podrá sostenerlo si mantiene la ayuda externa. Por eso Rusia ha apostado todo, a través de Donald Trump, para alcanzar un cese del fuego lo antes posible, disfrazado de acuerdo de paz. Trump, de alguna manera, ha comprado la narrativa rusa, ya que su propuesta es básicamente copiada y pegada de lo que ha venido planteando Putin, donde, ya antes de sentarse a negociar, le da a Putin todo lo que pide, como mantener los territorios ocupados, prohibirle a Ucrania entrar en la OTAN y dejarla prácticamente indefensa. Además, Trump ha agregado que Ucrania pague por el equipo donado por el gobierno estadounidense, pero, además, que lo haga entregando recursos naturales por al menos cinco veces el valor del equipo entregado.

No sorprende entonces la negativa ucraniana a avanzar en un acuerdo, que, en los términos planteados por Trump, donde no se le permite a Ucrania participar, es una rendición casi incondicional. Menos cuando Ucrania y Europa ven que, si logran mantener la resistencia contra la invasión, la capacidad militar rusa puede colapsar. Y esto último se evidencia más en la desesperación del gobierno de Trump, alineado completamente con Rusia, por avanzar ya en un cese del fuego. Por otro lado, el pésimo acuerdo que plantea Trump no significa alcanzar la paz, sino solo prolongar la guerra, dándole tiempo a Rusia. En las palabras de Mick Ryan en su columna sobre los tres años de la guerra: “esta es la razón por la que la "mala paz" que parece estar formándose bajo la alianza Trump-Putin es tan repulsiva e injusta para Ucrania, y para todas las personas de buen corazón. Ucrania debe tener capacidad de acción para establecer los objetivos de terminación de la guerra, y Rusia debe pagar por su campaña innecesaria y brutal para violar, saquear, secuestrar, asesinar, torturar y destruir su camino a través de Ucrania. Cualquier cosa que no sea una paz justa significa que, si bien los combates pueden detenerse, la guerra no habrá terminado”.



Por otro lado, Trump no ha comprendido qué es lo que busca Putin con su invasión a Ucrania. En palabras de Alex Younger, ex director del Secret Intelligence Service de Gran Bretaña (conocido como MI-6), “el tema es que Trump y Putin están hablando de cosas diferentes. Así que Trump piensa que se trata de territorio, característicamente, como hombre de bienes raíces, se trata de tierra, de darle tierra a Rusia a cambio de gente. No se trata de territorio, dijo Putin. Se trata de soberanía. Putin tenía muy claro cuando comenzó esta guerra que la existencia de Ucrania como país soberano y libre era una afrenta inaceptable a la seguridad rusa. No se detendrá hasta que Ucrania deje de ser un país. Para siempre. Y esa es una conversación completamente diferente”. Por eso, la visión que se tiene desde Ucrania y Europa en general es que Putin solo está comprando tiempo, para reorganizar y rearmar su aparato militar, antes de lanzarse de nuevo en algunos años, ya que este acuerdo no le permite a Putin alcanzar su objetivo de absorber por completo a Ucrania.

Por otro lado, es importante comprender, tal como indicaba en el artículo de 2022 citado más arriba, que Putin no hace una guerra contra Ucrania, sino contra Occidente y el sistema democrático liberal occidental, mientras sueña con una nueva Unión Soviética. Por eso, quiero terminar esta columna con las palabras de Mick Ryan en su artículo citado, “Ucrania ha ganado tiempo para que los países occidentales se replanteen su seguridad nacional y su resiliencia interna. Ucrania nos ha proporcionado información sobre los aspectos físicos, intelectuales y morales de la guerra, algunos nuevos y otros antiguos, que serán esenciales para que las naciones occidentales preserven su soberanía, prosperidad y valores en una era en la que los regímenes autoritarios están en marcha.

Desafortunadamente, demasiadas naciones han tardado en responder a esta amenaza. Deshonramos los sacrificios de Ucrania si creemos que las mismas viejas ideas, políticas y asignación de recursos nacionales nos ayudarán a superar los turbulentos años que se avecinan.

A lo largo de tres años de agonía, que no es más que el último esfuerzo ruso en su historia de intentar exterminar a Ucrania como pueblo y cultura soberanos, hemos sido testigos de lo que Churchill llamó el "corazón de león". Ucrania, una nación en la que el coraje poco común es una virtud común, se ha ganado nuestra admiración y merece nuestro continuo (y creciente) apoyo”.

 

 

 

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