Por Ignacio Montes de Oca
A un mes del fraude en Venezuela, el chavismo se consolida como una dictadura e informó que no acatará el verdadero resultado de las urnas. El consejo Nacional Electoral recibió el aval del Tribunal Superior de Justicia que proclamó a Maduro dictador electo.
El resultado fue avalado por los rectores del CNE excepto por Juan Delpino, lo que evitó un resultado unánime. La justicia electoral insiste que Maduro obtuvo el 52,9% de los votos frente a los 43,2% de su adversario en base a un método tan fiable como la lectura de la borra del café. Hay que entender que estos tribunales y cuerpos electorales están integrados por militantes tan chavistas como los que pueden encontrarse en el equipo de torturadores del Helicoide. No tienen margen alguno de objetividad y por lo tanto sus decisiones son objetables. El TSJ certificó el resultado de las elecciones, pero nunca publicó las actas y por ahora la única documentación disponible es la que pusieron en línea los opositores y que muestran un triunfo contundente del candidato Edmundo González por el 68% de los votos.
Es entendible, las actas elaboradas luego de las elecciones por el chavismo le daban ganador a Maduro por el 98% de los votos en la provincia china de Jiangsu, un 72% en Hong Kong y un 80% en Hong Kong. Las actas de Maduro siempre fueron un cuento chino. El TSJ pidió a la oposición que presente sus actas y que Edmundo González comparezca el lunes 26 montando una doble trampa, decomisar la prueba documental que muestra el verdadero resultado y detener al presidente electo, al que ya procesaron por “conspiración”.
La amenaza pende también sobre María Corina Machado, que continúa tomando precauciones para evitar un arresto por “manipulación electoral” que el fiscal general Tarek Saab ya anticipó, aunque aún no se hizo pública una orden de detención judicial. El ministro de defensa Vladimir Padrino López ya se pronunció a favor del fraude electoral y fue confirmado en su cargo por Maduro. Se aleja la posibilidad de una revuelta militar contra el régimen y el llamado de Corina Machado a los militares no tuvo efecto en los cuarteles.
Esto se debe a que al menos 70 oficiales y suboficiales fueron destituidos o detenidos desde las elecciones, sea por sus pronunciamientos públicos contra el fraude o porque no cumplieron los estrictos filtros de lealtad por los que pasó el régimen a los militares en cargos clave. El ambiente represivo se espesa con el nombramiento de Diosdado Cabello al frente del Ministerio del Interior, Justicia y Paz. Uno de los líderes del Cartel de los Soles y quizá el más desatado de los SS chavistas, tiene el control total sobre los aparatos judicial y represivo. Diosdado debutó mandando al SEBIN, la “Checa” de Maduro, para que secuestre a Perkins Rocha, abogado y vocero de Corina Machado, junto a parte del entorno de trabajo de la líder opositora. Se denuncia su traslado al centro de torturas del Helicoide.
Maduro acumula rechazos y denuncias: La ONU, la OEA, la Unión Europea, el Centro Carter, que fue observador invitado por el chavismo, y 16 países del continente, desde EEUU a Chile, ya declararon que es inadmisible el resultado proclamado por el régimen. Colombia y Brasil, aun le dan tiempo. Una sentencia del TSJ y la presentación de las actas eran lo que sus principales socios políticos en la región, Lula y Petro, le pedían para darle tiempo. Luego de definirse ambos puntos, Brasilia y Caracas siguen sin adoptar una postura transparente.
Ante la demora en reconocerlo como ganador, Maduro amenazó a Petro diciendo que “tenemos amigos en Colombia dispuestos a todo”, en alusión al ELN que opera en la frontera común y la relación del Cartel de los Soles con el narcotráfico con la “disidencia” de las FARC. Esto a pesar del comunicado conjunto de Colombia y Brasil del 24 de agosto en donde pedían ver las actas, pero rechazan cualquier sanción contra el régimen de Maduro. El dictador teme que la presión interna regional obligue a Lula y Petro a abandonarlo a su suerte. Brasil ya empezó a sentir el impacto de la postura de Lula. Un aluvión de al menos 10 mil migrantes venezolanos cruzaron el paso fronterizo de Paracaima desde Santa Elena de Uliarén. Brasil albergaba hasta antes del fraude a 570.000 venezolanos.
La situación no toma a nadie por sorpresa. Según una encuesta de Meganalisis realizada en abril, el 44,6 % de los venezolanos consultados consideraba irse del país si Maduro se declaraba vencedor y el 39,3% “que lo consideraría”. Venezuela tiene 28,3 millones de habitantes. Esta nueva ola migratoria puede agudizar la crisis migratoria provocada por la salida 7,7 millones de personas en países como Perú, en donde residen hoy 1,5 millones de venezolanos, en Chile, que recibió a otros 532.000, Ecuador a 444.000 y Argentina a 220.000. Colombia es el mayor receptor de migrantes con 2,8 millones venezolanos. Al gravísimo drama humanitario se le añade la exportación de grupos criminales vinculados al chavismo como el Tren de Aragua, responsable del asesinato en Chile del disidente exiliado Ronald Ojeda en febrero. México alberga a 113.00 venezolanos, pero ese número debe crecer por el paso de una nueva ola migratoria con destino a EEUU, que se sumaran a los 545.000 que ya emigraron. Un mayor control fronterizo puede acumularlos del lado mexicano y agriar las relaciones bilaterales.
Desde que López Obrador decidió “suspender” las relaciones con EEUU el martes, una mayor afluencia de migrantes emparentada con la simpatía abierta del presidente mexicano con Maduro puede plantear un panorama en el que los venezolanos serán la moneda de cambio. La cuestión migratoria es un tema electoral central de EEUU y es previsible que Washington atranque una oleada migratoria que puede perjudicar las chances electorales de Kamala Harris en el tramo final de la campaña y en particular en estados clave como Texas, California y Arizona.
Entre esas grietas se coló Boric que tomó el liderazgo de la izquierda contraria a Maduro a pesar del desafío interno que le presentó el Partido Comunista de Chile, parte de su coalición de gobierno, al respaldar al dictador chavista. El Senado, le pidió que reclame a La Haya la detención de Maduro.
Lula, en cambio, recibió el respaldo de su partido, el PT en su política de contención a las críticas contra el chavismo al calificar al proceso electoral como “normal y tranquilo”. En un documento publicado el día del fraude, el partido de Lula reconoció a Maduro como ganador. Pero Carlos Siquiera, del Partido Socialista Brasileño (PSB), y Antonio Rueda, de Unión Brasil, miembros de la coalición de gobierno de Lula, criticaron públicamente a su aliado por el apoyo solapado al fraude. Presionado, Lula aun no pudo reconocer a Maduro como presidente electo. El PSB calificó al gobierno chavista como una dictadura luego de que Lula hiciera malabares verbales el 16 de agosto el decir que “no es una dictadura” sino un régimen “con sesgo autoritario”. De todos modos, le sigue dando tiempo político a su amigo criminoso en Miraflores.
Las tensiones provocaron más grietas en el bloque de gobiernos de izquierda que sostienen al chavismo. El nicaragüense Daniel Ortega criticó a Lula y Petro por no reconocer el triunfo de Maduro y los acusó de “repetir las consignas de los yanquis” y los llamo “arrastrados”. Acto seguido, Ortega anunció que Nicaragua había decidió romper relaciones diplomáticas con Brasil. No se sabe si la intimidación política de Ortega es una sobreactuación para suavizar la incomodidad de Petro y Lula o una presión indirecta de Maduro.
Estos juegos solo hacen perder el tiempo. A medida que pasan los días crece la violencia del régimen en Venezuela. En la represión y los asesinatos selectivos llevados adelante por el SEBIN y los Colectivos Bolivarianos, murieron al menos 27 personas y 200 resultaron heridas. De acuerdo con los registros de la ONG Foro Penal, al 22 de agosto había 1.674 detenidos, entre ellos 197 adolescentes. La mayor parte fueron trasladados a la cárcel de máxima seguridad de Tocuyito, una de las más duras y con la población carcelaria más peligrosa de Venezuela.
El problema central es la falta de un consenso regional para aplicar presiones concretas sobre la dictadura venezolana. Allí reside una posible explicación a la obcecación de los gobiernos de Brasil, Colombia y México en insistir en la política de darle tiempo a Maduro. Aunque tienen consecuencias sobre su apoyo interno y la intención de aumentar su influencia regional en el caso de Brasil, hay otros cálculos que corren en paralelo y son más pragmáticos y a largo plazo. No alcanza con explicarlo desde una coincidencia ideológica con el chavismo.
Partamos de la idea de que cualquier presión al régimen chavista o a sus dirigentes no tendrá eficacia sin la participación de esos tres gobiernos. Por vecindad o escala, ni siquiera la participación de EEUU evitaría la porosidad de bloqueo diplomático o la aplicación de sanciones. Washington desconfía de Lula, más aun luego del comunicado conjunto del 31 de julio. Lula se diferenció luego de Biden al insistir en la espera a la publicación de las actas y favoreció a Maduro en la votación de una condena en la OEA ese mismo día con ayuda de Colombia y México. La precaución de Washington tiene que ver además con la intención de Lula de ocupar los espacios vacíos que dejaría EEUU en la región para ampliar la influencia de Brasil. Con una elección que podría aislar a EEUU en caso de triunfar Trump, esa apuesta tiene mucho sentido.
Hay un dato que se adiciona a ese diagnóstico. La mayor parte de los países de Latinoamérica tienen a EEUU como socio comercial, pero también a Brasil o México y China. Es por eso que, pese a despreciar a Maduro, no todos actúan como piensan y otros recularon en sus posturas. Esta circunstancia, junto a la creciente coincidencia de Brasil con Rusia y China, dos países que se apuraron a reconocer a Maduro como presidente electo, despierta las suspicacias de la Casa Blanca. El rol de Lula como agente de ventas de los BRICS aumenta las sospechas.
El 27 de agosto el viceministro venezolano de Políticas Antibloqueo, William Castillo, informó durante una visita a Moscú que Caracas iba a acelerar su ingreso a esa entidad con el respaldo brasilero y chino. Un año atrás, Maduro había pedido formalmente la incorporación. En abril Lula se comprometió públicamente a apoyar el pedido de Petro para que Colombia entre en los BRICS. El 3 de marzo, la cuenta verificada de los BRICS en X informó que México solicitó el ingreso al grupo, pero luego la cancillería mexicana lo negó. Fue un incidente extraño.
Es más, a sabiendas de que Maduro preparaba un fraude, Lula propuso el ingreso de Venezuela a los BRICS, que podrían funcionar como un paliativo para un bloqueo regional. Quizás el presidente brasilero quiere canjear un poco de reputación regional por un avance estratégico.
Para el caso de Petro y AMLO el negocio es similar. La venta de un bloque de resistencia a la presencia de EEUU en la región para el consumo interno puede ser efectivo para su público político. Un fracaso de un bloqueo a Venezuela puede ser presentado como una victoria ideológica a largo plazo.
En política todo es un juego de compensaciones. Maduro anunció el 3 de agosto su intención de entregar licencias petroleras a los estados que lo apoyen. Un primer lote entregado a Nigeria con toda la pompa y circunstancia fue parte de una oferta política concreta. “Si esta gente de allá del norte y sus asociados en el mundo cometen el error de su vida, entonces, esos bloques de petróleo y esos bloques de gas que ya estaban firmados pasarán a nuestros aliados de los BRICS” dijo Maduro al tiempo que le reclamó a EEUU el fin de las sanciones.
Con la designación de Diosdado en el aparato represivo, también se colocó a la vicepresidente y esposa de Maduro, Delcy Rodríguez, al frente del Ministerio del Petróleo. La familia del dictador se hizo así con el manejo de un área clave para la economía y los vínculos exteriores. Venezuela no tiene mercado interno ni es una potencia político-militar, pero tiene la mayor reserva petrolera del mundo y con eso alcanza y sobra para atraer a los líderes regionales o para ofrecerles una compensación a cambio de inmolarse políticamente.
Lula aprendió en las Academias Odebrecht el valor infinito de los negocios petroleros y quizás aspire a que Petrobras reemplace a Chevrón en Venezuela. Petro se propone a resucitar el proyecto para rehabilitar el Gasoducto del Atlántico desde Venezuela. Negocio mata revolución. Son muchos indicios de un realineamiento estratégico importante que influye en la situación interna de Venezuela. Sin respaldo regional de naciones de peso, Maduro debería meditar desde una posición más incomoda el resistir a una mayoría que lo rechazó en las urnas.
Junto con el juego de la oposición a EEUU y una alianza con las potencias situadas en el bando opuesto – con el potencial comercial y político que ofrecen -, alcanza para explicar una aparente irracionalidad política de quedar pegoteados con la sangre que derrama el chavismo.
Pasó un mes desde el fraude y todo el aparato propagandístico para darle legitimidad a Maduro quedó expuesto por la maniobra de Corina Machado al anticiparse con la publicación de las actas. Enfrentado con la evidencia, el chavismo optó por fingir demencia. Maduro ya ni siquiera disimula su intención de convertirse en un dictador ni su deseo de jugar con la inteligencia ajena al derramar cataratas de incoherencias con relatos conspiranoicos que fusionan satanismo, aplicaciones de mensajería en línea y enemigos llamados “elonmusp”. Esa burla es un dato psiquiátrico, pero también político. En la medida que Maduro abunda en su veta demencial confirma su desprecio por el apoyo popular. Las elecciones ya pasaron y el fraude se consumó. Tiene el apoyo de los poderes internos y socios externos que lo avalan. Venezuela es hoy inviable tanto en lo económico como en lo político. Desde el 28 de julio está paralizada y en estado de deliberación. El 70% del población descontenta y deseosa de presentar alguna oposición no es un factor de menor peso. El poder no se sostiene sobre lo inerte.
Ese equilibrio entre el control de los resortes del poder y el perder el control de la calle solo podría ser quebrado si desde el frente externo se pudiera presionar lo suficiente a Maduro como para que en la balanza política las pérdidas superen a las ganancias.
Es por eso que el rol de Lula, Petro y quien sea que vaya a delinear la política de México cuando asuma Claudia Sheinbaum, es crucial para romper el statu quo en Venezuela. No hay presión política eficiente sin la colaboración, a decir de @Fonseca, del club de los presidentes maduros. El resto de los países no suman peso específico suficiente y EEUU es una incógnita hasta noviembre. El apoyo de Rusia y China a Maduro tampoco alcanza, con una ausencia de los países limítrofes ese apoyo queda corto. Ahora se entiende mejor el tablero venezolano.
Para cerrar, hay que considerar que los presidentes maduros no viven en una burbuja y también están sujetos a presiones internas y externas a favor o en contra de sostener al dictador Maduro. Como en las calles de Venezuela, hay un juego de presiones por resolverse. De manera que la situación cada vez se emparenta más con lo que sucede en el exterior, pero, al mismo tiempo, influye en la región, sea por el efecto de las migraciones o el impacto que tiene en sus dirigentes la postura que toman respecto a la crisis en Venezuela.
Esto concluye en que la crisis venezolana nunca fue solo un tema de Venezuela. Y tampoco está en una situación estancada. El país es un hervidero y tanta presión política debe salir por algún lado, por las fronteras o por las calles. No hay calma, sino un burbujeo constante. Corina Machado llamó a una marcha para el día de hoy. El gobierno, convocó a una contramarcha. No se trata de medir multitudes porque unos no irán por el miedo a la represión y otros irán por miedo a las represalias del gobierno. Lo que importa es que no hay resignación.
Maduro cuenta con tres tipos de aliados. Con los que lo apoyan pese a sus crímenes, porque en toda sociedad hay siempre una cuota de cretinismo. Luego, con los dóciles que dicen “es inútil, nada va a cambiar” y con los Chuck Norris que solo aceptan una salida hollywoodense.
No obstante, y como se explicó, la situación en Venezuela puede tener un punto de quiebre si desde el exterior la suma de condenas supera a los apoyos, depresivos políticos y delirios rambísticos. Allí hay un espacio de acción que excede a lo que se genere en Venezuela. Los políticos de la región, en su mayoría, dependen del respaldo mayoritario, tanto sea en el momento del voto como en el consenso para sostener su gobernabilidad. Las audiencias regionales más allá de Venezuela tienen por lo tanto un papel para desempañar en esta crisis.
La carta exterior no es suficiente, pero si necesaria para que los decisores evalúen si el apoyo a la dictadura en Venezuela es una buena decisión para sus respectivas carreras. El cambio de gobierno en Argentina y el fin del aval al chavismo muestra cómo opera ese mecanismo. Es por algo que lo que sucede en Venezuela importa y hay algo más que hacer que resignarse o proponer que los venezolanos se sumerjan en una guerra civil o vuelvan a ser arrollados por los blindados. Es un camino menos viril y narcisista, pero a la larga más sólido y honesto.
La oposición venezolana supo anticiparse al fraude. Algo debe saber más que el resto sobre el modo en que funciona el sistema y sus debilidades. Por algo pide apoyo externo. Es algo que deben meditar los belicosos que necesitan madurar para, irónicamente, no ser tan Maduros.
PS: Venezuela necesita de algo más que de los venezolanos. El juego es tremendamente complejo, pero hay una chance de resolverlo. Lo que es seguro es que el que sale hoy en Caracas correrá más riesgo que el que cualquiera de nosotros desde detrás del teclado.
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